DE UN INDIVIDUALISMO A OTRO: Quien a hierro mata, a hierro muere

El sentido común asume que el individualismo libertario se encuentra en las antípodas del peronismo y el progresismo. Presentarse de esta manera es lo que le permitió a Milei derrotar electoralmente a Massa y al resto del peronismo, aprovechándose del enojo, el cansancio y los malestares provocados por las condiciones de vida que mantuvo y profundizó el gobierno de Alberto Fernández. A su vez, presentarse como lo opuesto al individualismo libertario le permitió a Sergio Massa (y al resto del peronismo) barrer bajo la alfombra del discurso los efectos reales de su gestión y erigirse, así, en defensor de la intervención del Estado.

Sin embargo, observamos que esa erupción libertaria conocida como «batalla cultural» creció y prosperó en un terreno laboriosamente arado, fertilizado y regado por el propio progresismo peronista. Hablamos del terreno en el que mejor se desarrolla el individualismo: el particularismo sensible.

Alberto

Los particularismos e identidades tienden al individualismo porque todo particularismo es divisible hasta el límite del individuo. Las siglas LGBTIQ+ ofrecen un ejemplo cabal de esta dinámica que procede al fraccionamiento de las fracciones: se trata de una yuxtaposición de particularismos, representados en esa serie de letras, que lleva un signo «+» al final para indicar que la serie permanece abierta a otros particularismos sumables.

Una fórmula de ese tenor engendra una deriva imparable, como la que vimos en un acto conducido por el entonces presidente de la nación Alberto Fernández (en compañía de la ministra de mujeres y diversidades, Elizabeth Gómez Alcorta, y el ministro del interior, Eduardo «Wado» de Pedro), al anunciar el lanzamiento del «DNI no binario» y hacer entrega de los primeros ejemplares del documento.

En este nuevo DNI, además de las dos letras que indican el sexo (F y M), ahora hay también una equis (X). De manera que ya no se anota el sexo observado en el cuerpo del recién nacido sino que cada individuo puede elegir cómo quiere que su sexo quede registrado. Así, quien sienta que no es hombre ni mujer puede quedar registrado como «no binario» mediante la equis. El cuestionamiento a la medida gubernamental peronista fue pronunciado, en el mismo acto oficial y por los mismos destinatarios de la medida, bajo la consigna: «No somos X».

Ese cuestionamiento era coherente en su delirio: una vez que el Estado promovió la idea de que el sexo no es un dato biológico sino una identidad sentida, todos los sentimientos se pueden presentar como igualmente válidos y con igual derecho a estampar en su DNI el símbolo adecuado a las preferencias de cada quien, e incluso a rechazar el intento de representar con una grafía la singularidad del sentir individual.

Ya en el Censo Nacional 2022, el gobierno peronista puso al Estado burgués a contabilizar sentimientos en lugar de objetividades1. Y fue el gobierno peronista de la provincia de San Luis el que financió con fondos estatales el «Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries», que ayudó a vaciar el histórico Encuentro Nacional de Mujeres (realizado con independencia política y financiera desde 1986). Por su parte, la ley 26.743 de «identidad de género» fue sancionada y promulgada en 2012, bajo la presidencia de Cristina Fernández. De manera que el particularismo sensible fue alimentado por el peronismo, desde hace bastante tiempo, en una autocomplaciente sinfonía del sentimiento según la cual el amor vence al odio, la patria a los gorilas, el pueblo a los oligarcas, el bien al mal y el capricho a la razón.

Cristina

Cuando a mediados de 2021 Cristina Fernández recomendó, en un acto en Lomas de Zamora, escuchar a L-Gante porque «con esa computadora de Conectar Igualdad que recibió en 2014 hizo un tema que hoy tiene 176 millones de reproducciones en YouTube»2, la por entonces vicepresidenta de la nación estaba ofreciendo la salvación individual y fortuita como senda a seguir por millones de jóvenes trabajadores. Recordemos que, durante su último gobierno, 6 de cada 10 menores de 18 años crecieron bajo la línea de pobreza. Dejemos de lado las turbias implicancias sociales de esta declaración, que el mismo L-Gante brindó enseguida: «La notebook del Gobierno no la tuve en la escuela, la cambié por un celular o vendí el celular para conseguirla, no recuerdo bien»3.

