El Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV), que depende de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), presentó hace poco un amplio informe estadístico en el que analiza el impacto de los homicidios en Argentina, desde 2001 hasta 2021. Del informe se desprende que:
En cuanto a los femicidios, entre 250 y 300 mujeres cada año son asesinadas. Si bien desde 2014 a 2021 las cifras oficiales indican que la cantidad de homicidios dolosos fue disminuyendo notablemente, la cantidad de femicidios se mantuvo relativamente estable.
La estabilidad en la tendencia de los femicidios, a diferencia de la baja en los homicidios dolosos, es un hallazgo que «abona el argumento de que los homicidios de mujeres por razones de género responden a causas distintas» (p. 57 del informe). Y en las conclusiones del capítulo dedicado a femicidios se agrega una observación escalofriante:
Finalmente, consideramos importante destacar que en algunas ciudades del país los femicidios han aumentado y han aparecido tipologías «nuevas» relacionadas con las economías ilícitas y la violencia feminicida narco. En estos casos, la mujer es el territorio de violencia de las organizaciones criminales. Si bien este tema no ha sido el foco de este capítulo, es un asunto relevante que enciende nuevas alertas y merece ser estudiado con mayor profundidad.
Mientras este informe objetiva en números y datos estadísticos la opresión cotidiana del patriarcado en la Argentina de los últimos años, el colectivo Ni Una Menos (NUM) viraliza la campaña «Pañuelo verde no vota peluca», con link a unos afiches y el siguiente texto:
Hola. Generamos estas piezas de libre uso con la certeza de que las feministas somos indispensables para frenar la reacción conservadora y antidemocrática, en estas elecciones. Vas a encontrar afiches tamaño A3 para imprimir y salir a pegar, y piezas para redes sociales. Defendamos juntas los derechos que conquistamos para todes. Difundí, reenviá. ¡No pasarán!
Frente a los femicidios consumados, el colectivo NUM llama a «frenar la reacción conservadora y antidemocrática» que podría consumarse. Frente a la estadística luctuosa de los hechos bajo el actual gobierno (mujeres asesinadas en número sostenido, año tras año), se invoca el miedo ante los dichos de un candidato a gobernar. Frente a la opresión patriarcal que el Estado burgués refuerza, hoy, por acción y omisión, la consigna de la Guerra Civil española «¡No pasarán!» agita el fantasma del fascismo en un mañana posible.
Esta preocupación excesiva por «lo que vendrá» desarma la lucha contra la continuidad de la macabra situación actual. En lugar de la consigna «Ni Una Menos es SIN Milei», decimos que Ni Una Menos es SIN cualquier gobierno bajo el cual los femicidios continúen. Empezando por el gobierno en ejercicio. Porque luchar contra la inoperancia y la complicidad del presente gobierno con respecto al orden patriarcal que asesina mujeres nos prepara mejor para luchar contra el próximo gobierno, sea cual fuere.
Por otra parte, la campaña del colectivo NUM, acaso un eco distorsionado de la consigna feminista española «Feminismo no vota traidores», supone que el peronismo no es reaccionario, no es conservador, no es «la derecha». Sin embargo, los hechos prueban que el peronismo es una fuerza históricamente católica y castrense, que ha ejecutado políticas misóginas como la legalización de los prostíbulos en 1954, el decreto 659/74 que Perón firmó para prohibir todas las actividades destinadas a la información, difusión y venta de métodos anticonceptivos, el establecimiento del Día del Niño por Nacer (en 1998) y el cajoneo de la ley de interrupción legal del embarazo (ILE) durante 12 años (con 300 mujeres muertas anualmente a causa de abortos clandestinos).
Experto en negar su propia historia, el peronismo produce imágenes que fabulan una Eva Perón con el pañuelo verde o en pretendida pose feminista. Pero estas fantasías no evaporan el registro existente de la Eva Perón histórica, no borran la letra de La Razón de mi Vida ni deshacen sus discursos. Por ejemplo, el que pronunció el 23 de febrero de 1951 ante las delegadas de las unidades básicas de Partido Peronista Femenino, en el salón blanco de la casa de gobierno:
Nosotras, mi general, no queremos nada más que usted nos utilice. No pensamos más que por vuestra cabeza, no sentimos más que por vuestro corazón y no vemos más que por vuestros ojos.. […] Aquí estamos, mi general. No venimos a combatir a nadie, no venimos a pedir nada, sino tan sólo el privilegio de servir humilde y honradamente a vuestro lado. Aquí estamos, mi general, para darle todas las satisfacciones que necesita un hombre que está quemando su vida en aras de la Patria.
