Intelectuales que tienen sueldos del Estado ven las próximas elecciones como si fuera una película de George A. Romero
La revista electrónica y reformista La Tecl@ Eñe se ha declarado en estado de movilización peronista. Construye su 17 de octubre, quiere salir a las calles, a las plazas, mojar las patas en la fuente. Quiere protagonizar una epopeya. Una epopeya literaria. La gran guerra de la patria contra el neoliberalismo. Y considera que la historia, en uso de su consabida astucia, ha designado como conductor de esta épica a Sergio Massa. La tarea que estos intelectuales han asumido es, a sus ojos, determinante. Se encuentran librando la batalla cultural y lo hacen con la herramienta preferida del progresismo reformista: sesgar, recortar, elegir. Lo que no se quiere ver, no se va a ver. Seamos testigos de esta gesta heroica en la pluma de sus protagonistas:
En eso sí parece haberse producido un cambio, y ese cambio es sustancial. En efecto, se puede decir cualquier cosa; pero ante eso, en general, no pasa nada. Quien asume esa postura y advierte que no tiene costo alguno, pasa entonces a envalentonarse; puede tornarse mucho más tajante, más arbitrario, más agresivo, y alcanzar incluso el registro intemperante de una violencia de energúmeno. Se puede decir cualquier cosa, total: ¡no pasa nada! E incluso hacer de todo eso un espectáculo, total: ¡tampoco pasa nada! O sí: enciende entusiasmos, suscita adhesiones, enfervoriza. Y una vez que tal efecto se verifica, ya no hay manera (ni tampoco necesidad) de contener o encaminar ese gustito por la violencia en sí misma que en cierto modo estaba ya desde un principio. No sólo lo que se diga no importa. Además, y en verdad en razón de eso mismo, tampoco importa lo que a uno le digan. No importa lo que uno diga, ya que puede ser cualquier cosa, y no importa lo que los otros repliquen; y entonces cabe dejarlos decir, no hacerles caso, pasarlos por alto, no contestar. Esa lógica más bien cínica de la circulación social de los discursos ha ido ganando espacio en la actualidad, y acaso sea ya dominante.i
Sin espóilers, da la impresión de que ese texto caracteriza al actual ministro de economía, quien al mismo tiempo que somete a los trabajadores a una inflación creciente (138% anualizada) y ejecuta el desabastecimiento de productos indispensables, es decir, al mismo tiempo que destruye el funcionamiento de la sociedad, declara con liviandad que si él ganara el 10 de diciembre haría tal y cual cosa para solucionar todos los problemas. Que son, vaya sorpresa, los mismos problemas producidos por su propia gestión. Pero no. No se trata de una caracterización de Massa. Ese texto habla de Milei y de las barbaridades que dice (barbaridades que, al parecer, opacan y aun eclipsan las barbaridades que el otro hace):
Las que vimos la otra noche: mirar con fijeza a la cámara para decir con liviandad cualquier cosa (con liviandad, sobre asuntos no precisamente livianos: ignorar, ¡un supuesto receloso del Estado!, que crímenes de lesa humanidad sólo son los perpetrados desde el aparato represivo estatal), mirar con fijeza al interlocutor y decirle cualquier cosa sin otra intención que la de hostigar (endilgarle, ¡a una trotskista!, los crímenes del stalinismo). Y luego, ante la palabra ajena, ante la réplica certera y la refutación, forzar una sobreactuada prescindencia, mirar a la cámara con fijeza y adoptar la mueca siniestra de los extraviados, la sonrisa tenebrosa de los idos.
