EL PTS Y SU ILUSTRACIÓN SENSIBLE. Parte 2: El materialismo de la ilustración sensible

La tesis central de Ilustración sensible es que las teorías críticas han sido, hasta hace pocos años, negadoras de la naturaleza. Pero ahora se estaría produciendo un «giro materialista», una vuelta a la consideración de lo natural como base de la vida social y cultural. Esto sucedería, además, como reacción al movimiento que construyeron (ocho décadas atrás e intentando rehuir de una supuesta fijeza de lo natural) los teóricos críticos: un refugio que el texto de Facundo Nahuel Martín (FNM) nos presenta bajo el nombre de Ciudadela de las Humanidades. Ese refugio servía como terreno de movimiento y mutación, de devenir histórico y propuestas de cambio, en el rechazo de lo natural considerado como el espacio de lo que es, de una vez y para siempre, lo mismo.

Ilustración sensible afirma que entre naturaleza y cultura –o sociedad– no hay ruptura, que no son dos universos desconectados sino un mismo mundo, con niveles particulares y características propias. La más destacada por el texto es la intencionalidad del mundo humano, «la agencia». La humana sería una especie integrante del mundo natural pero con rasgos diferenciales en relación al resto. (Podríamos agregar que todos los integrantes del mundo natural con vida orgánica poseen rasgos diferenciales: los perros no vuelan y las anguilas no son domesticables. Pero sigamos adelante). Uno de esos rasgos diferenciaría al ser humano de todo el conjunto y de manera categórica: la capacidad de hacerse preguntas sobre cursos de acción comparativamente más variados y de proponerse respuestas en consecuencia más amplias. Ilustración sensible denomina a esto «emergentismo débil», porque la especie humana estaría dentro de la vida natural y sostenida en ella pero, del seno de esa vida, emergería –sin ruptura ontológica, sin ser absolutamente otra cosa– la humanidad.

La Ciudadela de las Humanidades es, por tanto, el nombre de la negación de este universo común, en favor de una ruptura entre naturaleza y sociedad, con un posterior afincamiento en el mundo historizado de la cultura y el subsecuente rechazo de la naturaleza. Frente a esto, se proponen algunas coordenadas para relanzar las teorías críticas y su pretendida potencia para el cambio social. Exactamente en este punto, al situar el estado actual de las teorías críticas, el libro de FNM recoge teorías «no necesariamente marxistas» como una de sus fuentes actuales. La otra fuente, la marxista, es presentada de este modo:

Las teorías críticas en plural o nuevas teorías críticas se multiplicaron de manera explosiva y proliferante en el mundo post 1989. Se solapan desde entonces dos movimientos. Por un lado, enfrentamos una explosión del marxismo. Tras su crisis mayor en el final del siglo XX, la tradición (que siempre fue plural) se ha convertido en un verdadero archipiélago de mil marxismos sin identidad ni continuidad doctrinales… [p. 13, resaltado original.]

Aquí la lectura nos suscitó la pregunta que intentamos responder con esta segunda parte del artículo: ¿por qué una corriente socialista revolucionaria edita un libro que considera que los aportes teóricos para el cambio social no proceden de esa corriente –el trotskismo– y ni siquiera la considera una corriente relevante? ¿No queda el trotskismo, en esa geografía, como una isla que ni siquiera se nombra, en un archipiélago «sin identidad ni continuidad doctrinales»? La caracterización de las teorías críticas que Ilustración sensible nos ofrece permite ponernos en tema:

Este libro versa entonces sobre teorías, formaciones discursivas capaces de desafiar al sentido común desde visiones estructuradas de la realidad, que integran lo político y lo descriptivo y tienen alcances más o menos amplios o cuestionan las formas sociales existentes en términos generales y multidimensionales. Las teorías críticas, o nuevas teorías críticas, no proponen medidas políticas peculiares. No son consejos para la gestión estatal. Tampoco ofrecen, en principio, estrategias para el acceso al poder o algo similar. Las teorías críticas reconstruyen y cuestionan las estructuras arraigadas que organizan nuestra vida colectiva y socavan nuestra autonomía. Sus referentes son el capitalismo, el patriarcado, la colonialidad, etc. Son siempre teorías amplias de miras. Esto no significa, en todos los casos, que sean teorías totalizantes.

