Sencillito #67: ¿Y AHORA QUÉ? (Sobre la marcha universitaria del 23 de abril)

La multitudinaria marcha del martes es, necesariamente, objeto de análisis para quienes estamos interesados en el futuro de la clase trabajadora. Especialmente para quienes participamos de ella activamente, porque ese análisis integra la tarea de pensar qué es lo que hay que hacer de ahora en adelante1. No nos referimos a crear una «narrativa» u organizar un «relato», sino a descomponer prolijamente los elementos concurrentes, a ponderar tanto las trayectorias de origen como la jerarquía relativa de esos elementos y a recomponerlos en un conjunto coherente de conclusiones y proposiciones.

La marcha fue exitosa, no sólo en número sino en resultados. Si se confirma que fueron girados unos fondos que no iban a girarse, entonces el dato indicaría un límite real a este aspecto parcial del ajuste, es decir, probaría una defensa exitosa de las condiciones inmediatas de vida de un sector de la clase trabajadora. Para lograr este tipo de éxitos es que los trabajadores nos disponemos a participar de las luchas gremiales [link a nuestra charla El gremialismo no es política]. De manera que, en el plano sindical, el balance es positivo.

Más complejo y determinante es el análisis del resultado político. Vamos a intentarlo en una serie de preguntas, cuyas respuestas variables configuran interpretaciones divergentes y prospectivas muy disímiles.

1. ¿Cuál fue la convocatoria de la marcha?

Como otras grandes marchas (la primera Ni una menos, por ejemplo), la del martes 23 de abril fue convocada con una consigna tan precisa como difusa, de manera que podía ser reapropiada y reformulada sin romper con el núcleo central, aunque la carga de sentido fuera muy heterogénea. El documento que fue leído al final perdió relevancia al quedar tan matizado por la heterogeneidad semántica con que se había cargado la convocatoria: la defensa de la educación pagada por el Estado, la defensa de la posibilidad de ascenso social y progreso idealizados por una porción sustantiva de la población trabajadora.

Eso permitió que se incorporara, en los bordes de la convocatoria, a escuelas privadas subsidiadas e investigadores de los institutos de elite, a liberales clásicos y aprovechadores consuetudinarios (es decir, desde Eduardo Feinmann a Guillermo Moreno), a estudiantes secundarios que ingresan a la vida política y universitarios ya jubilados que apuran los últimos sorbos de esa misma vida política.

El centro de gravedad que atrajo a esos diversos planetas fue inicialmente la defensa de la Universidad, pero la masa total de la galaxia que marchó el martes rebasó los intereses parciales del 3,7% de la población que realmente accede a esa educación superior2.

Por otro lado, las figuras formalmente convocantes eran prácticamente desconocidas para la mayor parte de los que participamos. Ese anonimato propició tanto la flexibilidad en las interpretaciones de la convocatoria como la potencialidad para volverla tan masiva. La principal oradora, Piera Fernández, radical y cordobesa de 27 años, generó en estos días una catarata de artículos periodísticos para informar y explicar quién es. En este caso, el desconocimiento popular fue virtuoso.

2. ¿Por qué, entonces, la defensa de la educación pública no estuvo en manos de los docentes y sus organizaciones?

Dado el sentimiento –públicamente manifestado el martes– de simpatía multitudinaria hacia la existencia del sistema educativo, lo más natural y esperable era que los docentes primarios y secundarios, con sus organizaciones, convocaran y encabezaran esta marcha. Bástenos observar que la población de docentes universitarios es de 195.476, mientras que al sumar el resto de los niveles el número asciende a 1.227.232 docentes. O sea que los docentes universitarios componen menos del 14% del total de los docentes en Argentina3.

En cuanto a la población estudiantil, de un total de 13.014.116, los universitarios suman 979.220 entre la gestión pública (668.197) y la privada (311.023). Es decir que los estudiantes universitarios constituyen el 7,5% del total de estudiantes en el país4.

