A 40 años de la caída de la dictadura es posible realizar algunas apreciaciones con elementos empíricos que las sustenten. El partido militar como una amenaza permanente, con interrupciones cíclicas de mayor o menor duración y profundidad en el sur de América, no ha sido una cuestión relevante en los últimos 40 años. Militares tomando el poder no hay desde 1982 (Bolivia); ejerciendo el poder, desde 1990 (Chile). Las dictaduras que surgieron posteriormente han sido transformaciones desde el interior del régimen democrático, con cabezas civiles (Fujimori, Maduro). Y los «golpes blandos» son discutibles pero no son golpes militares. Y se parecen mucho a los eventos que nos interesa rescatar del interesado e intencionado olvido.
El Banco Mundial definía sus expectativas en el informe Gobernanza, la experiencia del Banco Mundial, presentado en 1994:
La existencia de un ambiente de generación de políticas predecible, abierto y adecuado; una burocracia con ética profesional; un poder ejecutivo fiscalizable en sus acciones y una sociedad civil fuerte y participativa en los asuntos públicos; todo esto funcionando en el marco del Estado de derecho.i
Soplaban otros aires tras la caída del Muro. Pero había quienes continuaban preocupados por vientos inmóviles.
Aunque se menciona con insistencia que el gobierno de Alfonsín estaba cercado por el malestar militar y la amenaza de una nueva interrupción de la democracia, ese peligro contaba con pocas perspectivas: no era apoyado por la política exterior de los países más desarrollados y no era visto con simpatía por buena parte de la población (si se excluye a los propios militares interesados y a… sectores peronistas).
Lo que sí constituía una amenaza con perspectivas era precisamente el peronismo. Una amenaza que comenzó a recomponerse de la derrota a partir de los padecimientos económicos que el gobierno de Alfonsín le asestaba a la población y de la oposición al alfonsinismo encabezada por la burocracia sindical. Tras el fracaso de la tentativa de democratización sindical, Alfonsín ensayó negociar con el peronismo y no tuvo éxito, como lo prueba el hecho de que lo forzaran a irse antes de completar el mandato constitucional.
El primer paso en ese sentido consistió en negociar con la titular del PJ, la expresidenta peronista Isabel Martínez de Perón, que no residía en el país. De esa negociación surgió la eximición de toda investigación y juicio sobre las responsabilidades del peronismo en las masacres, torturas, amenazas e intervenciones previas al golpe del 76. Para que aquellos que actualmente ven «golpes blandos» por todos lados puedan considerar, aun hoy, como recursos democráticos al Navarrazo (27 de febrero de 1974) o la invasión de Villa Constitución por fuerzas represivas legales e ilegales (20 de marzo de 1975), fue necesario el pacto Alfonsín-Isabel como principal fuente de legitimidad y consenso.
Peronistas y radicales entregaron de un plumazo la lucha por la verdad, la memoria y la justicia de los 1.500 muertos y de los numerosos torturados y exiliados. Pocos señalan que la fecha de exilio de gran parte de los artistas populares es 1975, ante la amenaza (que solía cumplirse) de muerte a manos de la Triple A. La sangre derramada fue livianamente negociada. Y continúa siéndolo, cada día.
Carlos Menem completó el trabajo, intercambiando impunidad por reclusión en los cuarteles. Había acabado la Guerra Fría:
Desde que el 3 de diciembre de 1990, el presidente Carlos Menem (1989-1999) ordenó reprimir el cuarto levantamiento carapintada encabezado, en esta oportunidad, por el coronel Mohamed Alí Seineldín, se puede sostener, sin lugar a dudas, que se alcanzó el control civil de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, y desde entonces y hasta el fin del Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), las capacidades militares de las Fuerzas Amadas se han deteriorado gradualmente. Mientras que el presupuesto en defensa nacional alcanzaba en 1989 el 2,4 % del PBI hacia 2016 solo llegaba al 0,9 %.ii
A partir de ese momento, lo que funciona es un cóctel de policías corruptos, espías y lúmpenes. Lo utilizó Néstor con Larcher y Stiusso, lo utilizó Cristina con el Proyecto X, lo utilizó Macri con Arribas y Majdalani, a la vez que todos aprovecharon los servicios de policías entongados y acuerdos con los barrabravasiii. Una fuerza represiva menos visible y más barata, porque en gran parte se autofinancia: todos prestan servicios violentos e ilegales, a cambio de permisos y franquicias para desarrollar sus otros «negocios». Y, además, una fuerza represiva que genera, como todos los mercenarios, menos implicancias y complicaciones institucionales. Si Perón, Isabel y López Rega lo pudieron hacer y quedar impunes, ¿por qué imitar a las Juntas militares que, al final, terminaron en cana?
Para realizar limpiamente esta entrega de las luchas de muchos de sus antiguos compañeros, el peronismo se apresuró a intervenir sobre el movimiento de DD.HH. Lo hizo repartiendo salarios estatales, o cuasi estatales. En las universidades, los museos, los ministerios. Creando concursos, repartiendo cátedras y viajes. Financiando la edición de libros o festivales. La experiencia de Sueños Compartidos no salió bien, pero muchas otras todavía perduran y sostienen la impunidad del peronismo, el olvido negacionista de los asesinados por el brazo parapolicial del tercer gobierno peronista.
Los milicos de la dictadura languidecen al final de su vida. Su institución, desfinanciada y sin aprobación social, no ha podido retornar al centro de la vida institucional del país. Pero la red de parapoliciales desclasados, que Perón ha establecido como el mejor camino represivo, goza de gran vitalidad y es, probablemente, una de las pocas muestras de emprendedurisno exitoso del país…
NOTAS:
i Reforming Public Institutions and Strenthening Governance. A World Bank Strategy, Washington, D.C., Banco Mundial, 2000, p. 20. Citado por Germán Burgos Silva en la página 58 de Estado de derecho y globalización. El Banco Mundial y las reformas institucionales en América Latina .
ii Cuaderno 22 del Instituto Nacional de la Administración Pública, Presupuesto y equipamiento en la política de defensa argentina (1983-2019), p. 12.
iii «Quién es Ariel Calvici, el barra que busca adueñarse hace una década de Los Borrachos del Tablón».