¿Quién es el autor de esas líneas? Martín Kohan, docente de una universidad pública, es decir, alguien amenazado por el futuro inminente pero todavía a salvo de la catástrofe que pasea –tirando de un carro con basura– por la puerta de cada alta casa de estudios. Amenazado, comparte opinión con Jorge Alemán, quien desliza lo siguiente acerca de los que no votan (es decir, acerca de los que no quieren) al actual ministro de economía en la Casa Rosada para que profundice su plan económico:
Es también legítimo preguntarse por el curioso proyecto de autoinmolación al que se quieren sumar tantos habitantes de la República. Algún día la historia volverá sobre estos días, para intentar dar cuenta de cómo fue que una parte importante de la sociedad, como en un estado de alucinación, marchara hacia un abismo de hambre y fuego.ii
Alemán, ex funcionario peronista que reside en España, denomina «inmolación» al rechazo a votar a los negacionistas que entregan el crematorio de la ESMA a un club de fútbol para hacer negocios millonarios. E incluso, en una provocación política notable, invoca el espíritu de «nuestros muertos», a los que no duda en despojar de sus moradas y horadar su memoria, para concluir:
En este caso, y de un modo shakespeariano, el espectro de nuestros muertos, la memoria de los héroes vendrá a recordar que esta pesadilla no es más que un sueño horrible de la que habrá que despertar. Por ello mismo es que hay que hablar, sentir, mirarse a los ojos y abrirse al fuego de la memoria, el que siempre impedirá que los canallas tomen el control.
No hay límites para este desprecio progresista contra quienes no son tan mercenarios como para apoyar al gobierno que destruyó toda expectativa en el futuro, al punto de convertir a Javier Milei en una alternativa electoral (y no lo decimos sólo porque el peronismo le financió la campaña, le armó las listas y le fiscalizó los votos: lo decimos, fundamentalmente, porque generó, desde la dirección del gobierno nacional, las provincias, los sindicatos, los movimientos sociales y el resto del aparato, la catástrofe social en la que vivimos). Para Jorge Alemán, esa «parte importante de la sociedad» que deambula «en estado de alucinación» no está compuesta por seres plenamente humanos (como, en cambio, sí son plenamente humanos los psicoanalistas, los escritores, los filósofos y otros productos de la educación superior pública que escriben en La Tecla Ñ), sino por seres animados por un «proyecto de autoinmolación» pulsional, cuerpos ciegos motorizados por energías irracionales. Tan irracionales como para rebelarse contra quien los hunde en la miseria.
Al ilustrado progresismo reformista le molesta mucho que esos seres que «marchan hacia un abismo de hambre y fuego» (como si hoy vivieran en una planicie de abundancia y apetitos satisfechos) se nieguen a asumir la servidumbre voluntaria que ese mismo progresismo adopta y por la cual se beneficia. El filósofo Mario Casalla, directamente, considera que los votantes de Milei no piensan. Lo hace sin siquiera barajar la hipótesis de que son él y sus compañeros de publicación quienes, con su apoyo al actual gobierno hambreador, no aceptan la colaboración del razonamiento:
La tendencia de las masas a votar por Milei es un fenómeno más de tipo pulsional que un deseo meditado o razonado. De aquí que el grito exasperado o el «porque sí» –tanto del candidato como de sus seguidores– frente a preguntas incómodas, sea cosa de todo el día y de casi todas las entrevistas públicas de este personaje. A veces parece moderarse, pero de inmediato «se le suelta la cadena», como suele ocurrir con algunos de los perros con quien convive y que según él son clonación de difuntos (delirio muy propio del acto pulsional). Pero Milei no es un caso de psicología individual, sino un típico caso del fenómeno de masas en el cual –por entronización de un líder mesiánico– un determinado grupo humano cede su Yo, sus ideales y hasta su pensamiento sin mayores cuestionamientos, a favor de dicho Amo.iii
