EL GREMIALISTA AQUILES Y EL SOCIALISTA ULISES. parte 2: «Gigificación», coraje e inteligencia.

Cuando vamos a al teatro, nos sentamos a ver una película o presenciamos un encuentro deportivo, nos sometemos a la experiencia y esperamos sentir una porción de incertidumbre, de zozobra, vivir algo que nos resulte atractivo: ¿qué pasará con estos personajes?, ¿podrán sobrevivir?, ¿se casarán?, ¿ganarán los de camiseta a rayas? En suma, nos disponemos para la novedad y el azar.

Relativamente.

En realidad, la larga historia de la humanidad se trata de lo contrario: buscar incesantemente acotar la incertidumbre amenazante. Reducir la sorpresa. Enclaustrar lo incierto en ese reducto juguetón y manejable que llamamos «cultura», «espectáculo», «arte».

La incertidumbre real nos abruma. La crisis de los alquileres («No sé dónde voy a vivir a partir de noviembre, cuando se acabe el contrato»), la precarización laboral («Tengo un contrato de tres meses, después ni idea»), la decadencia del sistema de salud («Si sufro un problema grave, no sé cómo ni dónde podría tratarlo») no son ocasiones de disfrute y satisfacción. Rechazamos la aventura, como todas las especies. Queremos vivir apartados del dolor.

Y nuestra especie aparta el dolor mediante el conocimiento colectivo: no importa que uno no sea odontólogo; la sociedad tiene odontólogos y ellos se ocupan del dolor de muelas.

En este punto se sitúan las contradicciones del capitalismo: empuja a la sociedad al avance tecnológico pero restringe su disfrute social. Un mundo organizado para la ganancia es un mundo organizado para quienes pueden obtenerla. Y eso depende de la posesión de capital.

La piedra de Sísifo y la «gigificación»

Los que producimos, en cambio, tenemos derecho a vivir siempre y cuando contribuyamos a obtener ganancias. Pero si nuestro trabajo puede ser reemplazado por artefactos, tanto mejor para el capital. Porque es más rentable (al menos, en principio) pagar al que fabrica el aparato que hace las cosas, que pagarnos a muchos para que hagamos esas cosas. Una bomba pluma de hormigón, por ejemplo, reemplaza a muchos trabajadores de la construcción subiendo baldes de concreto.

Los yanquis les ponen nombres nuevos a los fenómenos que consideran novedosos. Cuando las tareas son llevadas a una gestión tecnológica que copia las habilidades de los trabajadores en su nivel de máximo rendimiento, eso se llama: «gigificación». Esta es una de las claves para entender la huelga de guionistas en Hollywood:

En otras palabras, los términos de la huelga son contundentes: los estudios quieren gigificar la escritura, erosionando la estabilidad de la que depende la carrera y el trabajo que produce, así como reduciendo la cantidad de puestos de trabajo existentes.

Además, sigue habiendo distancia entre las dos partes en cuanto a los derechos residuales de autor, el dinero que reciben los escritores cuando su trabajo se reutiliza. Este ingreso amortigua el tiempo de inactividad frecuente entre trabajos y puede representar una proporción significativa de las ganancias anuales de un escritor.

Los escritores reciben derechos residuales de autor mucho más bajos por el streaming que por la televisión abierta. Y ahora que el primero domina la industria y casi la mitad de todos los escritores están trabajando por el nivel de compensación mínimo del contrato, independientemente de la experiencia, la configuración actual los deja incapaces de ganarse la vida.