Nos interesa señalar que esa exaltación cristinista del triunfo individual en medio del fracaso multitudinario es el fondo sobre el que se recortan las rimas del artista Wos contra el macrismo4 y estos dichos de Lali Espósito dirigidos a Javier Milei: «Además de desarrollarme como artista, pude hacerlo como productora en ficción y darle trabajo a mucha gente… no conozco otra cosa que no sea trabajar y así me gano lo mío siempre»5. Wos, que pasó de competir los domingos en Parque Rivadavia a convertirse en estrella internacional, y Lali, orgullosa por «darle trabajo a mucha gente» y haberse ganado «lo suyo», refuerzan con el aclamado ejemplo de sus trayectorias profesionales –mucho más que con sus honestas palabras– el discurso individualista de La Libertad Avanza. Cualquier discusión que se apoye en el sentido común liberal (el capitalismo no se cuestiona y cada quien ha de ganarse lo suyo con su propio esfuerzo personal) lo fortalece.

Entre los problemas que acarrea ese sentido común, afirmar que todos los seres humanos somos políticamente iguales es de los más cuestionables, al menos desde el punto de vista social, colectivo, de clase. Si bien poseemos formalmente los mismos derechos jurídicos, abstractos, somos realmente desiguales en cuanto a la capacidad concreta para ejercerlos, para hacerlos valer, para imponerlos. Cuando, en plena campaña electoral, Lali Espósito calificó a Milei de «antiderechos» y Carolina Píparo le respondió que para mucha gente «no existe el derecho a la salud, a la educación, y muchísimo menos el derecho a la seguridad»6, la reaccionaria diputada de La Libertad Avanza estaba más cerca de la verdad que la progresista cantante popular. Pero no por las razones esgrimidas. En la sociedad capitalista, quien posee más dinero y más poder, hace valer mejor sus derechos. En otras palabras, los derechos en el capitalismo tienen el tamaño de la billetera: cuanto más abultada es ésta, más amplios y efectivos son aquéllos.

Javier

El particularismo sensible se nos muestra en la censura que se impone contra el disenso mediante la calificación de «discurso de odio»: disentir con lo que una persona está afirmando supondría un sentimiento de odio en quien no comparte opinión. Hoy escandaliza la agresividad con la que Milei responde a las más insignificantes divergencias7. Pero fue el peronismo progresista quien alimentó durante años ese privilegio de las emociones por sobre las razones y del «sentipensar» por sobre la argumentación. Mientras que el desacuerdo compromete una discusión razonada, «sentirse ofendido» cancela cualquier debate que implique razonar. Por este camino se llega a invertir la materialidad de la violencia, estableciendo que duelen más las palabras que los golpes, los símbolos que las cosas y los discursos que las prácticas: si el patrón de medida es lo que cada uno siente y cualquier disidencia argumental puede sentirse como un puñal partiéndonos el pecho, entonces no hay mejor representante de ese particularismo sensible que Javier Milei.

Pocos asuntos echaron tanta mano a la cancelación como el de la «identidad de género»: el transactivismo ha bregado por instaurar un clima de temor hacia la acusación de «transfobia» contra quienes digamos algo que no sea la aceptación de la identidad sentida como si fuera una verdad incuestionable. Por otra parte, cualquier crítica en esta dirección es tomada como un ataque a los DDHH, todo lo cual por supuesto que contribuyó a un desprecio generalizado –que ya había sido sembrado y abonado por el peronismo– hacia ese discurso8.

La lógica individualista enseña que debo preocuparme por mí: los demás ya se preocuparán por sí mismos. De esta manera, el problema que mi conciencia ha de resolver toma como punto de partida mis deseos, mis anhelos, mis intereses, mis ganas: lo social ya no es un acuerdo general sino la suma aritmética de intenciones, ganas y pretensiones personales que se compensan y limitan entre sí. El sentimiento propio desplaza a la razón común.

Las políticas identitarias (soy lo que quiero ser, me defino a mí mismo), al prescindir de la sanción del otro social que permite establecer criterios sociales, abrieron el camino a las ideas libertarias. Éstas sólo tuvieron que desbrozar esos planteos de una entelequia preñada de falsedad: las «comunidades» como mediadoras. Dado que un conjunto de mismidades no es una comunidad sino una facción, y dado que las verdaderas comunidades se oponen –por lógica– a las identidades, hay sólo un paso desde la prédica individualista del progre hasta la libertaria. Apenas media una tarea de sinceramiento intelectual: el racismo, la homofobia y la misoginia también pueden ser identidades y soldar minorías intensas.

Ofelia

Las políticas identitarias trasladan los problemas desde la falta de mecanismos democráticos a la cuestión democrática misma. El problema emergente es la existencia de las mayorías (de allí la pasión por lo minoritario) y no los canales de expresión o representación de las minorías. Y si el problema son las mayorías y su poder «tiránico» favorecido por la democracia, entonces la preeminencia de las minorías y los particularismos irá de la mano con la falta de democracia y de derechos, empezando por el muy elemental derecho a la opinión. Sobre todo, nos referimos a la opinión de quienes carecemos de poder y dinero. Porque los que tienen poder y dinero jamás necesitaron de «los derechos» para hacer valer su voz, que se amplifica no por derecho sino por el hecho de la supremacía económica.

