Le preguntó si sabía que en EE.UU. había profesionales que no podían pagar los créditos solicitados para costearse sus estudios universitarios. Él dijo que no. Le preguntó entonces si imaginaba cuáles profesiones en especial tenían miembros empujados a la bancarrota. Respondió que nunca había pensado en la existencia de diferencias, que creía que a todas les pasaba lo mismo. El entrevistador dijo que no, que una profesión en especial contiene miembros que no pueden cancelar sus deudas educativas: los médicos. Sorprendido, Pedro dijo:
―No puede ser, los médicos siempre se necesitan…
―Ok, estás contratado ―lo interrumpió. Y lo invitó a retirarse. Apenas Pedro se fue, la muchacha, que había escuchado la entrevista a través de la puerta entreabierta, ingresó con la desconfianza en su rostro.
―¿Qué hago?
―Ingrésalo.
―¿Con una entrevista tan corta ya sabe que es confiable?
―En lo que nos interesa, sí. El resto lo averiguaremos más adelante. Si alguien no comprende cuáles son los problemas reales de un sistema, no es un peligro para el sistema. Su ingenuidad es un seguro para nosotros.
«Una tarde, se cayó del mundo», Juan Manuel Martínez.
Los spots publicados por el Rectorado de la UBA en su cuenta de X (ex Twitter) para reclamar un trato diferencial utilizando como excusa a sus empleados, poseen la virtud de las buenas publicidades: resumen una trama compleja y la hacen arribar a una conclusión categórica en una pieza audiovisual de 30 segundos1. Sin embargo, el mérito formal y disciplinario (un aplauso para los realizadores) no se opone a la crítica; la potencia.
Realismo grotesco
Aclaremos un par de puntos. Estamos totalmente de acuerdo con los aumentos salariales para los trabajadores y estamos totalmente de acuerdo con el derecho a luchar por esos aumentos. No obstante, como veremos –y como sucede muchas otras veces–, detrás de un reclamo incuestionablemente justo y, precisamente, a causa de los argumentos y la fórmula empleada para apropiarse de ese reclamo, hay mucho, mucho más con lo que es difícil coincidir.
En primer lugar –y fundamentalmente–, toda pretensión de dividir a la clase trabajadora, de potenciar una fracción en desmedro de otra, de justificar una causa justa en base a la diferencia con otras causas igualmente justas, es reaccionaria. En los spots de la UBA se entiende mucho más, porque se trata del típico caso –ejemplarmente ilustrado por la película Los Traidores, de Raymundo Gleyzer– en que la patronal aprovecha los reclamos de los trabajadores para impulsar los suyos propios. Nos referimos a los de la burocracia autárquica que conduce la UBA, elegida por una minoría muy minoritaria de sus docentes y pagada por una mayoría muy abrumadora de los habitantes del país «con el IVA de la polenta», como dice Luciana Vázquez2. Los CEOs de la UBA quieren fondos. La patronal de los docentes quiere fondos. ¿Para qué? Para que todo siga igual.
Los recortes del actual gobierno suponen una excelente oportunidad para ocultar todos los desmadres y la decadencia previa. Milei es la oportunidad que aprovecha el progresismo para proponer la gran resignación. ¿Resignarnos a qué? A vivir como durante el gobierno de Alberto. Así lo expresó categóricamente otro spot que, también el Rectorado de la UBA, difundió en abril, cuando se realizó la gran marcha en defensa de la educación pública3. Allí lo declaraban con precisión: «Cuidemos lo que funciona».
Para esa perspectiva, lo que vivimos hasta diciembre del 2023 funcionaba. Pero eso fue precisamente lo que estimuló la llegada de Milei como algo radicalmente distinto a lo que había hasta entonces. Ese eslogan, «Cuidemos lo que funciona», declara abiertamente que no se trata de cambiar las condiciones de contratación de gran parte de su personal docente ni se trata de modificar el sistema feudal que organiza las cátedras: de lo que se trata, para ese slogan, es de reclamar que todo siga igual, administrando del mismo modo el dinero de los contribuyentes.
