Nadie, ni el más fanático partidario del libre albedrío, puede decidir volar. Y sin embargo eso no lo hace pensar que su vida está predeterminada. Se trata de la aceptación de que cualquier tipo de libertad sólo puede existir entre un repertorio de posibles.
En general casi cualquier persona de buen juicio reconoce esta diferencia entre los posibles, a los que nuestro organismo está habilitado, y un universo inmensamente poblado de imposibles. Tan notoria es esta diferencia que, jugando con ella, se ha desarrollado un género cinematográfico particular: el de los superhéroes. Personajes que tienen la capacidad de violentar un límite natural y elegir si lo hacen o no.
Con los límites naturales no solía haber discusiones en torno al libre albedrío. Aunque algo de esto, de manera tortuosa, se ha planteado en las últimas décadas con la existencia de un movimiento que declara que miles de millones de años de evolución de la vida en el planeta pueden ser retorcidamente modificados a través del lenguaje y de algunas apariencias. Pero esto ya lo hemos tratado en varios artículos1.
La cuestión es que, a medida que se desarrolla el conocimiento, los imposibles se vuelven más categóricos y, paralelamente, las posibilidades de encontrarles un rodeo, más cercanas. Si la ciencia nos dio la certeza oscura de que algunas enfermedades eran de origen genético y por lo tanto precedían al propio individuo y lo acechaban al nacer, también nos provee la posibilidad de edición genómica a partir de las secuencias CRISPR (fragmentos de ADN repetitivos que las bacterias utilizan para defenderse de virus invasores)2.
Este juego entre lo que se puede, la investigación y la búsqueda de soluciones laterales a la imposibilidad frontal, y la creación de nuevas posibilidades es una de las mayores maravillas humanas. Pero no significa que se pueda hacer cualquier cosa con el cuerpo y con el mundo, sino que –por el contrario– la determinación precisa de los obstáculos a veces permite encontrarles rodeos o soluciones a algunos. La idea de volar con nuestros pesados cuerpos o de permanecer mucho tiempo debajo del agua sin branquias, nos son imposibles; pero hemos podido resolver parte de la imposibilidad mediante artefactos ortopédicos ingeniosamente creados a partir de la comprensión cabal de los obstáculos (ahí están los aviones y los equipos de buceo).
Sucede lo mismo con la vida social: sus leyes no son negociables. El gobierno libertario, quizá el más fanático (al menos, en las palabras) del accionar individual y el respeto a la propiedad privada, acaba de denunciar a algunos individuos propietarios del Banco Macro. Los ataca porque tomaron la decisión de ejecutar una opción disponible sobre ciertos bonos que le habían comprado al gobierno. Milei se ofusca y denuncia que, por haber tomado una decisión sobre el destino de su dinero, esos burgueses tienen una actitud golpista.
Nunca es ocioso repetirlo: el principal crédito de Milei es el pasado ajeno, no el presente propio. No es tanta la confianza que genera haber detenido relativamente el alza de la inflación, como la expectativa de que él podría terminar con la combinación de la inflación y la pobreza de Massa, los cientos de millones de pesos en salarios truchos que cobraba Chocolate Rigaud para financiar la política3 y los viajes de lujo en el Mediterráneo de Martín Insaurralde, el cumpleaños de Fabiola y el vacunatorio de Ginés. Es surfeando este profundo rechazo al sistema político que, por un tiempo, Milei puede decir una cosa, contradecirse y luego decir una tercera, manteniéndose relativamente inmune al desprestigio. Por ahora, puede hacerlo con sus votantes. No fue elegido para ser coherente, sino para echar a los que estaban. (Lo mismo viene sucediendo en gran parte del mundo donde se puede votar).
Pero el hacer estas volteretas está ratificando que el capitalismo –sobre todo el argentino– no puede tener futuro sino para unos pocos, para cada vez menos. Tan restrictivo es el funcionamiento del sistema que no puede hacer lugar ni siquiera para el conjunto de los capitalistas. De allí provienen sus mayores problemas. Por eso esta semana, los banqueros hicieron lo que es esperable que hagan: buscar los mejores negocios posibles. Y Milei, exasperado, los acusó de golpistas por… defender su patrimonio.
Milei, que tanto gusta de los superhéroes y los viajes en el tiempo4, parece querer violentar las leyes de la vida social en el capitalismo. La defensa del propio patrimonio dentro de este sistema es una fuerza tan poderosa como la gravedad en el universo. Milei quisiera que la gente de bien y las fuerzas del cielo depusieran un poco, durante un rato, su interés individual para sostener y apuntalar su plan de gobierno. Quiere desconocer algo en lo que tiene razón (no hay más capitalismo que el de la explotación, la competencia y el interés privado) y patalea por algo que es absurdo esperar (que los poseedores dejen de ocuparse prioritariamente de sus propios intereses y confíen en el castanívoro león rockero). No pueden hacerlo.
