LA RACIONALIDAD IRRACIONAL DEL CAPITALISMO

En su libro Devorando el planeta, Patricia Aguirre informa que hoy existen alimentos suficientes para nutrir a 10.000 millones de personas con una dieta de 3.100 calorías diarias (lo cual es excedentario) siendo que el planeta es habitado por 7.500 millones de personas1. La mayoría de esos alimentos (70%) corresponde a aquellos que debieran consumirse en cantidades mínimas.

La disponibilidad de alimentos no es suficiente para terminar con el hambre. Deben distribuirse de modo tal que todos los seres humanos accedan a ellos. Pero la industria ha moldeado el consumo y al consumidor para sus necesidades de acumulación. Consumir mucho, más de lo necesario, y con poca variedad, de acuerdo a las necesidades de una industria cuya escala se incrementa y se globaliza, formándose un núcleo de productos procesados que son idénticos en todos los rincones del planeta.

Salud y sustentabilidad ambiental quedan supeditadas a la ganancia capitalista, de manera que, si no tenés dinero, no comés. O no comés como debieras. Y si te sobra dinero, consumís mal y en exceso, porque de ello depende el funcionamiento del sistema capitalista. Inclusive el desperdicio de alimentos es una consecuencia necesaria de todo esto. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés), 690 millones de personas pasan hambre y 3 mil millones no pueden pagar una dieta saludable.

Leche, pollos, mandarinas y pilchas

Así, cuando se produce para la ganancia privada y no para cubrir necesidades sociales, pasan cosas como estas:

a) Año 2020, el mundo se enfrenta desde fines de 2019 a una pandemia de COVID-19 por la cual todo el planeta, en la medida de sus posibilidades tuvo que aislarse en su domicilio, y digo «en la medida de sus posibilidades» porque hubo quienes, aun no realizando tareas verdaderamente esenciales fueron obligados a ir a trabajar o tuvieron que salir a ganarse el mango y arriesgarse a la infección (potencialmente mortal) o morir de hambre en su casa. La disponibilidad de alimentos es esencial para poder hacer un aislamiento más o menos prolongado, vital en las primeras etapas de la pandemia, donde todavía se carecía de vacunas, faltaba infraestructura y equipamiento adecuado y también conocimientos médicos que se fueron adquiriendo con el transcurrir de la enfermedad.

Mientras tanto, en otro lugar, productores lecheros tiran leche debido al coronavirus. Muchas plantas de procesamiento de lácteos en Wisconsin tienen más leche de la que pueden manejar y eso obligó a los capitalistas de la leche, a tirar leche. El granjero Ryan Elbe dijo estar tirando más o menos 110.000 litros de leche por día. Solo un tercio de los productos lácteos va a negocios de venta de alimentos (que permanecieron abiertos), el resto va a restaurantes, etc. «Todos corren a la tienda de comestibles para comprar comida, y tenemos comida que literalmente se está tirando a la basura»2.

b) En Bolivia, principalmente en Santa Cruz y Cochabamba, donde la pobreza supera el 35% y la pobreza extrema llega al 12%, el sector avicultor se encuentra en emergencia. Los motivos son la falta de maíz y la sobreproducción de pollos. Wilson Ortíz, presidente de la Federación Nacional de Avicultores de Bolivia, remarcó que el problema del sector no se limita a la falta de maíz, sino a la sobreproducción de pollos que se registra desde hace varios años.

Ariel Vargas, avicultor de Cochabamba, remarcó que la falta de planificación y la producción de maíz golpean su granja. Lamentó que la sobreoferta mantenga precios muy bajos, a veces, por debajo del costo de producción.

Para Jorge Camacho, su granja hace tiempo que dejó de ser rentable. La pandemia la puso contra la pared y la sobreoferta y la escasez de maíz le dieron el tiro de gracia. Cansado y harto de la desorganización, Camacho solo espera transferir la granja a su nieto y que él decida qué hacer con las aves y los equipos. Muchas empresas cierran sus puertas y despiden a sus empleados y otros cambian de sector de actividad.3

c) En la Argentina del hambre se vuelve a tirar fruta a la basura «por falta de mercado», ¡no por falta de necesidad! En el noreste de la provincia de Entre Ríos, más precisamente en la localidad de Villa del Rosario, empresarios del sector tiran en el basural toneladas de mandarinas donde la fruta se hecha a perder, o la desperdician tranqueras adentro.