Un informe de WGA [sindicato de guionistas] encuentra que el salario de los escritores ha disminuido un 4% durante la última década, lo que equivale a un 23% cuando se ajusta a la inflación. También está el tema de la inteligencia artificial (IA): los escritores quieren regular su uso y proponen que la IA «no pueda escribir ni reescribir material literario» como tampoco «utilizarse para producir material original». La AMPTP [cámara patronal] respondió ofreciendo «reuniones anuales para discutir los avances en tecnología».i

Estos «avances», caracterizados como «el futuro del trabajo» o «gigificación», empujan al trabajador asociado a las aplicaciones hasta el límite de sus fuerzas, y esa misma tecnología convierte ese límite en el nuevo modo estándar de trabajo, en el nuevo piso de esfuerzos:

«Este es el futuro del trabajo: no se trata de reemplazar a las personas, sino de forzar a las personas para que sepan qué hacer y, luego, capturar lo que han hecho para que la siguiente persona sea más eficiente». «Creemos haber llegado a un punto máximo en cuanto a lo que se puede hacer con las máquinas, así que la última gran nuez a romper es el entorno humano de las personas: ¿cómo se puede optimizar?» Estas son citas de dos desarrolladores de plataformas distintas en EE.UU., que hablaron bajo condición de no revelar su identidad, con el instituto The Future of Work para su nuevo informe «The Amazonian Era – The Gigification of Work» [La Era Amazon: la Gigificación del Trabajo].

El think-tank con sede en el Reino Unido ha encontrado una aceleración masiva en el uso de la tecnología digital en el trabajo durante la pandemia del covid-19. Un tercio de los miembros del sindicato USDAW (que por lo general trabaja en el comercio minorista, los supermercados y los almacenes) dijo que su papel había cambiado «extremadamente» por la nueva tecnología desde el covid-19. Muchos de estos cambios se han introducido, aparentemente, para hacer frente a cuestiones específicas de Covid, como garantizar el cumplimiento de la salud y la seguridad sobre el terreno. Pero estos cambios son indudablemente permanentes, pues los jefes intentan ejercer un mayor control sobre el proceso de trabajo a través de lo que el informe denomina «el ciclo de datos humanos»: primero se recopila, mide y registra la información para crear una representación del trabajo; luego un conjunto de objetivos de rendimiento estándar define, planifica y programa el trabajo de forma algorítmica; por último, se crean penalizaciones e incentivos para garantizar que el trabajador cumpla las normas establecidas «como por ejemplo, ser recompensado con vales de Amazon por realizar más tareas de las programadas, o… tener prohibido acceder a horas extra o conseguir un mejor contrato».ii

Se trata de la economía colaborativa. Pero no entre el empleador y el trabajador, sino entre el trabajador y la tecnología que lo condiciona y le exige:

El rápido avance de la tecnología ha tenido un significativo impacto en la base de la economía global. Aplicaciones como Uber, Rappi o Glovo, cambiaron la forma en la que se estructura el mercado laboral y las compañías que generan empleos. A esto se le conoce como gig economy o economía colaborativa. Consiste en la construcción de relaciones laborales a través del outsourcing administrado por aplicaciones.

Las personas que entablan relaciones laborales con estos negocios entran en una dinámica de contractores o «socios» que realizan un trabajo independiente, o por proyecto, pero que generalmente no cuentan con un contrato de por medio. La ventaja de esta modalidad es que las personas pueden administrar sus horas de trabajo y sus ganancias como mejor les parezca. La desventaja es que no se trata de un trabajo formal: quienes lo realizan no cuentan con ninguno de los derechos y protecciones que tendría un empleado.

En EE.UU., más de 57 millones de personas son trabajadores independientes o freelance y han tenido contacto con la economía colaborativa; en México superan los 14 millones. [] Kezar ha registrado cambios en la dimensión laboral de la academia desde antes de la llegada de la economía colaborativa. Las instituciones educativas comenzaron a desarrollar una tendencia que, a la fecha, sigue creciendo dentro de las filas del personal docente: la contratación de profesionales educativos adjuntos o asociados. Son cada vez más las universidades que se apoyan en el trabajo de empleados adjuntos que no tienen una posición permanente en las instituciones ni los beneficios que esta implica. Esta práctica ha creado condiciones de trabajo inseguras e insuficientes para millones de educadores, lo que termina lastimando, en mayor medida, la calidad de la experiencia educativa de los estudiantes. Si las instituciones no satisfacen las necesidades laborales del personal docente, estos trabajadores no estarán aptos para asegurar una educación de alto estándar.

