Hay un progresismo que rechaza la obra de Darwin y otro menos proclive al esoterismo. Este último reconoce el juego social pero lee la realidad como Ireneo Funes. Pasa en Radio Con Vos, pasa en el New York Times, pasa en la vida: cuando pueden hacer algo, miran pasivamente; cuando no pueden, militan la resignación al mal menor.
Pensar es olvidar diferencias… (O la importancia de los datos)
Una parte del progresismo reformista, el ultra individualista, deriva sus argumentos de la identidad. Por esa razón conforman la contracara, el espejo exacto, de los libertarios: ni «mi identidad» ni «mi billetera» tienen existencia más allá de la sociedad en la que son producidas. Fundar la idea del funcionamiento social en las conductas individuales nos conduce a la preexistencia del alma o algún ente presocial que, luego, debe luchar denodadamente para que un artificio llamado «sociedad» no lo condicione u oprima. No discutiremos aquí y ahora con esa corriente bífida del individualismo que agrupa, entre otros, al queerismo y al anarcocapitalismo en una sólida legión de enemigos de lo común.
Pero hay otro sector del progresismo reformista que es más lucido (o menos proclive a la religión y el esoterismo). No parte del individuo, sino que reconoce el juego social. Admite que las variables particulares son efectos estructurales que funcionan dentro de un sistema. Si interrogamos con paciencia el discurso de este progresismo, en un lugar remoto, a veces, hasta podemos encontrar una coincidencia: el problema es el capitalismo. Pero una vez reconocida esta causa general de los problemas sociales, ante cualquier noticia o suceso que exija análisis e interpretación, se produce una suerte de retroceso mental en la caracterización y esa causa desaparece, se difumina, se borra. A partir de entonces, cada problema real, o sea cada problema concreto, solo puede ser pensado al interior del mismo sistema, en el recorte particular del problema planteado.
Por eso la realidad, nuestra realidad actual, provoca en el progresismo reformista una inmediata reacción de alarma y estupor. Pensando soluciones posibles dentro de un sistema que no las tiene, una pregunta golpea en la estupefacción como bolita industrial en un aerosol de pintura: «¿Cómo puede ser?» Hemos desarrollado en otros textos el funcionamiento de ese modo de pensar, por ejemplo, el triunfo de Milei, que comienza declarándolo «impensable» para concluir adjudicándoselo a «gente que no piensa». Pero hoy queremos abordar los límites de esa matriz de pensamiento en una secuencia menos «partidaria».
El viernes 8 de diciembre, en el programa radiofónico conducido por Ernesto Tenembaum ¿Y ahora quién podrá ayudarnos? (Radio con Vos), Jairo Straccia presentó un informe sobre la caída de la tasa de natalidad en Argentina en la última década. El informe comenzó con la observación del lento, tortuoso, fragmentado y sospechoso proceso de publicación de los resultados del Censo 2021. La sospecha sobre las causas de estos problemas es una afirmación de nuestra parte, habida cuenta del acendrado rechazo a las mediciones propio del kirchnerismo, ejemplificado en acciones que van desde la intervención del INDEC al ex ministro Kicillof que se negaba a medir la pobreza porque estigmatizaba. Y que se suma al progresismo reformista cuando hace profesión de fe de la política del avestruz, esconder la cabeza y no saber, con el argumento de que las «evaluaciones son estandarizadas»i. Probablemente a causa de su nacionalismo peronista, el FITU no pueda permitirse reflexionar sobre el padecimiento del memorioso Ireneo Funes:
Locke, en el siglo XVII, postuló (y reprobó) un idioma imposible en el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro y cada rama tuviera un nombre propio […] Los dos proyectos que he indicado (un vocabulario infinito para la serie natural de los números, un inútil catálogo mental de todas las imágenes del recuerdo) son insensatos, pero revelan cierta balbuciente grandeza. Nos dejan vislumbrar o inferir el vertiginoso mundo de Funes. Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). […] Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.ii
…pero no tanto. (O la importancia de la historia)
Jairo Straccia presentó un informe, decíamos, con comentarios de un especialista en demografía: Rafael Rofman. A partir de los datos del informe, Rofman interpretó causas posibles, variables asociadas y perspectivas probables. Ahí aparece la disonancia cognitiva. Los desarrollos absolutamente creíbles, atendibles y necesarios se detienen allí, en ese punto donde cada interacción de las variables se conjuga con otras de tal modo que la madeja obliga a pensar que… no es posible una salida virtuosa si la lógica de la acumulación del capital en manos privadas se mantiene como rectora de la sociedad.
