El sindicato docente Ademys, de CABA, en cuya conducción se encuentra quien fuera precandidato a Jefe de Gobierno por la misma ciudad en las listas del FITU, publicó un comunicado bajo este título: «Rechacemos el nuevo operativo Aprender: una evaluación contra la docencia y el estudiantado». El Operativo Aprender es una evaluación externa sobre el rendimiento de las escuelas. El comunicado aclara que a la conducción del sindicato no la mueve ninguna vocación corporativa. Pero la lectura del comunicado no sólo resulta poco informativa para quienes no pertenecen a la corporación docente, sino que siembra dudas acerca del criterio con que la conducción de Ademys rechaza o adopta las mediciones oficiales en el ámbito social. Permítasenos un rodeo antes de regresar a este comunicado.
La mayor obra científica de Carlos Marx, El Capital (1867), es un esfuerzo por comprender y explicar las leyes que regulan el movimiento de la sociedad capitalista. La exposición en los primeros y difíciles capítulos es seguida por la investigación en los capítulos llamados «sociológicos»: condiciones de vida de la clase trabajadora, luchas obreras, debates parlamentarios, conquista de derechos, etc. En el octavo capítulo, «La jornada de trabajo», dice Marx:
La ley nombra vigilantes especiales, los inspectores de fábricas, dependientes directamente del Ministerio del Interior, cuyos informes publica semestralmente el Parlamento. Así que proporcionan una estadística permanente y oficial sobre el hambre capitalista de plustrabajo. Escuchemos un momento a los inspectores de fábricas.
En un libro del que no se suele renegar (al menos, abiertamente) entre militantes y simpatizantes del socialismo, Marx observa: existen vigilantes especiales –y externos– nombrados por el Parlamento burgués, a cuyos informes conviene prestar atención. No se trata de una observación aislada en las mil páginas del primer tomo de El Capital (el único que Marx publicó): toda la «exposición» (lógica) en esta obra se apoya en la «investigación» (empírica) realizada con este tipo de informes y estadísticas oficiales de los organismos estatales o paraestatales de la burguesía.
Si lo pensamos un segundo, la observación de Marx resulta obvia: no podemos esperar hasta la instauración de un Estado socialista para confiar en las estadísticas oficiales. Necesitamos los datos que ofrece el Estado burgués como pruebas de la degradación que engendra, para combatirlo y contribuir así a la lucha por el socialismo. Veamos un par de ejemplos.
Durante la gestión de Cristina Fernández, una de las tareas propias de la barbarie peronista, encarnada en Guillermo Moreno, consistió en violentar y tergiversar groseramente los informes sobre el alza del costo de vida que realiza el INDEC. Si pensamos, como en el citado libro de Marx, que los precios se determinan objetivamente por la ley del valor (y no subjetivamente por el capricho de «los formadores») y que los burgueses invierten para obtener beneficios al final de ciclo económico, entonces también tenemos que pensar que la fidelidad de los números estadísticos con respecto a la realidad es un insumo necesario para que la burguesía tome decisiones.
Sólo un capitalismo prebendario como el argentino puede ejercer semejante violencia sobre los datos y la información. Recordemos que el gobernador Axel Kicillof, cuando intentaba gobernar la economía durante la segunda presidencia de Cristina, afirmó que cuantificar la pobreza era «estigmatizante»: se trata de una concepción, característica de un capitalismo en extinción, que supone que las cosas se solucionan si no las vemos, si no se miden, si no se cuantifican.
Sin embargo, al día de hoy, corregidos los peores desatinos del INDEC, es sobre la base de esos datos que los socialistas argumentamos cuál es el grado de ofensiva burguesa desplegado por el gobierno peronista contra los trabajadores. Lo hacemos disputando con la burguesía la interpretación de esos datos. Porque los burgueses siempre culpan a los trabajadores y a «la puja distributiva» por la escalada inflacionaria. También lo hacemos sabiendo que ese «índice de precios al consumidor» es tan sesgado que deja afuera cuestiones fundamentales, como la vivienda. Pero aun así, con todos sus defectos desde el punto de vista de la clase social a la que pertenecemos (la clase obrera, la clase explotada), el dato de inflación es la mejor herramienta que tenemos para denunciar, con sustento y con claridad, el plan de hambre que lleva a cabo el gobierno peronista de Alberto, Cristina y Massa.
Otro ejemplo, que nos permite retomar el comunicado de Ademys: el sistema electoral, que arrasa con las particularidades mediante la equivalencia «un ciudadano, un voto». Esto deja de lado los diferentes puntos de partida y las diferentes situaciones particulares que deberían contemplarse. Pero, salvo que se confíe en la democracia burguesa como vía de soluciones reformistas (o como vía al poder), para quienes somos socialistas las elecciones son: 1) una ocasión para la propaganda y la agitación socialistas y 2) una medida –distorsionada, exterior y sesgada– de la conciencia política de los trabajadores. Se trata de un mecanismo externo, sesgado, cuyas conclusiones se utilizan para culpar a los trabajadores de sus problemas («tienen el gobierno que se merecen») y, sin embargo, el secretario general de Ademys lo legitima participando en las elecciones como candidato.
