TODOS QUIEREN SER FOGWILL: A propósito del caso de Leticia Martin en PERFIL

En el filo de la medianoche del sábado al domingo, la escritora Leticia Martin publicó en Perfil una nota titulada «Nadie lee nada». La nota, que llegó a ser publicada porque –evidentemente– nadie lee nada, luego fue bajada del sitio web a las apuradas y, más tarde, reinstalada (probablemente, al comprobar que ya estaba en la edición impresa y que ya circulaban demasiadas capturas de pantalla). Veamos:

«Se viralizó. ¡Conseguiste tu objetivo!». Vivimos en una sociedad de logros medidos a partir de un término médico. Lo que identifica al éxito es la capacidad de contagio: que algo se difunda con gran rapidez en las redes.

Estaba a punto de escribir sobre esa desafortunada coincidencia entre el verbo adosado al éxito actual con el verbo que usamos para dar cuenta de una enfermedad cuando, de pronto, me asaltó una idea material y primigenia. ¿Por qué hago esto? ¿Se hará viral escribirlo?

Ya hace más de un año que escribo esta columna semanal para Perfil; un trabajo que implica compromiso, un deadline, tener palabra y encontrar una forma. Que también creí implicaba cierta trayectoria. Pero hace seis meses que no recibo el pago por mis servicios. Ni el pago ni un aumento, como si los servicios o el costo de vida no hubieran aumentado.

Valoro el espacio, el que me hayan abierto las puertas en un lugar prestigioso, la voz de alguien formado como el propietario de este grupo editorial, un profesional al que escucho como si no fuera el último responsable de la discriminación de la que soy parte. ¿O quizá no es por ser mujer que no me pagan? Ni idea. De eso no sé aunque me duele y con eso me pelee. A eso me respondo: «No te hagas la víctima, Leticia, y ponete a escribir». Sin embargo, cada jueves recuerdo a Fogwill levantando el teléfono para exigir su honorario antes de enviar la columna semanal para al fin cobrar.

No soy Fogwill y tal vez no exista –como se empeñó en señalarme sin que le tiemble la voz Gustavo Wald, el funcionario que el albertismo bancó hasta el último segundo–. Lo asumo, entonces. Si quieren, no soy, no sé, no existo. Pero acá estoy, y si escribo columnas que tal vez no me paguen, las escribo como si a alguien le importara leerlas, como si fueran un trabajo y recibiera a tiempo la remuneración por ser eficiente y responder, como si no me hicieran sentir que les da igual, que cualquiera estaría dispuesto a reemplazarme mañana mismo.

Pero hoy estoy demasiado triste y no tengo ganas de ir a votar mañana, ni ganas de conservar este trabajo, y quiero contar que hace siete meses que hago esta estupidez y que mañana por fin no voy a poner el despertador a las seis am para escribir los 2500 caracteres sin espacios de esta columna que ya escribí y que sigo honrando solo porque otros que me precedieron la han escrito, solo porque de esos otros algo he aprendido, y no me quiero rendir.

Cincuenta mil pesos de honorarios por mes con seis meses de demora. Cincuenta mil.

La imagen que insertamos en medio del texto es la que puede verse en la publicación original, localizada en el mismo lugar. Se trata del aviso que, regularmente, las plataformas periodísticas intercalan en las notas para convidar suscripciones con mensajes como el que vemos: sostener el «periodismo profesional».

Horas más tarde, en la cuenta de Facebook de la Comisión Interna de los trabajadores del diario Página/12, se replicaba la nota con este comentario:

CUARTO DÍA DE PARO EN PÁGINA/12

Esta mañana Leticia Martin escribió en Perfil una columna donde cuenta que ese medio no le paga desde hace 7 meses los 50 mil pesos que cobra por 4 columnas mensuales. La nota estuvo unas horas y ya fue levantada de la home. Por lo visto no hay libertad de expresión para lxs periodistas precarizadxs. Tampoco la hay en Página/12, nuestro diario, donde nadie dice nada de los salarios de hambre que recibimos, de la indignidad del valor de las notas de les colaboradores.

«Nadie lee nada», se titula la nota de la columnista de Perfil. Nadie dice nada en Página/12, ninguna de las personas que decide trabajar cuando en asamblea resolvimos hacer paro por las condiciones salariales a las que estamos sometidos.

El diario sale, más chico pero sale, con algunas firmas pero sale (y no les da pudor siquiera). ¿Ninguno de los que trabajan es capaz de decir que no podemos seguir así? ¿Que no se puede pagar por una nota periodística 13 mil pesos, que es imposible hacer periodismo con un salario de 500 mil? ¿Cómo seguir trabajando como si nada sucediera?

Por eso lxs trabajadorxs de Página/12 llevamos cuatro días de paro, porque no podemos seguir aceptando cobrar estos salarios, no podemos naturalizar que el valor de las colaboraciones sea caprichoso, que lo decida un empleado de la oficina de personal, que no haya un tarifario por el cual sepamos qué nos van a pagar por una nota.

