La denominación «izquierda» es amplia y difusa. No vemos su utilidad como categoría de análisis. Somos socialistas, nos definimos por nuestra propuesta de reorganización de los medios para producir en la sociedad a partir de un cambio en su propiedad. No por una vaga posición relativa frente a la redistribución de la riqueza, los derechos democráticos y los consumos culturales. La denominación «izquierda» es tan confusa que existe una «izquierda peronista».
Un ejemplo ilustrativo de esa llamada «izquierda peronista» es la figura de Juan Grabois, «pastor de la economía popular» y precandidato de Unión por la Patria (cuya fórmula «competirá» en las PASO con la encabezada por Sergio Massa). Entrevistado por Carlos Pagni en el programa Odisea Argentina, Grabois expuso un par de ideas que queremos destacar.
Pagni pregunta «¿Por qué razón no sos trotskista?» Grabois da una respuesta inmediata, que lo protege tanto del infierno como de la lectura entrelíneas: «Porque soy cristiano». No debiera sorprender, claro, toda vez que el peronismo se ha caracerizado, desde su origen, por el verticalismo castrense y la militancia católica. Le reconocemos a Grabois la claridad conceptual en este caso, ya que, como observamos hace unos meses:
…el socialismo se ha caracterizado siempre por la defensa de la ciencia y la razón, de la luz contra las tinieblas, del materialismo contra la superstición. Difícilmente veamos a Gabriel Solano en misa o a Myriam Bregman empuñando un rosario.
Sí debería sorprender que existan mujeres autopercibidas «feministas y peronistas», como si fueran conciliables, por ejemplo, la defensa del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y la celebración del Día del Niño por Nacer, establecido por el peronismo durante 1998. O como si fueran conciliables la lucha por abolir la explotación sexual con la posición expresamente regulacionista del fugaz precandidato a presidente Wado de Pedro. O como si fueran conciliables la reivindicación del Ni Una Menos con el silencio de los dirigentes peronistas acerca de la desaparición y presunto femicidio de Cecilia Strzygowski. Pero continuemos con la respuesta de Grabois, pues no zanjó allí el planteo de Pagni.
Fíjense en los apellidos de la lista, ¿no?, «Grabois-Abal Medina». Tienen un poquito más que ver con el peronismo que Massa-Rossi… Nosotros formamos parte de una tradición que es humanista, que es cristiana, que tiene que ver con el valor esencial de la justicia social.
Para diferenciarse de Massa, Grabois recurre a los apellidos (paternos, por supuesto), como si los programas políticos se transmitieran misteriosamente, a través del linaje patriarcal (¿acaso divino?), de padre a hijo. «Nepobabies» hay por doquier (Gastón Granados en Ezeiza, Pablo Descalzo en Ituzaingó, Macarena Posse en San Isidro), pero distinguimos al peronismo en esto también, ya que se trata del partido del orden burgués y, por lo tanto, el principal enemigo de la clase trabajadora.
Sin embargo, démosle la derecha a Juan Grabois y examinemos hacia dónde conduce esa rama del árbol genealógico esgrimida como argumento, empezando por Abal Medina.
En su libro Conocer a Perón, Juan Manuel Abal Medina (padre) registra que, en 1964, los hermanos Abal Medina (Juan Manuel con 19 años, Fernando con 17) conocieron a Leopoldo Marechal, quien «se mostró sorprendido de que todavía no fuéramos peronistas» (página 41 del libro). Quien lea el libro notará que la sorpresa de Marechal no tenía nada que ver con el sentido común progre del presente: al autor de Adán Buenos Aires le sorprendía que un católico nacionalista, que trabajaba para el diario La Nación y provenía de una familia de extracción burguesa, no fuera peronista. Y es que Marechal conocía perfectamente al peronismo y a sus dirigentes.
En cuanto a Juan Grabois, cabe decir que tiene dos papás. Mejor dicho, un papá y un Papa. Roberto «Pajarito» Grabois fue un histórico dirigente del peronismo, uno de los creadores de la Guardia de Hierro, organización que a partir de 1972 estableció vínculos estrechos con Jorge Bergoglio a través de la Universidad del Salvador. Juan cierra el círculo en Odisea Argentina cuando cita a Bergoglio, hoy autopercibido Francisco: «Esto lo dice muy bien el Papa: tenemos una relación con el dinero que es enfermiza». Para Juan y su Papa, el problema no es el capitalismo sino la «relación tóxica» con el dinero.
¿Y cómo salir de esa «relación enfermiza» con el dinero? Dejándole la mayor parte de la riqueza producida –y la propiedad de los medios para producirla, por supuesto– a la burguesía.
Hablamos de una economía de tres lógicas: del Estado, que tiene que proveer un servicio; del Mercado, que tiene que tener rentabilidad; y de lo Comunitario, que tiene que construir bienestar, tiene que construir felicidad.
Para la doctrina social de la iglesia católica, carecer de bienes materiales facilita la apertura interior a los valores cristianos: cuanto más pobre, más cerca de Dios, es decir, más cerca de la beatitud, de la felicidad. De ahí las tres lógicas que expone Grabois: el Estado da servicios, el Mercado acumula ganancias y «las comunidades» son felices con la dignidad de comer en la calle y dormir a la intemperie:

Este es el programa de la izquierda peronista: bienaventurados los miserables que no tienen trabajo registrado, vacaciones pagas, cobertura social ni organización sindical… Bienaventuradas las que viven en la calle, las que son sexualmente explotadas, las que paren a pesar de su deseo… Porque de ellas y ellos será el Combustible Espiritual de la Felicidad Discursiva mientras la burguesía disfruta de la «relación enfermiza» con el confort y el bienestar que proveen los productos de nuestro trabajo cotidiano.