En el festival de Jesús María, en Córdoba, el músico Peteco Carabajal señaló y reiteró, ante el revuelo producido por la llegada de la hoy vicepresidenta Victoria Villarruel al evento, durante el transcurso de su actuación: «No se paren, que no ha llegado nadie». Esto motivó el inmediato apoyo del gesto y la difusión viral del momento por parte del sensible y golpeado arco progresista, que rápidamente edificó un «Lado Peteco de la vida» en el que situarse.
No tan convencido de querer estar del lado Peteco de la vida, el mismo Peteco Carabajal comenzó, a requerimiento de distintos periodistas, una titubeante e infantil explicación, a la vez justificación y retractación de sus dichos.1 Prontamente, el grupo de artistas del que Peteco es integrante (grupo que además es parte de su familia), se desmarcó de los dichos del Carabajal suelto de lengua con una declaración:
Ante los hechos de público conocimiento ocurridos en el Festival de Jesús María el día viernes 12 de enero 2024, queremos poner de manifiesto nuestra posición respecto de lo sucedido.
La organización del festival contrató la conjunción de 3 propuestas de nuestra amplia familia bajo el nombre Carabajales, integrada por el Conjunto Los Carabajal (Kali, Walter, Musha, Blas), el Dúo Cuti y Roberto y el solista Peteco acompañado por su hijo Homero Carabajal.
En momentos en que desarrollábamos nuestra actuación prevista, se produjo la llegada de la vicepresidente, de lo cual no estábamos informados, ante eso, una de las 3 propuestas unificadas en el escenario manifestó su disconformismo por este hecho.
Conscientes de que se debió realizar de otro modo su arribo, teniendo en cuenta la investidura de quien ingresaba, y entendiendo al arte como una expresión de libertad.
El conjunto Los Carabajal, en el ámbito del respeto y el amor hacia nuestros familiares y nuestros seguidores, deja en claro que lo vertido en el escenario no representa el pensamiento promedio del grupo.
Victoria Villarruel también hizo declaraciones acerca del episodio:
Yo pensé que lo decía en realidad como una ironía, como diciendo «no se paren, pero párense», así que me lo tomé como «qué gracioso» y seguí de largo. Y la verdad que cantaron precioso, me sentí muy cómoda […] Me explicaron quién era y que era una mención de repudio a mi visión ideológica. Yo no vine para discutir con Peteco Carabajal, al contrario, vine para apoyar a Jesús María, que hace una labor fundamental para más de veinte escuelas de la zona, que es un festival autosustentable, que estaba lleno de gente y es un orgullo de Córdoba […] Así que la verdad que lo de Peteco me pareció gracioso en ese momento y sigue siendo gracioso ahora.
La política no es sólo publicidad. Ni siquiera es eso, fundamentalmente. Política es, quizás, todo lo que Peteco no hizo: escuchar, explicar, debatir, convencer y acordar con los que se encuentran en nuestra misma situación. Y, simultáneamente, enlazar estos problemas particulares y sus soluciones con los problemas más generales y las soluciones globales. Si esto no se puede hacer, si tras intentarlo no se logra, entonces habrá que reconocer que no ha llegado (al menos, no todavía) el momento para esas soluciones, para esos cambios. Y habrá que seguir haciendo política.
Peteco habló por todos y ni siquiera había acordado hacerlo con los que trabajan con él. Por eso Peteco no es una vanguardia. Es un individualista enojado, impulsivo y asustado. Que, para colmo, yerra el disparo: decir que la vicepresidenta no es nadie es una falsedad harto evidente. La vicepresidenta Villarruel es responsable de un gobierno que continúa y profundiza los ataques contra la clase trabajadora llevados adelante por el gobierno anterior. Para perpetrar este logro hay que ser, obviamente, alguien. También es alguien porque, en la provincia donde los Carabajal estaban cantando, la fórmula de La Libertad Avanza obtuvo el 75% de los votos. La pretensión de tapar el sol con el pulgar nunca resulta exitosa. Y genera, además, la sobrada respuesta de quien se suponía iba a ser blanco del ninguneo: «Cantaron precioso, me divertí muchísimo y me pareció gracioso lo que dijo Peteco».
Lo que se exhibió en el irreflexivo comentario de Peteco fue una abstracta justicia y una torpe, poco elocuente, aspiración a la superioridad moral. Se intenta oponer, al execrable nuevo gobierno, algo que no es mejor: reemplazar con «micromilitancia» la construcción de hegemonía, suplantar a la política con descargas apasionadas bajo la lógica de Twitter. De esa manera, como vimos en el caso de Adolfo Aristarain2, la primera víctima es la democracia. No la democracia formalmente defendida, sino su ejercicio práctico, cotidiano.
Por eso, desatado el enredo y reculando en chancletas, los Carabajales nos ofrecieron una anécdota ilustrativa de la anti política y un elemento –otro más–3 que permite explicar de dónde proviene la fortaleza de La Libertad Avanza: en lugar de democracia, ahora se trata del «pensamiento promedio». El pensamiento promedio es el consenso, la esterilización de la política como disputa por el sentido. Disputa por el sentido que ha de conducir, en algún momento, a la disputa por el poder.
El riesgo es quedar atrapados fuera de la discusión, fuera de los argumentos y fuera del debate con nuestros compañeros. Oscilando entre quedar presos de la publicidad, las declaraciones disparatadas y los enojos narcicistas, por un lado, y caer en la impotencia del pensamiento promedio, que subsume las diferencias y silencia a las minorías.
NOTAS:
1 Se puede escuchar, por ejemplo, esta media hora de entrevista con Reynaldo Sietecase para el programa La inmensa minoría, en Radio Con Vos.
2 Ver al respecto «Despreciar la democracia es de fachos», en el que analizamos cómo el insulto, el ocultamiento y el consenso integran el arsenal conservador del peronismo.
3 Ver al respecto el Sencillito #46, «El atroz redentor Paco Olveira», y nuestro séptimo editorial, «¿La democracia burguesa en cuestión?».