Esa tendencia evoluciona hacia algo que Kezar considera una amenaza mayor: la «gigificación» académica. Adoptar un modelo de economía colaborativa para la academia tendría serias consecuencias para las condiciones laborales de los profesionales educativos. Si las instituciones educativas siguen el modelo de empresas como Uber, los maestros dejarán de serlo y se convertirán en trabajadores independientes sin una plataforma que los ayude a obtener el desarrollo necesario para ser capaces en su labor. Kezar describe detalladamente cómo sería un panorama académico de este tipo.iii

El problema es que, en un mundo tan precarizado, hecho de relaciones laborales tenues y resbaladizas, un mundo de emprendedurismo, de monotributistas e «independientes», la adopción de nuevas tecnologías se impone por su propio peso: cada trabajador individual se ve forzado a tomar estas tecnologías, porque rehusarse equivale a correr el riesgo de que otro «emprendedor» las adopte primero y ocupe los mejores puestos o desplace al trabajador «atrasado». Se trata, como en El Padrino, de una oferta que no se puede rechazar. O, como en el mito de Sísifo, se trata de una piedra que empujamos hacia la cima de una montaña… para verla caer y empujarla nuevamente:

Según Freelancer.com, el 75% de los trabajadores independientes en los EE.UU. utiliza inteligencia artificial [IA] generativa en su trabajo. El 33% de los encuestados declaró utilizar herramientas de IA generativa todo el tiempo en su trabajo, mientras que el 25% la utiliza a veces. «Los trabajadores independientes de los EE.UU. adoptaron rápidamente las herramientas de IA y, como se puede ver en los resultados, la mayoría aprovecha el poder de la IA generativa para obtener ganancias de productividad y completar proyectos mucho más rápidamente».iv

Y eso es como meter la cabeza en las fauces del león, porque estas tecnologías permiten tanto monitorear el trabajo como el no trabajo, la resistencia y disconformidad. Este doble filo de las nuevas tecnologías motivó la presentación de un memorando ante la Junta Nacional de Relaciones Laborales de los EE.UU., en el que se describen las características de monitoreo y administración de estos objetos automáticos:

Por ejemplo, algunos empleadores graban las conversaciones de los trabajadores y rastrean sus movimientos mediante dispositivos portátiles, cámaras, tarjetas de identificación por radiofrecuencia y dispositivos de rastreo por GPS. Y algunos empleadores monitorean las computadoras de los empleados con registradores de teclas y softwares que toman capturas de pantalla, fotos de cámaras web o grabaciones de audio durante todo el día. Los empleadores pueden usar estos datos para administrar la productividad de los empleados, lo que incluye disciplinar a los empleados que no alcanzan las cuotas, penalizar a los empleados por tomarse una licencia y proporcionar directivas individualizadas durante la jornada laboral.v

Los trabajos de Heracles y el proyecto político

La actividad gremial se encuentra hoy en un momento histórico en que el capitalismo (en Argentina y el resto del mundo) se hunde y ajusta, se degrada y descompone. Se trata, por eso, de una actividad trágica. No por el número de muertos, detenidos, torturados, que es amplio y nunca debemos olvidarlo. Sino por una cuestión mucho más estructural y generalizada. Si tomamos los últimos 40 años, el ciclo completo de vida de un gremialista en su actividad, veremos que no hay ningún indicador (ingresos, condiciones de vida, conquistas históricas, salario indirecto…) que no haya sido erosionado y deteriorado a lo largo del tiempo.

A pesar de las innumerables luchas antipatronales y antiburocráticas, nos parece inocultable que venimos perdiendo en todos los terrenos. Y, si ponemos la mirada en situaciones más acotadas, veremos lo mismo: cada año se lucha, se reclama, se hacen huelgas, se marcha… y, en el mejor de los casos, el salario empata la inflación. Pero aun así, como la inflación es constante y las recomposiciones se realizan al cabo de varios meses, también perdemos.