La columna es sumamente interesante por toda la información que nos brinda. Remarcamos que no tenemos dudas acerca de la calidad informativa, la veracidad de la gran mayoría de los datos y el profesionalismo que nos brindan muchos periodistas. Todo eso nos ofrece una inmensa ayuda para pensar. No creemos que mientan, en general. Consideramos que argumentan, razonan e interpretan débilmente, y eso es lo que nos interesa criticar para que la información de los noticieros nos permita arribar a conclusiones más generales, con pretensiones de mayores de universalidad. Es decir, para no tirar al niño con el agua sucia. Dijo Jairo Straccia:
Desde 2014 hasta el último dato disponible, la tasa de fecundidad bajó 35%. O sea, nace un 35% menos de chicos. Para que se den una idea: en 2014 hubo 740 mil nacimientos y el último dato oficial de fecundidad, que coincide con la tendencia que muestra el Censo (fines de 2021), muestra 500 mil nacimientos. […] Sobre ese dato, la caída en la fecundidad adolescente (los hijos de las adolescentes) es del 60%.
La primera lectura inmediata es que hay menos trabajadores jóvenes, activos, para sostener un sistema previsional en el que la edad jubilatoria es la misma desde hace décadas, pero hay 30 años más de expectativa de vida. Eso es un quilombo demográfico: cómo sostener el sistema previsional si hay cada vez menos jóvenes.
Le pregunté a uno de los mayores expertos en demografía y fecundidad, Rafael Rofman, y me respondió: «Esas alarmas son exageradas. No hay mucho para hacer al respecto. Estas tendencias son raramente reversibles porque son el resultado de más mujeres tomando el control de su fecundidad. Puede que, en parte, sea un fenómeno de postergación. O sea, de adolescentes que ahora no tienen hijos, pero los van a tener en 10 o 15 años. Entonces puede haber, después, algún rebote.»
«No hay políticas natalistas razonables que sean efectivas y rápidas. A menos que se aplique represión a gran escala (como en China, por ejemplo). La única experiencia “exitosa” de generar más reproducción fue el gobierno de Perón e Isabel en los 70, cuando López Rega salió a cerrar centro de servicio de salud sexual. Ahí aumentó la fecundidad.»
«El punto es que la menor fecundidad es una enorme oportunidad. Porque permite, primero, que miles de mujeres jóvenes, que antes abandonaban su educación o no comenzaban su vida laboral, ahora tengan más oportunidades. Son 70 mil mujeres más, por año, que ahora tienen el control de su fecundidad, estudian más y se dedican más a la vida profesional. Segundo: la menor fecundidad implica menos chicos, menos demanda sobre el sistema escolar. En 2024, el número de ingresantes a educación inicial en Argentina va a ser 30% menor que hace 4 años. O sea: liberás recursos físicos, liberás recursos humanos, liberás recursos financieros que se pueden usar para avanzar en reformas de fondo en el sistema educativo. Van a sobrar aulas, docentes y plata. Ojo, digo que es una “oportunidad” tremenda. Hay que ver si se va a aprovechar.»
Entonces –retomó Straccia– le planteé que, a diferencia de lo que ocurre en Alemania o Japón, donde se venden más bastones que pañales (porque hay más viejos que bebés), Argentina siempre tuvo una ventaja, el «bono demográfico», que es una alta tasa de natalidad. Ver ahora que la tendencia se invierte, ¿no es para generar alarma?
«Esa es una manera de verlo. Porque si vos tenés una ventaja educativa, más recursos para menos gente, en realidad podrías pensar de qué manera esos futuros trabajadores que ahora estás educando van a ser más productivos y van a laburar en puestos de trabajo que hoy no existen. Además, si está naciendo menos gente y el PBI se mantiene o crece, aumenta el PBI per cápita. Y en 30 años, los que ahora ingresan al sistema educativo van a ser menos trabajadores, con mayores salarios porque vas a necesitar tentarlos.»
