El Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) se realizaba en Argentina, con independencia política y de manera autogestiva, desde 1986. En 2022 el peronismo, con fondos del Estado provincial de San Luis, convirtió el ENM en «Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries» (EPMLTTBIyNB). La operación estuvo a cargo de la entonces secretaria de la Mujer, Diversidad e Igualdad, Ayelén Mezzina, la misma funcionaria que –mientras ocupaba el cargo de ministra nacional de las Mujeres, Géneros y Diversidad– miró deliberadamente para otro lado cuando Fabiola Yáñez le pidió socorro por las palizas que le daba el presidente Alberto Fernández1.
La maniobra no sólo fue útil al propósito de borrar a las mujeres como sujeto político del feminismo sino que consiguió expropiar (nominalmente) la historia del ENM: el encuentro de San Luis no adoptó el año «uno» para su nuevo e ilógico nombre sino que se atribuyó los 34 años de lucha anteriores2. Esta atribución (más bien saqueo) es consecuencia del mismo pensamiento mágico y prepotente con el que el transactivismo defiende el cambio de registro del sexo en el DNI y en la partida de nacimiento, organiza rituales funerarios de «duelo» por la «pérdida» del niño triste que ahora es niña feliz3 y silencia a los miles de arrepentidos (desistidores y destransicionadores) como si no existieran: borra los rastros de la materialidad del pasado porque necesita mentir –y mentirse– que ese pasado no aconteció, que la realidad no es como es y más le vale a todo el mundo aceptarlo sin dudas, preguntas o críticas. Soy lo que siento que soy. Soy lo que digo que soy. Procésenlo.
Los partidos trotskistas del FITU (PTS, PO, IS, MST) anunciando su arribo al encuentro de San Luis. En el centro, el anuncio de Ademys para el encuentro en Jujuy, dos años después, donde presentó la guía que analizamos más abajo.
El peronismo no lo hizo únicamente con su aparato y los recursos del Estado a su cargo: todos los partidos trotskistas del FITU avalaron esa expropiación. Y la siguen apoyando con la participación activa en cada nueva edición del EPMLTTBIyNB. La deriva del trotskismo argentino a este respecto, desde su temprana reivindicación feminista del derecho al aborto en los años 70 (lo documentamos en la primera entrega de esta serie) hasta la actual mezcolanza de agendas políticas (confundidas en el cambalache misógino y oscurantista del transactivismo), merece un balance crítico que no haremos aquí.
Limitémonos a observar que aquel programa del PST en 1973, arraigado en la lucha de una mayoría, las mujeres (o sea, el sujeto político del feminismo, la mitad de la población humana), por las reivindicaciones feministas y en las luchas LGB por derechos democráticos elementales (contra la persecución y la discriminación por razones de orientación sexual), acabó totalmente eclipsado por el individualismo sentimentalista con delirios de omnipotencia que hemos descripto en los dos artículos anteriores y que se ha erigido en torno a la supuesta realidad de un ente metafísico bautizado como identidad de género. De las mayorías a las minorías, del proyecto socialista a uno radicalmente liberal.
La guía de Ademys
En 2024, el EPMLTTBIyNB se realizó en Jujuy. Allí, la conducción trotskista del sindicato docente Ademys (CABA) presentó una Guía orientativa para el Acompañamiento y la Actuación: Infancias y Adolescencias TRANS/TRAVESTIS en las escuelas.
Por razones de extensión en nuestro blog, no haremos un análisis exhaustivo de cada punto alarmante que encontramos, sino que nos detendremos en algunos. Empecemos con los «Recursos para acompañar» que la guía recomienda, ya que son materiales que refuerzan nuestros argumentos. Los citamos tal como aparecen, es decir, con el escrupuloso desatino que reemplaza cualquier método de citas en la redacción de esta guía:
- Quereme Trans: un informe necesario.
- Nuestra ESI Trans en PDF.
- Un mundo donde quepan Todes (ESI con perspectiva Trans Travesti), de Gabriela Mansilla. Editorial Chirimbote.
- Crianzas, de Susy Shock.
La presentación titulada «ESI para desarmar prejuicios y mitos» afirma en su primer párrafo que, debido a «diferentes formas de violencia», la expectativa de vida de las «infancias y adolescencias trans/travestis» es de 35 años. Esta cifra es esgrimida también en Quereme Trans. Pero, a diferencia de la guía de Ademys, Quereme Trans sí explicita la fuente: un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de 2015 sobre la situación de «Personas Lesbianas, Gay, Bisexuales, Trans e Intersex en América». El pasaje de donde se toma la socorrida cifra de los «35 años de edad» dice así:
Organizaciones latinoamericanas informan que la expectativa de vida de las mujeres trans en la región es de 30 a 35 años de edad. Según la información estadística recolectada por la CIDH, 80% de las personas trans asesinadas durante un periodo de 15 meses tenía 35 años de edad o menos. La CIDH ha recibido informes consistentes que demuestran que las mujeres trans que ejercen trabajo sexual son particularmente vulnerables a la violencia en su entorno comunitario, incluyendo asesinatos cometidos por particulares, sus clientes, grupos ilegales armados o pandillas.4
La filósofa y femenista mexicana Laura Lecuona, a quien La Izquierda Diario conoce muy bien5, desarmó ese mito (y sus prejuicios consecuentes) en el libro Cuando lo trans no es transgresor (Mentiras y peligros de la identidad de género), edición a cargo de la autora –adivinen por qué–, 2022, páginas 119 y 120, que citamos a continuación:
En este informe de un órgano principal y autónomo de la Organización de los Estados Americanos, realizado con apoyo financiero de la Fundación Arcus, ONUSIDA, el Reino de los Países Bajos y los gobiernos de otros países, se está extrapolando la edad que tenía el 80% de las personas trans asesinadas a la totalidad de las mujeres trans de América Latina. Es más, si suponemos, como insinúa ese párrafo, que gran parte de las personas trans asesinadas se dedicaban a la prostitución, tampoco es válido inferir que la totalidad de las personas trans que se dedican a la prostitución tengan una esperanza de vida de 35 años, porque la cifra no toma en cuenta a todas las que, aun dedicándose a la prostitución, no son asesinadas, sino sólo a las que desgraciadamente sí. Y ni siquiera en el extraordinario y trágico caso de que la totalidad de las mujeres trans dedicadas a la prostitución en América Latina fueran asesinadas entre los 30 y los 35 años podría decirse que esa edad tan joven es la esperanza de vida de todas las mujeres trans de América Latina, a menos que el 100% de éstas se dedicaran a la prostitución.
