RÉGIMEN Y PROGRAMA EN LA POLÍTICA TROTSKISTA (El régimen político importa, por eso no marchamos el miércoles)

Hay una consecuencia de la estrategia desarrollada por el FITU que no podemos soslayar. Desde hace años, para el trotskismo, la independencia de clase se despliega en una peculiar expresión según la cual, dicha independencia, se utiliza para elegir con quién se construirá… la dependencia. En otras palabras, hay que construir el FITU ajeno al Partido Justicialista para poder, en los momentos necesarios, contribuir más o menos explícitamente al desarrollo de esa fracción burguesa.

Aclaramos que «más o menos explícitamente» porque, en la última elección presidencial, el FITU no llamó como frente a votar por Massa, sino que se dividió en una porción que lo hizo expresamente y otra porción que recurrió a intrincadas formulaciones para sugerirlo, como decir que no llamaba a votar por ninguno… pero que jamás votaría a Milei1. Y en vísperas de las elecciones de este año constituyeron con el peronismo el bloque común para facilitarle al peronismo K un lugar más en una comisión2.

Derrota moral e intelectual del programa del FITU

La cuestión es que en esta subordinación del FITU a la defensa de un dirigente burgués, condenado por delitos económicos contra el Estado, hay muchos aspectos laterales que importan, aunque no sean los centrales. Uno es la derrota moral e intelectual en su propio programa, el programa del FITU, de defensa del «Estado presente». Si Milei se autoproclama «el topo que destruye al Estado desde adentro», la respuesta del peronismo y la izquierda a esta condena de CFK demuestra la profundidad de su éxito.

Porque, salvo un pequeño sector (inmune a cualquier realidad), la mayor parte del propio peronismo (y el conjunto de la izquierda que claudicó ante él) ha salido a defender una forma particular de dinamitar el Estado, que no es la de Milei pero consigue el mismo resultado al afirmar que no está mal robarle al Estado, que no es tan grave. Desde el mensaje de Gabriel Solano3 hasta la categorización penal de Jorge Altamira4, robar al Estado no está mal, no es tan grave. Con distintos énfasis, Milei, el peronismo y el trotskismo coinciden en tratar de perjudicar al Estado burgués como un programa factible: dinamitarlo de una sola vez o desfalcarlo durante décadas. Se trata de una diferencia de tiempos.

Ya hemos declarado en otros artículos –nuestros o compartidos– el rechazo a esta postura5. Pero vayamos a otro asunto. Hagamos un ejercicio de imaginación acerca de los objetivos que se plantea el trotskismo. Objetivos que no creemos que vayan a lograrse, porque una parte sustancial y mayoritaria de la población no cree en la inocencia de Cristina. Pero supongamos, de todos modos, que lo que convoca a hacer el PJ ampliado (el PJ más el FITU y otras colectoras) tuviera éxito. Supongamos que la marcha del miércoles 18 de junio se convirtiera en otro 17 de octubre y que, finalmente, la Corte Suprema diera marcha atrás con el fallo condenatorio. Esto es lo que busca la movilización.

Si ocurriera eso, la anquilosada y clasista justicia perdería su independencia entre los poderes burgueses y su capacidad de decidir. Quedaría entonces a merced de las movilizaciones de una fracción burguesa. El sistema jurídico se derrumbaría y sus decisiones dependerían, en última instancia, ya no «de 3 jueces» sino del Partido Justicialista. En concreto, el lugar de los tres jueces lo ocuparía la Jefa.

Pero ni los barones del conurbano, ni los gobernadores, ni la CGT han conseguido componer una agenda alternativa a la de Cristina en el peronismo. ¿A quién se le ocurre que podrían hacerlo (para colmo, después de un éxito de semejante envergadura a favor de CFK) los trotskistas?