En los años anteriores hubo sequía, por eso se mantenía un equilibrio. Resulta ser que esta temporada ha presentado una producción significativamente alta tras años de sequía severa, lo cual, paradójicamente, ha generado una serie de complicaciones para el sector, según cuentan los dirigentes del mismo4.

d) Atacama: de majestuoso desierto a enorme basural de moda «fast fashion»5. «Moda rápida» es el término que se utiliza para describir la producción rápida de prendas en grandes cantidades para seguir el ritmo de las temporadas o de las tendencias en constante cambio, cambio que no es independiente del interés capitalista.

Prendas baratas que rápidamente se descartan. Baratas porque las prendas se producen en enormes cantidades, con carácter global, que pueden ser usadas entre siete y diez veces y que luego se descartan y que en gran parte terminan en basurales como los de Atacama. Todo esto mientras millones de personas carecen de lo más básico para vivir, utilizando materiales que a menudo son fabricados con productos derivados del petróleo, altamente contaminantes y difíciles de degradar y utilizando mano de obra tremendamente precarizada y explotada.

La ciencia y lo asombroso

La ciencia empieza con la indagación de lo asombroso. La realidad no es transparente, no puede ser captada inmediatamente por los sentidos, por eso se necesita un tipo particular de indagación que llamamos ciencia. Esto vale para la economía también.

El funcionamiento de la economía capitalista es ese hecho opaco. Por ejemplo, tiene la capacidad de producir el tipo y la cantidad de alimentos, etc., para garantizar una vida saludable para toda la población planetaria, pero, acumula miles de millones de personas que no pueden cubrir los requerimientos mínimos de alimentación y miles de millones de otras personas malnutridas con exceso de consumo de alimentos, verdaderas paradojas. Lo que ocurre con la alimentación ocurre con la vivienda, con las prestaciones de salud y educación, factores elementales para una vida realmente humana. La capacidad productiva existente, por defecto o por exceso, no satisface las necesidades sociales.

Este hecho asombroso es propio de la sociedad burguesa, no se presentó en otro tipo de sociedades. En sociedades precapitalistas si había hambre era porque fallaban las cosechas, entre otros ejemplos. Entonces, ¿por qué ocurre en la sociedad capitalista? Empecemos por describir lo esencial de su estructura y funcionamiento.

Cómo es la sociedad en que todo esto ocurre

El capitalismo funciona en base a la propiedad privada de los medios de producción, monopolizados en un pequeño grupo de la sociedad, mientras la mayoría de la población (que carece de medios de producción y de vida) se ve obligada a vivir de la venta de su «fuerza de trabajo», no de su trabajo, a un empresario capitalista. Los propietarios se encuentran descentralizados y toman sus decisiones de producción de forma independiente, compiten entre sí sin ningún tipo de coordinación previa, solo se relacionan entre sí a través del intercambio de mercancías en el mercado, razón por la cual no hay ninguna garantía de que el tiempo de trabajo invertido en un producto pueda realizarse, es decir, encuentre demanda al precio de producción correspondiente. Hablamos de tiempo de trabajo porque el trabajo (el trabajo abstracto socialmente necesario, no el tiempo que un productor particular insume en la fabricación del producto x, sino el trabajo que término medio, se necesita para la producción del producto x en condiciones normales) es la sustancia del valor.

Una de las formas en que los capitalistas compiten entre sí es mediante la incorporación de innovaciones tecnológicas que reemplazan obreros, de manera de ahorrar tiempo de trabajo incorporado a la mercancía y competir con mejores precios.

En el capitalismo los empresarios compiten entre sí acicateados por la zanahoria de la ganancia, no importan las necesidades de la población, solo importa la ganancia, pero, qué es la ganancia, de dónde viene, cómo se obtiene. Esto es el nudo de la cuestión, la contradicción central, una sociedad que tiene que producirse y reproducirse y no tiene en cuenta, en primer orden, las necesidades de su población.