En la revista Seúl, Eliseo Brenner publicó el 18 de agosto una crítica a los spots cuyo núcleo nos interesa. En buena medida, porque en la conjunción de los argumentos y la estética progresista que se opone a la conjunción de los argumentos y la estética liberal podemos situar lo que ambos tienen en común.
Todos estos spots, aunque muestran personajes en apariencia diversos, están mostrando personajes que tienen muchas cosas en común. Casi como si fueran el mismo personaje:
* Todos le están explicando a su interlocutor algo que el interlocutor no pidió que le explicaran.
* Todos tratan a su interlocutor asumiendo que no sabe lo que le están explicando.
* Todos tratan a su interlocutor con condescendencia, como si fuera medio estúpido. […]
* Ninguno de los trabajadores precarizados parece poder establecer un vínculo con la realidad y con su prójimo sino a través de su marco teórico.
* Si a los profesores universitarios les sacan su trabajo de profesores universitarios sólo pueden trabajar en empleos precarios. No son capaces de conseguir ningún otro trabajo de mayor jerarquía ni de inventar un proyecto personal, como por ejemplo dar clases particulares (en las que, dicho sea de paso, sí tendría todo el sentido del mundo ese discurso académico).
* No queda claro si los profesores devenidos precarizados son graduados de sus carreras, pero en caso de que lo sean, ni el médico ni la psicóloga ni el ingeniero pueden conseguir empleo en sus profesiones.
Escucho gente indignarse por la forma en que el spot del profesor de física devenido mozo parece sugerir que el trabajo de mozo es despreciable (o al menos indigno para un profesor). De manera mucho más despreciable lo trata al profesor en tanto que profesor al considerarlo incapaz de cualquier otra actividad creativa.4
La crítica destaca un aspecto notorio del spot. La patronal universitaria considera que los egresados a los que ahora emplea no podrían trabajar en sus disciplinas, ejercer su profesión, en otro ámbito que no fuera bajo contratación de la UBA. Los presenta como individuos carentes de sentido de la realidad y de perspectivas productivas. Y eso a pesar de tener un título universitario. Aun con la fortuna de haber estudiado en una universidad pública pagada por el conjunto de la sociedad, estos profesionales universitarios ameritan ser tratados compasivamente y recibir el apoyo de toda la sociedad. Un apoyo específico, no cualquier apoyo, pues no se trata de los sueldos de los trabajadores en general. Esta campaña de spots fue producida por unos burócratas que reclaman la ampliación de las partidas que reciben. Y los destinatarios no se han indignado. De hecho, han festejado la pieza.
Comedia gaucha
Cuando un doctor en historia debe trabajar en una escuela secundaria para vivir, no se pregunta por qué estudió una carrera que esta sociedad (el capitalismo argentino del siglo XXI) no requiere, si no estaba dispuesto, a la par, a intentar revolucionar esa sociedad para conquistar un reordenamiento de las relaciones sociales bajo otras prioridades.
En el ya citado spot «Cuidemos lo que funciona. Cuidemos la UBA», el logo de esta casa de estudios, con su emblema en latín, es lo primero que vemos pero, inmediatamente, esa imagen se funde en una luz enceguecedora que baja desde la cima de unas escalinatas a través de una estructura catedralicia. Una voz en off nos cuenta que allí se ha formado académicamente al «arquitecto que hizo tu casa» (sic) y «al veterinario que salvó a tu mejor amigo» (sic). Entonces uno se pregunta: ¿Cómo fue que los trabajadores egresados de la universidad, que antes hacían cosas importantes –curar, construir–, ahora ya no pueden hacerlas? O, directamente, ¿por qué la universidad ha caído?
