MONOPOLIOS Y ESTADO BURGUÉS: El proceso contra Google y los disensos entre capitalistas

Enfrentamientos en las alturas

Está ocurriendo un hecho muy importante a nivel global, aunque significativamente ha sido poco mencionado por la prensa en general e ignorado olímpicamente por las publicaciones de izquierda.

El Departamento de Justicia ha pasado tres años a lo largo de dos administraciones presidenciales construyendo la acusación de que Google abusó ilegalmente de su poder sobre las búsquedas en línea para estrangular la competencia. Para defenderse, Google ha contratado a cientos de empleados y tres poderosos bufetes de abogados y ha gastado millones de dólares en honorarios legales y cabilderos. El martes, un juez del Tribunal de Distrito de EE.UU. para el Distrito de Columbia comenzará a considerar sus argumentos en un juicio que llega al corazón de una pregunta que lleva mucho tiempo latente: ¿Se volvieron dominantes los gigantes tecnológicos de hoy violando la ley?

El caso –EE.UU. y otros contra Google– es el primer juicio por monopolio del gobierno federal en la era moderna de Internet, en la que una generación de empresas tecnológicas ha llegado a ejercer una inmensa influencia sobre el comercio, la información, el discurso público, el entretenimiento y el trabajo. El juicio lleva la batalla anti-monopolio contra esas empresas a una nueva fase, pasando de cuestionar sus fusiones y adquisiciones a examinar más profundamente los negocios que las llevaron al poder.

Un caso tan trascendental sobre el poder tecnológico no se había desarrollado desde que el Departamento de Justicia llevó a Microsoft a los tribunales en 1998 por violaciones anti-monopolio. Pero desde entonces, empresas como Google, Apple, Amazon y Meta, propietaria de Facebook e Instagram, se han integrado en la vida de las personas en un grado aún mayor. Cualquier fallo del juicio podría tener amplios efectos en cadena, ralentizando o potencialmente desmantelando a las mayores empresas de Internet después de décadas de crecimiento desenfrenado.

Hay mucho en juego para Google, la compañía de Silicon Valley fundada en 1998, que creció hasta convertirse en un gigante de 1,7 billones de dólares al convertirse en el primer lugar al que la gente recurría en línea para realizar búsquedas en la web. []El caso se centra en si Google consolidó ilegalmente su dominio y aplastó a la competencia pagando a Apple y otras empresas para que hicieran que su motor de búsqueda de Internet fuera el predeterminado en el iPhone, así como en otros dispositivos y plataformas.[] Google ha amasado el 90% del mercado de motores de búsqueda en EE.UU. y el 91% a nivel mundial según Similarweb, una firma de análisis de datos. [] El Departamento de Justicia ha acusado a Google de destruir los mensajes instantáneos de los empleados que podrían haber contenido información relevante para el caso. []

El motor de búsqueda de Google fue creado por Sergey Brin y Larry Page cuando eran estudiantes en la Universidad de Stanford en la década de 1990. Su tecnología fue ampliamente elogiada por ofrecer resultados más relevantes que otras herramientas de búsqueda web. Google eventualmente aprovechó ese éxito en nuevas líneas de negocios, que incluyen publicidad en línea, transmisión de video, mapas, aplicaciones de oficina, autos sin conductor e inteligencia artificial. []

En octubre de 2020, el gobierno demandó a Google por abusar de su dominio en las búsquedas online. En su demanda, el gobierno acusó a Google de perjudicar a rivales como Bing y DuckDuckGo de Microsoft, al emplear acuerdos con Apple y otros fabricantes de teléfonos inteligentes para convertirse en el motor de búsqueda predeterminado en sus navegadores web o estar preinstalado en sus dispositivos. [] Las acciones de Google habrían perjudicado a los consumidores y asfixiado la competencia, dijo la agencia, y podrían afectar el futuro panorama tecnológico a medida que la compañía se posicionara para controlar los «canales emergentes» para la distribución de búsquedas. La agencia agregó que Google se había comportado de manera similar a Microsoft en la década de 1990, cuando el gigante del software hizo de su propio navegador web el predeterminado en el sistema operativo Windows, aplastando a sus competidores. []