Las teorías críticas se preguntan por las posibilidades concretas de la situación histórica. Exploran los puntos en los que es posible someter las estructuras enquistadas de dominación a una crítica inmanente, que busca las posibilidades de cambio encerradas, latentes pero bloqueadas, en lo existente. La crítica inmanente asume que hay una reserva de posibles, un conjunto de posibilidades de cambio, escondidas o adormecidas en el interior de las propias estructuras de dominación. […] No son teorías para cambiar el mundo, pero hacen posible imaginar futuros radicalmente diferentes […] Estudian las conexiones internas y las estructuras generativas de las formas de dominación social para resaltar su carácter histórico, situado y contingente. Su premisa es que es posible y deseable abolir, superar o, al menos, modificar las formas constituidas de lo social. [pp. 12-3, resaltado original]

Como queda claro, las teorías críticas actúan desde y sobre el sentido sin contaminarse con las formas concretas, institucionales, estatales, políticas a través de las cuales ese sentido común se materializa. En contraste, las teorías críticas confían plenamente en la autonomía de los individuos, quienes a su vez no son convocados a ninguna acción ni organización colectiva. Conjeturamos que, en caso de ser necesario algún instrumento colectivo, las teorías críticas echan mano de la universidad o de alguna herramienta maltratada como, por ejemplo, el trotskismo.

No obstante, que estas teorías se limiten a la esfera del individuo no es algo negativo de por sí: la mayor parte de la política burguesa parte de esa premisa, el ciudadano. Lo que nos interesa exponer son las consecuencias de este punto de partida para los desarrollos ulteriores. Porque, en tanto Ilustración sensible coloca a las teorías críticas en el linaje de la Escuela de Frankfurt, las teorías de relevo coinciden con ese linaje y exhiben una estructura frutal: la dulce carne marxista envuelve un carozo de inmasticable liberalismo. Lo que nos atrae por su aroma y devoramos con los ojos es la jugosa pulpa bermellón. Pero lo que germina, lo que se reproduce y florece, es el carozo liberal.

La gravedad de las cosas

Las teorías críticas surgieron en los «30 Gloriosos» años del boom de posguerra en los que la economía de los países desarrollados se expandió en virtud de esa inmensa y profunda reconstrucción que siguió al descomunal exterminio de vidas y capitales durante la primera mitad del siglo XX. Este período de bonanza capitalista (limitado a esas tres décadas) indujo la consternación de los intelectuales, cuyas honestas ambiciones –dislocadas de la vida cotidiana en auge– por un mundo mejor se habían distanciado a años luz del apoyo de las masas trabajadoras. Éstas, naturalmente, consideraron aceptable el mundo vivible que se les ofrecía, al menos por el momento. Y en esa aceptación masiva se inspiraron diversas –y justificadas– elucubraciones teóricas con el propósito de esclarecer una incógnita: ¿por qué la masas apoyaban el capitalismo?

Ante esa perplejidad, la Ciudadela de las Humanidades fue efectivamente una respuesta. Pero no a la fijeza de lo natural –como afirma Ilustración sensible–, sino a la bonanza económica y el lógico conservadurismo que alimentó. En las teorías críticas que poblaron esa ciudadela de eruditos refugiados, la miseria y la explotación fueron relevadas por el «deseo» y la «alienación»; los dirigentes de masas inmersos en las luchas fueron relevados por «los intelectuales»; las huelgas, por la «cultura»; la acción colectiva para preparar el momento en que fuera posible, por necesario, cambiar el mundo, obtuvo el relevo de la auto-construcción individual «aquí y ahora» (con sus «técnicas del yo» y del «cuidado de sí»). A este conjunto de relevos, el texto de FNM lo llama «prometeísmo de segundo grado»1.