Masas pulsionales que ceden su pensamiento a favor de un Amo… Casalla no se animó a decir «esclavos descerebrados». Casalla, otro egresado de la educación de un Estado que ya no la brinda, también empleado (docente) de un Estado que se ha retirado de sus funciones en grandes territorios del país, acierta en el siguiente pasaje cuando reconoce que la realidad «ya está entre nosotros». Pero no encuentra esa realidad en el combo Insaurralde-Chocolate Rigou-Massa, que el mismo Casalla apoya, sino en quienes ven que esos curros multimillonarios son un problema:
Hace poco en esta misma revista Conrado Yasenza escribió un magnífico artículo titulado con una sola palabra «Cadáveres». A partir de una experiencia infantil su memoria habla «del rugido segador que se ha instalado en este tiempo de apatía e ignorancia: la huella profunda de las hienas que sonríen, otra vez, ante el avance del desencanto y la desmemoria». ¿Seremos tan negadores como para ignorar esta realidad que ya está entre nosotros? Confío en que no, si lo hiciese no valdría la pena siquiera escribir estas líneas, amigo lector. Siempre he pensado que la Política no es «la continuación de la guerra por otros medios» (como decía el Mariscal Clausewitz) sino por el contrario, la posibilidad de que no haya guerra. Lo cual no significa que en una sociedad no haya conflictos, el tema es cómo estos se enfrentan y se resuelven. Y con toda seguridad la «propuesta Milei» no es la solución, sino el problema. Cuando califica a la actividad política como una «casta», lo que hace es obturar la solución. O peor aún, ponernos a contar cadáveres, tarea que ofende la condición humana. Creo, por el contrario, que la Política, como decía Ana Arendt, «es el arte de hacerlo todo de nuevo». Y esto no desde la nada, por cierto, sino a partir de las condiciones dadas en un momento determinado de la sociedad. Estamos en los umbrales de un momento decisivo, es menester que asumamos esa responsabilidad. ¿Y si no ahora cuándo?
A quien podemos citar como ejemplo de esta inversión de valores (que ubica el problema en quienes votan a Milei mientras se aligera u omite la responsabilidad del peronismo) es a otro egresado de la educación pública y empleado del Estado: Diego Tatián, un filósofo que también propone convocar a este gobierno («la tradición nacional y popular») para evitar lo que este mismo gobierno hace:
Será tarea de la tradición nacional-popular –tantas veces reducida a la «barbarie» por las clases dominantes– conservar la posibilidad de que todo sea de otro modo: evitar la caída libre en el deterioro sin fondo de quienes menos tienen; resistir el despojo de derechos que sume al trabajo material y a los trabajadores en la precariedad de la anomia.iv
Eso, sí: Tatián agrega un remate en el que nos avisa que sabe quién es el enemigo pero no conviene decirlo porque sus venganzas son impiadosas, aun peores que las prometidas por Milei. Tatián advierte que debemos «rebatir un destino de inspección de gallinas para quienes trabajan en el desarrollo de la ciencia pública». Es bastante conocido ese anecdótico destino: rebajar intelectuales a «inspectores de gallinas» fue el castigo que el nacional y popular Juan Perón le reservó a Jorge Luis Borges, hemerotecario en una biblioteca pública durante el primer gobierno peronista, que no se acomodó para mantener el carguito. De la misma manera, el destino nacional y popular asignado al premio Nobel de 1947, Bernardo Houssay, fue su expulsión de la universidad. Curiosamente, Juan Perón, que tiene fotos con cada argentino destacado en el mundo del deporte, no tiene ninguna con el premio Nobel de ciencia otorgado a un argentino durante su mandato.
Milei es un político burgués que probablemente, en caso ganar, intente ejecutar un plan despiadado. Y lo que estos intelectuales proponen es apoyar a otro político burgués, que efectivamente, aquí y ahora, concreta medidas negacionistas, despoja de derechos a grandes masas de la población, sepulta a los trabajadores en la precariedad material y deshace el tejido social en la anomia.
NOTAS:
i https://lateclaenerevista.com/notas-sobre-un-debate-por-martin-kohan/
ii https://lateclaenerevista.com/humillacion-por-jorge-aleman/
iii https://lateclaenerevista.com/el-fenomeno-milei-voto-castigo-o-servidumbre-voluntaria-por-mario-casalla/
iv https://lateclaenerevista.com/la-fiesta-del-monstruo-por-diego-tatian/