Gracias a un grupo lamentablemente numeroso de imbéciles, ignorantes y zombies que una vez votó a Macri, y ahora a su bufón Milei y a toda la banda de rufianes que los acompañan, se entregó el gobierno y administración del país a una banda organizada que no tiene ideología, que busca sólo sacar provecho y rematar las industrias, los minerales, todo lo que puedan, sin límite. No tienen mucho tiempo, no lo necesitan. No quieren el botín, sólo buscan el porcentaje que los patrones les dejarán en Panamá. Creo que se van a escapar en mayo, después de arrasar con el país. No son Piratas, que no tenían patrón. Son Corsarios. Trabajaban saqueando territorios y tenían patente para navegar por el curso del mar que eligieran. Pagaban la parte convenida a los Imperios y se quedaban con su parte. No tenían patria, sólo dueños. No hay que darles tiempo. Hay que ganar la calle. El paro de la CGT tiene que ser por tiempo indeterminado: hasta que caiga el gobierno.1
Aristarain, vocero burgués
Este es el modo en que el director de cine Adolfo Aristarain resume, en pocas pero insuperables líneas, la situación en Argentina a juicio de quien apoya la gestión que acaba de ser eyectada del gobierno. No aclara si excluye de los epítetos sólo al 15% de los electores que votaron a Massa en las PASO o a los que se fueron sumando en las instancias sucesivas hasta llegar al 36% de los ciudadanos habilitados a votar. De una u otra manera, para el artista, entre el 85% y el 64% de los ciudadanos argentinos conforman un «grupo» de imbéciles, ignorantes y zombies, del que está excluido el grupo menos numeroso de argentinos inteligentes, ilustrados y vivos como él.
La carta lleva la firma Aristarain pero sólo un caído del catre puede desconocer que no habría logrado repercusión sin un medio que tuviera la capacidad de difundirla masivamente. El cineasta aprieta el gatillo pero el encargo es de un importante burgués y sindicalista peronista. La carta, surgida como de la nada, fue difundida por Página/12. A diferencia de la casi totalidad de la clase trabajadora que hemos padecido el crecimiento de la pobreza, la precarización y el aumento de la inflación y la inseguridad durante el gobierno anterior, Víctor Santa María puede decir que los gobiernos peronistas han sido sus años felices, como lo describen en esta nota del año 2022:
Grupo Octubre anunció la adquisición de dos empresas vinculadas al sector de la publicidad. Víctor Santa María, titular de la empresa de medios y también presidente del sindicato SUTERH, se quedó con una firma de publicidad exterior y otra especializada en la gráfica offset y digital. El multimedios del empresario cercano al oficialismo sumó así a Girola, una firma de publicidad exterior con más de 50 años de trayectoria en la industria, y a Multiposter, una planta impresora especializada en publicidad exterior y en la industria de la comunicación visual. Además, Multiposter cuenta con una división que se dedica al diseño y a la producción de efectos especiales.
Ambas empresas diversificaron sus negocios más allá de la publicidad exterior. Entre ellos, se destacan los vinculados a la comunicación visual de marcas: señalética, cartelería, gráfica vehicular, stands, exposiciones, puntos de venta, rebranding, eventos, entre otros. Además de los relacionados a la comunicación visual para desarrollos inmobiliarios, como la fabricación e instalación de cercos de obra customizados, señalética, cartelería de obra, entre otros.
Girola comercializará los medios de Santa María además de VPM, empresa que fue adquirida por Grupo Octubre a mediados del año pasado, aunque recién ahora lo comunicó de forma oficial. Dentro de su portfolio de medios figuran Mupis Digitales, Estáticos, Grandes Formatos y una amplia gama de Publicidad Móvil con cobertura en la región AMBA y en el interior del país. Estas adquisiciones se dieron luego de la última fusión entre el Grupo Octubre y Mario Pergolini, que derivó en octubre del 2021 en la creación de GO LAB. Así, Santa María, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal y expresidente del Partido Justicialista porteño, sigue sumando empresas a su grupo. […]
En gráfica, Santa María es propietario del diario Página/12, las revistas Caras y Caretas, El Planeta Urbano, Diario Z y el sitio web Latinoamérica Piensa. Además, Grupo Octubre interviene en el ámbito cultural y educativo con el Instituto Superior Octubre (ISO), la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), la sala espacio cultural Caras y Caretas, la Editorial Octubre y la productora de cine FilmarFondeart. Y en materia deportiva, gestiona el club de fútbol del Ascenso Sportivo Barracas.2
No tan felices son esos mismos años de gobierno peronista para los trabajadores que explota, ya que tuvieron que luchar contra el burgués y sindicalista:
Actualmente, el conflicto recrudeció a raíz de la continuidad, y hasta profundización, de esa pérdida, en un contexto de inflación que golpea fuertemente y de manera central en la canasta básica alimentaria. Por este motivo la conducción de la Asamblea, referenciada en el Sipreba, inició por resolución de los trabajadores un plan de lucha el 28 de abril, que sigue hasta hoy. El mismo incluyó paros y hubo días en los que el diario nacional no salió a la venta en su tradicional formato papel. En el acta de la Comisión Gremial Interna SiPreBA, fechada ese día, se describe el escenario complejo de los trabajadores, que también incluye una precarización laboral encubierta dentro de la estructura del Grupo Octubre y por fuera de los convenios de prensa.