Es necesario explicar por qué una de las marchas más masivas de las últimas décadas tuvo como disparador un reclamo que, de manera inmediata, afecta al 14% de los docentes y al 7,5% de los estudiantes. Más aún cuando, para llegar a los escalones superiores de la pirámide educativa, hay que pasar necesariamente por los otros.

Nuestra respuesta deriva de una interpretación más general sobre la que venimos escribiendo bastante: marchar detrás de las organizaciones del grueso de los afectados directos por los problemas educativos significaría marchar detrás de Roberto Baradel, uno de los funestos emblemas de la burocracia sindical, repudiada electoralmente en su representación política (ya que no es posible en sus feudos sindicales) en las ultimas elecciones nacionales.

3. ¿Por qué no se marchó con la misma masividad por los jubilados?

De una parte, los jubilados están desprovistos de una figura valorada y reconocida por su estatus académico institucional (aunque sea totalmente desconocida para el gran público), como lo es el Rector de la UBA. Bastó que esta figura anunciara el cierre de la UBA para desatar una cascada de reclamos, asambleas y movilizaciones.

De otra parte, mientras que el recorte al presupuesto de las universidades (el reclamo concreto sobre el que pivotearon todos los demás) es más simbólico que necesario para la ejecución del plan de ajuste, los 6,2 millones de jubilados en todo el país se encuentran en una situación desesperada5: 35% del ajuste del gasto público en el primer trimestre6. Por eso, porque ahí está la guita del ajuste –porque en el ajuste coinciden todas las fuerzas burguesas– es que el reclamo más inmediato e indispensable es silenciosamente aplastado antes de que asome la cabeza.

En este punto, todo el personal político de la burguesía continúa con lo que estaba haciendo: seguir desangrando a los jubilados. Milei, lo mismo que Macri o el gobierno de Alberto y Cristina. El economista Alfredo Zaiat lo expone así:

Un cálculo conservador estima una caída real del haber mínimo del 12 por ciento en este año, extendiendo de este modo la tendencia de ocho años de retroceso del poder de compra de los jubilados.7

Una porción de los que se sumaron a la marcha son los oportunistas de siempre, que están dispuestos a conceder algo ante un reclamo que afecta los aspectos más simbólicos del ajuste, y que están igualmente dispuestos a consolidar ese mismo ajuste en sus aspectos más sustantivos: trabajadores pasivos y activos.

4. ¿Por qué no se marchó por los salarios, tan afectados por la inflación?

Hay razones objetivas que limitan al sector de jubilados para lanzarse a la lucha. Su fragmentación, su edad, sus problemas de salud, su marginalidad dentro del sistema productivo. Pero esos límites no se presentan con la misma extensión e intensidad en el sector de los trabajadores activos. Sin embargo, el reclamo salarial se encuentra atenazado entre los ataques sistemáticos del nuevo gobierno y el odio de muy amplias capas de trabajadores hacia la burocracia sindical peronista, socia y accionista de los ataques sistemáticos a los trabajadores durante el gobierno anterior, fundamentalmente a través de la inflación8. Si la educación es un sentimiento y convocó a centenares de miles, ¿por qué no lo hizo la cuestión salarial, que afecta a millones de trabajadores?

Nuestra respuesta se articula dentro de esta interpretación: no es que la CGT ponga empeño en contener su propia fuerza, sino que es rechazada como dirección. Los trabajadores desconfían, abierta y abrumadoramente, de ella. La participación de la CGT en la marcha universitaria no es una reedición del Cordobazo ni Luis Barrionuevo es la reencarnación de René Salamanca. Dirigentes despojados de toda confianza y reconocimiento buscan reacomodarse metiéndose por la ventana en convocatorias que ya no pueden agitar. No vemos lectura más plausible para esta «participación» de la CGT.

Lo mismo sucede con los dirigentes peronistas de la presunta «renovación», como Axel Kicillof, que no pueden subir al palco mientras ajustan el salario docente en la provincia de Buenos Aires9. Están allí para reacomodarse después de una paliza, intentando recuperar algo de oxígeno del apoyo popular extraviado en la catástrofe social que produjeron gobernando y que nos trajo hasta Milei10.