Pero es el tipo de preguntas que se orienta en la persecución de soluciones burguesas. Porque supone que en la educación anidan la raíz de las crisis y el fruto de la salvación. Desde ahí se refuerza la visión peronista de la historia. Un ejemplo cabal de esto es el autor del libro recientemente publicado ¿Por qué ganó Milei?, Javier Balsa, quien expone así cómo debemos encarar, de una vez por todas, «los grandes problemas que tenemos»:
El libro termina planteando el tema de la crisis de la educación. La crisis de la educación nos llevó puesta la formación cívica de nuestros jóvenes. Ellos lograron imponer una visión de la historia fantasiosa, increíble. Hay tres preguntas sobre la historia argentina que pueden explicar el 92% de los votos: en qué consistió el peronismo clásico, qué fue la dictadura militar de 1976 y de qué se trató el gobierno de Menem en los 90. El cambio en la visión del pasado es impresionante, y ahí hay una crisis de la educación. Hay que repensar cómo debería ser la escuela y dar más autonomía para que la propia escuela se recree, para que se reinvente.5
El autor no aclara si la pregunta por «el peronismo clásico» implica buscar la verdad sobre la cacería de opositores desatada entre 1973-75, que le preparó el camino a la dictadura, o retornar a la ficción del pacto Alfonsín-Isabel que se ha sostenido todos estos años6. (Tampoco lo aclara Jacobin). O si responder «de qué se trató el gobierno de Menem en los 90» supone señalar la continuidad en los conspicuos menemistas que gobernaron desde 2002 en adelante, aunque en otro contexto internacional.
Sea como fuere, liberales y populistas generalmente coinciden en que todo se arregla con un cambio de contenido en las explicaciones que pueblan las instituciones educativas7. Por eso el cronista de Seúl (una revista de filiación macrista) nos ofrece esta particular visión de la decadencia del sistema educativo: Argentina se aisló del mundo.
La UBA como universidad estatal era la continuidad de algo mucho más enraizado e indiscutible en la sociedad: la educación brindada por el Estado era por lejos la garantía más seria de desarrollo personal y ascenso social. Fue mucho después de eso que el efecto dominó del colapso de la educación pública y un nuevo mundo del cual la Argentina se aisló arrastró también a las universidades públicas. Entre ellas, notoriamente la UBA, que se convirtió en una especie de fantasma del viejo Hamlet que merodea el castillo y anda tapando el olor a podrido en Dinamarca con un Glade muy berreta que le fabrica el enemigo.8
Liberalismo y progresismo comparten una misma «narrativa», como les gusta decir, una misma explicación sobre los sucesos. Falsa y forzada.
Argentina no se ha aislado del mundo en lo que va de este siglo. Es imposible aislarse. Estableció, eso sí, una particular forma de relación, estrecha e interconectada. Por nombrar dos o tres hechos que lo ponen de manifiesto: durante el gobierno de Néstor Kirchner, éste puso en venta el 25% de las acciones de YPF que quedaban en poder del Estado; luego, cuando la mayoría española (Repsol) del directorio de la empresa la llevó a un punto en que dañó la provisión de energía para el país, el mismo gobierno nacional y popular recompró –de prepo, onerosamente y contrayendo graves consecuencias financieras para el fisco– el doble de lo que había vendido unos años atrás. Segundo hecho: en el momento en que la soja gozaba de precios internacionales altísimos, el gobierno peronista se presentó en el FMI y pagó la deuda contraída; no la desconoció ni pidió que fuera condonada, pagó la deuda al tiqui taca. Tercero: durante la crisis de 2008, ANSES acudió en ayuda financiera para las multinacionales automotrices extranjeras, como General Motors (que recibió 70 millones de dólares)9.
Ni Repsol ni el FMI ni la General Motors son reliquias gauchas.