A partir de lo que ocurre en un subconjunto del conjunto de las personas trans latinoamericanas vivas o muertas (en este caso el subconjunto constituido específicamente por el 80% de las personas trans latinoamericanas que murieron asesinadas en cierto periodo) no pueden sacarse conclusiones sobre lo que ocurre en otro subconjunto muy distinto (en este caso, todas las mujeres trans de América Latina), ya ni se diga extrapolarlo a un conjunto mucho más amplio, por ejemplo, todas las personas trans del mundo. Pero a lo mejor la estadística no es el fuerte de las organizaciones latinoamericanas que mandaron sus números a la CIDH ni de quienes esgrimen esos datos para aleccionar a las aliadas trans.6
Volvamos al primer párrafo de la guía de Ademys, porque el encadenamiento de etapas biográficas que presenta es muy parecido al montaje inicial de imágenes en el capítulo «INFANCIAS» de Quereme Trans: hay una conexión directa entre el sistema prostituyente y los niños y adolescentes, en tanto esa «corta expectativa de vida» de 35 años a la que recurre la guía de Ademys se refiere (como leímos en el pasaje de la CIDH que citamos) a personas trans «dedicadas» a la prostitución (recordemos que el trotskismo defiende la regulación de la explotación sexual, por eso aplaude que la proxeneta Georgina Orellano conduzca las asambleas del 8M)7. No deja de sorprendernos que esta guía, pensada para los trabajadores de la educación, haya sido redactada por un sindicato docente conducido por la izquierda.
Dejaremos de lado el uso de la equis impronunciable, que puebla la guía junto a neologismos como «infancias» y «adolescencias»8. Vayamos a los pasajes que exponen el delirio transactivista en todo su esplendor.
La orientación sexual sin sexo
El apartado «¿Qué es la Identidad de Género» cita el marco legal que ya analizamos. Y agrega dos distinciones que, según la guía de Ademys, no deberían confundirse con la identidad de género: «orientación sexual» y «expresión de género». Leemos:
¡Ojo! La IDENTIDAD DE GÉNERO no es lo mismo que la ORIENTACIÓN SEXUAL. La orientación hace referencia a la atracción física, emocional, erótica, afectiva, espiritual que siente una persona por otra. Es una percepción subjetiva. Existen distintas orientaciones sexuales: hetero, homo, pan, bi, asexual, etc.
Nos llaman la atención dos cosas. Primero, que la definición de Ademys no sólo borra el sexo (en rigor, eso ya lo hicieron los Principios de Yogyakarta que analizamos la vez anterior), sino que borra el adjetivo «sexual», último rastro, apenas gráfico, de la materialidad del cuerpo: la orientación sexual se convierte en mera orientación sin adjetivos, que hace referencia a una serie de variantes («física, emocional, erótica, afectiva, espiritual», sin puntos suspensivos ni signo de adición ni la palabra «etcétera» que dé a entender la posibilidades de un listado de variantes más amplio) que no incluye la atracción sexual. Hasta los Principios de Yogyakarta la incluyen, pero Ademys no. Para la conducción ¿socialista?, ¿feminista?, ¿materialista?, de Ademys la orientación sexual tiene que ver con la «atracción espiritual» pero no tiene nada que ver con la atracción sexual.
Segundo, nos interesa el listado de orientaciones sexuales. Porque, en tanto la especie humana presenta dos sexos, las combinaciones posibles no dan un número indefinido o conjetural de orientaciones sexuales. Lo vimos en la entrega anterior: lesbiana, gay y bisexual. Las siglas LGB. Por eso se trata de la orientación sexual: remite al sexo. Sin embargo, la conducción de Ademys hace depender la orientación sexual no de los dos sexos sino de los virtualmente infinitos géneros «autopercibidos»9. Y no es que Ademys simplemente confunda el sexo con el género, sino que diluye al sexo como dato objetivo de la biología humana en la proliferación indetenible de las vivencias subjetivas. Por esta vía se cae en situaciones ridículas (dignas de un sketch de los Monty Python) como la que vivió el gobierno peronista al entregar el primer DNI «no binario»: un grupo de activistas intervino el acto bajo la consigna «No somos una X»10. Para colmo, al añadir como variante «asexual», la guía de Ademys incluye la ausencia de orientación sexual entre las orientaciones sexuales, es decir, incluye la negación entre las positividades. Y el «etc.», que no incluyó antes, lo incluye ahora. Ríanse de la enciclopedia china de Borges.
Imagen incluida en Nuestra ESI Trans, que Ademys recomienda como recurso.
Otra clasificación de Ademys que ejerce el caos: «el reconocimiento legal es una enorme conquista del movimiento lgtbiq+ y mujeres». Pero, si la letra L de las siglas se refiere a las lesbianas, ¿por qué las mujeres están aparte en la fórmula? ¿Acaso las lesbianas no son mujeres? Insistimos con esto: se trata de un folleto cuyo texto no alcanza las 6 carillas A4, no es La crítica de la razón pura (en cuyo prólogo a la segunda edición Kant admite la vulnerabilidad de algunos «pasajes aislados» pero «ni el menor peligro» en la «estructura orgánica» del texto «considerado como unidad»); de manera que resulta imposible adjudicarle esta arbitrariedad conceptual a las dificultades para abarcar exhaustivamente el entramado de ideas. Se trata de un concurso de afirmaciones ilógicas atado con sentimientos y desprovisto de conexiones coherentes (ya no digamos con un programa de reivindicaciones mínimas, sino) siquiera con algún programa más allá del solipsismo.
En cuanto a la expresión de género, la guía sostiene: «Es el modo en que cada unx elige expresar su identidad». Se da por supuesta la entidad metafísica y se considera que la manera como las personas manifestamos nuestra adhesión a un estereotipo sexista (que es histórico, social, mutable), a través de la estética, el habla, la gestualidad, es la manifestación de esa entidad eterna e innata. La entrada homónima del glosario que la guía presenta al final (tomado de las definiciones que ofrece la CIDH) incluye las «modificaciones corporales», lo cual refuerza nuestros argumentos.
El texto es tajante acerca de lo que implica la ley de Identidad de Género: «esta ley establece la obligatoriedad en el respeto a la identidad de género de todxs y especialmente de niñxs y adolescentes» (subrayamos). Lo vimos cuando analizamos la ley: todo el mundo está obligado a aceptar lo que cualquier individuo diga que siente como su identidad de género, sin margen para la duda, el disenso, la exploración materialista de las causas y mucho menos el intercambio de argumentos. «Especialmente», enfatiza la guía de Ademys, si los portadores de esta verdad revelada son menores de edad: si un niño o un adolescente manifiesta una identidad de género, la única prueba que se necesita es esa pura, espontánea, autogenerada y natural verbalización de una esencia que anida en lo más profundo de su ser. En lugar de colaborar con la exploración de las posibles causas del malestar que presenta un niño o un adolescente, Ademys propone facilitar y acompañar los procesos de transición desde un enfoque afirmativo. En la página 4 leemos:
¡Acompañar con escucha, no con preguntas! […]
Escuchar siempre a la niña, niño, niñe, adolescente, implica tener en cuenta su consentimiento. Son sujetxs de derechos. No objetos de tutela.
