Sencillito #22: DOCTORES EN CENSURA: El Directorio del CONICET contra los personajes de historieta.

Vivimos en un país en que la inflación del 110% presumiblemente llegará al 180%; la pobreza del 40%, en el futuro inmediato, incluirá a más de la mitad de la población; las reservas del Banco Central se consignarán prontamente en números negativos. Es decir, en un país con muchas cosas importantes que predecir y anticipar. Un país que necesita del conocimiento científico para entender y señalar las demasiadas cosas trascendentes a las que hay que enfrentar. En este país, la principal estructura del Estado que alberga y financia a los científicos, el CONICET, a través de uno de sus directores (que respalda al twitero que hizo punta), se dedica a censurar historietas…

Se trata de la tira «Es lo que hay», que publica Clarín. La publicación del jueves muestra a dos hombres conversando mientras uno abre la puerta de un taxi: «Vamos en taxi, te pago una cena» dice uno. Le responde el otro: «Pero, ¿tenés guita? En serio» y el primero remata con: «Claro, soy docente… Soy ñoqui… Estoy en el Conicet».

El director del Conicet, Alberto Kornblihtt, remarcó que tiene comprensión de texto, algo acerca de lo que no caben dudas. Pero carece de buena fe. Veámoslo enredar el asunto al explicarse:

Acepté la redacción del comunicado porque me parece que Altuna no es un victimario, pero está siendo víctima del sentido común que se estableció previamente de que el Conicet tiene ñoquis. Sea irónicamente, metafóricamente… yo les pregunto qué hubieran dicho si la historieta decía «soy ñoqui porque soy enfermero del hospital público» o «soy ñoqui porque soy maestro de una escuela pública primaria». [Fuente]

Para justificar la censura introduce una palabra que no está en la tira: «porque». Lógicamente decir «soy ñoqui, estoy en el Conicet» no implica de ninguna manera que todos los empleados el Conicet sean ñoquis, sino que hay al menos uno que lo es. Decir «soy ñoqui porque estoy en el Conicet» señala lo contrarioo: que ser del Conicet IMPLICA ser ñoqui. Lo que dice el científico es opuesto a lo que dice el personaje de la historieta. Además de la mala fe, si continuamos con la explicación, nos encontramos con otro absurdo:

En ese contexto, repetir, aunque sea en boca de un personaje, una cosa que forma parte de un sentido común creado a propósito, tiene un doble filo.

Si hay una corriente de pensamiento –de sentido común creado, como dice el funcionario biólogo– que señala a los trabajadores del Conicet como ñoquis, ¿cómo podría construirse una tira costumbrista, cuya obligación es tener un alto grado de verosimilitud con personajes cotidianos, impedido de manera absoluta de expresar el sentido común? ¿Sería graciosa, entretenida, atractiva (las obligaciones de una historieta) una tira que, en lugar de tener contacto con la realidad tal cual es, mostrara personajes tan increíblemente correctos que rozara el absurdo y el aburrimiento? ¿No logran percibir estos científicos que entre el mundo tal cual es –tal cual se piensa en él y se actúa en él– y el mundo imaginado, hay distancia? No. Porque ya viven en un mundo de fantasía y engaño. Por eso el director alerta:

Pero hay una base, que no es de ahora, que cuando se desprestigia a una institución estatal, que además es virtuosa, el sentido es crear un caldo de cultivo que después permita hacer un ajuste.

En el mundo de estos científicos, en el país en el que viven estos científicos, hoy no hay ajuste. El ajuste se está preparando a través de historietas. Historietas que podrían envenenar la cabeza de los trabajadores, si no estuvieran los kirchneristas del Conicet para alertarnos. Chorrea elitismo en esas palabras.

Pero no chorrea más que la alcahuetería. Porque no sólo suponen que, salvo ellos, el país está poblado de imbéciles, sino que están convencidos del carácter descerebrado de la población trabajadora, pues no nos daríamos cuenta de que ESTO ES UN AJUSTE, un ajuste brutal, un ajuste inédito. Un ajuste, ya que hablamos del Conicet, digno de ser estudiado. Y que será recordado como uno de los gobiernos más antiobreros de la historia.

Buscar como enemigo a un dibujante para atribuirle a uno de sus personajes de historieta la responsabilidad por el descrédito de los trabajadores del conocimiento y la educación, intenta ocultar que las peores injurias no vienen de un dibujito sino de la propia dirigente a la que reivindican. Es ella, la actual Vicepresidenta de la nación, quien trató a los docentes de privilegiados por trabajar poco, sólo 4 horas, y tener 3 meses de vacaciones [ver aquí]. Es la dirigente más importante del actual gobierno y la segunda en la jerarquía institucional. Y no lo hizo tratando de construir una narrativa dramática, una historieta, sino tratando de desprestigiar a los trabajadores de la educación y el conocimiento para aplicar los recortes de su «sintonía fina».

Estos dirigentes del Conicet continúan una línea inaugurada con el fundador de la institución, Bernardo Houssay, que recibió el primer premio Nobel de ciencia para un argentino en el año 1947, poco después de haber sido cesanteado de la Universidad por haber firmado una declaración en contra del golpe del ´43, contra Perón entre otros.

A estos dirigentes no les importa la cesantía de grandes científicos, porque son parte de la organización que los ha perseguido. No les interesa la denigración de los trabajadores de la educación y el conocimiento, porque son parte de la organización que los relega y trata de vagos y privilegiados. No les interesa el ajuste actual, porque sólo están especulando con cuánto podrán retener de las cajas que administran. No defienden a los trabajadores del Conicet, se defienden ellos mismos. Buscan un hombre de paja –de papel, mejor dicho–, para poder abrir la boca en un momento en que las condiciones señaladas al principio del artículo les obligan a callar.

Lamentablemente, la censura oficial es poderosa y amedrenta: Horacio Altuna se disculpó por algo que no hizo, como esos condenados por Stalin a los que les prestaban dentaduras postizas para que pudieran confesar públicamente crímenes que no sólo no habían cometido, sino que no podían haber cometido.

El mundo de estos funcionarios y científicos es un mundo donde todos alaban al poder hasta el aburrimiento, donde las historietas carecen de sentido dramático, de bromas y de chistes porque solo pueden ser políticamente correctas. El mundo que anhelan, si llega, si no impedimos que llegue, ya ha sido descripto con anticipación en estos versos de Ana Ajmatova:

Esto sucedió en tiempos en que sólo los muertos sonreían,

alegres por haber hallado al fin reposo…

Imagen principal: portada de Ficcionario (1988), de Horacio Altuna, intervenida para la ocasión.

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