Drama shakespeariano
Si reproducimos la crítica liberal no es porque su fundamento sea cierto (ningún espacio de acumulación burguesa –eso que llamamos «nación»– puede aislarse de los otros espacios de acumulación burguesa). Sino porque señala algo con lo que coincidimos plenamente: un profesor universitario no es un ente magnífico flotando en el vacío, un ser de luz y saber al que de pronto se lo maltrata en un acto de injusticia cósmica. Un docente universitario es un trabajador que desempeña tareas en una porción particular de la vida social, la educación superior, y sus condiciones materiales de existencia como trabajador dependen de la dinámica social general. Es decir, del funcionamiento de la sociedad en la que esa educación superior está inserta y para la que brinda o debería brindar el servicio de formar profesionales.
Acierta el cronista de Seúl en señalar esta relación sistémica de una parte con el todo. Acierta en observar que el problema de fondo es que los profesionales universitarios ya no construyen casas ni curan amigos, sino que se ven reducidos a dar clases reproduciendo un exceso inasimilable para la economía capitalista del país. Y acierta al sostener que el Rectorado:
Se olvidó de que su función social no es darles trabajo a unos docentes y no docentes, sino formar ciudadanos capaces de realizar trabajos exigentes. Que para eso la sociedad paga esos profesores y esa estructura gigantesca, los cuales son secundarios en la escena.10
Pero –y aquí tomamos distancia– esa «función social» no es lo que individuos con buenas intenciones suponen, sino aquello que una determinada sociedad reclama objetivamente. Aquí estriba el error del crítico liberal: el capitalismo argentino no reclama «ciudadanos capaces de realizar trabajos exigentes» porque, hoy, tiene muy pocos de esos trabajos para ofrecer. Esto es percibido, en primer lugar, por los jóvenes, que consideran –no sin cierta razón– que el esfuerzo para estudiar una carrera no tiene correlato en los resultados obtenidos11. El fantasma del viejo Hamlet no es la UBA sino la ideología obsesionada con una clase burguesa capaz de negar su propio carácter, una ideología que espera, promete y llama a confiar en un resurgimiento de la Argentina capitalista. Make Argentina Great Again pero con el destino trágico de la novela de Cortázar: ¿encontraría a la MAGA?
Terror gótico
Las diferencias entre las fracciones burguesas (ora liberales, ora populistas) no pueden exceder la disputa sobre qué tipo de maquillaje le hace falta al sistema educativo para que éste, por sí solo, reconduzca los destinos del país y lo saque adelante. Si sucede exactamente lo opuesto es porque la educación no puede contrariar, siquiera para salvarla, la dinámica social que la contiene, las condiciones generales que la determinan. Un país capitalista que se hunde, se hunde completo. Incluyendo a sus profesores universitarios. Para salvar su trabajo y para proteger la educación superior en la sociedad argentina sería necesario abandonar el particularismo sectario y pensarse como parte de un problema mayor, que los incluye y que es la causa general: por empezar, un problema de la clase trabajadora. Por continuar, un problema de esta clase en todo el mundo.
Pues al pretender que la solución para los problemas argentinos provendrá de la integración en el mundo, nuestro muy liberal crítico de la revista Seúl no ve (no importa si no puede o no quiere) que nuestros problemas están perfectamente integrados. Son parte de los problemas de la educación en todo el planeta. Porque el capitalismo es un sistema mundial y en su decadencia expone fracciones más avanzadas en la descomposición, como es el caso de Argentina, pero que no contradicen, sino que exageran, lo que sucede en otros espacios de acumulación12.