Así, a instancias del éxito intelectual de las teorías críticas, la humanidad pasó a librar sus batallas en el reducido –y dependiente– territorio de las ideas, la estética, las costumbres. Los medios de masas tomaron protagonismo y la economía, tan embarrada de materia, fue eclipsada por la cultura. En sus reapariciones insolentes a través de las crisis, las regularidades del sistema capitalista fueron interpretadas por un pensamiento de las conspiraciones: cuando se deja de estudiar y pensar el funcionamiento real de la economía, los trastornos son atribuidos a la codicia y la estupidez de los seres humanos, que gestionarían mal lo que podría funcionar bien.

Pero lo que Ilustración sensible no capta es que la economía es la manera radicalmente humana en que la naturaleza se nos manifiesta. La economía es el modo de lo natural en la sociedad, la forma en que se presenta el movimiento de lo natural entre nosotros. El sistema gravitatorio de las cosas cotidianas. Un sistema regido por leyes fundadas en la propiedad de los recursos materiales, en su organización dispuesta para la obtención de plusvalor, en los intereses objetivos (no caprichosos) de la clase poseedora.

En el universo habitado por las teorías críticas, los organizadores militantes, que escribían libros para contribuir y mejorar la tarea de organizar a los compañeros, fueron sustituidos por los escritores académicos, que eventualmente convocan a los compañeros disponibles para que compren o, tal vez, lean sus libros. Por ese camino, el estrellato y la particularidad tomó el relevo de las formas concretas y universales de los problemas. Y, en consecuencia, la opinión individual y la imaginación literaria sustituyeron a las construcciones colectivas y los aportes de la ciencia.

Ilustración sensible intenta mostrar que sucede exactamente lo contrario. Que las «teorías de relevo» están restituyendo a las teorías críticas su relación con el mundo material. Pero, al hacerlo desde el interior del paradigma que fundamenta esas mismas teorías, el relevo propuesto no es más que una nueva justificación. Para colmo, a los malestares sociales que fueron agrietando las explicaciones sesgadamente culturalistas de los problemas de la vida, se le suma una curva exponencial de conocimientos científicos –y realizaciones técnicas– que deja en ridículo esas explicaciones abstraídas de la vida concreta.

El profeta desarmado (De un mecanismo de relojería a un montoncito de agujas y engranajes)

El profeta desarmado es el título de un libro de Isaac Deutscher sobre Trotsky. Aquí lo usamos para referirnos a Marx y lo que le han quitado: las armas de la crítica. Ilustración sensible desarticula el marxismo como sistema para retomarlo sin organicidad, sin relaciones, palabra por palabra, como vértebras descoyuntadas de una columna. El marxismo deconstruido por Ilustración sensible ya no es una maquinaria lógica hecha de conceptos relacionados, conectados por necesidad interna. Sino apenas una rapsodia de imágenes sugerentes. Un marxismo poético, hecho de retórica en lugar de lógica, de metáforas en lugar de conceptos2.

Por ejemplo, en la página 100 del libro se menciona, por primera y única vez, la palabra «competencia»:

La productividad sube por las presiones de la competencia y otras compulsiones formales específicas de la sociedad capitalista.

