Pagni: Tomar prevenciones por si se desata EL NUDO del peronismo

¿Margaritas a los chanchos o un libro necesario?

El libro de Carlos Pagni, El nudo, en su copioso número de páginas, contiene mucha información necesaria y demasiadas aristas interesantes para pensar. Es preciso comenzar por alguna. Quizás la elegida no sea la más importante, pero es un buen punto de partida.

Publicado por una gran editorial, Planeta; en una colección privilegiada, «Espejo de la Argentina»; el libro está plagado de errores tipeo, casi infantiles. No sólo algunas letras cambiadas o faltantes y algunos yerros que pueden confundir a un lector distraído, como cambiar el apellido de un autor casi en la misma página (páginas 65-6), hacer ocurrir en 1978 un episodio del siglo anterior (96), o hacer gobernar a Frondizi y Onganía en le década de 1970 (125), sino que varias ideas y argumentaciones se vuelven reiterativas, desplegadas en distintos capítulos como si fuera la primera vez que se mencionan, dejando entrever que, a pesar de la unidad temática (el conurbano bonaerense y sus efectos determinantes para la política nacional), el libro parece haber sido el resultado de una reunión algo apresurada de más de un libro en curso. Esta percepción de estar leyendo algo publicado a las apuradas se confirma plenamente al anticipar, en el capítulo 8, que el tratamiento de un tema tendrá su desarrollo en un capítulo posterior pero, en el libro, este capítulo es el 6 (394). O cuando el relato de una anécdota aparece, casi idéntica, en el cuerpo principal del texto y en la nota al pie de la siguiente página (575 y nota 70). Y cuando dos veces, no una sino dos, se repiten párrafos enteros de una decena de renglones (158-59 y 190-91).

Nos referimos a un libro publicado por un editorial muy importante. Escrito por uno de los analistas políticos más respetados del momento, que trabaja en uno de los diarios más antiguos y tradicionales del país. Si evitamos la tentación de atribuir esta chapucería a un intento de que forma y fondo se parezcan para que un libro que habla de un territorio mal diseñado deba estar mal editado, vemos ahí un apresuramiento necesario.

Editar un libro de esta manera, un libro que según el autor declara en las mismas páginas que le llevó cinco años de trabajo, se debe alguna razón que excede el mercado editorial. Este mercado tiene altibajos cíclicos y a una Feria del Libro sobreviene otra Feria del Libro y a un verano, otro verano. Pero aquí sucede que este libro tuvo que salir sí o sí cuanto antes para intervenir en un debate, para ser parte de un proceso activamente. No sólo para ser leído, sino para buscar algo más en el territorio de la política.

Así, una obra que destaca y recorta los mecanismos utilizados por todas las corrientes políticas burguesas (clientelares, extorsivos, «prepolíticos») y señala sobre ese fondo una supuesta desideologización del voto y el apoyo político, nace contrahecho para intervenir en ese debate político con una batería de ideas. Esto no es una contradicción absurda sino el reconocimiento de que, independientemente de la decisiva y suprema importancia de las condiciones materiales, hay un aspecto, un lugar, un territorio en el que la conciencia se torna decisiva.

Por lo tanto la chapucería no es la representación formal del conurbano sino un simple efecto de las urgencias de la intervención política, intentando llegar a tiempo a un debate que probablemente durante las elecciones (y después) haya caducado. Aunque el libro seguirá siendo tan bueno como ahora.

Si fuera por continuar las analogías formales, podríamos afirmar que Carlos Pagni, 120 años más tarde y en el campo rival, aporta ideas sobre una relación todavía hoy –y sobre todo hoy– desafiante para la izquierda en particular y para la política en general: la relación entre conciencia y organización. El libro podría llamarse Qué hacer con El nudo (del conurbano), en tanto se renueva y permanece la pregunta sobre «qué hacer».