Milei expone con su queja que la libertad de cada capitalista como persona e individuo tiene un límite en las leyes del funcionamiento económico. Y que ese funcionamiento los empuja al más rastrero y miope egoísmo.
Lo que nos interesa destacar es que ni el campeón de la libertad y el interés individual soporta un mundo en el que éste sea desatado. Ni mucho menos.
Para colmo, hay que decirlo, los banqueros boludean un poco al Sr. Presidente. Por ejemplo, Javier Bolzico, dirigente de la cámara empresarial ADEBA, que agrupa a los bancos de patrones nacionales, se expresó en la red X contra la reacción del presidente por generar dudas sobre la libertad y tocar un tema sensible como el del golpe:
El Presidente Milei consideró «golpista» a un banco por venderle títulos al BCRA, ejerciendo un contrato de put. Esa afirmación es injusta e incorrecta, además genera dudas sobre la libertad de comercio. No se debe banalizar el término, considerando la historia de nuestro país.5
Y Alfonso Prat Gay directamente chicaneó:
En 2 meses pasamos de «el que fuga dólares es un héroe porque escapó a las garras del Estado» (Foro de Llao Llao) a «es un golpista» (Bolsa de Comercio de BA) quien ejerce su derecho… para escapar de las garras del Estado! Notable pérdida de entusiasmo en la propiedad privada.6
Los gobiernos burgueses, el personal político que se encuentra al frente del Estado burgués, tienen mucho poder, para qué negarlo. Entrar en detalles al respecto no es el tema de esta nota. Pero nos interesa señalar que cuentan con dos problemas de inmenso tamaño y tortuosa tramitación.
Por un lado, el personal político de la burguesía tiene que gobernar para una clase social que sólo puede actuar de manera egoísta, ya que el capital reclama acrecentarse7. Por otro lado (y para colmo), la costumbre de ocuparse egoístamente de sí mismos les exige a los burgueses actuar de manera secreta y elusiva, no pública y comprometida. El capitalista especula, siempre, con un futuro que desconoce (como todos los mortales, claro; pero que desconoce en mayor medida) porque los demás capitalistas nunca le muestran sus cartas, sus intenciones, sus balances, sus planes ni mucho menos sus debilidades8.
Por eso en la jungla de la desconfianza que es su mundo, el mercado, se vive, se sueña y se muere especulando. Especular es realizar conjeturas sin conocimiento suficiente, su etimología remite al verbo latino speculari: «mirar desde arriba», «observar», «espiar». Todo capitalista es un especulador, está al acecho, espía las tendencias aun no visibles para los otros (u obtiene información confidencial) para decidir sus movimientos, sus inversiones. En la lectura de esas señales furtivas, el gobierno nunca es un amigo o un aliado (por más que el capitalista lo haya votado o financiado), sino un actor económico más y, por lo tanto, un enemigo en potencia (o en acto).
La movida del gobierno fue sospechosa, entonces los banqueros protegieron su dinero y el de sus clientes. Milei, con su reacción iracunda, simplemente nos muestra que una cosa es el capitalismo teórico con sus resultados maravillosos (en el papel) y otro muy diferente el capitalismo real, con su crueldad y egoísmo.
Javier, «el jamoncito», quiere que le crean. Pero los capitalistas no creen en nada y desconfían de todo. Quizá esperaba un amor perruno, tan fiel como irracional, y obtuvo un racionalmente infiel enroque financiero. Y es que las leyes del capital no perdonan ni a sus más conspicuos sirvientes. Pero mucho peor es la impiedad que nos destina a nosotros, los trabajadores.
NOTAS:
1Por ejemplo, en «Ser mujer no es un sentimiento»; en «Crímenes del futuro»; o en «Las infancias trans no existen».
2Ver «Cronología de CRISPR», publicada por el Broad Institute; o bien este artículo de Víctor M. Chávez-Jacobo, «El sistema de edición genética CRISPR/Cas y su uso como antimicrobiano específico», publicado por el sitio mexicano SciELO.
3Hugo Alconada Mon, «Caso Chocolate: calculan que la banda criminal defraudó en casi $400 millones al Estado bonaerense en menos de dos años», nota publicada en La Nación el 28 de marzo de 2024.
4Interpretamos la alusión de Milei a la saga Terminator en «Que trabajen las máquinas», quinto episodio de nuestro podcast El Ojo Socialista.
5 «Javier Bolzico, titular de Adeba, apuntó contra Javier Milei por su crítica al Banco Macro», nota publicada en La Nación el 12 de julio de 2024.
6«Prat Gay se burló de Milei por la denuncia contra el banco Macro», nota publicada en La Política Online el 12 de julio de 2024.
7Dimos un ejemplo ilustrativo en «Belocopitt, ¿demoníaco u obediente?» y mostramos que aun ciertos intelectuales «marxistas» caen en la trampa del voluntarismo interpretativo «Un marxismo sin proletariado: Eduardo Grüner y el materialismo histérico».
8Ofrecimos ejemplos cabales al respecto en «La Champions League del Capital: Apple, Microsoft, Nvidia y la IA generativa».