No puede extrañar, entonces, que Alberto Fernández haya declarado «Estoy muy feliz de estar poniéndole fin al patriarcado» y «Mi mérito fue ponerme al frente de esa inmensa marea verde». Porque son los dirigentes peronistas quienes toman la iniciativa, ejecutan las medidas, se ponen al frente, «guían» a las mujeres y «les dan» derechos. «Fue el general Perón», decía Eva en el discurso citado, «quien nos indicó el camino y nos brindó la oportunidad de ejercer nuestros derechos» (Discursos completos, Bs. As., Ediciones Megafón, 1986, pp. 302-3).
También fue el general Perón quien presidió el primer gobierno democrático argentino que aplicó picana eléctrica a mujeres trabajadoras:
El caso de las telefonistas torturadas en el año 1949 permite delimitar algunas características específicas de la época. Fundamentalmente confirma que durante el primer gobierno de Perón se aplicaron torturas a detenidos de origen político y sindical; como también confirma que, por primera vez en la historia de la Nación argentina, se aplicó el tormento de la “picana eléctrica” a mujeres trabajadoras.
La documentación al respecto se encuentra en el libro de Marcial Luna, Telefonistas. Las obreras torturadas durante el primer gobierno de Perón, publicado por Ediciones ryr. Y prueba que la democracia burguesa no es incompatible con «la reacción conservadora», la exhibición de rasgos fascistoides desde el gobierno y la represión del Estado sobre la clase obrera. Escribir en las redes «¡No pasarán!» no borra el hecho de que esas cosas ya pasaron en democracia. Y siguen pasando.
Para el peronismo, las mujeres no son un sujeto político sino un predicado del «general», del dirigente de turno, del verticalismo incuestionable del partido del orden burgués. O de «la jefa», porque ser mujer no es sinónimo de ser feminista: fue Cristina quien cajoneó, bajo sus dos presidencias (8 años), el proyecto de ley para el aborto. Fue Cristina quien dijo, al abrir sesiones en el Congreso, que las docentes (una ocupación abrumadoramente femenina, dada la división patriarcal del trabajo que nos asigna los cuidados y las tareas domésticas como si fueran atributos naturales de nuestro sexo) trabajan 4 horas y tienen 3 meses de vacaciones. Fue Cristina quien tuvo a Juan Manzur como Ministro de Salud y fue Cristina quien lo pidió para que ejerciera el cargo de Jefe de Gabinete de Alberto.
¿Y quién es Juan Manzur? Socio de Hugo Sigman y enlace entre la industria farmacéutica (Roemers, Bagó, Elea…) y el Estado burgués, probó su destreza peronista en la manipulación de datos estadísticos cuando, siendo ministro de salud en Tucumán, prohibió el diagnóstico de desnutrición para provocar una baja en el registro de la mortalidad infantil. Si Néstor Kirchner intervino el INDEC para fraguar los datos de inflación, si Axel Kicillof decidió no contar cuántos pobres había en Argentina porque le parecía «un dato estigmatizante», si Alberto Fernández realizó un censo nacional de autopercepciones, a nadie le puede extrañar que el peronista Manzur haya recurrido a la manipulación de datos para desconocer la realidad.
¿Qué importancia tiene Juan Manzur para el feminismo? Autoproclamado Pro-Vida (pañuelo celeste) y miembro del Opus Dei, siendo gobernador de Tucumán Juan Manzur obligó a parir a Lucía, una niña de 11 años, víctima de violación. Elizabeth Gómez Alcorta (ex ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación) convivió sin conflictos en el gabinete con Manzur (mientras éste fue Jefe designado por Cristina) y renunció para darle paso a la nueva ministra: la peronista Ayelén Mazzina, quien se ganó el cargo destruyendo el Encuentro Nacional de Mujeres con dinero del Estado provincial de San Luis (provincia gobernada por el peronismo). Cuando parecía que Manzur iba a ser el compañero de fórmula de Wado de Pedro, Gómez Alcorta expuso crudamente cómo el peronismo subordina la agenda feminista a los intereses electorales colocándola entre las «contradicciones secundarias». Para Gómez Alcorta, el «enemigo» del feminismo no es la opresión patriarcal en todas sus formas, no es Manzur y todo lo que encarna, no es el peronismo y todo lo que hace contra las mujeres, sino Milei, Patricia Bullrich, «la derecha fascista» y otras amenazas, discursos y futuros posibles.
«Volvimos y vamos a ser mujeres… mejores», dijo Alberto Fernández en un celebrado furcio. Pero la proyección real de esa frase es Juan Manzur designado Jefe de Gabinete a pedido de Cristina. La verdad de esa frase es la protección de José Alperovich, ex senador y ex gobernador peronista, procesado por «abuso sexual agravado con acceso carnal» contra su sobrina. El correlato práctico del celebrado furcio es el silencio de toda la dirigencia peronista ante el caso de Cecilia Strzyzowski en la provincia del Chaco, gobernada por el peronista Jorge Capitanich, aliado del clan Sena (sospechoso de la desaparición de Cecilia). La concreción política de «Volvimos y vamos a ser mujeres… mejores» está en Axel Kicillof y Sergio Berni incendiando ranchos en Guernica para desalojar mujeres sin techo.
4.000 efectivos policiales, topadoras, itakas y fuego contra mujeres y niños sin techo. Axel lo hizo.
El peronismo subordina los intereses del feminismo a los intereses del partido del orden burgués. Por eso no es posible ser feminista y peronista. Asombra que el colectivo NUM llame a «frenar la reacción conservadora y antidemocrática» cuando en Argentina gobierna, hoy, un partido tan poco democrático que a nadie le sorprende que sus candidatos sean designados y removidos a dedo, de la noche a la mañana, a espaldas del «movimiento». Fuertemente verticalista, obviamente personalista, históricamente religioso y ridículamente oscurantista, recordemos que el «ala izquierda» del peronismo se transubstancia en Juan Grabois, candidato del Papa Francisco: ¿qué puede haber más reaccionario y conservador que la Iglesia Católica? Si una institución milenariamente misógina es lo más «progre» que tiene el peronismo, ¿cómo alguien puede concebir la posibilidad de ser feminista y peronista?
Pongámoslo en estos términos. De los últimos 35 años de democracia en Argentina, 27 años fueron gobernados por el peronismo. Nos preguntamos:
¿Qué hizo el peronismo para erradicar al sistema prostituyente, institución que reproduce, revitaliza y refuerza, en acto, una de las formas más violentas de subordinación en la que el capitalismo y el patriarcado nos ubica a las mujeres y niñas obreras más empobrecidas?
Nada, excepto declararse regulacionista, como hizo Wado de Pedro cuando parecía que iba a ser candidato a presidente.
¿Qué campañas impulsó el peronismo para denunciar, repudiar y movilizarse contra la cruenta explotación reproductiva, en la que se utiliza a las mujeres obreras como incubadoras humanas, comercializando los órganos de las mujeres y comercializando a los bebés?
Ninguna, sino todo lo contrario: el peronismo presentó varios proyectos de ley para regular la explotación reproductiva, mientras amenaza con que Milei hará realidad lo que lo que ya es realidad.
¿Qué posición tiene el peronismo ante los derechos de las mujeres basados en el sexo?
Está en contra. El peronismo ha lanzado una ofensiva rabiosa para borrar a las mujeres mediante políticas como la ley de Identidad de Género y el DNI no-binario. Con el mismo objetivo fomenta esa neolengua llamada «lenguaje inclusivo» en las unidades académicas (como ya ocurre en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, por ejemplo). Promueve los estereotipos más conservadores al confundir la orientación sexual con la identidad de género en materiales para la ESI o en los cursos de la Ley Micaela para todos los trabajadores del Estado. Y entre sus muchos esfuerzos por dividir al movimiento feminista en Argentina, el peronismo ha roto el histórico Encuentro Nacional de Mujeres, financiando con recursos públicos el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries.
En suma: conceptual y políticamente, es imposible ser feminista y peronista. Por eso decimos que una consigna feminista coherente debería declarar «Feminismo no vota perucas». Porque el feminismo no vota partidos que defienden el sistema prostituyente, que amparan la explotación reproductiva, que atacan los derechos de las mujeres basados en el sexo, que sostienen y refuerzan, en fin, el orden patriarcal.