Acompañar SU proceso, no desde el deber ser sino desde el proceso que va realizando cada niñx/adolescente.
Se trata de un discurso que descarga al adulto de la responsabilidad de poner límites y decir que no para dejar al menor librado a la suerte de la voluntad y los recursos simbólicos que haya podido engendrar en su corta e inmadura biografía para asimilar críticamente el discurso transactivista. Un discurso que confunde el respeto con el consentimiento y la comprensión con la condescendencia. A semejante abandono de las responsabilidades que corresponden a los adultos el progresismo lo llama, en el ámbito familiar, «crianza respetuosa» (o «crianza terapéutica», como explica el reciente libro de Abigail Shrier, Mala terapia. Por qué los niños no maduran).
Pero disentir con alguien, incluso cuando afirma algo sobre sí mismo, no es faltar el respeto. Respetar a alguien es considerarlo capaz de pensar racionalmente, capaz de argumentar sus posiciones y capaz de permitir que sus interlocutores hagan lo mismo. Comprender no es aceptar incondicionalmente lo que un niño o un adolescente afirman acerca de sí mismos, porque si todos los adultos podemos equivocarnos cuando hablamos de nosotros mismos, ¡¿cómo no va a poder equivocarse un niño o un adolescente?! Sin embargo, la conducción de Ademys recomienda apoyarse en consideraciones dogmáticas como la de esta ESI Trans. Se trata del mismo discurso que tienen organizaciones como Chrysallis, Euforia, Naizen o Lambda. En todas ellas, explica La coeducación secuestrada:
…se les ofrece la misma «guía de acompañamiento para familias trans», pues no importa de qué asociación se trate: sólo cambia la portada, el título, el formato, el logo y el idioma, el contenido es idéntico. Y es que, si el transgenerismo se basa en un dogma de fe, estas guías son su texto fundacional internacional. En ellas, leemos: «Si te dice que es trans, nadie más puede saberlo. Confía, respeta y acompaña» o «Debes comunicarle al niño que lo aceptas y respetas como es».11
Este dogma de fe abrazado por Ademys supone que hay una verdad únicamente accesible al niño o el adolescente, algo tan «nuevo» y «revolucionario» que nuestros anquilosados criterios de adulto reaccionario se resisten a creer. El parecido con la dinámica de funcionamiento de las sectas ante una supuesta verdad revelada es aterrador. En la página 6, el sindicato les recomienda a los trabajadores docentes:
Siempre, antes de hablar con la familia, debemos preguntar a le niñe o adolescente si quiere que la misma sepa sobre su identidad autopercibida trans o no binaria.
Ademys recomienda ocultarle a la familia –si un niño o un adolescente así lo pide– el inicio de un proceso que puede derivar en transición social, bloqueadores de la pubertad, hormonización cruzada y cirugías para el cambio de apariencia. Si un escolar se lastima jugando en el recreo, la escuela llama a la familia; pero si el mismo escolar declara sentir una identidad de género que no coincide con su cuerpo, ¿hay que ocultárselo a la familia? La adolescencia es la etapa más inestable del desarrollo humano, supone la crisis corporal, psicológica, social y existencial por excelencia donde se rompe con el pasado y se abre un futuro incierto e inseguro (por más que fascinante): vulnerabilidad, baja autoestima, necesidad de ser aceptado por el grupo de pares, desagrado por el propio cuerpo durante los cambios naturales que experimenta, desidealización de los referentes anteriores y necesidad de unos nuevos, etc. ¿Y qué decir acerca de la fragilidad de un niño y su inmadurez de criterio para discernir entre la fantasía (a la cual tiene pleno derecho) y la realidad? Sin embargo, para la conducción izquierdista de Ademys ahí está la vanguardia de la deconstrucción (ya que no del socialismo) y los adultos seríamos su retaguardia:
¡Y sí, tenemos que romper nuestros prejuicios binarios!
Muchas veces les jóvenes se deconstruyen más rápido que nosotres. Será su decisión cómo vestirse, cómo modificar su apariencia o cuerpos. [p. 5]
Para esta guía de Ademys, el carácter binario de la especie humana es un prejuicio. Y «modificar el cuerpo» se halla en el mismo nivel que cambiar de indumentaria: usar bloqueadores de la pubertad, ¿sería como andar en crocs?; una doble mastectomía, ¿como cambiar de camiseta? No hay margen para la broma en este material de Ademys dirigido a los trabajadores de la educación, porque el absurdo no tiene límites:
Por ello, tengamos o no estudiantes que expresen autopercepciones de género distintas a las otorgadas al nacer, debemos en las aulas animarnos a romper con nuestros propios esquemas binarios y:
- Visibilizar las distintas corporalidades posibles
- Visibilizar y nombrar otras configuraciones de la sexualidad que no se definen por la genitalidad y promover que siempre se abra el espectro de posibilidades
- Hablar de personas que menstrúan y gestan y no de varones/mujeres
- Plantear experiencias diversas de familias no tradicionales, de elección de crianza y maternidades
- Reivindicar nuestro derecho y el de todes a sentirse y ser lo que se autoperciba
La dirección trotskista de un sindicato docente les dice a sus afiliados «debemos animarnos» a reivindicar el derecho a ser lo que cada uno se autoperciba, que es la fórmula del individualismo extremo con delirio de omnipotencia que ya criticamos. Invita, además, a «hablar de personas que menstrúan y gestan y no de varones/mujeres», que es la fórmula literal del borrado de las mujeres.
¿Conocerá la conducción de Ademys el libro Mujeres invisibles para la medicina, de la médica endocrinóloga Carme Valls Llobet, publicado en 2006 pero actualizado y reeditado en 2020? En ese libro se documenta que recién entrado el siglo XXI se pudo constatar, superando levemente el sesgo androcéntrico de la medicina, que existen diferencias en la manifestación clínica de las enfermedades cardíacas, autoinmunes, endocrinas, respiratorias y en las alteraciones de la salud mental (Madrid, Capitan Swing, 2020, pp. 171-2). En «Genes van, piñas vienen (El caso Khelif, la izquierda progresista y un delirio peligroso)» reseñamos el artículo «El impacto del sexo en la expresión génica de los tejidos humanos», donde un grupo de científicos presentó pruebas de que las diferencias entre hombres y mujeres no se limitan a los tejidos comúnmente asociados con las características sexuales (como ovarios y testículos), sino que también se encuentran en una amplia variedad de tejidos que no están directamente relacionados con las funciones reproductivas (cerebro, hígado, corazón y músculos, por ejemplo).
