Ayer se nos escurrió entre los dedos la posibilidad de protagonizar una jornada de lucha que alzara la voz con las reivindicaciones fundamentales y urgentes de la agenda feminista. En lugar de ello, las dos convocatorias más numerosas desdibujaron nuestras banderas: aquello específico que nos reúne año a año, que visibiliza la situación opresiva en la que nos ubica el patriarcado a las mujeres obreras, se diluyó en un listado de reivindicaciones generales.
De una parte, las consignas kirchneristas realizan una doble operación de borrado: borran el sujeto político del feminismo, las mujeres, y borran la prioridad social de la categoría de «clase», al tratarla como una variable más en un abanico de cualidades y adjetivos que se multiplican al infinito. De otra parte, en el campo del FITU, se denuncian muchas de las consecuencias de la explotación sufrida por la clase obrera (a pesar de que el origen de todos los males parece ser el FMI) pero, al adoptar la posición progresista en la que TODO debe quedar incluido, nos borra a las mujeres como sujeto político del 8M. Veamos algunos ejemplos.
El documento rector de la movilización convocada por «Ni una menos» y un sinfín de organizaciones peronistas impuso la agenda kirchnerista, cuyo eje fundamental consiste en denunciar al Poder Judicial. Sin embargo, no son las demoras en los juicios por femicidios, la inoperancia y displicencia a la hora de poner en marcha medidas legales que amparen a las mujeres víctimas de violencia de género, o la impunidad de abusadores y violadores lo que molesta, sino que la denuncia se manifiesta por una supuesta proscripción a Cristina Fernández de Kirchner. A su vez, este documento, que habla de «feminismos», como si fuésemos diversos colectivos dentro de un gran movimiento, no menciona prácticamente nada acerca de una de las problemáticas feministas más importantes de nuestro país: los femicidios. Cada 29 horas una mujer es asesinada, sólo en razón de su sexo biológico. El sexo es un dato objetivo, material, de la biología humana. No un sentimiento ni algo electivo o asignado. Por eso los femicidios son la forma más extrema de la violencia machista y patriarcal. Sin embargo, el kirchnerismo no demanda medidas concretas que permitan atender a las víctimas antes de que ocurran los hechos ni a los hijos/as que quedan sin sus madres.
Eso no es todo. La agenda kirchnerista teje cada vez más alianzas con la agenda queer al reclamar «derechos laborales para las trabajadoras sexuales». Este reclamo es antifeminista. El feminismo siempre ha sido abolicionista del sistema prostituyente, porque no avalamos una práctica que cosifica el cuerpo de las mujeres. Nuestro deseo y consentimiento no se pueden comprar. Queremos abolir este sistema, que es parte del dispositivo patriarcal que nos pone en el lugar de mercancías que pueden ser consumidas. Y ya que hablamos de la mercantilización del cuerpo y de las reivindicaciones ausentes de esta agenda «feminista», en las once páginas del documento no se encuentra ni una sola mención acerca de la –ya no tan nueva– moda de alquilar vientres de mujeres obreras para satisfacer el deseo de maternidad/paternidad, como si esto constituyera un derecho humano. Las mujeres no somos incubadoras humanas al servicio de la burguesía.
Por su parte, la convocatoria de la izquierda FITU, que acertadamente decidió diferenciar su movilización de la del kirchnerismo (el año pasado concentraron ambas en el Congreso, con palcos casi pegados), tocó, en su documento, problemáticas de la clase obrera que urge resolver por su gravedad: declarándose internacionalista, contra toda explotación y opresión; denunciando la situación de pobreza, precarización y sobrecarga de tareas que pesa sobre las mujeres y los femicidios. Sin embargo, el documento también nos desdibuja a las mujeres como sujetos políticos del feminismo al comenzar anunciando que nos movilizamos este 8 de marzo a «la plaza de las, les y los luchadores». Asimismo, el documento expresa que su lucha es «anticapitalista», pero con lo «anti» no estamos proponiendo nada: anticapitalistas, ok, pero ¿a favor de qué? Las palabras «socialismo» y «socialistas» no aparecen ni una sola vez en todo el texto. Encima, cada vez que se menciona una reivindicación o denuncia relativa a las mujeres, la fórmula empleada es «mujeres y disidencias» o «mujeres y diversidades» (14 veces en total). Esta suerte de «8M+DD», que adiciona a las mujeres (la mitad de los seres humanos en todo el planeta) unas difusas «disidencias» y «diversidades» (donde caben cualidades como el color de piel o el peso corporal), junto al empleo del llamado «lenguaje inclusivo» (en ambos documentos) son evidencias del avance de la agenda queer y prueba lo lejos que están esas posiciones de nuestra propia lucha. Las feministas no queremos multiplicar los géneros ni reeditar una línea de continuidad de la saga «Elige tu propia aventura» en «Elige tu propio género». Sostener que el género es una identidad lo esencializa y nos deja inermes ante las imposiciones sociales jerarquizadas en la que nos ubica. Nosotras queremos abolir el género, que es funcional a –y perpetúa– la subordinación y opresión patriarcales.