No está claro a qué se refiere el texto con «otras compulsiones formales». Lo cierto es que un elemento central para comprender cómo funciona una sociedad de propietarios privados que disponen libremente de su propiedad es que necesitan algún sistema de asignación de los recursos. Tal sistema es el mercado y su mecanismo se llama competencia. Sin competencia, la ley del valor no puede hacerse presente. Apenas han pasado cinco o seis páginas desde el comienzo de El Capital, cuando Marx se ve empujado a realizar esta apreciación:

Podría parecer que si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo gastada en su producción, cuanto más perezoso o torpe fuera un hombre tanto más valiosa sería su mercancía, porque aquél necesitaría tanto más tiempo para fabricarla. Sin embargo, el trabajo que genera la sustancia de los valores es trabajo humano indiferenciado, gasto de la misma fuerza humana de trabajo. El conjunto de la fuerza de trabajo de la sociedad, representado en los valores del mundo de las mercancías, hace las veces aquí de una y la misma fuerza humana de trabajo, por más que se componga de innumerables fuerzas de trabajo individuales. Cada una de esas fuerzas de trabajo individuales es la misma fuerza de trabajo humana que las demás, en cuanto posee el carácter de fuerza de trabajo social media y opera como tal fuerza de trabajo social media, es decir, en cuanto, en la producción de una mercancía, sólo utiliza el tiempo de trabajo promedialmente necesario, o tiempo de trabajo socialmente necesario.3

Si se habla de mercancías, se habla del mercado como mecanismo organizador. La ley del valor-trabajo no es intrínseca a las cosas, sino que se realiza en los intercambios. «La libre competencia impone las leyes inmanentes de la producción capitalista, frente al capitalista individual, como ley exterior coercitiva»4. El mecanismo del intercambio es determinante. Por eso las cosas útiles y las mercancías no son lo mismo, aunque las mercancías deban ser útiles para alguien.

Una cosa puede ser valor de uso y no ser valor. Es éste el caso cuando su utilidad para el hombre no ha sido mediada por el trabajo. […] Una cosa puede ser útil, y además producto del trabajo humano, y no ser mercancía. Quien, con su producto, satisface su propia necesidad, indudablemente crea un valor de uso, pero no una mercancía. Para producir una mercancía, no sólo debe producir valor de uso, sino valores de uso para otros, valores de uso sociales. […] Para transformarse en mercancía, el producto ha de transferirse a través del intercambio a quien se sirve de él como valor de uso. […] Sólo los productos de trabajos privados autónomos, recíprocamente independientes, se enfrentan entre sí como mercancías.5

Esos productos pueden llegar al mercado en tanto son distintos de otros, que también llegan a él. Para que exista mercado no sólo son necesarios, entonces, productores privados: también se requiere diferencia entre los productos. El mercado es el mecanismo que organiza el funcionamiento global de una sociedad de productores privados independientes o, según nuestra mirada cotidiana, de los intercambios entre objetos diversos.

Los valores de uso no pueden enfrentarse como mercancías si no encierran en sí trabajos útiles cualitativamente diferentes. En una sociedad cuyos productos adoptan en general la forma de mercancía, esto es, en una sociedad de productores de mercancías, esa diferencia cualitativa entre los trabajos útiles –los cuales se ejercen independientemente unos de otros, como ocupaciones privadas de productores autónomos– se desenvuelve hasta constituir un sistema multimembre, una división social del trabajo. […]

Como creador de valores de uso, como trabajo útil, pues, el trabajo es, independientemente de todas las formaciones sociales, condición de la existencia humana, necesidad natural y eterna de mediar el metabolismo que se da entre el hombre y la naturaleza, y, por consiguiente, de mediar la vida humana.6

Por eso Marx se ocupa de destacar que existen dos modalidades de organizar lo colectivo: la que planificadamente utiliza el capitalista en el interior de su producción y la que anárquicamente somete a ese mismo capitalista cuando se encuentra en el mercado con otros como él. Allí, en el nivel de lo social donde reina la anarquía, el organizador es la competencia, la guerra de todos contra todos:

¿Pero qué es lo que genera la conexión entre los trabajos independientes del ganadero, el curtidor, el zapatero? La existencia de sus productos respectivos como mercancías. ¿Qué caracteriza, por el contrario, la división manufacturera del trabajo? Que el obrero parcial no produce mercancía alguna. Sólo el producto colectivo de los obreros parciales se transforma en mercancía. La división del trabajo en el interior de la sociedad está mediada por la compra y la venta de los productos de diversos ramos del trabajo; la interconexión de los trabajos parciales en la manufactura, a su vez, por la venta de diversas fuerzas de trabajo al mismo capitalista, que las emplea como fuerza de trabajo combinada. […] Mientras que en la manufactura la ley férrea del número proporcional o proporcionalidad subsume determinadas masas de obreros bajo determinadas funciones, la casualidad y el arbitrio llevan a cabo su enmarañado juego en la distribución de los productores de mercancías y de sus medios de producción entre los diversos ramos sociales del trabajo. Ciertamente, las diversas esferas de la producción procuran mantenerse continuamente en equilibrio, puesto que si bien por una parte cada productor de mercancías tiene que producir un valor de uso, y por tanto que satisfacer una necesidad social especial, el volumen de estas necesidades difiere cuantitativamente y un nexo interno enlaza las distintas masas de necesidades, las concatena en un sistema de origen natural; puesto que, por otra parte, la ley del valor de las mercancías determina qué parte de todo su tiempo de trabajo disponible puede gastar la sociedad en la producción de cada tipo particular de mercancías. Pero esta tendencia constante de las diversas esferas de la producción a ponerse en equilibrio, sólo se manifiesta como reacción contra la constante abolición de dicho equilibrio. La norma que se cumplía planificadamente y a priori en el caso de la división del trabajo dentro del taller, opera, cuando se trata de la división del trabajo dentro de la sociedad, sólo a posteriori, como necesidad natural intrínseca, muda, que sólo es perceptible en el cambio barométrico de los precios del mercado y que se impone violentamente a la desordenada arbitrariedad de los productores de mercancías. La división manufacturera del trabajo supone la autoridad incondicional del capitalista sobre hombres reducidos a meros miembros de un mecanismo colectivo, propiedad de aquél; la división social del trabajo contrapone a productores independientes de mercancías que no reconocen más autoridad que la de la competencia, la coerción que ejerce sobre ellos la presión de sus mutuos intereses, así como también en el reino animal la bellum omnium contra omnes [guerra de todos contra todos] mantiene, en mayor o menor medida, las condiciones de existencia de todas las especies.7

Sin competencia, falta el principio rector de la sociedad que se pretende criticar. Ese principio rector, con su individualismo a ultranza, que para Marx es el motor de los aspectos revolucionarios del capitalismo y, también, de sus aristas más destructivas, no es cuestionable, no es criticable para las «teorías críticas», porque la función de estas teorías consiste en integrarlo a las utopías, mantener el individualismo en ese plural e imaginario horizonte futuro «que no socava la autonomía de las personas».

Al borrar la fuerza ascensional de la competencia, al suprimir el poder material de este motor cosmopolita, el capital como proceso queda fijado en una estructura inmóvil. De ahí se desprenden dos problemas. De una parte, no hay en Ilustración sensible teoría alguna sobre las crisis del capitalismo, sino que se limita a la indagación de resquicios individuales que puedan cuestionarlo sin cuestionar colectivamente sus fundamentos (aquí escuchamos ecos autonomistas, desde John Holloway hasta Toni Negri). De otra parte, el libro sintoniza con el trotskismo, que contempla la vida económica como si fuera manejada por monopolios (subjetivismo), atenazada por los planes arteros del FMI (colonialismo) y con las fuerzas productivas estancadas desde 1914 (catastrofismo). Así, la confluencia de dos corrientes de origen muy diverso desemboca en la misma laguna: una perspectiva inmovilista, atomizada y subjetivista de la realidad social.

Se puede creer que repetir constantemente que nos hallamos a las puertas de una crisis catastrófica o, cómo no, a pocas horas de una situación revolucionaria, constituye una manera de afirmar que el capitalismo es un régimen social e histórico y, por lo tanto, superable. Sin embargo, suele ocurrir exactamente lo contrario. La convivencia de la robustez del funcionamiento cotidiano del capitalismo con esos reiterados pronósticos de colapso y revolución inminentes no hacen más que reafirmar su eternidad.