Así, la enseñanza universitaria de calidad se concentra, en proporciones decrecientes, sobre el conjunto de la población para cubrir los «trabajos exigentes». Trabajos cuya exigencia se incrementa a la vez que decrece su número. Simultáneamente, el resto del amplio universo de la educación superior entra en crisis, degenera y, como no había ocurrido hasta ahora, es despreciado. En este sentido, la expresión «trabajo de negros» pronunciada por Trump en la campaña electoral pasará a la historia como la manifestación verbal más sintética del contradictorio problema entre:
a) una población sobrante para el capital que crece en gran parte de los países no industrializados;
b) una población que envejece en los países con economías más dinámicas;
c) una necesidad menguante de universitarios en general (sobre todo de las profesiones liberales clásicas);
d) una demanda insatisfecha de algunas profesiones altamente complejas en particular;
e) una demanda creciente de empleos de muy baja calificación que necesita de la inmigración;
f) una expulsión mucho más numerosa de miembros de la clase trabajadora de cualquier tipo de empleo o forma de reproducir su vida en la mayor parte del planeta.
Ese poliedro orgánico respira conectado a flujos migratorios de diverso tipo, promovidos por el envejecimiento de algunos y la necesidad de trabajo de otros. Todo lo cual ha desatado un cataclismo en las condiciones de la hegemonía burguesa, que no puede dar «explicaciones satisfactorias» al hecho de que las cosas que antes promovía ya no funcionan y que ahora hay que hacerlas de otra manera (ese cataclismo se expresa en la «crisis de los valores progresistas» cimentados en virtud de los «treinta gloriosos años» que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial).
La crisis de la educación universitaria debe explicarse (y solo podrá resolverse) dentro de este marco que la causa.
Distopía universitaria
Es necesario reconsiderar la idea de masividad y excelencia en el marco de un sistema cuyos saltos tecnológicos demandan universitarios con mayor calidad de conocimientos en territorios acotados y en una cantidad menguante. La universidad es una institución que provee recursos para un mercado que se achica. Y allí donde ese mercado crece, no siempre obtiene el recurso que busca (títulos STEM) y sale en su apasionada cacería de profesionales, a bajo precio o gratuitamente, en el exterior13.
Esta consideración podría explicar que muchos de los ataques a instituciones tradicionalmente bien valoradas por la burguesía, en este momento, sólo están apuntando a su exceso, a lo sobrante, a lo que ya no está en condiciones de producir ganancias y que, por lo tanto, cuelga como un peso muerto en la dinámica de los negocios. Eso explica la posición del candidato a la vicepresidencia de los EE.UU. por el Partido Republicano, un egresado de una universidad de elite, J.D. Vance:
El Vance que surgió como un político MAGA (Make América Great Again: Hagamos Grande a América de Nuevo, slogan de los seguidores de D. Trump) es uno que, después de cosechar los beneficios y las conexiones de una educación de posgrado de élite, se dio la vuelta y dio un discurso en 2021 llamado «Las universidades son el enemigo».
«¿Qué tan ridículo es que les digamos a nuestros jóvenes que vayan a la universidad, que les laven el cerebro?», preguntó a la multitud, citando a Nixon: «Los profesores son el enemigo».
[…] no deja de ser desalentador ver que un partido político importante otorga a los abusadores de baja estocada un lugar de honor sobre los de mente elevada. […]
Después de todo, el Partido Republicano ha convertido la ignorancia en un motivo de orgullo.14
Las noticias del mundo universitario del país con mayor cantidad de premios Nobel de ciencia y de patentes científicas en el mundo es suficiente para limitar el valor otorgado a la excepción argentina. Por dar un ejemplo, en el sector de la medicina las universitarias estadounidenses se ven sometidas a un ritmo de explotación para mantenerse dentro del mundo laboral que las ha llevado a experimentar una de las tasas más altas de esterilidad por problemas derivados del régimen laboral:
A menudo, los médicos deben navegar por 10 años de escuela de medicina, residencias y becas. La edad media de las mujeres para completar su formación médica es de 31 años, y la mayoría de las médicas dan a luz por primera vez a los 32 años, en promedio, según un estudio de 2021. La edad media para que las personas que no son médicas den a luz es de 27 años. […]
La falta de sueño, la mala alimentación y la falta de ejercicio, inherentes a las exigencias de la formación médica y de la profesión médica, afectan a las mujeres que buscan quedar embarazadas.