No hace siquiera una semana que en ese mismo programa informaron largamente, muy consternados, sobre las pruebas PISAiii y la debacle de la educación en este país. No hace siquiera una semana que, en el mismo programa, se mencionaron los problemas que causarían recortes masivos en las ayudas sociales en un país en el que la población desocupada o precarizada está en constante crecimiento desde hace décadas. No hace siquiera una semana desde que informaron una polémica con el dueño de Mercado Libre, Marcos Galperín, que se fue del país para pagar menos impuestos y que le reclama al gobierno, a todos los gobiernos, mayor flexibilidad laboral para poder contratar más personal en peores condiciones. No mencionaron esta semana, pero es así, que el sector de las grandes empresas –el más formalizado– es el que reclama reforma laboral porque el sector de las PyMEs negrea de hecho, no espera al derecho para hacerlo. En diciembre de 2023 la jubilación mínima (65% de los «beneficiarios») está fijada en $105.713.
«Más mujeres tomando el control de su fecundidad» debería leerse (de acuerdo con la realidad) como más mujeres disponibles para realizar sus trabajos habituales en el capitalismo. Esto es, trabajos de cuidado y crianza, no remunerados en el mundo intrafamiliar, o bien comparativamente mal pagos cuando se realizan fuera de la familia. El mismo Rofman le dijo a Clarín: «La Argentina envejece y demandamos más cuidadores de ancianos que docentes».
¿La crisis educativa se debe a una cantidad exagerada de alumnos que «obligan» a un reparto tan amplio del presupuesto que resulta exiguo para cada alumno? La variable, que aislada resulta tan «prometedora», no condice con la historia argentina: el crecimiento poblacional con alta tasa de fecundidad (muchos niños que educar) coincide con excelentes resultados educativos medidos en retroceso porcentuales del analfabetismo. Y eso ocurrió en momentos en que la infraestructura debía ser construida, creada, había que formar docentes, etc. No sería mala idea incluir en el cuadro las necesidades crecientes de mano de obra que tenía el capitalismo argentino de aquella época para contrastarlo con la expulsión creciente y sistemática de mano de obra que produce el capitalismo argentino en la actualidad (una actualidad que lleva medio siglo). El cuadro siguiente muestra el proceso descripto:

Para verificar la posibilidad de incidencia de una variable aislada conviene no tomar el resumen sino la dinámica: si desde 2014 experimentamos ese decrecimiento, y dado que la escolaridad es obligatoria desde los 4 años en el país, ya sumamos 5 años en que la caída de la natalidad debería estar liberando recursos y permitiendo una mejora en la educación, porque hace 5 años que ingresan niños al sistema educativo de generaciones menguadas por el descenso de la natalidad.
¿Es así? ¿Está mejorando el sistema educativo por reasignación de recursos liberados por la caída en la tasa de fecundidad? No parece. Al menor, por ahora. Los datos existentes sobre educación son negativos, desde las pruebas Aprender hasta las PISA, aunque no miden específicamente ese nivel. Ni hablar de los problemas presupuestarios que comprometen salarios e infraestructura. De todas maneras, estas preguntas son las que el progresismo evita formular, porque deforman el espejo de las ilusiones progresista al lastimar la fe en la democracia burguesa, en el progreso capitalista, en la destreza y la honestidad como solución a todos los males sociales.
Lo mismo sucede con la crisis del sistema previsional. Su principal inconveniente es que, como la explotación consiste en el valor que no se paga al trabajador por sobre lo necesario para vivir, cuanto mayor sea el valor producido por «el mismo» trabajador (por aumento de la productividad o por el recurso a la extensión y profundización del ritmo de trabajo), mayor será la riqueza apropiada. Mientras que ese trabajador sólo aportará al sistema previsional como individuo, un solo aporte.
La expectativa de que en el futuro habrá menos trabajadores y, por lo tanto, un mercado de trabajo de alta demanda y mejores condiciones para pelear y obtener salarios porque hoy vemos una caída en la tasa de natalidad, no aclara cuántos años llevará que esa caída poblacional lime y desgaste el gigantesco universo de trabajadores desocupados y precarizados que pueden cubrir esa demanda, sin obligar a los capitalistas a negociar bajo presión y sin contar con la posibilidad de recurrir al flujo inmigratorio.
En otras palabras, el capital multiplica la productividad (o la producción a secas) pagando lo mismo, pagando por la vida de un trabajador, expulsando al resto al margen de la vida social y desfalcando no sólo las futuras jubilaciones sino las actuales condiciones de vida. ¿Tiene esto solución en el interior del sistema capitalistas? No, salvo que se eche mano al recurso de exagerar indiscriminadamente la incidencia de alguna variable. Es decir, salvo que se recurra a medir mal, con un sesgo que deforma la realidad, acaso con un deliberado favoritismo para crear esperanzas en este sistema.
