El cómputo de las autopercepciones
«Gran parte de la inflación es autoconstruida, es la inflación que está en la cabeza de la gente», reflexionó el Presidente de la Nación Alberto Fernández. La frase sorprendió únicamente a quienes olvidaron el formulario que respondimos para el Censo 2022. Porque a las dificultades del Estado argentino para contar gente en un territorio limitado (ver el caso de La Matanza), el gobierno peronista le agregó el conteo de «autopercepciones». No ya el conteo de fenómenos objetivos, observables, comprobables. Sino el conteo de sentimientos, de vivencias, de fenómenos subjetivos incomprobables.
De entrada, en el ítem SEXO, se aclaraba: «refiere al sexo registrado al nacer». Y se ofrecían tres opciones:
Vemos que el Estado, bajo gobierno peronista, confunde «sexo» y «género». Es decir, confunde el dato biológico que indica, ni más ni menos, la (potencial) capacidad reproductiva: fecundar o gestar, con el conjunto de estereotipos y funciones que –ahora, sí– se asignan a las mujeres por nacer mujeres y a los hombres por nacer hombres. Esta confusión permite preguntar por el sexo registrado al nacer y direccionar las respuestas para que quien responda «Mujer» quede forzosamente identificada con el género «Femenino», mientras quien responda «Varón» quede identificado con el género «Masculino». En este sentido, el Censo es sexista y reaccionario, porque determina a las mujeres a ser «femeninas» y determina a los varones a ser «masculinos».
Si alguien quiere escapar de esa determinación impuesta por el formulario del Censo, entonces debe marcar la tercera opción: «Ninguna de las anteriores», que tiene en el lugar del sexo una X, como si hubiera un tercer sexo. Y es que la verdadera distinción que el Censo peronista introdujo en 2022 es la que separa a la población CIS («Mujer/Femenino» y «Varón/Masculino») de la población TRANS («X/Ninguna de las anteriores»), neologismos que provienen de la ideología queer [ver Glosario]. Una ideología que da preponderancia a los sentimientos y vivencias individuales como criterio de verdad, frente al razonamiento y el conocimiento científico. De ahí que al gobierno no le importe que esta intromisión de una tercera entidad, no-binaria, presunta base empírica de todas las políticas y leyes impulsadas con el pretexto de defender «la diversidad y las disidencias», se dé la cabeza contra la pared de los resultados:
La «identidad de género», considerada como una manifestación espontánea de la personalidad (ver la definición en la Ley 26.743), borra el dato biológico del sexo a tal punto que el formulario del Censo no especificaba la realidad transexual (personas con disforia de género), que es muy distinta de la realidad de quien cambia su sexo registral con una mera declaración voluntaria. Notable inconsistencia, que desampara, mediante un discurso aparentemente progresista, al mismo grupo cuyos derechos este gobierno dice defender. Veamos:
Es más: tal como vemos, en esta pantalla sí figuran las opciones «varón» y «mujer» a secas. Pero ya no se refieren al sexo sino al género. De manera que el género es independizado del sexo, no para cuestionar al género como forma (histórica y cultural) de subordinación (de las mujeres) y limitación (de los varones), sino para establecerlo como fundamento identitario a defender. El peronismo debería reformular dos de sus lemas más vociferados e inscribir en el escudito: «Palabras, no hechos», sin olvidar que «La única verdad es la autopercepción».
La ideología queer (creada por la academia norteamericana, sobre la base de ciertas corrientes filosóficas francesas) llegó para fragmentar al movimiento feminista. Por eso el gobierno la abraza, incorporándola a leyes y discursos; por eso el gobierno financió con fondos estatales el «Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries» para vaciar el Encuentro Nacional de Mujeres, que se realiza con independencia política y de manera autogestiva desde 1986.
La realidad de las mujeres de la clase obrera no le interesa al peronismo: recordemos que la Ley de Identidad de Género pasó como por un tubo en mayo de 2012, mientras que la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo fue cajoneada por el kirchnerismo y puesta en debate por el macrismo, hasta que fue aprobada en diciembre de 2020, gracias a la presión en las calles de miles de mujeres.
En la misma línea oscurantista e irracional (defendida durante la campaña electoral de 2021 por la actual ministra de Desarrollo Social de la Nación, Victoria Tolosa Paz), el Censo peronista interrogó acerca de la autopercepción «indígena o descendiente de pueblos indígenas u originarios»:
Pero resulta que toda la humanidad desciende de algún pueblo indígena, más o menos originario. De hecho, según recientes investigaciones científicas (que confirman este dato general que ya conocíamos) toda la humanidad es afrodescendiente.
De esta manera, el peronismo confecciona apariencias como sustitutos de la realidad. Y si la realidad se empecina en desmentir las apariencias, entonces el peronismo directamente la esconde. Como hizo Axel Kicillof, siendo ministro de Economía de Cristina Fernández, cuando declaró que no publicaban el índice de pobreza porque «estigmatizaba a los pobres».
Reclamamos coherencia. Dado que el calendario, el sistema horario y el sistema decimal son construcciones sociales, no naturales, ¿por qué el formulario pregunta «Cuántos años tiene» y no «Cuál es la fecha de nacimiento registrada»? El día de nacimiento se asigna al nacer; existen estereotipos de edad que normativizan cómo han de pensar, sentir y actuar las personas a los 10, a los 40 y a los 70 años; existen personas cuya vivencia íntima de edad no se corresponde con la que tiene asignada en el DNI (de hecho, quien esto escribe se siente un jubilado pero tiene que seguir yendo a trabajar). Desde Vida y Socialismo, reclamamos el derecho a la libre determinación de la edad.
Imagen principal: El recaudador de impuestos (1542), de Marinus Claeszoon van Reymerswaele.