Contra cualquier atisbo de razón y con un ímpetu reaccionario superior al de cualquier corriente retrógada capaz de reconocer la existencia de las mujeres, la conducción trotskista de Ademys propone desconocer todos estos avances científicos borrando a las hembras de la especie humana mediante esa neolengua que las bautizaría «personas que menstrúan y gestan».
«La función de los mingitorios»
En la página 5, la guía de Ademys propone que los escolares elijan ir al baño en el que se sientan más cómodos. «Podrá elegir ir al baño de los o las estudiantes» (atenti, que acá no se recurrió ni a la «x» ni a la «e», sino que se recurrió a la corrección gramatical). De manera que si un niño o un adolescente dice sentirse más cómodo yendo al baño de las niñas o de las adolescentes, ¿los maestros y profesores deben privilegiar la comodidad de un varón por encima de la comodidad y la seguridad de las niñas y las adolescentes? El sitio Docentes Feministas por la Coeducación (DoFemCo) elaboró un documento titulado «Por qué deben mantenerse los aseos y vestuarios separados por sexo en los centros educativos»:
Los aseos y vestuarios separados por sexo son espacios que se han creado como medida de protección y de seguridad para las niñas y mujeres, ya que son susceptibles de ser escenario propicio para el abuso y el acoso sexual. Son conocidos los casos de grabaciones mediante teléfonos móviles y difusión a través de las redes sociales o webs porno, intimidación, abuso sexual y violación en aseos y vestuarios de edificios públicos, incluidos centros educativos. […]
Los datos estadísticos indican que las agresiones y abusos contra menores de edad se han multiplicado por 4 en la última década. Según el Estudio ANAR de Abuso sexual en la infancia y la adolescencia las víctimas son en su inmensa mayoría mujeres (78,3%), de las cuales el 59,1% son adolescentes de 13 a 18 años. En relación con el lugar donde suceden los abusos, el 77,7% de los abusos a menores de edad, se producen en su propio hogar, en otras casas del entorno o bien en el entorno educativo.
Se da la paradoja de que se atiende a la subjetividad adolescente y no al sexo para el uso de espacios especialmente sensibles para las niñas y mujeres mientras que, en paralelo, se abren protocolos y se desarrollan programas de prevención del acoso escolar y ciberacoso con gran preocupación y concienciación de la comunidad educativa y de las instituciones.
No sólo debemos atender a la seguridad de las niñas y mujeres ante el acoso o abuso sexual, sino también a su comodidad. Un espacio en el que una niña o mujer tiene que desnudarse debe ser un sitio privado y cómodo en el que pueda hacerlo con toda la tranquilidad. Muchas adolescentes pueden sentirse muy inseguras con los cambios corporales que experimentan, así como con sus primeras menstruaciones. Es muy probable que, en el caso de no contar con aseos y vestuarios separados por sexo, muchas niñas y adolescentes no deseen ir al servicio o accedan a él con inquietud, miedo o rechazo.
Este último aspecto, la reticencia a ir al baño por parte de niñas y mujeres cuando es posible encontrarse allí con un varón, nos permite contemplar un problema arquitectónico más amplio y profundo en términos sociales. Un problema que la conducción de Ademys parece no haber considerado, aunque manifiesta cierta preocupación por las instalaciones cuando sugiere sacar los mingitorios por la «función» que cumplirían. La guía no explicita cuál es esa enigmática función que ameritaría quitar los mingitorios, así la explicitamos nosotros: sirven para facilitar que los machos de la especie meen parados, sin salpicar las paredes ni el piso, aprovechando al máximo el espacio del baño y reduciendo las superficies a desinfectar. Sin embargo, la conducción de Ademys no está sola en esta iniciativa. El Código de Edificación de la Ciudad de Buenos Aires dice en el inciso (a) del artículo 3.8.3.6.2.8: «En caso en que se opte por servicios de salubridad sin distinción de género, se suprime el uso de mingitorios». El inciso se titula Servicio de Salubridad para Alumnos y Alumnas: Nivel Primario y Secundario y empieza confundiendo sexo y género como si no pasara nada:
Artículo 3.8.3.6.2.7. del texto del Código de Edificación de la Ciudad de Buenos Aires ordenado según Ley 6.100 y modificatoria Ley 6.438 que puede descargarse aquí.
A propósito de esta preocupación sanitaria, la periodista británica Caroline Criado Pérez observa, en el capítulo «Los urinarios de género neutro» de su libro La mujer invisible, lo siguiente:
A primera vista, puede parecer justo y equitativo dar el mismo espacio a los aseos para hombres que a los aseos para mujeres, e históricamente así es como se ha hecho. La división del espacio al 50% se ha formalizado hasta en las normativas de fontanería. Sin embargo, si en un aseo para hombres hay cubículos y urinarios [mingitorios], la cantidad de personas que pueden hacer sus necesidades a la vez es mucho mayor por metro cuadrado que en un aseo para mujeres. De pronto, la equidad en el espacio ya no es tan equitativa.
Aunque los aseos para hombres tuvieran el mismo número de cubículos que los aseos para mujeres, el problema no se resolvería, porque las mujeres tardan hasta 2,3 veces más tiempo que los hombres en usar uno. […] Por otra parte, las mujeres tienen más probabilidades de ir acompañadas de niños, así como de personas discapacitadas y mayores. Luego está entre el 20 y el 25% de las mujeres en edad de procrear que pueden tener el período en cualquier momento y por lo tanto necesitarán cambiarse un tampón o una compresa.
En cualquier caso, las mujeres también pueden necesitar ir al aseo más veces que los hombres: el embarazo reduce significativamente la capacidad de la vejiga, y las probabilidades de sufrir infecciones en el tracto urinario son 8 veces mayores en las mujeres que en los hombres, lo que aumenta la frecuencia con que se necesita ir al aseo. Frente a todas estas diferencias anatómicas, seguramente se necesitaría un dogmático de la igualdad formal (antes que sustantiva o de facto) para continuar sosteniendo que la igualdad de espacio entre hombres y mujeres es equitativa.
Se trata de algo mucho más serio que una simple medida supuestamente equitativa que en realidad presenta un sesgo masculino. Un tercio de la población mundial carece de un aseo adecuado.12
De esta curiosa manera, mientras la periodista inglesa –insospechada de militar en el socialismo revolucionario– piensa el problema de los baños desde una perspectiva internacionalista y en función del beneficio de las mayorías, la conducción bolchevique de Ademys lo piensa en función de los deseos y vivencias individuales de ciertas minorías porteñas. Por ejemplo, varones que se «autoperciban» mujeres y se sientan más cómodos metiéndose en los baños de niñas y adolescentes.