Durante décadas, los jueces generalmente han fallado en contra de las empresas en casos anti-monopolio sólo cuando su conducta perjudica a los consumidores, particularmente si han aumentado los precios. Los críticos han dicho que eso deja a empresas como Google, que ofrece búsquedas en Internet de forma gratuita, libres de responsabilidades. [] Los juicios de monopolio pueden cambiar la dirección de las industrias. En 1984, bajo presión del Departamento de Justicia, AT&T se dividió en siete empresas regionales de telecomunicaciones. La ruptura transformó la industria de las telecomunicaciones al hacerla más competitiva en los albores de la era de la telefonía móvil. []

En última instancia, el juicio de Google probará si las leyes anti-monopolio escritas en 1890 para romper los monopolios del azúcar, el acero y los ferrocarriles todavía pueden funcionar en la economía actual. i

Es un tema importante, ya que nos atraviesa a todos. Google es el motor de búsqueda dominante y el conjunto de la clase trabajadora del mundo occidental se vale de él para buscar información, encontrar la forma de llegar a un destino, elegir un lugar de vacaciones o para comer, etc. Y no debemos olvidarnos: usamos Google para buscar, confirmar, rebatir, noticias. Aunque sólo fuera porque gran parte de la información que utilizamos está determinada por el motor de búsqueda de esta empresa, lo que suceda con Google es un tema importante para la clase social a la que pertenecemos. Pero lo es aún más por las razones expuestas en los párrafos, que citamos recién, de uno de los órganos de prensa más importantes del establishment estadounidense: el New York Times.

Lo que sucede y lo que ha sucedido

Como se menciona al final de la cita, los juicios y procedimientos anti-monopólicos tienen una larga historia en EE.UU.: «las leyes anti-monopolio escritas en 1890 para romper los monopolios del azúcar, el acero y los ferrocarriles». Aunque, en verdad, esta historia afecta al resto del mundo:

Google fue acusado el miércoles de violar las leyes anti-monopolio de la Unión Europea al utilizar su dominio en la publicidad en línea para socavar a sus rivales, el último de una serie de casos en todo el mundo que atacan el núcleo del modelo de negocio del gigante de Internet. El caso fue presentado por la Comisión Europea, el poder ejecutivo de laUnión Europea de 27 naciones, y es la cuarta vez que Google es acusado de violar las leyes antimonopolio europeas en los últimos años.ii

Esa larga historia ha cambiado la dirección de la economía, al menos en tres ocasiones muy notorias. Luego de la Ley Sherman contra los monopolios (Sherman Act, 1890: obtuvo en ambas cámaras 292 votos favorables y 1 en contra), el Estado burgués procedió contra la petrolera Standard Oil de Rockefeller en 1911, obligándola a dividirse en 34 empresas independientes (algunas de ellas todavía son grandes en el presente, como Mobil o Exxon), contra la AT&T, el gran conglomerado telefónico, dividido en 1984 en siete empresas, y el juicio contra Microsoft en 1998.

Se puede observar cómo la vigencia y la factibilidad de estas medidas «anti-monopolio» se encuentra cada vez más enmarañada y comprometida, a medida que se desarrollan dos procesos simultáneos: una mayor intangibilidad de la forma de la mercancía y una mayor interacción de cada producto con otros. Petróleo, comunicaciones, software, búsquedas, señalan ese fenómeno. A pesar de los novedosos fondos fiduciarios con los que Rockefeller innovó oscureciendo la propiedad de las distintas compañías, el petróleo es muy concreto para ser rastreado y exhibe muchas menos articulaciones con otros productos a los que se integra. En cambio, las comunicaciones, los softwares y las búsquedas se integran en muchísimos productos. Especialmente, se integran –y esto es algo que preocupa a los burgueses sobremanera– con la publicidad y lo que eligen los consumidores, es decir: con la posibilidad de realizar la plusvalía, de recuperar las inversiones, de acrecentar el capital. La complejidad del juicio que se lleva a cabo deriva de las dificultades que el Estado burgués tiene para realizar esa tarea propia de la burguesía.