Vamos a seguir exigiendo en Página/12, en Perfil y en todas las empresas periodísticas poder discutir en la paritaria una nueva escala salarial, que haya un piso del valor de las colaboraciones. Lo vamos a hacer de manera colectiva, como resolvimos en asamblea el miércoles pasado y con SiPreBA.

Comisión interna de Página/12 – SiPreBA

Antes que nada, hacemos una aclaración que debiera ser innecesaria pero no lo es: nuestro apoyo, nuestra simpatía y nuestra solidaridad está completa e inalterablemente del lado de los trabajadores de Página/12 y de Leticia Martin, en la misma medida que nuestro repudio, nuestro desprecio y nuestro odio de clase se dirige a las dos patronales comprometidas. Y se dirige a estas dos patronales concretas como expresión inmediata de la clase a la que nos proponemos desplazar de la organización de la sociedad: la burguesía, la clase de los patrones, la clase de los explotadores.

En este punto, que los patrones sean republicanos o peronistas nos da absolutamente igual: son nuestros enemigos. Aunque a los patrones peronistas debemos denunciarlos con más urgencia y sistematicidad, porque son más peligrosos. Están a la cabeza de organizaciones que se suponen progresistas e, incluso, de algunas de la clase trabajadora. Y están allí para esterilizar y hacer fracasar los intentos de independencia de nuestra clase.

Hecha esta aclaración, podemos ahora señalar que el primer comunicado, su visibilidad y reproducción, junto al muy débil eco amplificado por la organización gremial exponen que hoy lo colectivo es despreciado. Que no hay ningún «golpe simbólico objetivo» provocado por el éxito de la serie El Eternauta en Netflix. Que el entusiasmo de tantas críticas progresistas se alimenta de las ganas y no del análisis de la realidad. Que la nota de Leticia Martin y el comunicado de la Junta Interna de Página/12 expanden y afirman un modo liberal de denuncia y queja que pone al individuo por encima de lo colectivo.

Por eso la provocación personal de Leticia Martin es replicada y aplaudida, a pesar de que es individual y se desentiende de lo grupal: «el propietario de este grupo editorial, un profesional al que escucho como si no fuera el último responsable de la discriminación de la que soy parte. ¿O quizá no es por ser mujer que no me pagan? Ni idea». Confundir la explotación con discriminación, ignorar si le pasa a ella sola o a otros, desconocer si se trata de una forma de subordinación basada en su sexo o de un trabajo descartable, asumir estas lagunas en el análisis de su situación y responder «Ni idea», preferir viralizar la queja (con autoparodia incluida: «Se viralizó: ¡Conseguiste tu objetivo!») a organizarse calladamente con sus compañeros, trascender por el individualismo y no por la organización sindical (tal vez el único «Lo viejo funciona» que admitimos), son índices reveladores de un liberalismo generalizado en la vida cotidiana. La autora no buscó apoyo ni busca apoyar a colegas en la misma situación. El modelo que persigue es el acto individual de un individuo consagrado: «cada jueves recuerdo a Fogwill levantando el teléfono para exigir su honorario antes de enviar la columna semanal para al fin cobrar».

Contrariamente, los trabajadores de la Comisión Interna de Página/12, en huelga desde días antes de que apareciera la nota de Leticia Martin, la replicaron e intentaron sumarla al reclamo colectivo de los trabajadores de prensa: «Vamos a seguir exigiendo en Página/12, en Perfil y en todas las empresas periodísticas poder discutir en la paritaria una nueva escala salarial, que haya un piso del valor de las colaboraciones. Lo vamos a hacer de manera colectiva, como resolvimos en asamblea el miércoles pasado». Una huelga contra un patrón peronista, muy peronista, de esa fuerza política burguesa que el domingo fue votada en CABA por los mismos que se indignan con lo de Perfil. Una huelga en la fábrica de Juan Salvo.

No es verdad que nadie lee nada. Lo que ocurre es que cada vez es necesario leer menos. Lo que importa es la circulación y la publicidad: las notas periodísticas son un vehículo para la valorización de capital. Esta relación social es la que produce la degradación educativa que ya es inocultable. Ahí están las pruebas PISA y las pruebas Aprender, que se esconden porque tocan inexorablemente a las gestiones peronistas como las principales responsables de que no se aprenda a leer.

Mientras UTE obtiene una resolución ministerial para otorgar puntaje docente por asistir a esta actividad, las pruebas Aprender revelan cuál es la realidad cotidiana de «lxs héroes colectivxs» en las escuelas.

Y, la vez, si se lee cada vez menos y cada vez peor, ¿de qué manera impedirán los trabajadores del periodismo la sustitución de gran parte del personal por la IA? ¿Renunciando con cartas estentóreas, replicadas por otros indignados en redes sociales? ¿Todos pretendiendo ser Fogwill, casi nadie llegando a serlo?

Así no podemos aspirar a cambiar la sociedad. Como lo demuestra la carta, aun accesible, ni siquiera llegamos a causar alguna inquietud en los explotadores.

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