Hay una razón para escribir un libro de 800 páginas plagado de información (y de hipótesis que organizan esa información) mientras se dice y se sabe que

se eleva mucho la proporción de niños y jóvenes que tienen entre 6 y 17 años que no van a la escuela. []La falta de escolaridad en la edad en que ir al colegio es obligatorio es más elevada aún en las comunas con peores índices de pobreza crónica. (247)

¿A quién le escribe Pagni, si la sociedad se hunde en la ignorancia? No a la burguesía, a la que le habla en los seminarios y charlas adonde concurre contratado. Un libro de estas características tiene otra pretensión. Esa pretensión se encuentra señalada cuando, al comienzo, advierte sobre un equívoco posible:

Sin embargo, esa imagen de un conurbano homogéneo en su peligrosidad, que siempre está a punto de lanzarse desde el margen hacia el centro, a la que recurren a diario las convenciones periodísticas, es incorrecta. No incorpora un rasgo sobresaliente de esta extensísima trama urbana: la diversidad. Bajo el mismo nombre se designa una variedad de regiones imposible de clasificar. Esa diversidad es también fragmentación y muestra un rostro cada vez más inquietante: la desigualdad. (13)

Inteligentemente se señala un fenómeno crucial del capitalismo y determinante para nosotros en términos generales: este sistema diversifica y crea espacios cada vez más heterogéneos como producto de la homogeneización en las relaciones sociales. Dicho de otra manera, en el conurbano hay un número creciente de analfabetos funcionales y también nuevas universidades. Esto genera –por referirnos sólo al mundo educativo– las tensiones propias de una contradicción que se extrema. La heterogeneidad en los modos de contratación combinada con la imposibilidad de ser contratado en el mercado del trabajo –esto es, la forma en que aparece la fragmentación de la clase trabajadora– contrasta con la extensión cada vez mayor del porcentaje de seres humanos proletarizados, es decir, de seres humanos que no tienen otro modo de vida que vender su fuerza de trabajo o reclamar que el Estado contribuya a ello. Se señala muy bien que puede extenderse una desposesión homogénea (crecimiento de la clase trabajadora) produciendo modos de reproducción de la vida formalmente heterogéneos (fragmentación de la misma clase social).

Pagni escribe un libro para pensar en un territorio a cuya población pensar le cuesta cada vez más. Pero en el que mucho piensan. Y Pagni supone que ese sector es decisivo en momentos como este. En términos muy generales, señala que para avanzar hay que afrontar las contradicciones y no escapar de ellas. A diferencia de los libros de Cristina Fernández y Mauricio Macri que devuelven, bajo la firma de expresidentes, los prejuicios que ya habían rumiado durante años sus respectivos votantes, El Nudo fue escrito para pensar otra cosa. No es un libro escrito para los burgueses sino para la cabeza de ese amplio mosaico conurbano predominantemente proletario.

Claro que esto implica entender que, detrás de la diversidad y la contradicción, Pagni también ve la unidad de clase. Lo que metaforiza la geografía, el conurbano, es eso: la amenaza de la clase trabajadora. Y para que la metáfora no llegue hasta la estupidez, explicita en diferentes lugares que su empleo es didáctico al aclarar la existencia de villas en el territorio de CABA y de barrios muy acomodados en los tres cordones del conurbano (como Vicente López, Adrogué y Nordelta). Lo que trata de exponer esta representación geográfica es el conjunto de efectos provocados por el cruce y las decisiones tomadas entre la dinámica del crecimiento con empobrecimiento de las clases sociales, como factor determinante, y las resoluciones y determinaciones de orden administrativo e institucional, como la única variable que todavía sería posible corregir para ensayar una salida. Como advierte al final del libro:

Todavía se está a tiempo de que esta encrucijada no inspire una impugnación en bloque a la democracia, como está ocurriendo en tantas sociedades de occidente. (772)

Declararse culpable para rebajar la pena

Hay algo más que es necesario señalar: el libro contribuye a diluir ciertas polémicas, a impedir la construcción de un hombre de paja. Por dar dos ejemplos: no oculta los problemas sociales, sino que los expone y, además, no despliega un liberalismo propicio a la crítica racional (como el de Javier Milei) sino que reclama, desde la primera hasta la última página, la intervención estatal. Es decir, desarticula las herramientas y el discurso con que el peronismo ataca a su contraparte burguesa, a la vez que hiere el discurso de la izquierda que se presenta como una versión del original peronista frente a «la derecha».