Es un resultado inevitable pero le diremos «paradoja» (O dar nombres agradables a realidades incómodas)
Hay un viento de época que empuja al individualismo liberal, en gran parte producido por el fracaso deslumbrante del reformismo progresista para resolver problemas básicos de la vida social (como la alimentación o la vivienda). Ese viento impulsa eventos inabordables para el progresismo reformista: lo impensable, los sorpresivo, lo paradójico.
Según la definición de la RAE, «paradoja» es un hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica. Son sinónimos «contradicción», «contrasentido», «absurdo» y «disparate». Observemos este matiz de la RAE: el carácter aparente de la contradicción. Se podría decir que una paradoja es «lo contrario a la opinión común». Y estaríamos plenamente de acuerdo, porque vivimos todos los días dentro de la regularidad del capitalismo, y la opinión común es adecuada a lo que suele suceder comúnmente, o sea que coincide con lo que puede hacerse dentro de los límites de lo habitual en nuestra vida. De allí a que eso sea posible hay un largo trecho, en el que la palabra «paradoja» denomina lo que debería llamarse «imposible». Ilustremos esta idea con un icónico periódico progresista, el New York Times, donde hallamos la misma sorpresa. Comienzan así una nota, señalando una (otra) paradoja:
LA PARADOJA FINANCIERA QUE BLOQUEA LOS ESFUERZOS PARA LUCHAR CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO
Encontrar dinero para plantas de combustibles fósiles es mucho más fácil que financiar proyectos de energía limpia, especialmente en los países en desarrollo. La conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el cambio climático está en marcha en Dubai, y en torno a las negociaciones de la COP28 hay una lucha internacional compleja y enconada por el dinero: ¿Cuánto capital hay disponible para ayudar a los países en desarrollo a hacer la transición a la energía renovable y hacer frente a las condiciones climáticas extremas? ¿De dónde vendrá esa inversión? Y, lo que es más importante, ¿qué tipos de tasas de interés cobrarán los prestamistas?
No es exagerado decir que las respuestas a estas preguntas ayudarán a determinar el destino del planeta. Las temperaturas globales promedio ya han aumentado alrededor de 1,2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales. Sin un rápido abandono de los combustibles fósiles, los científicos advierten que un calentamiento catastrófico destruirá las ciudades costeras, devastará las tierras agrícolas y pondrá en peligro millones de vidas. Y, sin embargo, existe una desconcertante paradoja económica que inhibe los esfuerzos por crear un mundo más sostenible: es relativamente fácil encontrar financiación para los proyectos sucios que el mundo necesita menos, pero exasperantemente difícil financiar los proyectos limpios que el mundo necesita más.
Este desajuste está dando forma a proyectos en todo el mundo. En Estados Unidos, el aumento de las tasas de interés está llevando a las grandes empresas a cancelar planes de grandes desarrollos renovables. Pero la desconexión es particularmente aguda en el mundo en desarrollo, y especialmente en África, donde muchas personas tienen poco o ningún acceso a la electricidad. Las instituciones financieras y los bancos de desarrollo suelen considerar que las inversiones en estos países son excesivamente riesgosas, lo que hace que los prestamistas sean más conservadores. Y los esfuerzos de los bancos centrales por controlar la inflación están generando tasas particularmente altas en África.
¿Están intentando arreglar un gran problema planetario con el mismo método (sistema) que lo provocó? Dicho de otro modo, ¿se proponen hacerlo manteniendo la ganancia privada como el centro organizador de la vida social del planeta? ¿Y no funciona como esperaban? ¿Cuál es la paradoja?
Si una sociedad declara que el bien común no es un buen organizador social (porque alegan que no es determinable, no es previsible, no se puede organizar nada alrededor de una entelequia como ésa), entonces es tan previsible como probable que fracasen las iniciativas que pretenden sostenerse en lo previamente rechazado. ¿Desaparecerán las ciudades costeras? Bien, esas mismas ciudades determinarán si quieren salvarse y destinarán sus ahorros a financiar proyectos para elevarse sobre el nivel que alcancen las mareas. Y, si no pueden hacerlo, desaparecerán. Esa es la solución del capital. Y el Estado burgués, el conjunto de los Estados burgueses, considera que el destino de la propiedad privada es más inviolable que la persistencia de la vida humana en el planeta. Así que será el capital el que decida las modalidades de la vida humana de acuerdo con las posibilidades de la acumulación. La nota del New York Times reconoce, de manera involuntaria y enternecedora, la inocencia de sus expectativas al declarar: «Cuando aparece el dinero, la transición energética puede ocurrir a una velocidad sorprendente».