Esta lamentable deriva histórica del trotskismo –que va de las mayorías a las minorías, de los trabajadores a las disidencias, de las mujeres a las identidades, de los intereses objetivos de clase a las vivencias subjetivas de los individuos– es una clave de lectura para el balance crítico de la situación en que los socialistas nos encontramos. Porque mientras el Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FITU) persigue objetivos particularistas, las familias trabajadoras que en todo el mundo tienen un hijo o una hija que dice ser «trans» se encuentran desprotegidas y en busca de ayuda.
Adivinen qué fuerzas políticas están aprovechando la volada.
Informe Cass: ¡A ti se refiere esta historia!
En el prólogo a la primera edición de El Capital (1867), Marx ofreció varias y valiosas observaciones metodológicas para los socialistas. En una de ellas explica por qué, a lo largo de las casi mil páginas del Tomo I, abundan los ejemplos de Inglaterra:
El físico observa los procesos naturales allí donde se presentan en la forma más nítida y menos oscurecidos por influjos perturbadores, o bien, cuando es posible, efectúa experimentos en condiciones que aseguren el transcurso incontaminado del proceso. Lo que he de investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones de producción e intercambio a él correspondientes. La sede clásica de ese modo de producción es, hasta hoy, Inglaterra. Es este el motivo por el cual, al desarrollar mi teoría, me sirvo de este país como fuente de ejemplos.13
Y agrega esta advertencia para sus compatriotas alemanes:
Pero si el lector alemán se encogiera farisaicamente de hombros ante la situación de los trabajadores industriales o agrícolas ingleses, o si se consolara con la idea optimista de que en Alemania las cosas distan aún de haberse deteriorado tanto, me vería obligado a advertirle: De te fabula narratur! [¡A tí se refiere esta historia!].
La ideología de género se formó en EE.UU. e Inglaterra a través de una genealogía sociológica en la que no podemos detenernos sin exceder (aún más) los límites de este artículo14. Lo que nos interesa es que sus consecuencias se vieron primero en esos países. En 1979, la feminista norteamericana Janice Raymond publicó El imperio transexual: la creación del she-male, donde ya por entonces sostuvo que la proliferación de identidades de género cosifica los estereotipos sexistas y los interioriza. En 2003, la feminista británica Sheila Jeffreys publicó Desempaquetando las políticas queer como denuncia del carácter eminentemente patriarcal del transactivismo. En 2015, Denise, madre de una adolescente destransicionadora, fundó 4th Wave Now, donde leemos:
Creé este sitio porque el mío es un punto de vista que rara vez se escucha públicamente: el de una madre de tendencia izquierdista que critica el paradigma dominante con respecto a la política y el tratamiento transgénero.
La hija de Denise, junto a otras tres mujeres desistidoras y destransicionadoras, crearon el Proyecto Resiliencia Pique, mencionado en nuestro artículo anterior. Cofundada por Maria Keffler (autora del libro Desistir, destransicionar y desintoxicar: cómo sacar a tu hijo/a de la secta generista), en 2020 se creó Socios Internacionales por el Cuidado Ético, cuya misión es:
…crear conciencia y apoyar los esfuerzos para detener el trato poco ético de los niños por parte de escuelas, hospitales y proveedores de atención médica y mental bajo la bandera engañosa de la afirmación de la identidad de género.
En 2019, el gobierno británico le encargó a la Dra. Hilary Cass una investigación acerca del Servicio de Desarrollo de Género e Identidad (GIDS, en inglés) en el Sistema Nacional de Salud (NHS, en inglés). A los socialistas nos suena familiar ese encargo porque Marx escribió El Capital consultando los reportes que el gobierno británico encomendó a inspectores independientes acerca de las condiciones de trabajo y vivienda del proletariado. Sabemos que Ademys no comparte esta metodología, ya que rechaza las evaluaciones externas, tal como expusimos en la nota «Ademys y la interpretación». El Informe Cass presentó conclusiones provisionales, a principios de 2022, que bastaron para que el gobierno cerrara la clínica Tavistock:
- El servicio estaba teniendo dificultades para lidiar con las crecientes listas de espera.
- No mantenía datos «rutinarios y consistentes» sobre sus pacientes.
- El personal sanitario se sintió presionado a adoptar un «enfoque afirmativo incuestionable».
- Una vez que se identifica que los pacientes tienen problemas de salud relacionados con su género, «a veces se pueden pasar por alto otros problemas de salud que tenían, como ser neurodivergentes». […]
El número de personas que buscan la ayuda de la clínica es 20 veces mayor que hace una década, pasando de 250 a 5.000 derivaciones en 2021, según las estadísticas del servicio.15
Además, el NHS publicó a las pocas semanas una nueva guía para el tratamiento de menores «que se aleja drásticamente del enfoque de “afirmación de género”» y colocó a Inglaterra, detrás de Finlandia y Suecia, como el tercer país europeo que se corrió de las directrices de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH, en inglés)16. El cuarto fue Noruega17. El quinto –tan silenciosamente que, en verdad, hizo podio–, Dinamarca18. Del otro lado del Atlántico, 26 de los 50 estados de EE.UU. prohibieron o restringieron el acceso a bloqueadores de la pubertad para menores de 18 años: Alabama, Arkansas, Arizona, Florida, Georgia, Idaho, Indiana, Iowa, Kentucky, Luisiana, Mississippi, Misuri, Montana, Nebraska, Nueva Hampshire, Carolina del Norte, Dakota del Norte, Ohio, Oklahoma, Carolina del Sur, Dakota del Sur, Tennessee, Texas, Utah, Virginia Occidental y Wyoming19.
Por su parte, Feministes de Catalunya presentó en 2022 su Informe Trànsit: De hombres adultos a niñas adolescentes, cuyos resultados principales son:
- Desde que en 2012 se crea el Servicio Trànsit especializado en disforia de género en Cataluña, el número de personas atendidas ha crecido de forma sostenida. En 2021 (último año de la serie) representa el 26,8% del total de casos desde 2012.
- Entre 2016 y 2021 el número de personas atendidas en Trànsit se ha cuadruplicado y ha pasado de 366 en 2016 a 1.454 en 2021. Esta cifra hace referencia a los nuevos casos que se producen anualmente, y no incluye a las personas atendidas en años anteriores que siguen acudiendo al servicio.
- De las 5.418 personas atendidas entre 2012 y 2021 más de la mitad eran mujeres (el 51%, o 2.763), un 45,3% eran hombres (2.456) y de un 3,7% el sexo no se registró .
- Trànsit atiende cada vez a más mujeres, que han pasado de ser el 38% de las personas atendidas entre 2012 y 2015 a ser como mínimo el 51% en 2021 (y el 55,2% de los casos donde el sexo se ha registrado).