Ahora sí, veamos qué dice el comunicado acerca de las evaluaciones externas:
Mediante su análisis y la comparación de resultados, se suele cargar las responsabilidades de una crisis social y educativa exclusivamente en la base de la pirámide: en la docencia «que enseña mal», en el estudiantado «que no lee o no aprende».
El comunicado no explica cómo es posible cargar en la base de la pirámide las responsabilidades propias de quien dirige la política educativa y el país, o sea la burguesía. Pero entendemos que eso sólo puede hacerse cuando renunciamos a la disputa por la interpretación y no porque el tipo de evaluación imponga esa carga de responsabilidades. El comunicado afirma:
Para quienes nos evalúan y evalúan a nuestrxs alumnxs, lxs responsables de todo aquello que una escuela golpeada por la crisis social y económica no logra, somos lxs docentes.
Pensamos que es políticamente coherente que «quienes evalúan» digan eso: se trata de nuestros explotadores y nuestros enemigos de clase. Pero que lo digan no significa que esa interpretación prevalezca. Salvo que no le opongamos ninguna otra. El comunicado observa:
Las evaluaciones del Operativo Aprender, vienen siendo tomadas y sostenidas en los últimos años por las distintas gestiones de gobierno: independientemente de su signo, los gobiernos peronista y macrista las han aplicado a pedido de organismos como la OCDE, y las utilizan para señalar a la docencia como principal factor determinante de una crisis que es estructural y que excede ampliamente el desempeño individual de quienes damos clase.
Pensamos que esa misma secuencia, esa misma continuidad de la decadencia entre peronistas y macristas, es nuestra principal herramienta para explicar, de manera opuesta, que ése es el resultado de la gestión capitalista de la vida. Es nuestra principal herramienta para señalar, de manera opuesta y simétrica, al capitalismo como principal factor determinante de una crisis que es estructural. Pero el comunicado sostiene, acerca de las evaluaciones externas, que:
Su dudosa eficacia como instrumento para medir de manera representativa una realidad diversa mediante formularios rígidos (planillas múltiple choice que son escaneadas, y no revisadas por docentes), por lo ajenas que resultan a la praxis cotidiana, por la falta de protagonismo de la docencia en su elaboración. […] Se evalúa de manera abstracta y estandarizada, un proceso que se da de manera desigual; ya que lxs que educamos lo hacemos atendiendo la diversidad que habita el aula, respetando los distintos procesos y tiempos de trabajo, teniendo en cuenta el punto de partida de cada unx.
Pensamos que es exactamente eso lo que necesitamos: datos sintéticos, irrebatibles, generalizados y totalizantes que expongan la degradación educativa. Lo que necesitamos es la prueba del crimen que la burguesía comete diariamente contra las hijas e hijos de la clase trabajadora. Necesitamos ahorrar los detalles y las particularidades para llegar a conclusiones generales que impidan las excusas y los desvíos a la hora de encontrar las causas del problema. Necesitamos superar la fragmentación en la que las sucesivas reformas han hundido la educación, porque esa fragmentación ha dividido a la corporación docente y ha contribuido a la fragmentación más amplia de toda la clase trabajadora. Dice el comunicado:
Con estas pruebas quedan fuera de registro las múltiples carencias sociales y materiales de los establecimientos educativos (escuelas sin libros, con goteras e infestadas de ratas son evaluadas por igual que las bilingües de los barrios acomodados) como también las penurias económicas que en nuestro país padecen 6 de cada 10 pibxs, que no tienen garantizadas sus necesidades básicas incluidas las alimentarias y, lógicamente, las culturales y educativas.
Pensamos que estas evaluaciones externas no tienen que proveernos nada más que la prueba de la catástrofe educativa que atravesamos. Porque no podemos pedirle a la burguesía que establezca los nexos causales de la degradación educativa con la situación de deterioro social y de crisis económica. No lo haría ni el reformista más afiebrado. Enlazar el hundimiento de la vida en este país con la responsabilidad burguesa es nuestra tarea como militantes socialistas. No debemos renunciar a ninguno de los indicadores de la decadencia argentina; esta renuncia, como bien sabemos, es tarea peronista. Nuestra tarea es explicar pacientemente los nexos causales entre la catástrofe y el sistema social que la engendra.
En suma, el comunicado de Ademys da a entender que la burguesía es muy eficaz para difundir su idea de que la culpa la tiene la víctima. Esta es la cuestión que debemos combatir. Negarnos a la obtención de indicadores sirve menos para atrapar al culpable que para mantener oculta a la víctima.
Por eso, quienes somos socialistas, nos guiamos permanentemente a partir de informes y estadísticas que reúnen las mismas condiciones que el sindicato con conducción trotskista rechaza. Son exteriores a lo que pretendemos medir, sí. Son generalizaciones, sí. En eso consisten los informes y las estadísticas: resúmenes que sirven para captar, en pocos datos, el núcleo de cuestiones complejas y diversas. Son en parte sesgadas, sí. Por eso, al tomarlas para interpretarlas desde la posición socialista, aprovechamos la interpretación burguesa para señalar de qué modo, con qué alcance y mediante cuáles correcciones debemos criticar el sesgo burgués. Y nos obligamos a hacerlo porque la batalla por la interpretación es el núcleo de la batalla política.