«Desde los primeros meses de 2016, cuando el Grupo Octubre conducido por Víctor Santa María compró Página/12, nuestros sueldos sufrieron una brutal depreciación», comienza relatando el comunicado. «El castigo al bolsillo de los trabajadores que caracterizó al gobierno de Mauricio Macri se vio agravado en nuestro gremio por las sucesivas paritarias a la baja que Clarín, La Nación, Perfil y demás miembros de AEDBA le impusieron al sello de goma que conserva la personería gremial de nuestra actividad».
Luego detalla la pérdida de poder adquisitivo: «El salario de un redactor de Página/12 que en 2016 estaba 42 puntos por encima de la canasta básica total, seis años después está 25 puntos, pero por debajo, es decir 25 puntos debajo de la línea de pobreza que fija el INDEC para una familia de cuatro personas».
Y explica el proceso de precarización laboral que se vive en el periódico: «Peor aún es la situación de redactoras/es y editoras/es de la web que Página/12 no reconoce como trabajadoras/es de prensa, registra como “administrativas/os” de la Fundación Octubre, afilia compulsivamente a un sindicato ajeno a su actividad (Utedyc) y ni siquiera les respeta el convenio que les impone por la fuerza. Completan el cuadro de precarización un ejército de mal llamados “colaboradores permanentes”, que son en los hechos redactores precarizados obligados a trabajar a destajo, sin derechos laborales básicos (estabilidad, vacaciones, licencias, etc.) y con ingresos por debajo de la línea de indigencia», remarca el comunicado de Sipreba.
Concluye relatando que «más castigados aún son los compañeros/as obligados a facturar, a quienes el Grupo Octubre considera “proveedores externos” pese que curiosamente proveen notas y fotos de prensa, el insumo sin el cual no existiría el diario». Si bien el diario volvió a salir, el conflicto sindical y laboral está latente. «Menos libros sobre Perón y más peronismo», cierra el comunicado, con una frase que queda sobrevolando en un periódico que históricamente tuvo una visión contrahegemónica de los conflictos, por ejemplo, de los trabajadores.3
No fue necesaria la colaboración de zombies, imbéciles e ignorantes para que el burgués que publica la carta de Aristarain hiciera con sus trabajadores mucho de lo que Milei propone legalizar. Lamentablemente esos mismos trabajadores culminan su comunicado siendo apresados por un espejismo: que el peronismo no es lo que hacen los peronistas, sino algo que deberían hacer, pero no hacen.
No es la primera vez que alguno de los bandos burgueses en este país utiliza esa modalidad de prestarle a una figura conocida un potente canal de difusión y visibilidad para que diga lo que no podría decir con seriedad un medio periodístico. Los que ponen la cara, los Aristarain, los Campanella, los Alfredo Casero, los Brancatelli, no son menos responsables de sus dichos por esto, pero sí son un elemento descartable del asunto. Lo crucial es la fracción burguesa que detrás los azuza, los eleva y los descarta.
El monopolio del insulto, la democracia y el desprecio
También podemos preguntarnos por qué a Aristarain y a los que lo aplauden les parece bien el uso de ciertos epítetos denigrantes para referirse a algunas personas, pero les parece mal el uso de otros adjetivos negativos en otras personas. Si está bien decir «liberal imbécil», ¿cómo sostener que no se puede decir «negro de mierda»? Nuevamente queda en evidencia que el peronismo no combate estas expresiones, sino que repudia no poseer el monopolio del insulto.