La democracia burguesa es para los trabajadores una cancha inclinada, es verdad. Pero un régimen cuyo corazón judicial estuviera determinado por una fracción burguesa sin límites, como la que se proponen lograr con esta movilización, sería mucho peor. Este tipo de regímenes existen hoy en países como Nicaragua o Venezuela6. E Irán. Y acá vienen las inconsistencias de un programa al que se le ha escapado el mundo que lo generó. Hoy en Nicaragua o Venezuela no hay mejores condiciones democráticas que en Argentina, pero tampoco hay mejores condiciones económicas. Lo que los hace defendibles ante los ojos del trotskismo es que son burgueses enemistados abiertamente con Estados Unidos. Mucho más obvio es con Irán y su Galtieri actual, que se enfrenta con el sionismo y con su propio pueblo a la vez7. Irán no puede terminar con el sionismo, si no es a condición de ocupar ese papel (con igual ferocidad) sirviendo a otro bloque geopolítico.

¿Luchar por Cristina es luchar por la clase trabajadora?

Lo más dramático de esta posición del trotskismo es que empuja y ratifica en millones de trabajadores en la peor percepción de lo que son el socialismo y la izquierda. Le permite a Milei y a la derecha radical hacerse una panzada acusándonos de enemigos de la democracia y las instituciones. Muestra que el programa de izquierda es un capricho que pretende darle poder a caprichosos que, cuando llegan al poder en elecciones, nombran unos jueces y, cuando pierden el poder en elecciones, dicen que esos jueces que ellos mismos nombraron son manejados.

Además, la idea de que todo régimen político que se sostiene en la prepotencia de movilizaciones de masas es progresivo y beneficia a los trabajadores viene floja de antecedentes históricos. Los regímenes bonapartistas, el fascismo también, sacan a la gente a la calle.

Estos partidos trotskistas sostienen que el peronismo es ahora tan bueno que, si se lo liberara de cualquier control judicial, no haría lo que ha hecho históricamente, sino que favorecería las luchas populares. Esto se expresa en la idea de que, al luchar para liberar a Cristina de las consecuencias de sus actos, en realidad luchamos por una ampliación de los derechos democráticos. Por eso concurrieron a la reunión del PJ ampliado. Porque no se trataba únicamente de una acción táctica, unidad de acción, coincidencia en la lucha, sino de ir a expresar que el trotskismo se pone a disposición de –es decir: se somete a– la dirección de una fracción burguesa a la que no intenta superar.

En ese sentido advertimos un distanciamiento regresivo con respecto al Programa de Transición. Si antes se decía que en la lucha compartida, pero no subordinada, se demostraría que la izquierda es más consecuente, ahora se reniega de esta posibilidad al colocarse bajo la conducción política de una fracción burguesa reaccionaria.

Programa mínimo y máximo…

La simpatía por fracciones burguesas reaccionarias no surge de la nada. Surge de un programa y una estrategia que favorecen estas conclusiones. Podríamos decir que, más que favorecer, las determina. El trotskismo suele señalar que el Programa de Transición resuelve un problema causado por la distinción entre «programa mínimo» (aquellas cosas que se reclaman porque se podrían obtener al interior del capitalismo) y «programa máximo» (la necesidad de cambiar la sociedad capitalista y construir el socialismo para resolver realmente los dramas que el sistema produce). Razona que la claudicación de la socialdemocracia alemana a su propia burguesía a comienzos del siglo XX se originó en esta distinción, una distinción que –como solía decirse– dejaba el programa máximo «para los días de fiesta».

Un siglo de desarrollo de esta polémica (aunque asordinada, vigente) nos obliga a explicarnos mejor las causas del problema y la solución propuesta. Fundamentalmente porque la solución propuesta (un programa transicional) no ha logrado nunca (luego de 1917) un resultado satisfactorio, es decir, una revolución dirigida por los obreros con sus propios organismos, desbordando las propias consignas y tareas planteadas (las que por inducir ese desborde se denominan «transicionales»).

Al contrario, nos parece que el problema de la socialdemocracia alemana –el olvido de la propaganda socialista y la construcción de una fuerza inalterablemente independiente de la burguesía– no se debió a la existencia de un programa mínimo distinto del programa máximo. De hecho, eso le permitió transformarse en un partido de masas. Se debió a la capacidad de la burguesía alemana para negociar y hacer concesiones con respecto al programa mínimo.

