Sencillito #31: «LOS FENÓMENOS MORBOSOS MÁS VARIADOS» (Las PASO, un futuro preocupante y un presente abominable)

En nuestro editorial publicado el día anterior a las PASO, «La hipótesis programática. Un debate ausente en la izquierda socialista», observamos lo siguiente:

Se mencionan muchas encuestas levemente favorables a Bullrich pero no se tiene en cuenta que, además del aparato porteño, Larreta ha realizado acuerdos con otros aparatos (como el de la UCR) que pesan a la hora de los bifes. Sea cual fuere el ganador, no se espera un próximo presidente que escape a estas 3 opciones: Massa, Larreta o Bullrich. El «cuco» Milei cumplió su función de agitar una propuesta extrema pero la propia burguesía se ha alejado de él: sus resultados en las elecciones provinciales han sido magros y ahora está empezando a sufrir los rumores y operaciones que lo van a acomodar muy probablemente por fuera de la segunda vuelta. En este marco de un consenso desarrollista (o «de centro», como le están llamando ahora) y rechazo burgués a las propuestas extremas, la izquierda argentina va a las elecciones como una pata integrada a esta estructura. […]

Con más del 40% de la población del país hundido en la pobreza, 17% en la indigencia y un 120% de inflación anual, ¿por qué el rechazo a las instituciones burguesas –alto abstencionismo y «voto bronca», indiferencia o repulsión ante las preguntas de los encuestadores– elude la opción del FITU? ¿Por qué la izquierda socialista no es percibida por la clase obrera en Argentina como un quiebre del orden capitalista establecido? La burguesía sí ha prestado atención a esa dinámica y por eso su oferta electoral incluye un candidato en el extremo liberal (Milei) y otro en el extremo populista (Grabois). En cambio, el FITU realiza una campaña calcada de cualquier otra anterior, en consignas y en candidatos.

Esas afirmaciones fueron desacertadas. Nos equivocamos. En la tensión entre el rechazo y la bronca, por un lado, y la vigencia de los aparatos electorales, por otro, asignamos a éstos una capacidad que no superó la prueba de la realidad. Dimos por supuesta esa capacidad, en buena medida, porque las elecciones provinciales venían exponiendo resultados sólidos para los aparatos tradicionales locales, que fueron reelectos. E, incluso, aquellos que eventualmente perdieron (Neuquén, San Luis), lo hicieron frente a algún dispositivo desacoplado de robustas maquinarias electorales.

Otro error fue subestimar los votos de Milei. Teníamos razones para prever que no superaría el 20% ya que, en esas mismas elecciones, los candidatos de Milei venían obteniendo resultados insignificantes.

Pero la respuesta de «los mercados» afianza algo que sí dijimos el sábado: Milei no es el candidato de la burguesía. El candidato debía salir de JxC, para reemplazar al peronismo que termina su gobierno con un no-presidente en la Casa Rosada. Aunque todavía puede suceder que a Milei lo «entornen», como se decía en los años 70: que le acerquen equipos, think tanks, funcionarios de segunda línea que se hagan cargo de la ejecución, acomodando las arengas en un plan económico, como sucedió con Menem en el 89.

Los saltos de porcentajes, en pocos meses, revelan que los votos a Milei no se dirigieron al espacio ideológico, sino a la figura rupturista:

* En Chubut saltó del 13,11% al 39,4%. Es decir, multiplicó x3, sumando al 26,3% del electorado.

* En Córdoba, del 2,61% al 33,61%. Multiplicó x12, sumando 31% del electorado.

* Mendoza, del 23,32% al 44,8%. Multiplicó x2, sumando 21% del electorado.

* Jujuy, del 3,24% al 39,83%. Multiplicó x12, sumando 36% del electorado.

* Santa Fe, del 1,72% al 35,19%. Multiplicó x20, sumando 33% del electorado.

* Tucumán, del 4,17% al 39,83%. Multiplicó x9, sumando 35% del electorado (allí JxC pasó del 34% a 23%; el peronismo, del 55% a 21%: Milei se llevó votos de ambos).

* Comparado con las elecciones de la provincia de Buenos Aires en 2021, saltó del 5,55% al 24,52%.

Lo interesante de estos datos es que los votos a Milei que provienen de regiones muy pobres son, en gran medida, votos que antes iban al peronismo. Se trata de votos que surgen de la percepción de que el Estado ya se fue o que directamente es una mierda. Y que los peronistas son macaneadores que usufructúan ese discurso del «Estado protector» mientras los barrios se pueblan de narcos, se desangran en violencias, no hay clases en las escuelas ni recursos en los hospitales. Notoriamente, a Milei no le fue bien allí donde sí «hay Estado», esto es, en los distritos más acomodados:

* En CABA, 17,7% en 2023 contra 17,4% en 2021.