Por eso el gremialismo es una actividad trágica: se realiza (en la decadencia del capitalismo argentino) a pesar de sus poco alentadores resultados. Y precisamente por tratarse de una actividad trágica, los activistas gremiales necesitan, para mantenerse en pie, contar con un proyecto más amplio: un proyecto político.

No un proyecto político que dirija la actividad gremial, ya que ésta debe ser necesariamente más amplia, más aglutinante y más receptiva que la política: la actividad gremial convoca mayorías inmediatas, actuales. El gremialismo es para luchar ahora. En este sentido, la política debe permitirle a cada activista gremial saber por qué, a pesar de los pocos éxitos, es necesario seguir luchando.

El peronismo ocupó ese lugar durante muchos años, ofreciendo a los activistas la integración en el aparato semiestatizado de la burocracia sindical. Esta burocracia pudo mantener sus privilegios (y repartir algo de ellos) en la medida en que la decadencia de la vida social se produjo lentamente y con mitigaciones. Esa lógica se trasladó, en el comienzo del siglo XXI, a los movimientos sociales, cooptados mayoritariamente por el peronismo, que los organizó de manera fragmentaria y antidemocrática.

Hoy esa fracción de la clase obrera, en una porción significativa de sus bases más jóvenes, se ha inclinado por Milei como señal inequívoca de insatisfacción. Y así como Heracles, disipada su locura y angustiado por sus actos, fue al oráculo de Delfos en busca de un plan que orientara su quehacer, así también esa fracción del proletariado necesita una perspectiva con mayor alcance que la inmediatez cotidiana de la reproducción de la vida.

Durante décadas, esa perspectiva de mayor alcance fue patrimonio del peronismo. Con los vestigios de esa memoria histórica y, sobre todo, con sus jerarcas financieramente poderosos y sus patotas mercenarias actuando como fuerza de choque, el peronismo aún vencido –tercero en las PASO– todavía consigue que un gobierno sin gobierno y con los peores indicadores de la historia perdure causando estragos contra la clase trabajadora. El peronismo (con sus legisladores, centrales sindicales, gobernadores, ministerios, presidencia y vicepresidencia…) es la única fuerza política en Argentina capaz de sancionar una devaluación del 20% como si se tratara meramente del cambio de nombre de una plazoleta.

Quienes luchan, quienes activan gremialmente, ponen su cuerpo en esos enfrentamientos. Y sufren. Sufren desde persecuciones en los lugares de trabajo, sanciones y despidos, hasta represión, palos, detenciones e incluso la muerte. Es necesario un marco mayor, una perspectiva más amplia, que explique estos enfrentamientos. Para los activistas honestos, un proyecto político es mucho más necesario porque las derrotas, grandes o pequeñas, son todo lo que tienen para mostrarse a sí mismos y sostenerse. Esto exige la construcción de una perspectiva más general.

El gremialista Aquiles y el socialista Ulises

Los actores y los guionistas luchan contra las plataformas, contra los estudios, contra la dinámica internacional del entretenimiento, contra la fragmentación de la clase obrera local y contra la división de la clase obrera mundial. Si logran un buen convenio –ellos, que son una fracción poderosa aun en su particularidad–, verán de inmediato cómo la burguesía reemprende la confrontación y la búsqueda, por otros medios, de un resultado que incremente sus ganancias en base a una mayor explotación. El futuro de sus trabajos se juega en esta lucha. Pero también se juega el futuro que construyan en esta lucha, la continuidad política que esta lucha sepa edificar.

Podría parecer que, si la actividad gremial resulta infructuosa y dramática, sólo valdría la pena dedicarse a la actividad política. Lejos estamos de sostener semejante afirmación.

Comenzamos, aquí, hablando de los héroes trágicos y sus aventuras. El valiente y colérico Aquiles, «el de los pies ligeros», luchador implacable; el pícaro y prudente Ulises, «el de muchos ardides», planificador astuto. El primero batalla incansablemente, con arrojo y ferocidad, contagiando coraje a sus compañeros. El segundo concibe el plan del Caballo de Troya, un ocurrente regalo envenenado que decide la contienda.