El apuro que ya hemos consignado se vuelve más explicable en la secuencia que vamos a reponer brevemente. La que va desde las contradicciones del sistema hasta las amenazas que generan. Y desde las amenazas que generan hasta la caducidad de la herramienta utilizada para conjurarlas. Dicho de otro modo, lo que le preocupa el autor no es tanto desalojar al peronismo del gobierno, sino qué hará el próximo gobierno si el peronismo no está en condiciones de ocupar el lugar de partido del orden que ha desempeñado con hidalguía y capacidad desde 1943.

Por eso el voluminoso ensayo de Pagni comienza con la exposición de la raíz del problema, las contradicciones del sistema:

Una corriente de economistas que lidera Pablo Gerchunoff afirma que la raíz del problema está en un desencuentro entre las aspiraciones y las posibilidades económicas de la sociedad. Esos especialistas sintetizan la contradicción en el tipo de cambio real. Una simplificación deliberada, que se expresa de esta manera: el tipo de cambio real que permitiría que la economía se desarrolle de un modo competitivo es un tipo de cambio antipático que obliga, al menos por un tiempo, a un ajuste en el estilo de vida. (19)

O sea que el sistema podría funcionar, a condición de hacer vivir mal a sus habitantes. Lo cual revela de inmediato su principal debilidad: la de ser un sistema diseñado para algo distinto que el bienestar humano.

Entonces, dado que resulta imposible defender con seriedad lo existente, dado que la principal herramienta que lo he hecho viable (el peronismo bonaerense) está en crisis, resulta importante centrar la discusión en el este punto: qué tan amplia es la medida de lo que anda mal, ¿se trata de un sistema o sólo de un patrón productivo?

Quienes somos socialistas pensamos que toda sociedad tiene un período de ascenso y uno de deterioro, un período en el cual crece y acumula, y otro en que se devora a sí misma. Pensamos también que ese proceso puede detenerse únicamente con una purga masiva, una destrucción catastrófica, un verdadero barajar y dar de nuevo. En el caso del capitalismo mundial, eso sucedió durante el siglo XX en el infernal período que va de 1914 a 1945, que originó el boom de posguerra planetario.

Pagni intenta argumentar que no es el mismo sistema el que sube y luego baja, pues se trataría de dos modalidades socialización, dos regímenes de acumulación, dos perspectivas de relación con la ley, e incluso dos maneras distintas de aceptar o rechazar la historicidad de las condiciones reales en las que vivimos. Así, aunque no puede negar que unas condiciones engendran a las siguientes, el conurbano le sirve como muestra, como representación, de aquello que (prácticamente desde el comienzo de la estructuración de la nación) viene impidiendo que se continúe el desarrollo virtuoso del capital. Y a la vez, presentado de esta manera, el conurbano cifra una alerta sobre aquello que necesariamente debe ser contenido y direccionado. Lo cual nos lleva de vuelta al punto de partida de la publicación: si las próximas elecciones dejaran maltrecho al peronismo será fundamental pensar el conurbano como una amenaza y como una tarea para la estabilidad burguesa.

Por eso la disputa en términos económicos se puede interpretar como un ascenso y degradación del capitalismo argentino, o como un ascenso y deterioro de un patrón productivo llamado «sustitución de importaciones»:

entró en crisis lo que Pablo Gerchunoff denomina «patrón productivo», una forma de organización de la economía impulsada por la sustitución de importaciones que alcanzó dos modalidades culminantes: la identificada con Juan Domingo Perón en los años cincuenta y la que se asocia con Arturo Frondizi y Juan Carlos Onganía en la década de 1960. (125)

Y por lo tanto fechar su punto de partida:

El episodio con que identificamos su colapso es el Rodrigazo de 1975, una tormenta con rasgos que volverán de manera cíclica a través de episodios parecidos que la sociedad ha sufrido desde entonces. (126)

Y periodizarlo:

El Rodrigazo, el desmantelamiento industrial llevado adelante por el gobierno militar, la hiperinflación alfonsinista y, sobre todo, el abismo recesivo que determinó el derrumbe de la convertibilidad y provocó el estallido del año 2001 son los jalones de una inestabilidad con rasgos crónicos… (36)