Partamos del principio de que las mercancías se intercambian en magnitudes equivalentes, magnitudes de valor equivalentes, con iguales cantidades de una sustancia común, con iguales cantidades de trabajo incorporado (reiteramos, trabajo abstracto humano socialmente necesario). Si los valores se intercambian por sus iguales, queda claro que el excedente o ganancia no proviene de ese intercambio, sino del proceso productivo mismo.

Aclaramos que existen otras teorías de cómo se genera el valor y de cómo se desarrollan los intercambios. Dicen algunos que la sustancia del valor es la utilidad, más precisamente la utilidad marginal, pero ello no puede explicar, entre otras cosas, el valor del dinero, ya que la utilidad del dinero es tener valor, entonces, para tener utilidad primero tiene que tener valor, la utilidad no puede ser la fuente del valor, hay otras maneras de probar la falsedad de la teoría de la utilidad como fuente de valor, pero no se abordarán ahora. Por sí solo, lo anterior basta para probar lo falso de esas otras explicaciones. Pero, por si fuera poco, la idea de que las cosas pueden no intercambiarse por sus iguales cae en la posibilidad de una indeterminación de precios, dejando a la economía sin una explicación económica de cómo se determinan los precios reduciendo el proceso solo a operaciones de regateo entre los distintos agentes.

Dentro del proceso de producción de valor debe haber «algo» que tenga la capacidad de generar un excedente por sobre su costo de producción. Ese algo es una mercancía, una mercancía especial, una mercancía cuyo valor es menor del valor que puede generar. Genera más valor que el que cuesta producirla. Esa mercancía es la «fuerza de trabajo», cuyo valor de uso es generar valor y que pueda hacerlo en mayor cuantía que el que se necesita para su producción. El resto de las mercancías, los medios de producción, solo pueden transmitir su valor, no generan un valor excedentario, no pueden hacerlo.

Sabemos que los empresarios capitalistas compiten por la apropiación de la ganancia, en esa competencia incorporan medios de producción más complejos cada vez, que eliminan un valor mayor que lo que ellos cuestan. Así van reemplazando trabajadores, fuerza de trabajo, fuente única de plusvalor y, consecuentemente de ganancia, por maquinaria con mayor capacidad productiva, pero carente de la posibilidad de crear plusvalor y ganancia.

El proceso descripto en el párrafo anterior provoca una caída tendencial de la tasa de ganancia y, en última instancia, es el límite histórico del propio capital, debido al incremento de lo que se denomina la composición orgánica del capital (COC), es decir, la relación entre el valor de los medios de producción y el de la fuerza de trabajo misma.

Sobre el fondo de esa tendencia y, en el marco del proceso competitivo, se dan crisis cíclicas o crisis de sobreproducción. En el intento de incrementar la tasa de ganancia, en especial cuando esta baja, se dispara la acumulación, las inversiones, aumenta la producción y ésta sobrepasa por mucho la demanda, las mercancías no se venden o se venden a pérdida, se detienen las inversiones, las empresas quiebran, cae el empleo, caen los salarios, cae el consumo… ¿Por qué? Porque hay muchas mercancías pasibles de ser consumidas, hasta que los salarios caigan lo suficiente y se haya desvalorizado el capital constante a un punto tal que permita recuperar la tasa de ganancia, en un contexto de dificultad creciente para que ello pase y se reanude otra vez el ciclo.

Detrás de esto vendrán problemas ecológicos, o de salud, por ejemplo, creando deseos perjudiciales o de corto plazo, negativos para la salud o el ambiente, todo con el fin de salvar las ganancias empresarias. Así la ropa de moda inunda el desierto de Atacama, que se está convirtiendo en un basurero, para mantener el negocio de la moda «fast fashion» o la comida chatarra o ultraprocesada que genera la epidemia de obesidad y malnutrición creando «necesidades», total, mientras dé ganancias no importa que sea lo que se venda. Así tenemos que la abundancia genera carencias, un sinsentido, todo un asombro.