Desde el punto de vista que defendemos, lo que debería mostrarse de un régimen social histórico son sus dos caras: la de las razones profundas de su permanencia, que alimentan su naturalización (ofrecer un modo exitoso de conservación de la vida), y la de los motores de su factible desaparición (las afrentas y amenazas crecientes contra esa misma conservación de la vida). Muy por el contrario, tanto la ausencia de una teoría (o una perspectiva, al menos) sobre las crisis capitalistas en Ilustración sensible como la omnipresencia de las crisis constantes y las inminentes situaciones insurreccionales en las publicaciones trotskistas y en su programa, crean un cuerpo social invertebrado del que ha desaparecido su mecanismo fundamental de asignación de recursos y organización de la vida en el capitalismo: la competencia, que es la que conduce a las crisis8.

Para engendrar ese cuerpo social invertebrado fue necesario desmontar el análisis exhaustivamente lógico del funcionamiento del sistema (que es lo que se propone, de conjunto, El Capital) y transformarlo en glosas literarias al estilo del Martín Fierro, uno de esos libros clásicos de los que todos sabemos algún refrán y recitamos algunos versos, pero muy pocos conocen el conjunto de su estructura narrativa.

Lo que se pierde cuando no se lee

Mucho más extraño nos resultó que aquella primera y única mención a la competencia se encontrara en el capítulo 2, «Individuo social y tecnología del capital», y no en el capítulo 1, «Cuerpo, biología y mutaciones en la subjetividad sexuada», cuyo primer apartado se presenta bajo el subtítulo «Para un materialismo filosófico del deportista». ¿Cómo es posible que un materialismo filosófico del deportista omita… ¡la competencia!? Respuesta: porque para esta ilustración sensible el deporte no es una práctica social. Por lo tanto, el deporte profesional tampoco es su expresión mercantil, cuya potencia económica determina todos los otros aspectos deportivos. El deporte, para el libro de FNM, es algo que sucede entre individuos que hacen cosas y organismos regulatorios que imponen reglas. Una visión que sólo los libertarios suscribirían (y hasta por ahí nomás9). Por eso el capítulo está poblado de declaraciones personales, aisladas y minoritarias, junto con resoluciones de los entes que regulan el negocio para la salud… del negocio mismo, claro.

Como no se habla de competencia en el capitalismo que Ilustración sensible despliega ante nuestros ojos, comprender en qué consiste el multimillonario sector económico del deporte profesional y cuáles son sus particularidades resulta un ejercicio prácticamente imposible. El texto se limita a exponer una pelea de discursos. Eso es lo que lo modula: lo que hace el Comité Olímpico Internacional, lo que dicen las federaciones nacionales de cada deporte, lo que afirman las instituciones profesionales. Y presenta todo eso como si tales declaraciones fueran absolutas y verdaderas, no como efectos de las estrategias que cada una –en tanto organización rectora de un gran negocio– lleva adelante para afirmar sus intereses frente a los intereses de los otros negocios en competencia económica. La competencia fundamental del deporte profesional global es el favor del público, su atención y consumo, que significa sponsors y recaudaciones. Pero para un materialismo individualista esto no tiene cabida. No es rechazado: directamente no existe. El deporte profesional en Ilustración sensible no es un sector económico para estudiar en sus rasgos generales, sino:

El deporte es un campo privilegiado para observar las intersecciones entre ética, política, tecnología y biología. Por su carácter de actividad reglada y sometida a criterios, en última instancia, morales (de justicia, inclusión, etc.), en esta actividad se enredan dimensiones normativas y funcionales, entre la ética y la técnica de la administración reglada de la biología humana. Se abren entonces, terrenos resbaladizos donde se suspenden, redibujan y complican las fronteras entre los géneros, entre lo natural y lo artificial, entre un cuerpo que crece orgánicamente y uno que es fabricado. [pp. 68-9]