Se puede entonces reconocer que estamos mal, a condición atribuirle parte importante de esos problemas a la existencia del conurbano, que es como decir «a la existencia real con sus atributos históricos» (porque se han construido en la historia, como tan bien describe y señala Pagni) de la clase trabajadora en Argentina. Puede señalar algunas características, como la extrema desigualdad, la dificultad para la vida cotidiana o el delirante entramado estatal:

La simplificación es otra dimensión de esa ignorancia. En la noción de conurbano está excluida, muy a menudo, una extendida clase media y también lo están las manifestaciones de opulencia sin las cuales resulta imperceptible un rasgo principal de esa economía: el contraste de la desigualdad. (23)

La decadencia del sistema de transporte marca a la población del conurbano en un aspecto principal de su existencia cotidiana: la pérdida de tiempo. Millones de personas dedican varias horas al día a trasladarse. (40)

Una organización distinta es la administrativa. Pero, en vez de aclarar, oscurece. Según cuál sea el tema, el mapa se altera. Por ejemplo, existen tres regiones electorales, cinco regiones sanitarias, nueve regiones judiciales, diez regiones educativas y trece regiones de seguridad. (42)

Hay un capítulo entero dedicado a la pobreza. Esta atención alerta sobre la importancia del problema. En algún sentido, el libro parece haber sido escrito por una mezcla de sociólogo y tecnócrata:

Itatí es uno de las 864 villas o asentamientos que existen en el conurbano según un relevamiento de la ONG Techo. En La Matanza, hay 156. En Quilmes, 65. El 95% de quienes viven allí no tienen acceso a la red cloacal, y el 90% no tiene acceso a agua corriente. El 90% utiliza garrafas para cocinar. En el país los asentamientos y las villas son 1.834, en los que viven quinientas mil personas. Más del 50% tiene más de 25 años de antigüedad. (51)

…la tenencia irregular de la tierra, del 10% en la ciudad, llega al 15% en el conurbano. El hacinamiento va del 3% al 10%. Las calles de tierra, del 2% al 28%. Las áreas inundables son 18% en la ciudad y 33% en el conurbano. La proximidad a basurales, 11% y 27%, respectivamente. La falta de acceso a agua corriente va del 2% al 26%. A la red de gas, del 9% al 32%. La carencia de cloacas es del 2% en la ciudad y del 55% en el conurbano. (52)

Esta combinación determinó un aumento impresionante en la tasa oficial de pobreza del 38,3% en octubre de 2001 al 53% en mayo de 2002. El pico histórico se alcanzó en octubre del 2002: el 65,5%. (153)

Sin analizar ese deterioro en cámara lenta, es imposible comprender el drama más doloroso del conurbano: la existencia de una infinidad de personas que viven en condiciones inhumanas. (124)

En la Argentina existe una enorme dificultad para explicar la expansión de la pobreza que ya ha alcanzado a más del 35% de la población. El inconveniente principal a la hora de hallar y aun de buscar una explicación radica en que este fenómeno desmiente la imagen convencional que la mayoría de la sociedad argentina tiene de sí misma. (123)

Lo mismo sucede con la pérdida de puestos de trabajo o el desplazamiento hacia la informalidad. Detrás de esa involución cuantitativa, hay otra cualitativa. La inestabilidad laboral supone pérdida de conocimiento y de salud. Por eso, estas patologías socioeconómicas, que presentan rasgos de cronicidad, han configurado el nuevo rostro de la Argentina, y empezaron a hacerlo antes de que se desatara la gran recesión de 1998. (143)

un fenómeno que no siempre resulta visible: la pobreza de los que tienen trabajo. Entre 2018 y 2019, los pobres pasaron de ser el 21,8% a ser el 29,8% de la población con trabajo, es decir, aumentaron 8 puntos porcentuales. En 2017, el 16,8% de los trabajadores eran pobres. Quiere decir que en sólo dos años hubo un incremento de la pobreza entre los trabajadores de 13 puntos porcentuales. (171)