El documento del FITU se pronuncia, además, en rechazo a la guerra en Ucrania pero… dato curioso: nada se dice sobre la situación de las 600 mujeres obreras ucranianas, embarazadas en condiciones de explotación reproductiva (noticia de público conocimiento). ¿No es, precisamente, el 8M la fecha clave para alzar la voz por estas compañeras de la clase obrera, si se elige incluir la mención a esta guerra en el documento? Parece que para el más importante frente de izquierda en la Argentina, no. Reconocemos que el texto es consecuente al respecto, ya que tampoco hay, en todo el documento, una sola mención a la explotación reproductiva («alquiler de vientres»). En pleno 8M, entre sus chiquicientas consignas, la autoproclamada «izquierda» no pone el grito en el cielo ante esta problemática tan específica de las mujeres obreras y tan acuciante en estos tiempos.
A lo largo de sus diez páginas, el documento del frente que se declara heredero bolchevique de Clara Zetkin y Alexandra Kollontai, dedica un solo párrafo a la prostitución sin definir, de manera tajante, una posición abolicionista. Pone en términos de equivalencia a «quienes están en situación de prostitución» con quienes «se consideran trabajadoras sexuales», como si las determinaciones objetivas (la amenaza de miseria y de muerte propia del capitalismo) fueran iguales a las consideraciones subjetivas (qué imagen tengo de mí). Para colmo, en un guiño al progresismo populista, el documento del FITU apunta únicamente al Gobierno de la Ciudad, como si el resto del país fuera abolicionista y como si los gobernadores e intendentes peronistas no tuvieran nada que ver con las redes de trata del sistema prostituyente. Acaso el presidente Alberto Fernández haya convencido a más de uno cuando declaró: «Estoy muy feliz de haberle puesto fin al patriarcado»
Y si la prostitución no recibe una impugnación taxativa en ninguno de los dos documentos, peor suerte corre la pornografía. La palabra «porno» no aparece ni una sola vez en el documento del Frente de Izquierda y de los Trabajadores. La millonaria industria del porno es una escuela de educación erótica y sentimental para varones y mujeres, orientada a alimentar la fantasía con escenas de incesto, pedofilia, humillación y sometimiento, donde todas las violencias se dirigen al cuerpo y la psique de las mujeres. En otras palabras, se educa a los sentidos y al goce para reproducir los roles sexuales que sostienen la subordinación y jerarquía genérica de las mujeres, normalizando la violencia sexual y convirtiendo, nuevamente, a las mujeres en productos y mercancías en el imaginario colectivo y en la realidad cotidiana.
Ante un panorama tan gris, en el que se desvirtuó la especificidad del 8M y se nos borró a las mujeres obreras y clasistas de la marcha, afortunadamente, nuestro día de lucha también contó con una convocatoria abolicionista en la que participamos las feministas de Vida y Socialismo. Convocatoria que, a pesar de no alcanzar la masividad de las otras dos convocatorias, logró visibilizar nuestras reivindicaciones, denunciar la agenda queer, repudiar la alianza capitalismo-patriarcado y demostrar que las feministas estamos de pie y vamos a seguir organizándonos para luchar por una agenda propia, que nos tenga como protagonistas y sujetos políticos a las mujeres.
Feminismo y Socialismo, 9 de marzo de 2023.