Y está claro que todos estos giros y cabriolas comienzan mucho más atrás, en un terreno religioso: el peronismo es una verdad revelada y los sufrimientos que pueda causar no son otra cosa que los inescrutables designios de un destino histórico que los mortales comunes no podemos conocer. Y los dirigentes peronistas son los Torquemada de esa revelación. Por eso inmediatamente otros argentinos inteligentes, ilustrados y cultos como él, salieron a festejarlo. En un festival del elitismo y pretensiones de voto calificado. Lejos de la provocación de Cristina en 2011 precisamente en una discusión sobre un DNU, el 441, cuando defendía la «voluntad popular» (que la favorecía) como fuente de legitimidad para gobernar.
«Las corporaciones de turno no pueden ocupar nunca más la Casa de Gobierno para tomar decisiones, como lo hicieron durante años. El que quiera hacerlo que abandone la corporación y cree un partido político», reclamó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en un tiro por elevación al Grupo Techint. El holding que encabeza Paolo Rocca había salido a pedir, en un intento explícito de marcar agenda política, que «el Congreso se expida sobre el DNU 441».4
En pocas líneas, Aristarain y quienes lo festejan dejan mucha materia para la interpretación. Podríamos analizar qué sentido tiene la democracia que postulan si, previamente, ya están determinadas cuáles son las elecciones válidas y las inválidas. Qué diferencia hay entre lo que propone Aristarain y lo que el propio peronismo sufría en la década del 60, en que le permitían participar parcialmente de elecciones pero a condición de que perdiera. Y, si alcanzaba la victoria, se desconocía el resultado. Así sucedió en 1962, en que el sindicalista textil Andrés Framini, al frente del partido Unión Popular, obtuvo con casi el 40% de los votos el triunfo en las elecciones a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Era la primera vez, desde el derrocamiento de Perón en 1955, que se permitía (bajo otro nombre y sin habilitar la presencia de Perón) la participación de una fuerza claramente peronista. Los resultados demostraron que esa apertura sólo era realizable a condición de que el candidato peronista fuera derrotado. No era una elección sino un ensayo, un experimento, un termómetro para medir la desperonización. Como el resultado no fue el esperado, se desató una crisis política que culminó días más tarde con el final del gobierno de Frondizi. Lo que al peronismo le parece mal no es la falta de democracia, sino que sean otros los que se benefician con su ausencia.
Lo crucial de la declaración de Aristarain es que pone el acento en los trabajadores, en su educación, en su capacidad de discernimiento, en su salud. Como si Milei hubiera tenido la capacidad de educarlos por anticipado para eso. Y los que coinciden con el cineasta tampoco reparan en ese detalle: quienes votan en este país le deben su (pésima y degradada) educación, en mayor medida que a ninguna otra fuerza política, al peronismo. Al peronismo, que hace de la ignorancia y la falta de información una religión. Y luego se espanta de las consecuencias.
El insulto a los que opinan distinto y el ocultamiento de la verdad, del conocimiento y de la información, que son el modus operandi del partido del orden en Argentina, se conjugan en una cuestión decisiva, el asunto central para la supervivencia actual del peronismo: el repudio al voto.
El peronismo es la interdicción del voto
Junto al insulto y la promoción de la ignorancia, la estrategia se completa con la política de consensos. En apariencia, democracia y consenso pueden entenderse casi como sinónimos. Pero, en tanto procedimientos decisorios, funcionan de manera antagónica. Cuando se propone funcionar por consenso se está diciendo que no se va a votar.
Es decir que al consenso sobre el procedimiento democrático –se resuelve votando–, se lo suplanta por el procedimiento de innumerables, inacabables y fragmentarios consensos. Así, largas discusiones en las que no se puede llegar a ninguna conclusión, porque todos deben estar de acuerdo, son el terreno en el que los trabajadores comunes se cansan y se van, en el que los activistas flaquean y, sobre todo, en el que finalmente no queda registrada la disidencia. El consenso, que rechaza la democracia y la votación, es un recurso del poder.
Votar, contrariamente, es tomar una decisión: la mayoritaria. Y, a la vez, se toma nota de que existen otras propuestas: las perdedoras, las derrotadas, sí; pero también las que podrán volver a tener vigencia cuando se hagan los balances, cuando haya que repensar las acciones. Si no hay minorías que pierdan en las votaciones, nunca habrá una mayoría diferente a la que ya existe. El consenso es conservador, reaccionario. La democracia, por el contrario, vuelve inestable lo estable. Por eso el poder no la rechaza pero la restringe transformándola en su propiedad, expropiando capacidades democráticas a los trabajadores.