La pobreza implica una forma de relación con el tiempo, un modo de pensar en el futuro o de no poder hacerlo, por la incapacidad práctica de programar, de proyectar. (174)

La mayor parte de las personas que viven en esta situación tiene la expectativa de un progreso. Para muchos, recibir un plan social es «entregarse». Perciben su inclusión en la pobreza como algo transitorio, no constitutivo. No les gusta que se los vea como pobres. Mucho menos si son nuevos pobres, es decir, si son personas que vivieron en la clase media y cayeron en la pobreza: ese escalón les hace sentir que fueron desterrados de su situación natural, del lugar al que pertenecen por derecho. Estos sentimientos siempre van asociados a una rivalidad con «el vago», los que se drogan, los que consumen la ayuda social en alcohol, los que gastan más de lo que consiguen. En muchos casos esos son los «pobres». Los que no trabajan. Es curioso, pero la pobreza está estigmatizada también entre quienes la padecen. En los testimonios recogidos en ese trabajo aparece un detalle llamativo la valoración de los hijos, como si se regresara a la etimología de la palabra proletario. (174-5)

En el extenso universo de los pobres la inseguridad se ha vuelto un problema determinante en la percepción de la política. El entorno se hizo agresivo. Y hay un drama sobresaliente: la pérdida, por robo, de los instrumentos de trabajo. En segundo lugar, la oferta sanitaria, tener un hospital cerca, que es una de las grandes carencias de la pobreza rural, más bucólica, más dolorosa. Hay otra dimensión de la vida cotidiana que pasa inadvertida: la salud mental. Es permanente la confesión de que «vuelvo a casa y no tengo ni ganas de hablar». O «voy a la iglesia porque me levantan el ánimo». Pobreza y depresión son una pareja estable, pocas veces percibida por la gestión política. Recuerdo que una tarde en la que se debatían las ventajas de la tarjeta alimentaria que entregaba el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, durante el primer año del gobierno de Alberto Fernández, Graciela Fernández Meijide, que había ocupado el lugar de Arroyo, me dijo: «Creen que benefician a las familias haciendo que se compren los ingredientes para hacerse la comida y no se dan cuenta de que la mayoría de las personas que viven en una situación límite están con un nivel de depresión que les impide cocinar.» (175)

Con la pandemia, salió a la luz algo que nunca está escondido, pero que no se ve: la presencia de una multitud que vive en condiciones infrahumanas en suburbios interminables. (230)

Hemos tomado una gran variedad de citas y comentarios sobre la pobreza que están ubicados en el libro con un notable un nivel de precisión quirúrgica, no sólo en los datos estadísticos sino en las derivaciones más humanas, en los aspectos subjetivos más peculiares, quizás menos evidentes, pero que provocan un sufrimiento más profundo.

En esta primera parte nos hemos centrado en la necesidad que motiva el libro y su premura. También en la estrategia que intenta desplegar. Su novedad radica en el reconocimiento que de una amenaza, o mejor dicho, en el redescubrimiento de una amenaza. Por fuera del sistema de la doble negación recíproca que instaló «la grieta», se intenta reflotar una imagen antes de que sea impulsada a la superficie por fuerzas incontrolables.

La clase trabajadora, a la que en el libro se llama «conurbano», ha sido una amenaza permanente, pero también permanentemente ha sido conjurada por su anudamiento al peronismo. Para advertir sobre la posibilidad de que se desate ese nudo, el primer movimiento es el de señalar la pobreza. Su gravedad y sus consecuencias. Está indicando la fuerza motriz de las grandes apariciones de la clase trabajadora en la escena política.

Ahora deberá señalar sus nuevas características, que la hacen irreconocible a simple vista, y la imposibilidad de anudarla nuevamente con el cordón peronista. Pero, sobre todo, veremos en el próximo artículo la preocupación por una herramienta que amenaza con caducar sin que nuevos recursos se avizoren disponibles.

A Pagni no le preocupa tanto la presencia del peronismo como las consecuencias amenazantes para los explotadores de un mundo sin peronismo.

Imagen principal: foto tomada de la cuenta de FB The Walking Conurban.

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