Para el materialismo individualista no existen mayorías sino individuos10. El problema principal del deporte profesional, el daño que causa en millones de jóvenes al incorporarlos a una promesa elusiva, al trastocarles su vida para nada, el daño que causa en los que logran llegar, agobiando sus vidas y sus cuerpos con exigencias inhumanas, no es terreno de interrogación para Ilustración sensible11. Ni el lavado de dinero ni las tribunas como centro organizativo de narcos y criminales que luego se venden para el sostenimiento de los punteros y la política burguesa, ni la trata de niños que llegan a los países centrales con promesas irreales. Nada de eso es el deporte en el capitalismo del libro publicado por el PTS12.

Tampoco su lado positivo, la dimensión de cultura y entretenimiento incorporada en la reproducción normal de la fuerza de trabajo como parte de su elemento histórico y moral (Marx). Elemento que es reclamado por las masas en condiciones medias cada vez más elevadas de virtuosismo y disfrute, o sea, cada vez más centralizadas13. El deporte, para las teorías críticas, es un lugar donde algunos individuos, muy pocos, poquísimos, exponen un cruce entre tecnologías y reglamento que resulta muy vendedor y estadísticamente poco relevante. Pero para las teorías críticas individualistas, lo que le pasa a uno y lo que les pasa a millones no amerita tratamientos diferentes.

Las consideraciones que siguen tratan una serie de situaciones deportivas en las que las delimitaciones entre un cuerpo humano normal y uno alterado, así como entre un cuerpo masculino y uno femenino, se vuelven borrosas, complicadas y difíciles de precisar. El deporte, desde mi punto de vista, es un sitio privilegiado para la reflexión filosófica sobre la subjetividad incorporada, al que se ha dedicado insuficiente atención. [p. 57]

Es obvio que se trata del desarrollo de un materialismo sin dinero, sin economía y sin mayorías, donde lo material sólo se hace presente como cuerpo atomizado en la experiencia personal de algún individuo, en colisión con leyes coercitivas o distorsivas («que socavan la autonomía de las personas»). Se trata del esquema de pensamiento libertario pero con otros ejemplos14.

La crítica inmanente al sistema puede provenir de diferentes actores internos. Si lo que se privilegia es el individuo (como en las teorías críticas de Ilustración sensible, incluso las de relevo), entonces tendremos un «prometeísmo de segundo grado», una reutilización de las premisas individuales con otro fin, dentro del mismo funcionamiento sistémico que no las ha estropeado. En cambio, si lo que consideramos determinante es el funcionamiento (competencia y crisis), entonces el actor será la clase social que produce frente a la que la explota, la lucha de clases y la construcción de una organización política socialista. Por eso no son lo mismo un libro que sirva al fortalecimiento teórico de la organización y una organización que sirva a la circulación comercial de libros.

Desde la posición que defendemos (crítica del funcionamiento)15, la experiencia y la frustración personales, las opiniones de cada individuo, son secundarias con respecto a la competencia en, al menos, cuatro sentidos:

  • i) en tanto mecanismo de funcionamiento (que permite entender el trabajo socialmente necesario, la ley del valor y, en un sentido amplio, la dinámica del capitalismo como un todo);
  • ii) en tanto motor de las crisis (por la sobreproducción, fundamentalmente, e incluso para explicar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en los términos de Marx);
  • iii) en tanto moviliza y posibilita el cambio social (un crecimiento abrupto de la miseria y, a la vez, de la desigualdad);
  • iv) en tanto expresión objetiva y no «prometeica» de las tendencias y regularidades del sistema (que no dependen de la voluntad de los explotadores sino del sometimiento a la lógica del capital).

Si, como única salida a la degradación de los seres humanos dentro de este sistema, el futuro nos abre sus puertas a través de las crisis económicas (expresión material concentrada de esa degradación), entonces se trata de una posición opuesta a la que supone que la llave para el futuro es una reapropiación de capacidades individuales aún no subsumidas.