5. ¿Es el comienzo del fin del ajuste?

No. Es un triunfo parcial y lateral. El grueso del ajuste se mantiene gracias a la conjunción de dos factores: la complicidad del conjunto de las fuerzas políticas burguesas con Milei y esta desconfianza de la mayoría de los trabajadores: que la lucha contra la «nueva» miseria libertaria signifique un retorno de la «vieja» miseria peronista. Es justamente porque entre la inflación de Massa y la de Milei median sólo unos pocos meses, que el repudio a los empobrecedores permanece tan vigoroso.

Ni siquiera es «el comienzo del final del ajuste», porque para eso es necesario, antes, el comienzo del final de los ajustadores. Es decir, el rechazo a una conducción política que ha demostrado ser capaz de hundir a la clase trabajadora y al país entero en la mayor degradación social de su historia y, ahora, intenta postularse nuevamente para dirigir cualquier resistencia obrera al mismo lugar al que la ha dirigido en los últimos 70 años: el fracaso.

Lo que tenemos por delante no es la consolidación de un amplio abanico (falsamente) opositor con sectores del peronismo (repudiados por amplias franjas obreras), sino la separación de la paja del trigo. Únicamente podremos ampliar el horizonte de las luchas posibles evitando ponerlas bajo el auspicio y la dirección de una fracción de la clase enemiga.

NOTAS:

1 Ver «De la Argentina en que se comía a la que se come a sí misma (Por qué marchamos el 23 de abril)», publicada el 18 de abril de 2024.

2 Sacamos la proporción demográfica de aquí: «de cada 17 estudiantes presentes cada mil habitantes en 1974, se llega a 37 en 2018». Financiamiento Universitario. Estudio sobre la evolución histórica del presupuesto universitario nacional en la Argentina (1974-2019), publicado en el sitio Argentinos por la Educación.

3 Del informe «¿Cuántos docentes hay en Argentina?», publicado en 2021 por el sitio Argentinos por la Educación.

4 Datos destacados del Anuario estadístico educativo 2019, publicado por el Ministerio de Educación de la Nación.

5 Alcance de la seguridad social. Personas aportantes y beneficiarias, informe del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación (2021).

6 «Consultores contradicen a Milei: el 35% del ajuste del gasto público recayó en los jubilados», nota publicada por El Tribuno de Salta, el 25 de abril de 2024.

7 Alfredo Zaiat, «Los jubilados son las variable de ajuste del plan Caputo», nota publicada en Página/12 el 14 de enero de 2024.

8 Pero no sólo a través de la inflación: el año pasado Sergio Massa ejecutó brutales recortes en salud y educación, además proyectar otro tanto para 2024 sin que hubiera una sola marcha como la del martes 23 de abril. Ver Renzo Fabb, «Mientras promete más presupuesto educativo, Massa ajustó la educación en 2023 y planea más ajuste en 2024», nota publicada en IzqWeb el 27 de septiembre de 2023.

9 «Entre noviembre y diciembre del 2023 el poder de compra del salario docente cayó un 20%. Poco más de la mitad de esa caída se debió a la eliminación del FONID (un 11%), y la otra parte de esa caída (un 9%) se debió a que la provincia dio un aumento muy por debajo de la inflación. A partir de enero, la provincia fue dando aumentos acompañando la inflación. Es decir, no recompuso ni lo que sacó Milei con su motosierra ni lo que redujo Kicillof con su licuadora. Si seguimos con estos aumentos que se están dando desde enero (que van más o menos cercanos a la inflación), se consolida la fuerte caída de diciembre, y nos vamos «acostumbrando» a vivir con un 20% menos de ingresos.» Datos elaborados por Cristian Caracoche en base al INDEC, FEB y SUTEBA. Ver aquí.

10 Se puede ver esta caracterización, con más detalle, en nuestro octavo editorial: «30 ideas para una acción socialista», publicado el 3 de febrero de 2024.

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