COMUNISTAS DEL FUTURO, NO EN EL PRESENTE: El curioso caso de la Asamblea de Intelectuales Socialistas

Reproducimos la declaración firmada por integrantes de la Asamblea de Intelectuales Socialistas frente al fallo de la Corte Suprema que inhabilita a perpetuidad a Cristina Fernández de Kirchner para postularse y ejercer cargos públicos.1

Así encabeza La Izquierda Diario una declaración de los intelectuales que rodean al PTS. La Asamblea de Intelectuales del FITU es una estrategia política que hemos criticado ampliamente2. El resultado de esa estrategia ante los últimos acontecimientos políticos nos permite volver sobre esas críticas con mayor precisión.

Rudimentos

¿Qué son los intelectuales? ¿Qué es una asamblea? Las palabras de uso común suelen permitir interpretaciones sorprendentes. Para el PTS-FITU, por ejemplo, los intelectuales son unas personas que se perciben distintas a las demás y que, por lo tanto, merecen un trato especial. No son una clase, personas determinadas por una común relación con la posesión de los medios para producir. No son un gremio, personas integradas en una rama particular de la vida económica. No los reúne una actividad profesional o un oficio tan delimitado que, más allá de las clases sociales o espacios geográficos, compartan un saber específico, como los abogados o los violinistas. No son personas que habitan un territorio común y por eso sufren problemas comunes derivados de ese lugar. No son fieles de alguna religión, personas que se enfrentan a comunes tareas para la salvación de su alma. No son personas que usan su cerebro más que el común de las personas, ni que hacen cosas muy complejas. En el listado de «intelectuales» hay desde rentados políticos hasta personas que viven de una tarea distinta de la que colocan como su particularidad destacada. ¿Entonces?

Son, eso sí, personas dispuestas a multiplicar la cantidad de agrupamientos existentes. Es un fenómeno parecido al de la proliferación de sellos en el gremialismo de izquierda, pero exagerado por el individualismo3. Porque estos «intelectuales» expresan una tendencia social a que cada persona ejercite el derecho a un colectivo que lo refleje individualmente4. Por eso no son un gremio ni una agrupación gremial, como tampoco son un partido o un grupo político: no tienen programa ni estrategia. Los une la presunción de un ser común. Son… el ejercicio del derecho a la expresión individual llevado hasta el límite.

El 24 de mayo de 2025 «se realizó en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA la primera Asamblea Abierta convocada por la Asamblea de Intelectuales Socialistas con casi un centenar de docentes, investigadores, artistas y trabajadorxs de la cultura. Participaron Eduardo Grüner, Guillermo Martínez, Hernán Camarero, Alberto Bonnet, Omar Acha, Adriana Meyer, Facundo Nahuel Martín, Santiago Roggerone, Pato Escobar, Goyo Anchou, Beatriz Rajland, Liliana Costante, Carlos Mangone, Daniel Schuger, Alberto Wiñasky entre muchos otros», informó La Izquierda Diario.

¿Y qué es una asamblea? Aquí deberíamos diferenciar entre lo que es una asamblea para la clase trabajadora y lo que es una asamblea para el FITU, el PTS y este grupo de personas.

Si la asamblea es un mecanismo democrático para tomar decisiones que impliquen al conjunto de los participantes, no es algo dado. Es una construcción y, por lo tanto, tiene dos límites necesarios. El primero es objetivo: una asamblea debe presentar cierta homogeneidad de intereses generales. Una asamblea de trabajadores excluye a patrones, alcahuetes, buchones y gerentes. Una asamblea, un plenario, de una agrupación política incluye a todos los que coinciden con el programa de la agrupación y excluye a los que no lo hacen (a los provocadores, por ejemplo).

El otro límite es que, dentro de ese marco general, cada participante debe ceder –en función de la unidad general– gran parte de su individualidad para la construcción del conjunto. No se participa de una asamblea para imponer el propio punto de vista sino para construir –aun con el rechazo del propio punto de vista– las decisiones del interés común. Una asamblea no es una reunión a la que es posible asomarse «para ver qué onda», no es una consulta para saber qué están haciendo estos otros, para decidir si me sumo. Es exactamente lo contrario: la reunión de quienes tienen un acuerdo previo para tomar una decisión.

Delimitaciones

El encabezado de la publicación del PTS sobre la «Asamblea de Intelectuales Socialistas» expresa la tremenda distancia que hay entre la tradición de la clase obrera y las costumbres contemporáneas del progresismo. Entre esas costumbres, una de las más repetidas es la taxidermia: embalsamar organismos muertos para mantenerlos tan visibles como inactivos.

La realidad disolvió la asamblea de intelectuales en el preciso momento en el que, en lugar de discutir el comunismo de un futuro incierto, les puso ante sus narices la pregunta de si son comunistas hoy o si, por ahora, prefieren seguir siendo el ala crítica del progresismo burgués. La amplia mayoría de estos «intelectuales socialistas» demostró que está bien vivir de la idea «comunismo» pero no está tan bien tener una práctica adecuada a esa idea. En el mundo de las especulaciones son partidarios de un futuro comunista. En el mundo de la práctica, marchan con el peronismo.