Vivienda, automóviles, «La Niña» y Gaza

Parece evidente que no se ha producido una crisis final debido a un crecimiento de la COC. Si tenemos hoy crisis de sobreproducción, por ejemplo, en China, donde hay una notable sobreproducción en el mercado de la construcción e inmobiliario que amenaza arrastrar al conjunto de la economía china y del resto del mundo, ya que la ralentización del crecimiento chino lleva a sus autoridades a estimular la producción de otros sectores que inundan con su producción el mercado mundial. Esto se ve reflejado en las millones de viviendas sin vender, además de numerosos proyectos residenciales ya vendidos, pero sin terminar a causa de problemas de financiamiento y la cantidad de viviendas compradas por especuladores y que permanecen desocupadas.

Cuando hay sobreproducción, los precios no caen por aumento de productividad, sino que caen porque hay dificultades para realizar el valor generado por el trabajador. Estamos ante una crisis de realización. La sociedad ha invertido en esa rama productiva más tiempo de trabajo socialmente necesario del que se puede absorber.

La cantidad de viviendas vacías en China sobran para darle asilo a toda la población del país. En este contexto los precios bajan, bajan las ganancias y la inversión. Hay quiebras y las deudas se acumulan, amenazando desatar una crisis financiera y bancaria.

La sobreproducción alcanza los mercados de automóviles de combustión interna, los vehículos eléctricos e híbridos, la producción de papel, de baterías de litio, de acero, la petroquímica, los paneles solares, el cemento, etc. La crisis inmobiliaria 2007-2009 en EE.UU. también sería una crisis del mismo tipo que China.

También tenemos crisis que podríamos llamar accidentales, como la sufrida durante la pandemia de COVID-19. Naciones Unidas considera que el fenómeno meteorológico de «La Niña» podría afectar al clima hasta marzo de 2025, amenazando los frágiles sistemas alimentarios en regiones ya vulnerables. Inundaciones en Nigeria, Sudán del Sur y sequías en Etiopía, Kenia y Somalia.

En Gaza, más de 1,8 millones de personas enfrentan hambre extremo. Con el 70% de los campos de cultivos destruidos y los medios de subsistencia diezmados debido a la ofensiva militar israelí en curso, con más de 133.000 personas con «inseguridad alimentaria catastrófica». Las familias viven a la intemperie, bajo la lluvia, el frío, el sol y el calor, y en hogares con riesgos de derrumbe. Y la situación se agrava minuto a minuto.

Por otro lado, cuando se desata una crisis, siempre termina cayendo el consumo y agudizando la situación, como ocurre en China hoy, pero el subconsumo no es la causa primera de la crisis.

En busca de una sociedad racional

El sistema capitalista es injusto, para empezar. Irracional, como muestran todos los ejemplos enumerados. Destruye personas y el ambiente a la vez. Pensamos que debe ser superado por algo mejor, justo, solidario, compatible con la vida en el planeta, pero, ¿es eso posible?, ¿o será qué a pesar de todo, el capitalismo es lo mejor que la humanidad puede alcanzar y debemos conformarnos con ello, a lo sumo intentar paliar un poco sus miserias?

NOTAS:

1 Patricia Aguirre, Devorando el planeta (Cambiar la alimentación para cambiar el mundo), Buenos Aires, Capital Intelectual, 2021, p. 48.

2 «EE.UU.: Productores lecheros tiran leche debido al coronavirus», nota publicada en Todo Agro el 5 de abril de 2020.

3 «Avicultores pierden Bs 60 millones por sobreoferta y falta de maíz», nota publicada en Economía ED el 29 de marzo de 2022.

4 «Ni para jugo: los consumidores no tienen plata para comprar y en Entre Ríos están tirando mandarinas», nota publicada en El Ciudadano & la región el 30 de junio de 2024.

5 John Bartlett, «Atacama: de majestuoso desierto a enorme basural de moda fast fashion», nota publicada en el National Geographic el 11 de abril de 2023.

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