Incluso encontrar pareja puede ser un desafío, dadas las exigentes horas de trabajo, incluidas las noches y los fines de semana.15
Western endeudado
Nada mejor que analizar la situación de un sistema cuando se hace transparente a través de las propias lógicas y criterios de ese sistema. En el caso de EE.UU., la educación es un gasto, un costo, una inversión y una vocación también. Lo último no opaca lo fundamental, que es lo primero.
Pero vale recordar que, a diferencia de otros países como el nuestro, los estadounidenses viven en el capitalismo y asumen plenamente que así es. Están desprovistos de esa carga de hipocresía a la que nos obliga el fracaso histórico. De manera que, cuando los yanquis estudian, saben que estudiar tiene un costo y que ese costo lo tienen que pagar las familias.
Dado que la educación universitaria redundará en beneficios únicamente después de obtener los títulos perseguidos, ella se paga primero con un préstamo para que, después, gracias al ejercicio de la profesión, se devuelva la guita. Por eso una forma de medir cómo anda el funcionamiento del sistema consiste en revisar esa simple y elemental ecuación: si la carrera por la que se paga obtiene dentro del mercado los réditos que permiten saldar el préstamo y vivir mejor que si no se hubiera hecho la carrera. Corta, la bocha. Al respecto, el gobierno de EE.UU. describe así el estado de su propia educación universitaria:
Obtener un título o certificado universitario debería ser una ventaja para todos los estadounidenses a la hora de asegurarse un futuro brillante. Pero para demasiadas personas, la deuda por préstamos estudiantiles ha obstaculizado su capacidad de alcanzar sus sueños, como comprar una casa, iniciar un negocio o mantener a su familia. Recibir una educación debería liberarnos, ¡no atarnos!16
La gravedad del problema fue calificada como «pesadilla» por la corresponsal de Clarín en Washington:
El presidente Joe Biden anunció este jueves que su gobierno cancelará los préstamos estudiantiles de unos 78.000 trabajadores de servicios públicos estadounidenses, incluidos maestros, enfermeras, bomberos y otros que han «dedicado sus carreras a servir a sus comunidades» y cada uno podrá recibir hasta 77.000 dólares para cerrar sus créditos. Con esta medida, en plena campaña electoral, el presidente busca aliviar la pesada carga que pesa sobre gran parte de los jóvenes universitarios y la clase media.
Estudiar en las universidades de Estados Unidos es caro (puede salir hasta 100.000 dólares por año con alojamiento) y no es accesible a todo el mundo. Muchos estudiantes logran conseguir becas totales o parciales que los ayudan, pero buena parte pide préstamos en bancos para costear sus carreras de grado y posgrado. Cuando se gradúan, los recién egresados comienzan a pagarlos con sus primeros sueldos, pero pueden pasar años y décadas enredados en un préstamo que para muchos se convierte en una pesadilla.17
Y si esta es la punta más acuciante del iceberg, el volumen del problema es un desquicio. Según datos de la Reserva Federal, el total de los préstamos educativos es, al segundo trimestre de 2024, de 1.744 billones de dólares18. De cada 8 estadounidenses, 1 tiene deudas educativas, las cuales han incrementado seis veces su valor en los últimos 20 años.
Una investigación sobre la deuda explica que se trata de la relación entre oferta de conocimiento social (egresados) y demanda de los patrones (no demanda social, sino demanda de los empleadores): «La rentabilidad no es tan buena para los prestatarios que no terminan sus estudios o para aquellos que pagan grandes sumas por títulos o diplomas que no son valorados por los empleadores». Y expone algunas razones del crecimiento de la deuda estudiantil:
* Ha aumentado la cantidad de personas que asiste a la universidad, especialmente entre las clases de ingresos medios y bajos.