Antes se trataba de determinar si los precios habían sido elevados artificialmente por el poder monopólico, o bien se trataba de prevenir que se pudiera llegar a esa instancia mediante la compra, adquisición o fusión de otras empresas que generaran condiciones para construir ese poder monopólico. El eje de toda la cuestión son los precios y ya veremos por qué.

La novedosa complejidad proviene de «las nuevas líneas de negocios» y «los canales emergentes». Las Cadenas Globales de Valor (CGV), que hemos descripto en notas anteriores [aquí y aquí], vinculan los procesos de manera mucho más fragmentada e integrada que en etapas previas del capitalismo. Determinar el «mercado» al que se le intenta garantizar la competencia, hoy, es mucho más difícil que hace un siglo, cuando se trataba de petróleo, azúcar o acero, producidos por fábricas integradas con la casi totalidad de los procesos en su interior.

Pero la burguesía no se engaña con soluciones que impliquen sueños románticos, regresos al pasado o economías paleolíticas. Sabe que las ganancias y el dominio de los mercados depende centralmente de la innovación tecnológica. Representado el conjunto de los burgueses en su Estado, éste ataca a cualquier representante particular que pudiera dañar la competencia, tanto por la vía de precios superiores (artificialmente establecidos) como por la de imponerse como opción indispensable, ahogando la competencia y la iniciativa de los otros particulares.

Los historiadores y economistas burgueses son categóricos en afirmar que dividir a la petrolera y a otros monopolios nacientes de principios del siglo XX fue muy positivo para el desarrollo industrial de EE.UU. Que la división de la telefónica AT&T, en la década del 80, cumplió un papel importante al momento de lanzar nuevas tecnologías de la comunicación. Están divididos, eso sí, en cuanto al resultado de las limitaciones a Microsoft y, mucho más, en relación a los procesos anti-monopólicos actuales. Básicamente porque, por un lado, les preocupa que el incentivo de mantenerse en la vanguardia desaparezca para Google y se mantenga un producto crecientemente atrasado, protegido por su dominio sin amenaza. Dominio que causaría perjuicios a los usuarios por su falta de actualización y que, a la larga, podría significar su derrumbe en la medida en que una nueva frontera tecnológica (computación cuántica, 5G, inteligencia artificial, etc.) sea aprovechada por otros emergentes, quizás de otros países, que provean nuevos motores de búsqueda, aplicaciones o recursos tecnológicos. Por otro lado, como lo han expuesto los gigantes de la tecnología cuando fueron llamados a declarar ante el Congreso de EE.UU., el debilitamiento de los grandes podría predisponer a los competidores de otros países, sobre todo de China, al asalto de sus nichos y mercados.

En todo este proceso se expresa la contradicción del sistema capitalista. Porque la misma ley del valor que impulsa la competencia, la concentración y la centralización, caducaría si esa centralización y concentración terminaran con la competencia. Obviamente, como socialistas, no podemos ver allí más que un límite infranqueable del capitalismo que sólo se podría solucionar yendo más allá de él, con una planificación que innovara pero no en función de las ganancias, sino del bienestar. Entre las dos trincheras burguesas ninguna es la nuestra: de un lado y del otro hay grandes capitales defendiendo su acumulación.

Trabajo desregulado y regulación de la competencia

Ciertamente, necesitamos tener claridad y nitidez sobre las contradicciones burguesas para no tomar partido en las disputas entre explotadores. El viejo proverbio «Los enemigos de mis enemigos son mis amigos» no funciona para quienes somos socialistas. Porque los enemigos capitalistas de nuestros enemigos capitalistas son, también, nuestros enemigos capitalistas. Además, este juicio, que expone a una empresa hinchada de ganancias y poder, este proceso judicial iniciado por el propio Estado burgués preocupado (que expresa la preocupación del conjunto de la burguesía) por un particular demasiado poderoso, también nos sirve para entender, para pensar y para comprender, el carácter contradictorio de los movimientos en el interior de la economía capitalista.