La lucha y el pensamiento parecen oponerse en la figura de estos dos protagonistas: Aquiles muere en combate a cambio de la gloria inmortal; Ulises diseña el equinoforme artefacto que sella el destino de la contienda. Aquiles vive en la reacción inmediata, su mirada está anclada en el presente; Odiseo observa el pasado con la mirada puesta en el futuro.

Entonces nos preguntamos: ¿se habrían dejado engañar los troyanos al comienzo de la guerra? ¿No fue la brutalidad de los enfrentamientos, su duración en el tiempo –diez años–, sus daños colaterales, sus fatigas, sus atolladeros, lo que dio el fruto de una resolución alternativa? ¿Puede la astucia operar eficazmente sin la necesidad de una lucha previa?

No.

Por eso hay un episodio del largo regreso de Ulises a su tierra –otros diez años– que nos interesa destacar: el de las sirenas que, con su canto seductor, atraían a los navegantes hacia la sinrazón y conducían a las embarcaciones hacia los riscos. Enloquecidos, los navegantes naufragaban y eran devorados por las sirenas. Tan hermosas eran las promesas que el canto de las sirenas insinuaba, que aun conociendo los riesgos, los navegantes se entregaban a la trampa. Pero Ulises se hizo atar al mástil de la embarcación mientras sus compañeros se taparon los oídos con cera. Así atravesó el peligro: fascinantemente cautivado por melódicas promesas pero físicamente impedido para sucumbir a ellas.

Conocer el canto de las sirenas, comprender el funcionamiento del capitalismo, no sucumbir a sus promesas, sino arrancarles astutamente el secreto de su encanto: esta es la tarea política que complementa el coraje de la lucha gremial. Porque la lucha gremial, heroica, frontal, sistemática y cotidiana, es imprescindible. Pero no alcanza la victoria definitiva sin recurrir a la estrategia, a los ardides, a la inteligencia. Coraje e inteligencia. Y la inteligencia se llama Programa, se llama Militancia, se llama Política. Y en su forma necesaria y culminante: Socialismo.

NOTAS:

i https://jacobin.com/2023/05/writers-strike-wga-amptp-streaming-pay

ii https://staffingamericalatina.com/la-era-amazonica-nuevo-informe-sobre-la-gigificacion-del-trabajo/

iii https://observatorio.tec.mx/edu-news/academia-colaborativa/

iv https://staffingamericalatina.com/75-de-los-freelancers-en-estados-unidos-usan-generative-ia/

v https://www.nlrb.gov/news-outreach/news-story/nlrb-general-counsel-issues-memo-on-unlawful-electronic-surveillance-and

2 comentarios en “EL GREMIALISTA AQUILES Y EL SOCIALISTA ULISES. parte 2: «Gigificación», coraje e inteligencia.”

  1. Excelente escrito, desde todo punto de vista. Mí único comentario es que no alcanza solamente con la lucha gremial. Y no alcanza por algunos de los motivos que están escritos en esta nota. La disminución de la población asalariada que tiene sindicato es incomparablemente menor a los 60′ y 70′. Entiendo o doy por supuesto que el gremialismo debe llegar a los “independientes” y aquí ubico un problema que puedo denominar como “subjetividad individualista”. (pesando en el concepto de “individuo” de Miguel Benasayag). Esta subjetividad está construida culturalmente como todas pero es de difícil transformación básicamente por la desigual lucha entre la llegada de los medios hegemónicos y todas las redes sociales que hay que enfrentar con un discurso casi boca a boca. Éste para mí es el desafío. Agradezco la nota y mando un fuerte abrazo.

    1. Gracias por la lectura, la reflexión y el comentario, Oscar. Estamos totalmente de acuerdo en que la lucha gremial es necesaria e insuficiente. Por eso al coraje de Aquiles hay que orientarlo con la inteligencia de Ulises. Un abrazo.

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