* El costo de la matrícula ha subido […]
* El gobierno federal ha modificado la normativa a fin de que los créditos sean más económicos y estén más al alcance del público en general. En 1980 el Congreso permitió que los padres obtuvieran préstamos. […]
* Los padres han tomado más dinero en préstamo. El crédito promedio anual obtenido por los padres se ha más que triplicado en los últimos 25 años. La consecuencia es que hay más padres que deben enormes sumas: en 2014 el 8,8% de los padres prestatarios que iniciaron la amortización de su último préstamo tenía un endeudamiento superior a los USD 100.000, en comparación con un 0,4% en 2000.19
La investigación vincula el problema no sólo con la falta de demanda de los empleadores, sino también con las consecuencias vitales para los estudiantes. Bajo el subtítulo «¿La carga de los préstamos estudiantiles implica una desventaja?» leemos:
Se ha registrado un aumento en la cantidad de adultos de entre 18 y 35 años que vive con sus padres. Un número menor de los integrantes de ese grupo etario es propietario de su vivienda, en comparación con sus homólogos de hace una década. Pero esta tendencia se debe mayormente a que dichas personas ingresaron a la fuerza laboral durante la Gran Recesión, más que a sus préstamos estudiantiles. Los investigadores de la Reserva Federal calculan que, si bien la disminución del 20% en la propiedad de viviendas propias puede atribuirse al aumento de la deuda estudiantil, la mayor parte de dicha disminución se debe a otros factores.
Invirtiendo la formulación: si bien la dificultad notoria y creciente para el acceso a la vivienda no se puede achacar exclusivamente a la deuda estudiantil sino a muchos otros factores, dicha deuda no deja de ser uno de los elementos que a lo largo del tiempo desmejoran la vida la clase trabajadora.
En resumen, basta tirar del piolín de cualquier aspecto de la decadencia de la vida cotidiana dentro del sistema capitalista para que toda solución parcial, simple e inmediata exponga su inconsistencia. Y para que, detrás de la faceta visible del problema (generalmente la cara que padecemos de manera personal), emerjan asociados y relacionados unos problemas a primera vista distantes, pero realmente inmediatos y profundamente articulados.
Ucronía inminente
Si hablamos de Argentina, hablamos de alguna manera de EE.UU. Y viceversa. Si hablamos de los trabajadores más capacitados, nos estamos refiriendo también a los que no tienen trabajo ni capacitación. Si hablamos de los jóvenes indocumentados que cruzan las fronteras, hablamos también de los jubilados que han vivido toda su vida sin moverse del mismo barrio. Si hablamos de las complejísimas estructuras de pensamiento necesarias para desarrollar los programas de investigación actuales, hablamos también del analfabetismo funcional que crece y de la incapacidad en aumento para ejercitar operaciones lógicas bastante elementales. Si hablamos de la supresión de un tipo de miseria, como la de las necesidades nutricionales, hablamos también del aumento de otro, como el déficit atencional20.
Hay dos caminos para enfrentar estos problemas: una pelea particularista por la prioridad o una asociación solidaria por el cambio social. Un reclamo inmaduro e infantil tras el eslogan de «¡A mí primero!, ¡A mí primero!», o una posición no victimizada: la de buscar lo común en la diferencia entre todos los trabajadores.
Y no emparchar lo que no tiene arreglo, sino cambiar la sociedad de cabo a rabo. Eso que no tiene arreglo se llama capitalismo. Y lo que puede reorganizar la vida social, la vida de cada día, socialismo.
NOTAS:
1Campaña «Salarios dignos para que los profesores puedan estar en las aulas», publicada en UBA Noticias el 15 de agosto de 2024.
2Luciana Vázquez, «Javier Milei vs. Universidad pública: ¿y si ninguno la está viendo?», nota publicada en La Nación el 24 de abril de 2024.