Es cierto que los capitalistas, cuando crecen, contratan más trabajadores. Pero esta es una de las posibilidades y es la menos determinante para el capital (aunque en un capitalismo pitufo como el argento no lo parezca). Lo más importante para los capitalistas es crecer mediante el aumento de la productividad. Es decir, crecer siendo más competitivos, produciendo lo mismo que antes pero en menos tiempo, o teniendo una planta de trabajadores menos numerosa. Google nos sirve para entender que los casos que más conocemos los trabajadores argentinos, en los últimos tiempos sobre todo, de despidos por achicamiento o quiebra, no son los únicos ni los más importantes. Los que crecen lo hacen también aumentando las ganancias, la tecnología, la productividad y… despidiendo, disminuyendo la cantidad de empleados. Google, sentado en un banquillo por ser demasiado poderoso, achicó su planta en un 6%, 12.000 trabajadores, hace poco más de medio año:

La casa matriz de Google, Alphabet, anunció que eliminará el 6% de su fuerza laboral global, equivalente a unos 12.000 puestos de trabajo en todo el mundo. Los despidos se anunciaron poco después de que Microsoft anunciara 10.000 despidos para los próximos meses, tras recortes similares en Meta, propietario de Facebook e Instagram, así como en Amazon y Twitter.

Estas reducciones de personal se producen luego de una gran ola de contrataciones durante el apogeo de la pandemia de coronavirus, cuando las empresas se apresuraron a satisfacer la demanda de la gente, que se conectaba cada vez más a internet para trabajar, estudiar y entretenerse. «En los últimos dos años hemos experimentado períodos de crecimiento espectacular (…) Para apoyar e impulsar ese crecimiento, contratamos para una realidad económica diferente a la que enfrentamos hoy» […] se está realizando una revisión para garantizar que los recursos humanos actuales estén en línea con las prioridades de la compañía. []

Esta reestructuración permitirá afinar el «enfoque» en las prioridades de Google, incluido el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). [] Wall Street recibió positivamente a los recortes: las acciones de Alphabet cerraron el viernes con un aumento de más del 5%, a 98,02 dólares. El mismo efecto tuvieron los recortes de personal en otros gigantes tecnológicos: el precio de las acciones de Meta subió un 35% desde que anunció 11.000 reducciones de empleos el 9 de noviembre, y las acciones de Amazon subieron un 13% desde que despidió a 18.000 personas a principios de este mes.

Según los analistas, los pesos pesados de la tecnología habían gastado en exceso, sin prever una desaceleración económica. Según el sitio de tecnología Layoffs.fyi, casi 194.000 trabajadores del sector tecnológico han perdido su empleo en EE.UU. desde principios de 2022, sin incluir a los afectados por el anuncio de Alphabet el viernes.iii

Si la realidad no se parece a mi programa, la equivocada es…

En una cultura política, la de izquierda, que desde hace más de 100 años se ha ordenado crecientemente alrededor de la palabra «monopolio», la sola existencia de un procedimiento anti-monopólico en la principal economía mundial, llevado adelante por el gobierno burgués con mecanismos propios del Estado burgués, debería adquirir importancia.

Es cierto que una primera respuesta, propia de terraplanistas y conspiranoicos, es que lo que se está desarrollando en los tribunales estadounidenses es una puesta en escena, en línea con la llegada del Hombre a la Luna, que tampoco sucedió nunca. Pero, si descartamos la percepción hípernarcisista de que el gran capital dedique inmensos recursos a producir una ficción para engañarnos a nosotros, es necesario preguntarse qué está sucediendo con una de las principales empresas del planeta, en el país donde el capitalismo se encuentra más desarrollado y más crudamente expuesto, y que repercutirá en un producto que consume masivamente la clase obrera argentina e internacional.

Para ello debemos superar la visión provinciana, localista, esa neblina que para los trabajadores en Argentina es la inflación. Nuestro país, con su movimiento perpetuo de retorno a escenarios similares pero más empobrecidos, nos impide pensar que los precios tienen alguna relación con el valor y nos sugiere permanentemente un fetichismo invertido de la mercancía, en el que esos números caprichosos son manejados por un mago enloquecido o por «los formadores de precios». Quienes somos socialistas tenemos la obligación de conocer y pensar el funcionamiento de las economías capitalistas en los países que funcionan, para conocer cómo funciona el sistema que nos oprime y explota. Y también para reconocer la diferencia, el déficit, de un país que no logra ni siquiera alcanzar el funcionamiento medio de un sistema explotador y expropiador. No porque ese sistema sea bueno, sino porque el capitalismo argentino es la disfuncionalidad exacerbada de ese sistema.