- Del total de personas atendidas entre 2012 y 2021 un tercio (34,9%) eran menores de edad y dos tercios (64,7%) eran menores de 25 años.
- Trànsit atiende a cada vez más menores. Mientras que en los primeros años el porcentaje de menores era bajo, en 2021 los menores de edad han supuesto el 40,4% de las personas atendidas.
- La media de edad de las personas atendidas ha caído 12 años de 2012 a 2021, desde los 35 años en 2012 hasta alrededor de los 23 años actualmente.
- Entre las personas atendidas, existe un patrón de edad claro, persistente y diferenciado por sexo. La mayoría de casos de menores de edad son niñas (65,4%) mientras que, entre los mayores de edad, los hombres son 53,7% y alcanzan el 69,4% entre los mayores de 30 años.
- Por grupos de edad y sexo, los incrementos son dispares. De 2015 a 2021, el grupo de edad que más aumenta es el de 10 a 14 años, con un incremento del 3.480% en el número de casos, un incremento que es del 5.700% en el caso de las niñas y de un 1400% en el caso de los niños.
- El número de operaciones quirúrgicas realizadas a las personas atendidas por Trànsit se ha multiplicado por 5 de 2016 a 2021.
Dos hechos son para destacar de este informe. El primero, que el 87% de las primeras consultas sale con recetas. El segundo, que ha cambiado el perfil: la población que consulta es cada vez más joven y son cada vez más chicas que chicos (de ahí el título del informe).
En cuanto al mencionado Informe Cass, el 10 de abril de 2024 fueron publicadas las conclusiones finales y el gobierno británico se vio obligado a actuar de inmediato:
La prohibición de administrar bloqueadores de la pubertad a menores de 18 años que cuestionen su identidad de género se hará permanente, anunció el secretario de Salud, Wes Streeting.
Streeting dijo a los parlamentarios que estaba haciendo que la prohibición temporal introducida en mayo fuera indefinida en todo el Reino Unido, luego de una consulta y asesoramiento de la Comisión de Medicamentos Humanos, calificando la forma en que se habían utilizado los medicamentos como un «escándalo».
El grupo de expertos dijo que recetar los medicamentos a los niños para la disforia de género era un «riesgo de seguridad inaceptable».20
Dos años antes, la psicoanalista Céline Masson y la psiquiatra Caroline Eliacheff se habían preguntado en La fábrica de los niños transgénero: «¿Asistiremos al primer gran escándalo médico y ético del siglo XXI con los tratamientos dispensados a los menores de edad que quieren cambiar de sexo?»21 Pero ya en 2020 la periodista Abigail Shrier había dado la voz de alarma sobre estos problemas en su libro Un daño irreversible22 (que no pasó desapercibido, ya que fue considerado uno de los libros del año por The Times y The Economist), apoyado en la ya muy preocupante investigación de la ginecóloga obstetra Lisa Littman: «Informes de padres de adolescentes y adultos jóvenes percibidos como signos de un inicio rápido de disforia de género», de 2018. Esta investigación de Lisa Littman fue crucial para darle significado empírico a las siglas DGIR: disforia de género de inicio rápido.
Todas estas investigaciones e informes coinciden en un punto que nos interesa destacar: el crecimiento exponencial de casos en los últimos años se verifica mayoritariamente entre mujeres jóvenes.
Entonces una pregunta se impone: ¿Por qué es un problema que afecta más a las chicas que a los chicos? En este artículo sólo podemos esbozar algunas hipótesis, en base a tres de las cinco sugeridas en el libro Mamá, soy trans (Una guía para familias de adolescentes con conflictos de género), editado por Deusto en 2023, prologado por la agrupación AMANDA y escrito por José Errasti, Marino Pérez Álvarez y Nagore de Arquer:
- 1. Los cambios corporales que aparece en la adolescencia tienen mayor presencia pública en las chicas que en los chicos.
- 2. Las redes sociales, que funcionan para lo que fueron creadas: vender, son vidrieras y espejos terribles para chicos y chicas pero, muy especialmente, para las chicas. Escribimos sobre esto en «Plataformas de la depresión: Instagram, Facebook, TikTok y salud mental en niñas y adolescentes» y mostramos datos estadísticos del Informe 2024 de la OCDE en «Ludditas Digitales (Parte 1): Pantallas y degradación educativa».
- 3. La industria de la pornografía (es decir, la industria de la violación filmada) con las plataformas tipo OnlyFans como puerta de ingreso, verdaderas escuelas de comportamiento sexual para toda una generación. Hablamos de esto en «La violación: peronismo, patriarcado y capitalismo».
Cosechemos las palabras de Marx que sembramos hace un rato para decir que, hasta este punto, observamos los fenómenos allí donde se presentan en la forma más nítida y menos oscurecida por influjos perturbadores. Pero que el lector argentino no se encoja de hombros farisaicamente ante la situación de los niños y adolescentes en EE.UU. y Europa. Porque esta historia se refiere, también, a la Argentina.
La agrupación MANADA
En Argentina no hay cifras oficiales publicadas acerca de cuántas consultas por «identidad de género» hay en los hospitales públicos, cuántos bloqueadores de la pubertad se han recetado, cuántos tratamientos de hormonización cruzada se realizan, cuántas cirugías de «reasignación de sexo» se llevaron a cabo y si existe o no una lista de espera para acceder a alguna de esas instancias fármaco-quirúrgicas. Desde 2005, el Hospital Durand cuenta con un Grupo de Atención de Personas Transgénero (Gapet) coordinado por el médico psiquiatra Adrián Helién. En diálogo con Infobae, Helién ofrece algunas impresiones generales:
La Ley de Identidad marca un antes y un después. Por ejemplo, las personas que concurrían al Gapet tenían un promedio de edad arriba de los 30 años, cerca de los 40. Las consultas después fueron promediando debajo de los 18 años y en descenso. Es decir, las consultas que más aumentaron fueron en la adolescencia y niñez. Antes además consultaban más mujeres trans, en cambio ahora en la adolescencia hay más consultas de varones trans.23
Estas impresiones coinciden con lo visto en otros países: aumentaron las consultas de niños y adolescentes, especialmente las de mujeres jóvenes que dicen querer ser varones.
La agrupación MANADA (Madres de Niñas y Adolescentes con Disforia de Género Acelerada) se formó en 2022 por iniciativa de mujeres que no encontraban, en los discursos dominantes y las instituciones del Estado argentino, explicaciones lógicas al problema que atravesaban sus hijas24. Tomaron como referencia a la agrupación española AMANDA (Agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada) y abordaron la difícil tarea de conectarse con otras familias, estudiar qué dicen la ciencia y los profesionales de la salud al respecto y difundir la existencia del problema (que no es meramente individual o familiar, sino profundamente social).
A falta de estadísticas oficiales, MANADA tuvo que hacer su propia encuesta sobre disforia de género de inicio rápido (DGIR) y, en base a 250 casos, elaboró una serie de gráficos. De los nueve que la agrupación nos facilitó, vamos a detenernos en tres: rango etario, sexo biológico y contagio social.
Vemos que la DGIR se concentra en la adolescencia, entre los 12 y los 18 años de edad.
Vemos que la población afectada es abrumadoramente femenina.
Vemos que más de la mitad de los encuestados conoce a otros afectados por DGIR.
Si tenemos en cuenta lo que mostramos que ya ocurrió en otros países, no podemos dejar de ver en estos gráficos elaborados por MANADA los signos de un desastre en Argentina que probablemente sea mucho mayor de lo que parece hasta ahora.
El 7 de noviembre de 2024 se realizó en el Senado de la Nación un seminario, «Género e Identidad: el problema de la sexualización infantil», en el que participó la vicepresidente Victoria Villarruel. Mientras las familias agrupadas en MANADA ofrecían como carta de presentación este video y solicitaban prudencia, el sindicato docente Ademys ya había puesto en circulación aquella guía en la que les recomienda a maestras y profesores que acompañen procesos de transformación de «niños travesti».
También en este desencuentro de la izquierda con los problemas de las familias trabajadoras advertimos una regularidad internacional. Los integrantes de MANADA se reunieron con figuras salientes de La Libertad Avanza (LLA) porque fue la única fuerza política que los recibió, los escuchó y les dio algún tipo de apoyo. No importa si LLA utiliza, de manera oportunista, el legítimo reclamo de las familias en función de una política burguesa. Por supuesto que lo hace. Lo que estamos señalando es que la izquierda le ha entregado estos fundamentos de la agenda feminista (derechos de las mujeres y las niñas basados en el sexo) a una fuerza burguesa (LLA) por hacer seguidismo de otra fuerza burguesa (el peronismo). Lo mismo sucede en España, donde sólo el conservador Partido Popular abrió las puertas del Congreso de los Diputados para debatir la ley Trans25. Y otro tanto ocurre en EE.UU., donde militantes demócratas como Kara Dansky le reprochan al partido de Kamala Harris haber entregado, desde hace años, la agenda de las mujeres al Partido Republicano:
A medida que continúa en su camino hacia la nominación presidencial demócrata, les imploro que consideren la crítica feminista radical y de izquierda de la «identidad de género» (o la ideología «trans» o «transgénero»).
Los demócratas como yo hemos estado tratando de explicar esto a los líderes del partido durante años. Todos los días, escucho a los demócratas de base (y, lo que es más importante, a los ex demócratas) hablar de lo disgustados que están con el completo abandono del partido a las mujeres y las niñas (incluidas las lesbianas) en el altar sexista, regresivo, autoritario y homofóbico de la «identidad de género». Les hemos estado rogando que cambien de rumbo. Queremos votar por los demócratas en noviembre.
Hasta la fecha, nuestras preocupaciones han sido ignoradas en su mayoría.26
Peor que el terraplanismo
Llegamso al final de este tríptico y a la hora de justificar el título. En su libro Destejiendo el arcoiris, el biólogo evolutivo y divulgador científico británico Richard Dawkins ya denunciaba, en 1998, que «en el momento presente existe una alianza inesperada y perniciosa entre la derecha religiosa fundamentalista e ignorante y la izquierda académica refinada» (Buenos Aires, Tusquets, 2013, pp. 36-7). Dawkins se refería a «la oposición conjunta a la teoría de la evolución» (en este sentido, el transactivismo milita un nuevo creacionismo fundado en la divinización del yo). La denuncia de una alianza entre una de las instituciones más retrógadas y oscurantistas que todavía existen y esa minoría académica, laica, progre, culta, de «izquierda y refinada» parece un exabrupto al borde de cualquier paranoica teoría conspirativa. Sin embargo, se trata de una alianza de hecho, no del resultado de reuniones concertadas para tal fin. Veamos, por ejemplo, el dossier preparado para el número 383 (noviembre de 2019) de la revista internacional de teología Concilium:
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En este sentido, la epistemóloga española Anna Estany establece, al pasar, una analogía: «Ello [la ideología de género] conlleva una tesis negacionista de la ciencia, equivalente a la de que la tierra es plana o que no hay cambio climático»27. Coincidimos con Estany en que tanto el terraplanismo como la ideología de género niegan a la ciencia. Sin embargo, pensamos que el terraplanismo tiene al menos dos cosas a favor. La primera es que durante siglos una porción importante de la población humana creyó que la Tierra era plana. Los delirantes terraplanistas de la actualidad tienen, por eso, una tradición (equivocada) en la que apoyarse. El transactivismo, en cambio, es un cuento de fines del siglo XX, tan superficial como el discurso visual de Instagram, que ni siquiera está a la altura de las sutiles discusiones escolásticas acerca del dualismo alma/cuerpo. La segunda cosa es que, según la experiencia directa de los sentidos, el horizonte es plano, la Tierra está quieta, el sol sale y se pone. En cambio, no existe prueba empírica alguna de la existencia del género o de la identidad de género.
Fuera de broma, hay una diferencia decisiva: el terraplanismo no recomienda a sus simpatizantes la egolatría omnipotente de los seres especiales que se han despertado (woke), el alejamiento con respecto a la propia familia, la negación mágica de la biografía, el desdoblamiento metafísico del cuerpo, la identificación con los estereotipos sexistas, el bloqueo médico de la pubertad, la dependencia farmacológica, el empleo de una neolengua y la amputación de órganos sanos. Por eso la ideología de género es peor que el terraplanismo.
NOTAS:
1 «Fabiola Yañez pidió ayuda al Ministerio de la Mujer pero nadie la asistió», nota publicada en Infobae el 11 de agosto de 2024.
2 La crónica de ese proceso de expropiación está presentada en el documento «ANTES Y DESPUES DEL 35° ENM – SAN LUIS 2022. Conocer, Reflexionar, Actuar y Transformar», elaborado por históricas militantes feministas, algunas de las cuales fundaron el ENM en 1986.
3 «Como parte de este proceso de elaboración del duelo, las familias proyectan hacia el pasado la confirmación de su verdadera identidad a partir de rastrear y reinterpretar indicios basados, por ejemplo, en las preferencias de juegos, colores, gestos, o en anécdotas y palabras que les habrían pasado por alto», en Silvia Carrasco Pons (coord.), La coeducación secuestrada (Crítica feminista a la penetración de las ideas transgeneristas en la educación), Barcelona, Octaedro, 2022, p. 168.