Las desastrosas gestiones peronistas necesitan estos procedimientos oscuros para que no haya nada que contraponer a sus fracasos. Paradójicamente, esta imposibilidad de dar batalla al interior de las organizaciones de las masas, estas maniobras sistemáticas de insulto, ocultamiento y consenso –cuando no de la violencia lisa y llana– engendraron a Milei: alguien que desde afuera ponía en cuestión ese conjunto de maniobras, con una radicalidad que no mostraba el reformismo progresista. Ahora, una vez creado al monstruo, sus creadores gritan desesperados porque el monstruo les copia los libretos.
Los trabajadores no podemos escapar de esta situación sin dar algunos pasos previos, sin preparar el terreno. Esto significa que necesitamos volver a reclamar, a defender y a utilizar la democracia. Sobre todo la democracia obrera.
Esto se hace también esencial en las reuniones de quienes se proponen enfrentar las medidas de Milei. Hay un denominador común en ellas: no votar. Históricamente, los socialistas hemos combatido y criticado la democracia burguesa pero no como los peronistas, porque rechacemos «democracia» y anhelemos quedarnos con «burguesa», sino exactamente por lo contrario: nuestro combate a la democracia burguesa es porque, allí donde rige la propiedad capitalista, la disparidad de posibilidades y de poder menoscaba la democracia. La rechazamos por poco democrática, no por democrática. La rechazamos en su limitación, como el único medio de expandirla.
Porque creemos en la voluntad colectiva es que rechazamos la democracia burguesa, en la medida en que buscamos crear una democracia socialista. Pero no rechazamos la democracia en su carácter de un modo superior, por colectivo, de funcionamiento. Y la defendemos de los ataques conservadores, vengan de Milei o de Aristarain.
Extrañamente, vivimos un momento en el que atacar la posibilidad de votar, o sus resultados, se propone como el método para defender la posibilidad de votar y sus resultados.
Rechazando a los Aristarain, proponemos como modo de enfrentar a los gobiernos burgueses el retorno a la democracia de los trabajadores. Nos parece adecuado que las asambleas barriales, en los lugares de trabajos, en los lugares de estudio, voten. No sólo que escuchen lo que tienen para decir los activistas y los militantes, sino también que voten, que se cuenten los participantes y los votos. Estar en la calle es importante, pero derrumbar la ficción de que los trabajadores sólo pueden tener una conciencia peronista también lo es. Y votar es un camino necesario para lograrlo.
Imagen principal: Fotograma de la película Un lugar en el mundo (1992), de Adolfo Aristarain, que pertenece a la escena en la que el personaje interpretado por Federico Luppi se caga en la decisión de la asamblea de la cooperativa (vender la lana a un bajo precio para mejorar un poco sus vidas) y prende fuego el stock mientras le explica a su propia familia: «Ahora no tienen nada que perder. Ahora van a tener que luchar.»
NOTAS:
1Adolfo Aristarain, «Ganar la calle hasta que caiga el gobierno», publicado en Página/12 el 12 de enero de 2024.
2Pablo Montagna, «El sindicalista Víctor Santa María suma dos empresas de publicidad al Grupo Octubre», publicado en La Nación el 31 de mayo de 2022.
3Juan Cruz Guido, «El conflicto en Página 12: lucha salarial y reconocimiento gremial», publicado en Agencia Paco Urondo el 23 de mayo de 2022.
4Javier Lewkowicz, «Si quieren tomar decisiones que armen un partido», publicado en Página/12 el 20 de abril de 2011.
Los peronistas sufren de amnesia, se comportan como chinos, no entende, cuando les hablas de AAA, de los abogados Kirchner que jamás presentaron un habeas corpus en la dictadura 76/83, de la privatización de la jubilación de menem, de la vuelta de la heladera llena y el asado de Fernández, te contestan como cualquier burgués, como macri………te dicen: pasaron cosas.
Todos estos Gerentes Generales de estos 40 años de democracia burguesa nos trajeron a milei, un tipo enamorado de la propiedad privada, los burgueses, las privatizaciones y los ajustes sádicos al pueblo trabajador.
La Asamblea debe votar, ese es nuestro método, el de mi Clase, la Clase Obrera, es ahí donde nos miramos, nos reconocemos y sabemos quien es quien, el consenso es burgués, la votación es Obrera.
Gran aporte Ricardo.