En otras palabras: para luchar por demandas inmediatas, una agrupación socialista –a diferencia de una reformista o sindicalista– se caracteriza por reconocer el programa mínimo, participar en las luchas por él, sin abandonar nunca su objetivo socialista, su construcción en la vanguardia y la elaboración de su programa. En los períodos de expansión del capitalismo, como el que siguió a las guerras mundiales o, yendo más atrás, el que permitió a la socialdemocracia transformarse en un partido de masas, la lucha es por mantener vigente una perspectiva –el cambio de sociedad– que no se hace presente como necesaria en el día a día. El reformismo no se instaló en la socialdemocracia por la actividad política de Bernstein, sino que la actividad política reformista de Bernstein reflejaba la situación de obreros que conseguían cosas.

…porque no se le puede ganar a la burguesía en su cancha

En el presente, un período de contracción y no de expansión, cuando el capitalismo prácticamente no puede dar ninguna concesión del programa mínimo, éste resulta extremadamente útil por la razón opuesta: dado que es difícil conseguir algo en la lucha de clases, esa frustración es la que conecta con el programa máximo. Claro que esto constituye un salto, una transformación política para una pequeña vanguardia de los que luchan, que algunos se disponen a afrontar.

Contrariamente, en países capitalistas cuyas tareas burguesas están logradas, las consignas transicionales no son otras que tareas burguesas inexistentes que redundan en el fortalecimiento del enemigo. Por eso el peronismo invierte el sentido de su propia existencia: de ser el partido que entrega cosas (cumplimiento del programa mínimo), con una relación conflictiva con el régimen democrático burgués (el peronismo es profundamente antidemocrático), busca transformarse en el partido que no te da nada e incluso roba –por eso Sergio Massa fue su candidato– pero defiende la democracia.

Así, lo peor para la clase trabajadora no es tanto la medida en que logren recomponerse como alternativa electoral, sino la aplicación cotidiana del teorema trotskista para la confluencia de luchas parciales como la del Garrahan, los jubilados, los científicos, los docentes universitarios, las «disidencias», los estudiantes secundarios, los artistas… Pero no en una gran demanda salarial, y por lo tanto clasista, sino en el sometimiento a una (supuesta) tarea burguesa incumplida: la defensa de la democracia. Y encabezada por una fracción burguesa desplazada: el peronismo. Que –proféticamente– será desbordada por la dinámica de las masas y dirigida por los únicos líderes consecuentes, que son los trotskistas. Pero ¿cómo lograr eso yendo al pie del PJ?

Aquí comienzan las folclóricas rencillas al interior del FITU y el mundo de la izquierda, basadas en la exageración de diferencias insignificantes. Los que no salieron en la foto (Altamira) o salieron al costado (MST) reclaman lo mismo, pero… no tanto. Los que no van a la marcha del miércoles pero defienden el robo de obra pública (Solano), aclaran que por lo menos no entraron a la casa de Cristina. Los que entraron a la casa de Cristina (PTS) destacan que fueron «vitoreados» por los peronistas y que sólo en la imaginación «se puede identificar que transmitir a la víctima de un acto de proscripción política nuestro repudio a esa medida sea un acto de solidaridad política con el peronismo»8. Por eso marchan el miércoles bajo la consigna «Argentina con Cristina» pero «eventualmente» con «consignas y convocatoria propia». Los que no fueron a la casa de Cristina (PO) marcharán pero, atención, desde otro punto de partida porque «parece un tema menor el lugar pero tiene que ver con la política». Otros (IS), repudiaron que vaya en cana una burguesa ladrona pero no irán a la marcha aunque siguen repudiando que vaya en cana una burguesa ladrona.

Se trata de la dimensión bizantina de un programa y una estrategia absurdos. Y que, por absurdos, en lugar de educar en el socialismo, educan en la confusión. Esta mezcla de sutilezas inútiles y cómicos reproches es resultado de la estrategia de sometimiento a la conducción burguesa. Todo el debate del FITU, de sus dirigentes, sus bases y sus «intelectuales» es hasta dónde entregarse.