* En Vicente López, Milei 19,53%, bastante más que en el 2021, que había obtenido 9,82%, pero manteniendo el 3° lugar; sobre todo a expensas de JxC, que pasó de 57,58%, hace dos años, a 48,96%.

* Pero en La Matanza, Milei pasó del 7,3% al 23,32% entre 2021 y 2023; el FITU, en cambio, pasó del 8,68% a 4,67%; el peronismo cayó del 47,76% al 39,45%; también JxC, del 28,04% al 20,87%. Ese 16% de crecimiento de Milei no se consigue con los 7 puntos que declinó JxC ni con los 4 que perdió el FITU: se trata de votos peronistas de los sectores más empobrecidos.

* La suma de indiferencia rotunda, impedimentos varios y rechazos plenos (30% del padrón no votó, 3,3% en blanco) llega a 33% del electorado. Incorporando ese porcentaje, del total del padrón Milei alcanza el 21%; JxC, el 19,7%; y UP, el 19%.

En resumen, subestimamos el grado de bronca, de rechazo y de frustración con el estado de cosas y con el Estado burgués.

Aun así, en nuestro editorial del sábado pudimos señalar que la izquierda socialista debió haber prestado atención a esta dinámica de rechazo, debió dejar de hablar del FMI y debió atacar con ferocidad al sistema capitalista. Sus resultados fueron los de siempre: 2,65%, muy por debajo del 5,91% de 2021, algo por encima de los 2,16% de 2019. Especialmente significativa resulta la relación entre trotskismo electoral y lucha en las calles, expresada en los números de Jujuy: 29 mil votos, que son poco más del doble obtenido hace 4 años (12 mil) pero un 40% menos que los votos conseguidos hace apenas 3 meses (50 mil), justo antes de las movilizaciones de rechazo a la reforma constitucional de la provincia.

Lo más interesante es la audacia de Milei, una verdadera lección política contra el giro lingüístico que deberíamos tener en cuenta. Mientras Milei despotrica contra la casta, el progresismo y la izquierda se conmueven porque ven un ataque a la democracia: Milei señala a los políticos y dice que son una mierda. Mientras Milei despotrica contra la justicia social, el progresismo y la izquierda se conmueven porque es un ataque a los pobres: Milei señala a la piba asesinada para robarle un celular, señala los hospitales sin insumos, señala los colegios sin clases y dice que todo eso es una mierda. Mientras la izquierda y el progresismo se conmueven porque se va a cerrar un acuerdo con el FMI, Milei señala al FMI y niega necesitar acordar con sus representantes, porque son unos tibios y hay que tomar medidas más profundas, enseñando magistralmente en qué consiste la soberanía nacional burguesa.

La desazón que provoca el apoyo conseguido por Milei puede entenderse a la sombra de una fe previa, por la confianza religiosa en el capitalismo y en su principal instrumento en Argentina: el peronismo. En primer lugar, porque esa desazón da por supuesto que Milei abriga intenciones más aviesas que los creadores de la Triple A, los dirigentes de la CGT y los constructores de la pesificación asimétrica y el 1 a 1. En el lugar que hoy ocupa el desasosiego había una ensoñación: que el próximo gobierno pudiera ser amable con los trabajadores. Pero se asoma Milei… y la ensoñación se rompe.

En segundo lugar, el ánimo destemplado ante el resultado electoral de las PASO se debe a que los progresistas –no los socialistas– están convencidos de que la sociedad se eleva y se supera naturalmente, de manera que no pueden comprender que la sociedad se desarrolle degradándose en su mayor parte, mientras una porción minoritaria se eleva hasta una cúspide absolutamente inaccesible para el resto. Los socialistas, en cambio, sabemos que el progreso es la ruptura con esa expropiación, el fin de esa degradación creciente. Ruptura y fin que no pueden realizarse más que como un salto audaz a lo desconocido.

El asombro ante algunas afirmaciones de Milei sólo puede ser el efecto de una expectativa reformista: ¿qué es el promocionado «alquiler de vientres» –explotación reproductiva– si no la compra-venta de órganos y de seres humanos? ¿Qué es la fuerza de trabajo convertida en mercancía? Si cada año, durante más de una década, murieron 300 mujeres porque el peronismo cajoneó los proyectos de interrupción legal del embarazo, ¿qué novedad «antiderechos» traería Milei?

Una sociedad con 120% de inflación anual, sin reservas en el Banco Central, con una caída constante de las prestaciones del Estado, con una enorme población que ignora lo que es un trabajo registrado y con derechos… no está votando «peor» –ni es políticamente más tranquilizadora para el capital– votando como votó el domingo, pensando en pudrirla, que si hubiera forzado un resultado «lógico», como esperaban los burgueses y quienes tienen expectativas en el personal político de la burguesía.