3Antes de la marcha publicamos «De la Argentina en que comía a la que se come a sí misma (Por qué marchamos el 23 de abril)». Después de la marcha, «¿Y ahora qué? (Sobre la marcha universitaria del 23 de abril)». En ambos textos caracterizamos las limitaciones corporativas de esa movilización. Y en «Despotismo ilustrado (Cómo los progres afianzan el voto libertario)», analizamos la consigna de llevar un libro como parte de la apología del yo que necesita hacer pasar toda causa (gremial, política, social) por la propia biografía.
4Eliseo Brenner, «El realismo grotesco de la UBA», nota publicada en Seúl el 18 de agosto de 2024.
5Javier Balsa, «¿Por qué ganó Milei y cómo enfrentarlo?», entrevista publicada en Jacobin el 18 de agosto de 2024.
6Publicamos varias notas al respecto. Por ejemplo, «La Triple A: la original (e impune) creación asesina de Perón».
7Hay honrosas excepciones, como la nombrada Luciana Vázquez, categórica al respecto: «Argentina sigue mostrando deudas educativas y sociales. No dependen solo de la escuela. Una pobreza del 60 por ciento en niños y adolescentes es una restricción casi infranqueable para una mayor eficiencia educativa». Ver «Pruebas Aprender: el callejón sin salida de la mala praxis de la política educativa y la pobreza», nota publicada en La Nación el 31 de mayo de 2024. Similar es el caso de Carlos Pagni, a cuya monumental obra El Nudo le dedicamos tres notas: «El nudo, la soga y nosotros: límites y alcances de un intelectual burgués y materialista»; «Pagni: Tomar prevenciones por si se desata EL NUDO del peronismo»; y «El Macondo de Carlos Pagni». También observamos el fenómeno de un materialismo liberal (frente al idealismo progresista) en el diálogo entre Diego Sztulwark y Juan Pablo Fernández Rojas que reseñamos aquí: «El progresismo desastrado: idealismo progresista y materialismo liberal».
8Eliseo Brenner, «El realismo grotesco de la UBA», nota publicada en Seúl el 18 de agosto de 2024.
9«Cristina anunció préstamo de 70 millones de dólares para General Motors», nota publicada en Río Negro el 4 de junio de 2009.
10Eliseo Brenner, «El realismo grotesco de la UBA», nota publicada en Seúl el 18 de agosto de 2024.
11Ver al respecto «Intelecto general: el conocimiento y su distribución».
12Mostramos que la «querella de los métodos» para alfabetizar repite en Argentina lo que viene ocurriendo en EE.UU.: «Escolares cada vez más brutos, robots cada vez más piolas».
13 Analizamos este problema en «Libertarios y peronistas: cómo promover la degradación educativa».
14Pamela Paul, «El enigma de la élites del Partido Republicano», nota publicada en The New York Times el 25 de julio de 2024.
15Jacqueline Mroz, «Una carrera médica, a un costo: la infertilidad», nota publicada en The New York Times el 13 de septiembre de 2021.
16Informe del Departamento de Educación de los EE.UU.: «La administración Biden-Harris anuncia la extensión final de la pausa de los préstamos estudiantiles hasta el 31 de diciembre y la cancelación de la deuda dirigida para facilitar la transición al pago», publicado el 24 de agosto de 2022.
17Paula Lugones, «La pesadilla de los créditos universitarios en Estados Unidos: Joe Biden condona la deuda estudiantil de miles de empleados públicos por US$ 6.000 millones», nota publicada en Clarín el 21 de marzo de 2024.
18 Informe: «Préstamos estudiantiles propios y titulizados», publicado en FRED Economic Data el 7 de agosto de 2024.
19Adam Looney, David Wessel y Kadija Yilla, «¿Quiénes son los deudores de esa enorme deuda estudiantil? ¿Quién se beneficiaría si se la condonase?», nota publicada en Brookings el 28 de enero de 2020.
20Véase al respecto «La advertencia de Johann Hari: “Hemos perdido el superpoder de nuestra especie y no es solo por culpa del móvil”», publicada en El Confidencial el 23 de abril de 2024.