En estas condiciones, las mayorías son postergadas en beneficio de minorías poderosas: la clase burguesa, primero, y en segundo lugar las minorías aliadas a esa clase social. La ardua tarea de tejer alianzas con objetivos comunes es reemplazada por la de fraguar acuerdos particulares con el poder e implantar, desde allí, los intereses particulares. Se forma de este modo un círculo vicioso, porque una minoría que se impone sobre las mayorías por la vía de acordar con los poderosos, sin hacerse carne en las mayorías, relanza inexorablemente el rechazo hacia sí misma9.

El llamado «lenguaje inclusivo» es un ejemplo tenaz de esa estrategia. Las lenguas son sistemas ecológicos que, como otros organismos naturales, evolucionan y se adaptan espontáneamente a las exigencias del entorno.10 Se modifican en la práctica cotidiana, a lo largo del tiempo, extendiéndose por la aceptación voluntaria, el uso y la costumbre. Su funcionamiento no emana de las regulaciones y normas dictadas por una academia, sino que la academia se limita a registrar los cambios y anomalías, a menudo tardíamente, con un altísimo grado de espontaneidad y capricho.

Contrariamente a ese funcionamiento social, el peronismo progresista eligió proponer una neolengua y trató de imponerla desde arriba. Axel Kicillof y autoridades universitarias nacionales obligaban a modificar el modo aceptado y común de hablar. El rechazo que esta jugada provocó en millones de trabajadores no fue reconocido por el progresismo hasta que la figura de Milei se impuso en las encuestas y en las urnas.

De ahí que Ofelia Fernández, una mujer que surgió a la vida política como dirigente de una ultra minoría sobrerrepresentada (los estudiantes de los colegios secundarios de la UBA: el Nacional Buenos Aires y el Carlos Pellegrini) abandonó la broma y, desde hace rato, habla en el modo que facilita que la entiendan. En el lenguaje de la mayoría.

Es comprensible que las batallas culturales y políticas porten la ambición de incidir en el lenguaje. Pero hay dos caminos para ello: o bien incidir en el lenguaje desde arriba, en una alianza de minorías (la clase burguesa entre ellas); o bien incidir desde abajo, consiguiendo que la novedad sea aceptada, abrazada y empleada masiva y voluntariamente.

Minorías particulares que se imponen sobre las mayorías con la mediación del poder y el dinero, que recurren a los métodos de la cancelación, la censura y la pena, se exponen a que ese mismo camino sea recorrido por otras minorías. La burguesía, la minoría determinante de nuestro sistema social, llega así a un modo de ratificación de sí misma por la vía de quienes se dicen emancipadores. El gobierno libertario de Milei es la etapa superior del peronismo progresista.

NOTAS:

1Analizamos esto en «El cómputo de las autopercepciones», Sencillito #04 publicado el 9 de febrero de 2023.

2«Quién es L-Gante, el trapero que elogió Cristina Kirchner…», nota en Infobae publicada el 1 de julio de 2021.

3«L-Gante: “La notebook del Gobierno no la tuve en la escuela, la cambié por un celular”», nota publicada en Clarín el 2 de julio de 2021.

4«En medio de su show, Wos lanzó una indirecta contra Javier Milei, Mauricio Macri y Patricia Bullrich», nota publicada en Infobae el 28 de octubre de 2023.

5Erik Gómez, «La contundente respuesta de Lali a Milei: “La información falsa vuelve a su discurso injusto y violento”», nota publicada en Página/12 el 16 de febrero de 2024.

6«Carolina Piparo le contestó a Lali Espósito: “La gente con su voto nos mostró que no hay ningún derecho en este país”», nota publicada en Infobae el 15 de agosto de 2023.

7Por ejemplo, en este diálogo con Jorge Campos: «Javier Milei se cruzó con un periodista paraguayo y no descartó su reelección: “Podría llegar a estar por ocho años”», publicada en El Intransigente el 6 de abril de 2024.

8Hemos escrito varias notas al respecto. Véase, por ejemplo, nuestro editorial número 9: «Éxito Y Fracaso De Los Votantes Libertarios», publicado el 6 de abril de 2024.

9Caracterizamos este círculo vicioso en varias notas. Por ejemplo, en nuestro editorial número 6: «La dignidad en el rechazo a las propuestas miserables», publicado el 30 de septiembre de 2023.

10M. Victoria Escandell-Vidal, «En torno al género inclusivo», 2020.

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