Las consecuencias de la elección entre ambas perspectivas son demasiadas. Veremos, en la tercera parte de este artículo, que el PTS en particular y el trotskismo en general han venido escorando su actuación hacia el pensamiento crítico y alejándose de Marx. E Ilustración sensible se publica porque explica mucho mejor que el resto de su fondo editorial lo que vienen haciendo y lo que proponen hacer.

NOTAS:

1 Abordamos una historia del relevo del problema de la explotación por el de la alienación en «Capitalismo y esquizofrenia: medio siglo delirando con El Anti-Edipo». Para una crítica al culturalismo izquierdista (del que Mark Fisher es un exponente destacado) escribimos «Milei es punk (Y la cultura no es política)».

2Teorizamos sobre la distinción entre metáfora y concepto en «El Conde: una película chilena y una metáfora universal». Y notamos ese procedimiento de deconstrucción en Darío Sztainszrajber, a quien le dedicamos «Usar a Marx para limpiarse el culo» (en el doble sentido que el acto de limpiarnos el culo tiene para el culo y para el papel).

3 Karl Marx, El Capital (Crítica de la economía política), trad. Pedro Scaron, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, Tomo I, p. 48. Resaltado original.

4 El Capital…, edición citada, p. 326. Resaltado original.

5 El Capital…, edición citada, pp. 50-2. Resaltado original.

6 El Capital…, edición citada, pp. 52-3.

7 El Capital…, edición citada, pp. 431-4. Resaltado original.

8El texto canónico para debatir el programa del trotskismo es Crítica del Programa de Transición, escrito por Rolando Astarita (uno de los fundadores del PTS). De nuestra propia cosecha hemos aportado una trilogía bajo el título Las dos vidas del trotskismo: parte 1, «La educación sentimental (política) del progresismo»; parte 2, «Interrogar nuestra militancia»; parte 3, «El progresismo es opuesto al socialismo». Sobre la necesidad de debatir el programa escribimos «La hipótesis programática (Un debate ausente en la izquierda socialista)». Nos dimos una charla y un debate a partir del texto de Astarita y registramos todo en este video.

9 A propósito de la competencia deportiva desde una posición libertaria escribimos «Crímenes del futuro (Hormonas, libertarios y progresistas)».

10 Para pensar cómo este individualismo afecta a las mujeres (que constituyen la mitad de los seres humanos) en el deporte, específicamente, publicamos «Ser mujer no es un sentimiento» y «Piñas van, genes vienen (El caso Khelif, la izquierda progresista y un delirio peligroso)».

11 Al respecto escribimos: «Un campeón mundial por cada millón de pibes desechados»; «Reíte de Titanes en el Ring (Para combatir la explotación, hay que dejar de exaltarla)»; «Noticias deportivas (Un sistema sin excepciones)»; «El proletariado del fútbol (Y el condenatorio reformismo de Anfibia; «Las palabras y las cosas oprobiosas (La Selección y el festejo de los millonarios enojados)»; «La verdad detrás de los Juegos Olímpicos (Y el debate entre dos mundos invivibles)».

12 Agreguemos: «El Topo Gigio y la rabona: Qué hay detrás de la suspensión de las elecciones en Boca», «Mundial de Fútbol de Mujeres: “Alexia Putellas en los botines de Lionel Messi”» y «Violencia y fútbol en Argentina».

13 Sobre esto publicamos: «Mundial de Arabia: ¿Identidad y tradición? ¿O competencia mercantil?», «¿Qué hacemos con la cultura? Arte y educación en el capitalismo argentino».

14 Para una historia del modo en que fue construyéndose el esquema libertario de pensamiento escribimos «Los libertarios y la finitud de la vida (El capitalismo socava sus cimientos)».

15 Una posición explícita desde «¡Quiero ser campeón mundial!».

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