Para muchos habría sido tranquilizador que el peronismo sacara el mismo porcentaje que obtuvo pero que JxC sumara otros 10 puntos porcentuales (de los que se llevó Milei) con Patricia Bullrich a la cabeza. Un resultado así habría hecho suspirar de candor al espectro de los votantes pro burgueses: una probable alternancia de JxC; una esperanzadora chance del peronismo, con una convocatoria a los votos de todos los que le temen a Patricia; un apoyo vergonzante del FITU al partido de la Triple A (ya lo dijo Myriam Bregman, cuando le preguntaron si fue abogada defensora de Grabois: «Por supuesto: si Patricia Bullrich lo persigue, ¿de qué lado me voy a poner?» [minuto 25:21 de este video]; ya lo dijo Gabriel Solano, cuando distinguió a la derecha, «de la cual somos enemigos acérrimos», del kirchnerismo [minuto 4:50 de este video]).

Ese resultado «tranquilizador» dejaría planteada la continuidad de la alternancia de uno de los dos peores gobiernos que hemos vivido en muchos años: el de Macri; el de Alberto y Cristina. Y esto no es una imaginería sino la probable reedición de dos experiencias miserables que hemos sufrido en los últimos 8 años. Los que están dolidos por el apoyo a Milei no se conmueven porque los pobres vivan como viven, en condiciones infrahumanas. Y les da temor lo que va a ser necesario hacer: luchar, porque la solución a todos estos problemas no se conseguirá votando.

El «fenómeno Milei» (no sólo el personaje, sino lo que socialmente personifica) hizo saltar por el aire tanto el criterio de interpretación «izquierda/derecha» como el supuesto de que «progreso social = derechos individuales irrestrictos»: del «alquiler de vientres» a la «venta de órganos» no hay un salto conceptual, sino el fin del disimulo. Entre una niña molida a golpes para robarle el celular en una zona liberada a la entrada de la escuela, con el sistema de salud demorando 40 minutos en llegar, y las diatribas contra el Estado, no hay un salto conceptual, sino el fin del disimulo.

Quienes tenemos una vida todavía vivible podemos creer que lo que viene es oscuro, porque disfrutamos de sitios tenuemente iluminados. Como el kirchnerista Solari escribió en 1987: «El futuro llegó… hace rato». Y el futuro del capitalismo es esto. Nunca fue otra cosa.

La conmoción ante la derrota de Massa y Larreta (dejémonos de joder: Milei y, en parte, Bullrich, derrotaron a Massa y a Larreta, no a Juan B. Justo) es la conmoción por el fin de una expectativa de cocción a fuego lento, amparada en la burocracia sindical, los movimientos sociales y las patotas (capaces de contener e impedir las luchas). La conmoción ante los resultados de las PASO expresa el fin de una expectativa que se proyectaba contemplando, desde alguna «zona de confort», cómo otros se cocinan antes que uno.

La manoseada frase de Gramsci («El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos») es por estos días citada engañosamente e interpretada desde una moral individualista, liberal. Gramsci escribió:

La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados.

El progresismo, parado en la conmoción que describimos, interpreta la cita como una expresión moralista (los «monstruos» son los otros) y aterrada, cuando basta seguir leyendo el mismo texto –escrito en la cárcel por un socialista revolucionario– para advertir que se trata de una expresión de optimismo político:

También de esto se puede concluir que se están formando las condiciones más favorables para una expansión sin precedentes del materialismo histórico.


El socialismo no es una opción progresista sino revolucionaria. No es el producto de una sociedad que se expande, se educa, se desarrolla y avanza, sino una respuesta a la sociedad cuando se hunde y se degrada, profundiza su individualismo y su violencia. El progresismo es la presencia del Estado burgués con asistencialismo y clientelismo. El socialismo es la denuncia y la lucha contra la burguesía cuando su Estado desaparece y sus políticos pactan con los narcos y las patotas.

El susto ante la posibilidad de que se pudra todo expresa la negación de que, para muchas compañeras y compañeros, el mundo ya está completamente podrido. Ese temor es una honesta emoción personal. Pero no es un criterio político.

Por eso, porque es necesario prepararnos para luchar intensamente –o hundirnos sin reclamar lugar en la tabla, como el pobre Jack junto a Rose– es que necesitamos una corriente socialista conectada con el mundo real, que está podrido y se deshace. No una corriente «de izquierda» que festeje haber ganado la interna mientras se le llena de agua la escafandra.

Vida y Socialismo, 17 de agosto de 2023.

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