4 Violencia contra personas LGBTI, CIDH, 2015, p. 15. Negritas nuestras.
5 La Izquierda Diario (LID) publicó dos notas de Siobhan Guerrero McManus, un hombre «autopercibido» mujer, en polémica con Laura Lecuona: «Cuando lo trans sí es transgresor» (el 19 de febrero de 2017) y «Mis encuentros y desencuentros con Laura» (seis días después). La sección del portal trotskista se llama «Tribuna Abierta» pero, al menos en este caso, no da muestras de debate ni de apertura: no sólo LID evitó publicar las intervenciones de Laura Lecuona para que el lector pudiera considerar los argumentos de ambas posiciones, sino que las dos notas de McManus contienen hipervínculos a artículos sobre el movimiento queer, Judith Butler y las siglas LGTBI pero ningún enlace a las intervenciones de Lecuona. De esta manera, LID publicó las críticas de hombre contra la posición de una filósofa feminista y silenció a la mujer en este debate.
6 Además del libro citado, cuya lectura recomendamos, Lecuona nos dio una charla que puede verse aquí.
7 Hablamos de esto en «Un 8 de Marzo que se autopercibe 1° de Mayo» y en «LO QUE DEJÓ UN NUEVO 8M: ¿Por qué no adherimos al Documento acordado para el masivo acto del 8 de marzo?».
8 Escribiremos un artículo aparte que tratará el fenómeno de la neolengua que trajo el transactivismo: el llamado lenguaje inclusivo, que no se limita al uso (inconsistente en términos gramaticales e ineficaz en términos comunicativos) de la letra e. Tomamos posición al respecto en «¿Qué gusto tiene la palabra “sal”?» pero estamos preparando algo menos coyuntural, en base a argumentos lingüísticos, filosóficos y neurocientíficos que ponen en crisis este aspecto puntual de la ideología de género. El caso de esta guía de Ademys es notable porque el uso de la equis, la letra e y las barras no tiene ninguna coherencia interna a lo largo del texto (un texto de pocas carillas, no un volumen de 300 páginas): a veces dice «niñe/adolescente», a veces «niñx/adolescente», a veces «lx niñx», a veces «niña, niño, niñe»… La explicación que la guía da del uso de los neologismos «infancias» y «adolescencias» es realmente asombrosa, no sólo por la debilidad de su justificación sino porque uno esperaría un poco más de amor escolar por los diccionarios.
9 Véase el comentario al respecto en Nadie nace en un cuerpo equivocado, pp. 231-4.
10 «El incómodo momento que vivió Alberto Fernández en el anuncio del nuevo DNI para personas no binarias: “No somos una X”», nota publicada en Infobae el 21 de julio de 2021.
11 Silvia Carrasco Pons (coord.), La coeducación secuestrada, edición citada, p. 165.
12 Caroline Criado Pérez, La mujer invisible (Descubre cómo los datos configuran un mundo hecho por y para los hombres), trad. Aurora Echevarría, Barcelona, Seix Barral, 2023, pp. 77-9.
13 Karl Marx, El Capital (Crítica de la economía política), trad. Pedro Scaron, México, Siglo XXI, 2008, pp. 6-7. Resaltamos en negrita.
14 En el segundo capítulo de Nadie nace en un cuerpo equivocado (Éxito y miseria de la identidad de género), titulado «Diferente como tú, especial como tú, único como tú», José Errasti y Marino Pérez Álvarez toman apuntes muy relevantes acerca de esa genealogía.
15 Jasmine Andersson y André Rhoden-Paul, «El NHS cerrará la clínica de identidad de género infantil de Tavistock», nota publicada en BBC el 28 de julio de 2022.
16 «El Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) pone fin al “modelo de atención afirmativa de género” para los jóvenes en Inglaterra», nota publicada en SEGM el 24 de octubre de 2022.
17 Azeen, Ghorayshi, «Inglaterra se suma a otros países de Europa y limita el uso de bloqueadores de pubertad en tratamientos de género para menores», nota del New York Times publicada en Clarín el 10 de abril de 2024. Tambié Claudia Peiró, «Idea para candidatos: reformar la Ley Trans, como ha hecho Noruega para proteger a los menores», nota publicada en Infobae el 24 de junio de 2023.
18 «Dinamarca se suma a la lista de países que han restringido severamente las transiciones de género entre los jóvenes», nota publicada en SEGM el 17 de agosto de 2023.
19 Maricielo Grados Córdova, «La Justicia Federal autorizó a Florida a prohibir los tratamientos de afirmación de género para menores de edad», nota publicada en Infobae el 28 de agosto de 2024. Lindsey Dawson y Jennifer Kates, «Rastreador de Políticas: Acceso de los Jóvenes a la Atención de Afirmación de Género y Restricciones de las Políticas Estatales», última actualización vista: 26 de noviembre de 2024. Maximiliano Sardi, «Leyes anti trans: el cambio de marea en la política internacional», nota publicada en Noticias el 13 de diciembre de 2024.
20 Nick Triggle, «Los bloqueadores de la pubertad para menores de 18 años están prohibidos indefinidamente», nota publicada en BBC el 11 de diciembre de 2024. El comunicado de prensa oficial del gobierno británica puede leerse aquí. La periodista Jo Bartosch señaló algunos matices en su balance esperanzado «Cómo la revisión de Cass lo cambió todo. El fin del culto trans podría estar a la vista», nota publicada en Spiked el 23 de diciembre de 2024.
21 Céline Masson y Caroline Eliacheff, La fábrica de los niños transgénero (Cómo proteger a nuestros menores de la moda trans), trad. Nuria Viver, Barcelona, Deusto, 2023, p. 61.
22 Abigail Shrier, Un daño irreversible (La locura transgénero que seduce a nuestras hijas), trad. Mercedes Vaquero Granados, Barcelona, Deusto, 2021.
23 Mariana Fernández Camacho, «Cómo funciona el primer dispositivo del país para atender la salud de las personas trans?», entrevista publicada en Infobae el 6 de diciembre de 2021. El grupo de Helián ofrece un recursero en el que puede leerse: «Atención integral para personas trans, con especialidad en tratamientos de reafirmación de género». Más claro, échenle agua bendita.
24 Claudia Peiró, «Atención integral para personas trans, con especialidad en tratamientos de reafirmación de género» (5 de agosto de 2023) y «La agrupación de Madres de adolescentes con disforia de género pide reformar la Ley de Identidad de Género» (17 de noviembre de 2023).
25 Comparecencias en el Congreso de los Diputados.
26 Kara Dansky, «Carta abierta de una demócrata a Kamala Harris», publicada en Washington Examiner el 9 de noviembre de 2024.
27 Anna Estany, «La construcción social del sexo», artículo originalmente publicado en la revista Claves de Razón Práctica, número 278, septiembre/octubre de 2021, pp. 86-93. Republicado en El Viejo Topo el 19 de noviembre de 2022.