La independencia política, clara y tajante

Es el momento de clarificar la necesidad de independencia política: en lugar de reclamar que CFK no vaya presa hasta que también vayan los demás chorros, hay que reclamar que sean condenados ella y todos los que afanan. Estamos de acuerdo en que no es la única que ha delinquido, pero no nos aferramos a eso para pedir por ella. Tampoco todos los represores están presos, pero a nadie se le ocurriría pedir que no vaya preso alguno hasta que no vayan todos. Tampoco todos los gremios logran aumentos como los de los aceiteros, pero no pediríamos que no se haga efectivo el aumento a los compañeros hasta que los otros gremios obtengan igual trato (aunque sí nos podemos preguntar por qué no es ése el gremio que conduce a la confederación de sindicatos).

Solicitar que sea para todos o para ninguno es un planteo abstracto e idealista que reniega de la historia de la clase obrera. Una historia en la que jamás se ha podido actuar por unanimidad. Que siempre ha ido creciendo en organización y conquistas. Que utiliza lo que un sector logra para que otro sector lo tome de ejemplo, se dinamice y vaya por lo mismo. Que enlaza un triunfo y una enseñanza al inicio de otra lucha y otro aprendizaje.

Contrariamente a eso, el trotskismo se aferra a un razonamiento abstracto como modo de justificar su claudicación concreta.

NOTAS:

1 Al respecto, escribimos: a) «El demiurgo y su golem (O cómo culpar a la criatura liberal por los actos de su peronismo creador)»; b) «Sin tanta incertidumbre»; c) «Ante el balotaje: ¿Eterno resplandor de una mente sin recuerdos?»; d) «Decir a tiempo: demorarse y hacerse el boludo no es una política bolchevique»; e) «De la desazón a las tareas (Un balance socialista de las elecciones)»; f) «Carta abierta a las compañeras feministas que van a votar»; g) «Carta abierta a los compañeros que van a votar»; h) «¿La democracia burguesa en cuestión?».

2 Véase «Rey Lear: el drama del trotskismo y su esperada herencia peronistas».

3 Nos referimos a este tuit del 11 de junio, donde afirma: «Prefiero el MAL MENOR de que una persona que cometió hechos de corrupción se presente a las elecciones al MAL MAYOR de avanzar en un régimen de persecución y proscripción en manos de fuerzas políticas que cometieron hechos tan o más graves de corrupción.» Lo ratificó al día siguiente y en el programa 14 toneladas, que se emite por el canal del Partido Obrero.

4 Véase la declaración del partido Política Obrera «Defendemos los derechos políticos de Cristina Kirchner», que propone superar al peronismo en desbande mediante la defensa de los chorros peronistas. Eso sí: a condición de que no hayan cometido crímenes de sangre o de lesa humanidad. Todo lo cual es una reivindicación lisa y llana del desfalco. Por si queda alguna duda, la declaración cierra con una efeméride peronista: «Buenos Aires, 9 de junio de 2025. 70° aniversario de la marcha golpista de Corpus Christi, organizada por la Iglesia Católica y el Vaticano».

5 a) «CFK condenada: sus tropas menguantes soñando con un 17 de octubre y el trotskismo con participar en él»; b) «Argumentos de la izquierda en defensa de CFK».

6 «Ante la muerte de Hugo Chávez nuestras condolencias y saludos al pueblo bolivariano de Venezuela», dice el MST en su elogio del «proyecto nacionalista y bolivariano», «antiimperialista», que expulsó a casi 7 millones de trabajadores de Venezuela. Puede verse también la «Declaración del Frente de Izquierda contra la ofensiva golpista en Venezuela», del PTS, PO e IS, en la que se caracterizó de «golpistas» y «pro imperialistas» a las movilizaciones que reclamaban derechos democráticos.

7 El Nuevo MAS sostiene, en «La agresión de Israel a Irán es una provocación de guerra asimétrica», que Irán «es una nación soberana pero oprimida por el imperialismo. A pesar del régimen ultrarreaccionario de los ayatolá, defender Irán frente a Israel es la única posición política que puede tomar la izquierda si quiere defender los intereses de los pueblos de Medio Oriente».

8 Guillo Pistonesi, «Fallo proscriptivo. ¿De qué lado está el Partido Obrero?», nota publicada en La Izquierda Diario el viernes 13 de junio de 2025.

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