Hubo, eso sí, una minoría que se negó a marchar detrás del peronismo. Pero tampoco escapa al problema de que su comunismo sea tan liberal que no tiene límite ni vehículo, más que el de la propia acción individual. Porque hay una conclusión lógica que se impone: si no es posible una resolución común, o si la resolución común es inaceptable, entonces ése no es el lugar para seguir estando. Si la amplia mayoría de la «Asamblea de Intelectuales Socialistas» quiere defender a dirigentes burgueses y no apostar hoy al futuro comunista, quienes sí apuestan por el comunismo deberían denunciarlos y dejar de construir un espacio político común con quienes quieren lo contrario.

Sobre todo porque, al no hacerlo, al no denunciar y romper, aunque digan que no están firmando el pronunciamiento, son parte de él. Salvo que esta minoría disidente se presuma tan importante como para creer que los lectores de la nota del PTS van a escudriñar, en cada ocasión, si «los abajo firmantes» son todos los que participaban hace un año del encuentro «por un futuro comunista» y hace un mes de la Asamblea Abierta en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Y que los lectores advertirán de inmediato la diferencia entre decir que es un pronunciamiento «de integrantes de la Asamblea» y no un pronunciamiento «de la Asamblea».

Expectativas

¿Qué sentido tiene esta Asamblea de Intelectuales? En el caso del PTS, sirve para mantener en su entorno a un sector social que coincide con su estrategia política general: la sobrerrepresentación en los medios es más importante que la inserción entre los asalariados.

Como ese es el único rasgo que distingue a los autopercibidos intelectuales, el PTS les brinda un territorio especial (al que ni siquiera se integran sus propios socios electorales: PO, IS, MST…) para que, fuera del anonimato de la militancia, puedan hacer prevalecer sus nombres propios. ¿Alguien se imagina la declaración de una asamblea de cualquier rama de la producción que comenzara «Los abajo firmantes…» y exhibiera, al pie, un listado de trabajadores con nombre y apellido?

Para el intelectual romántico, la militancia es obtusa. Pero firmar, estampar el propio nombre, ah, eso es sublime. Mientras tanto, el PTS presume de ellos en los medios. Y todos juntos llevan adelante un emprendimiento editorial que se caracteriza por algo que lo emparenta más con un negocio que con un partido: su eclecticismo5.

Los resultados son notorios: no construyen nada en la misma medida en que se destaca su pasión por la firma. En el caso de los reformistas –la inmensa mayoría del rejunte– esto está muy bien: no rechazan el capitalismo, sino este modo del capitalismo que no los mima como debiera6. Y no se oponen (¿por qué razón habrían de oponerse?) a que algún día, en algún otro siglo, la humanidad logre avanzar hacia un sistema más humano, como podría ser el socialismo, el comunismo. Mientras tanto, hoy, se encolumnan detrás de Cristina.

Sin embargo, dadas nuestras coincidencias, juzgamos más importante señalar lo que no ha hecho el grupo disidente. Porque después de participar en Jornadas por un Futuro Comunista y descubrir que el futuro comunista no se asocia (para la mayoría de la asamblea) al presente de lucha por el comunismo, sino al reformismo burgués, no actúan como militantes comunistas sino como jugadores de póquer: sólo pasan de esta. Como si un obrero que descubriera que una asamblea va a estar infiltrada por buchones y burócratas, en lugar de romperla e instar a sus compañeros a no participar y tratar de buscar un camino alternativo, simplemente dijera «paso».

NOTAS:

1 «Repudiamos el fallo contra Cristina Kirchner», declaración publicada por La Izquierda Diario el 15 de junio de 2025.

2 Puede leerse dicha crítica en: a) «La segmentación programática del PTS: De la “amenaza” de las SAD a la Asamblea de Intelectuales Socialistas»; b) «La ciudadela de los intelectuales», en el apartado «Unos individuos excepcionales».

3 Sobre la proliferación de sellitos hablamos en esta charla, «La actividad sindical de los socialistas hoy». Y escribimos sobre eso en la nota «Como institutriz inglesa: debate sobre el sindicalismo de izquierda».

4 Escribimos sobre este fenómeno social en «De un individualismo a otro»; sobre el individualismo progre en «Despotismo ilustrado» y en «El materialismo de la ilustración sensible»; sobre los efectos del individualismo en la política trotskista para las mujeres en «La deriva queer del trotskismo»; sobre la génesis histórica de las ideas libertarias en «Los libertarios y la finitud de la vida».

5 Sobre la consolidación por la coherencia y no por el eclecticismo, «La prensa, 1: Nuestra herramienta indispensable». Sobre el eclecticismo editorial, «PTS, fase superior del programa trotskista».

6 Algunas notas sobre el repudio de los «intelectuales» a una sociedad que no los mima: a) «Doctores en censura: los investigadores del Conicet contra los personajes de historieta»; b) «The Waliking Dead: intelectuales con sueldos del Estado ven las elecciones como si fuera una película de George A. Romero»; c) «Despreciar la democracia es de fachos»; d) «El atroz redentor Paco Olveira».

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