Ahí está el asunto. No dudamos de la capacidad inventiva y laboriosa del ser humano, de la ciencia y la tecnología alcanzadas y en desarrollo. El problema es que los recursos se encuentran en (cada vez menos) manos privadas. Todos sabemos lo que sucede «cuando aparece el dinero». La discusión es cómo apropiarnos socialmente de los medios de producción, del capital (dinero desaparecido) para lograr las soluciones. De lo contrario, permaneceremos enredados (otra vez, como al comienzo de la nota) en los llamativos problemas metodológicos para medir e interpretar aspectos de la realidad, porque:
A pesar de años de conversaciones en la COP, el mundo aún tiene que ponerse de acuerdo sobre un método de auditoría estándar para medir el progreso hacia el control del calentamiento global. Y eso puede hacer que sea enormemente complicado responsabilizar a las empresas y los países en la lucha climática. […]
Las compensaciones no son mensurables. Las empresas ofrecen a sus clientes cada vez más formas de equilibrar sus hábitos contaminantes, como los viajes en avión, con gestos medioambientales, llamados «compensaciones», que luego se restan de las emisiones de carbono de las empresas. Por una pequeña tarifa adicional, la empresa contribuirá a proyectos como plantar nuevos árboles o evitar la tala de bosques existentes.
Pero no existe una buena manera de determinar qué tan bien funcionan esas iniciativas, o incluso si alguna vez se toman esas acciones. «Nadie sabe si 10 personas están contando el mismo bosque o si se va a quemar en el próximo incendio», dijo Ian Goldin, profesor de globalización y desarrollo en la Universidad de Oxford. «No hay regulación ni rendición de cuentas». […]
Saudi Aramco, la compañía petrolera más grande del mundo, dice que la tecnología CCS le permitirá reutilizar el carbono en su producción química y que enterrará el resto del carbono usado bajo bosques de manglares, que actúan como sumideros naturales de carbono. Aun así, todavía no está claro cuán efectivas serán esas técnicas cuando se implementen a escala.iv
El trágico destino progresista (O todos los neutrales tienen cura 5 segundos antes del ballotage)
Chapotear entres sorpresas y paradojas prepara un lodazal de queja e impotencia. Un embarullado y confuso universo de explicaciones que pactan detenerse justo antes de las conclusiones. Sobre todo, justo antes de las acciones. Se trata de una prolija elaboración de la resignación, pero de una resignación negada. El elenco de la radio (que es nuestra radio de cabecera) lo expuso en las elecciones: neutral cuando no había que serlo, se desbarrancó (como todo el progresismo) en un peronismo desvergonzado (aunque algunos lo reconocieron vergonzante) cuando pudo decir que había que optar entre las opciones que quedaban.
La burocracia sindical, que no movió un dedo contra el plan económico antiobrero del peronismo, y los intelectuales del reformismo progresista no son neutrales. Son espectadores pasivos cuando algo puede hacerse y son resignados activistas del mal menor cuando suponen que la realidad los exime de actuar con independencia. Despliegan su cultura y su filo crítico en el estricto lecho de Procusto del capitalismo. Luego, fingen sorpresa. No encontrando soluciones dentro del sistema capitalista, con gesto torturado, exclaman, cuando la realidad los abofetea: «Pero… ¿cómo puede ser?»
NOTAS:
i https://www.laizquierdadiario.com/El-rechazo-al-Operativo-Aprender-tambien-se-extiende-en-Tucuman
ii https://dramaticas.una.edu.ar/assets/files/file/artes-dramaticas/2014/2014-ad-una-cpu-2015-texto-funes-el-memorioso-borges.pdf
iii https://www.infobae.com/educacion/2023/12/05/prueba-pisa-argentina-mantiene-bajos-resultados-en-medio-de-una-caida-global-de-aprendizajes/
iv https://www.nytimes.com/2023/12/02/business/dealbook/financing-climate-efforts.html