Cuando dirigimos la mirada a cualquiera de estos fenómenos importantes a nivel mundial, y nos evadimos de resolverlas mediante el recurso a las conspiraciones, las fake news y el poder de los medios, nos encontramos con que suceden cosas que nos permiten, hoy, una comprensión más acertada tanto de las circunstancias económicas como de las coyunturas políticas. El más poderoso gobierno imperialista, el de EE.UU., se enfrenta a una de las empresas más grandes del mundo, también estadounidense, en un combate alrededor de la cuestión del «monopolio». La sola aparición de esta palabra en la disputa legal tendría que movilizar a la izquierda para informar a los trabajadores, de manera detallada y consistente, qué está sucediendo. Mucho más cuando la palabra «monopolio», su preeminencia discursiva y la lucha contra ellos conforman una cuestión central en la propuesta programática y en la agitación política del conjunto de la izquierda. Al menos, esto dice el programa reivindicado por la casi totalidad de las fuerzas que integran el FITU:

El capitalismo liberal basado en la concurrencia y la libertad de comercio se ha eclipsado en el pasado. El capitalismo monopolizador que lo reemplazó, no solamente no ha reducido la anarquía del mercado, sino que, por el contrario, le ha dado un carácter particularmente convulsivo. [] Los gobiernos democráticos tropiezan en sus tentativas tímidas de «reglamentación» con el sabotaje insuperable del gran capital. [] El «secreto» comercial se justifica siempre, como en la época del capitalismo liberal, por los intereses de la «concurrencia». En realidad, los trusts no tienen secretos entre sí. El secreto comercial de la época actual es un constante complot del capital monopolizador contra la sociedad. (Programa de Transición, León Trotsky, 1938).

Mientras no dejemos de lado la idea de un enemigo monopólico, monolítico, carente de diferencias y, por lo tanto, desinteresado de su propia democracia como régimen, poco es lo que podremos entender, incluso, de los hechos más inmediatos. Todo procedimiento institucional será un «golpe blando», todo candidato tendrá que ser dividido entre la inconsecuencia –si es peronista– y el fascismo –si no lo es–, toda diferencia será pura teatralería burguesa para engañarnos e, incluso, todas las diferencias al interior de la clase trabajadora carecerán de importancia porque la frontera, «la grieta», será tan luminosa que nadie podrá dejar de verla.

Pero no es así. El gobierno del Estado burgués imperialista de Estados Unidos tiene diferencias con algunas de las empresas más poderosas de ese país. Los títulos y bonos argentinos que venían en alza, observando cómo se perfilaba para gobernar un candidato de Juntos por el Cambio, se plancharon al lunes siguiente a las PASO, al ver que ganó un candidato desorbitado, con propuestas poco factibles en un ordenamiento capitalista, y carente de ese aparato institucional para moverse en la democracia burguesa. Ese funcionamiento institucional que la izquierda trotskista desprecia pero la burguesía, no. Ese funcionamiento institucional y esas diferencias que, en tanto son ignoradas, más profundamente confunden y atenazan.

El caso que acabamos de presentar señala una contradicción impactante. Que uno de los puntales de nuestra armazón teórica, la ley del valor trabajo, sea más respetada y defendida por los dos grandes partidos imperialistas que por la prensa de izquierda.

Sin reajustar nuestra concepción del funcionamiento del capitalismo y, por lo tanto, sin reajustar nuestro análisis del funcionamiento de las instituciones que lo regulan, todo nuestro programa y nuestra actividad se parecen cada vez más a lo que dice Shakespeare en Macbeth sobre la vida: una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa.

NOTAS:

i https://www.nytimes.com/2023/09/06/technology/modern-internet-first-monopoly-trial-us-google-dominance.html?action=click&module=RelatedLinks&pgtype=Article

ii https://www.nytimes.com/2023/06/14/technology/google-antitrust-european-union.html

iii https://www.ambito.com/edicion-impresa/empresas-tecnologicas-crisis-google-anuncio-12000-despidos-n5634473

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *