01. Hasta aquí nos trajo el peronismo, acelerando la destrucción del tejido social. Su último mandato comenzó con una demostración de cohesión social: el aislamiento voluntario de 45 millones de personas sin coerción, en virtud del bien común. Fue el momento del máximo pico de popularidad.
02. En poco tiempo, amontonó jubilados que tenían que cobrar su jubilación; encerró barrios pobres; mientras prohibía ritos funerarios (sin que el progresismo recordara que su obra clásica de cabecera es Antígona), festejó el cumpleaños de Fabiola; siguió cagando de hambre a los trabajadores de salud y precarizándolos; amontonó millones para el velorio de Maradona; vacunó a sus amigos antes que a quien corría riesgos; postergó la llegada de vacunas para cerrar pequeños negocios y, cuando estos fracasaron, retrocedió sin dar explicaciones, dejando un número de muertes evitables aún por determinar. En suma, el peronismo transformó la más formidable experiencia de cohesión social que hemos vivido en un clamor por la libertad individual.
03. En 4 años superó el desastre económico de Macri. A lo que el propio capitalismo impone con sus leyes económicas, le agregó un plus de destrucción en virtud de sus miserables peleas internas. Hasta Milei nos trajo el peronismo, no es racional que sea quien nos saque de esto.
04. Lo hizo dividiendo más a la clase trabajadora: entre los que –librados a su suerte– reclaman libertad para ganarse el mango como se pueda y quienes –con alguna protección, algún resabio del Estado de bienestar– reclaman que esas prestaciones no sigan disminuyendo; entre los que tienen alguna ambición y los que tienen menos; entre «el afanado» y «el chorro»; entre quienes votan a un burgués y quienes votan a otro.
05. El peronismo procedió de manera corporativa, haciendo del Estado un proveedor de servicios personales, administrado por una burocracia autoritaria. (Todo lo cual tiene más puntos en común con el fascismo que el gobierno de Milei). Puso al Estado a hacer campaña por Massa, por su candidato, mientras Insaurralde pagaba con dólares (inaccesibles para los trabajadores que quisieran proteger sus ahorros) sus vacaciones en el Mediterráneo y mientras Chocolate Rigaud exponía impúdicamente la tramoya constante (no un hecho aislado) de los sueldos de ñoquis provinciales utilizados para financiar la política.
06. Hasta las últimas elecciones, la grieta se presentaba en nuestro país con una coalición que expresaba de manera genérica los intereses económicos de la burguesía (el macrismo), mientras la otra expresaba la viabilidad institucional para la existencia de esa misma burguesía (el peronismo). En otras palabras, hasta la llegada de Milei la política burguesa argentina consistía en esta doble tensión: A) cuánto del manejo clientelar y la estabilidad institucional peronistas podían desplegarse en un gobierno neoliberal que asegurara reformas para garantizar algún crecimiento; o B) cuánto de los intereses más estratégicos de la burguesía podía desplegarse en un gobierno peronista que garantizara la estabilidad política necesaria. Todos se unían por la patria cuando entraba dinero en grande por renta, deuda o enajenación de bienes.
07. Como los elementos dominantes en una u otra coalisión (gobernabilidad política en el peronismo; saneamiento del funcionamiento económico en el macrismo) corren por carriles separados, las coaliciones ofrecían una amplia gama de combinaciones internas y cambios de bando. Eso está muy lejos de la perspectiva que evalúa mayor o menor injerencia del Estado, simplificando el complejo cuadro real.
08. Con mayor perspicacia que el progresismo y el radicalismo, una amplia franja de la población precarizada encontró en la libertad expresada por el fenómeno Milei un modo de denunciar la mímica del Estado, la ficción del «Estado presente».
09. Como la reproducción de la fuerza de trabajo es moral y no objetiva, es decir, depende de lo acostumbrado, no sirve de nada comparar lo que Argentina tiene con lo que otros países no tienen: cada trabajador argentino compara lo que la Argentina tenía con lo que ha dejado de tener, en un proceso de desvanecimiento de las prestaciones estatales que ocurre ante nuestros propios ojos. Los testimonios de jóvenes que se comparan con sus hermanos mayores son una muestra ejemplar al respecto.
10. Consecuentemente, la idea de que el votante peronista es mejor que el votante liberal se enreda en una escala de valores que nos es ajena (la pasión por el Estado burgués propio de las viudas del Estado de bienestar) y que justifica una estrategia errada y contraproducente. Los socialistas consideramos dos formas de organización social: una basada en la propiedad privada de los medios de producción (el capitalismo) y otra basada en la propiedad común de esos medios (socialismo). Dentro del capitalismo, los regímenes que lo organizan no son antagónicos, sino que funcionan en una alternancia conservadora: cada crisis capitalista se compensa corrigiendo las variables económicas falseadas, lo cual lleva a una crisis política que se compensará reconstituyendo (en algún porcentaje) las condiciones de vida disueltas por la corrección anterior, lo cual reproduce los desfasajes y falseamientos previos que deberán ser corregidos una y otra vez… Todo el proceso dibuja una espiral descendente en la que los ciclos de mejora ni superan ni igualan los anteriores ciclos de mejora y, además, tienden a durar fracciones de tiempo cada vez menores en comparación con lo que tienden a durar los ciclos de caída.
11. La tozudez del peronismo en promover su propia supervivencia política a expensas de una mínima estabilidad sistémica destruyó el funcionamiento económico y empeoró los niveles de vida de la población, cortocircuitando el ciclo que describimos. Así, cuando las previsiones más razonadas sostenían que a un Alberto Fernández (que debió haber sido una Cristina dos pasos más hacia el centro) debía sucederlo, supuestamente, un Rodríguez Larreta (que debía ser un Macri dos pasos más hacia el centro), la profundidad de la crisis hizo saltar por los aires el movimiento pendular del bi-coalicionismo y la bocha del péndulo cayó lejos, a los pies de Milei.
12. En la dinámica actual, la democracia puede ser amenazada pero, reconozcámoslo, tiene un fuerte arraigo político y social constantemente demostrado. Estos 50 días lo exponen: en la tolerancia a las marchas y concentraciones, a los piquetes en las vías del ferrocarril para protestar por cortes de luz, en la movilización y el paro de la CGT, en la negociación para imponer un protocolo sobre el espacio público (un protocolo que puede ser restrictivo pero no es «fascismo»). En cambio, la política de DD.HH. partidista, apropiada y desplegada por el kirchnersimo, se ha vuelto inocua. Para reconstruir algún lazo con la mayoría de la población es necesaria una propuesta de defensa de las libertades políticas que se acerque a los intereses de las mayorías y nos saque de la trampa tendida por los caprichos de la versión partidaria del movimiento de DD.HH.
13. Lo mismo sucede con el feminismo. El autoritarismo (obligación del uso de una neolengua, atribución del odio como motor de las diferencias), el atraso intelectual (la mujer no existe, la teoría de la evolución biológica es una ficción), el liberalismo extremo (con mi cuerpo hago lo que quiero), el olvido de los intereses de la mitad de la población (reivindicar el Estado presente cuando para muchos la vida es la asamblea de ocupantes de tierras acribillada en Virrey del Pino), no son nuestras banderas, nunca lo fueron. El sometimiento del feminismo, los movimientos sociales, los activistas gremiales, los defensores de los derechos, a esas infamias le permitieron a Milei ganar un lugar con el simple recurso al sentido común.
14. En ambos casos emblemáticos del progresismo (DD.HH. y feminismo) se resume una explicación: el voto a Milei es, en gran parte, responsabilidad de la manera en que los «valores democráticos» han sido expropiados por el progresismo, que hoy es un liberalismo individualista en componenda con un Estado autoritario y peronista. El espejo del progresismo (individualismo más coerción estatal) generó a Milei como un reflejo perfecto (no es anecdótico que los paleo libertarios se jacten de sus lecturas de Gramsci).
15. Las elecciones fueron una catástrofe absoluta. No porque ganara Milei, sino porque ese triunfo se dio junto con la nula cosecha de su deseable equivalente por izquierda: fuerzas de izquierda radical o de ultraizquierda. O, para decirlo en nuestros términos, menos rimbombantes: la izquierda clasista y socialista. La conjunción de un triunfo contundente por parte de La Libertad Avanza con una inexistente representación del socialismo significa que éste se halla oculto por, mezclado con, absorbido en o irremisiblemente asociado a… el peronismo.
16. Este debate profundo en las cabezas de la clase trabajadora incide en la política burguesa de manera indirecta. Este es el gobierno que hay, el que debe atravesar la crisis. En ese sentido, la burguesía acompaña. Su debilidad, más que su locura, obliga a Milei a apostar fuerte y con mucho riesgo. En este sentido, la burguesía titubea: ¿acompañarlo y sufrir la posible derrota? ¿O abandonarlo y perder los frutos de un posible éxito? También duda porque las medidas en marcha la perjudican en muchos aspectos sectoriales, pero nadie tiene la confianza del movimiento de masas que todavía tiene Milei, aun hablando con sus perros y pronunciando un discurso extravagante en Davos. El dilema que Milei enfrenta ofrece dos preguntas: ¿Postergar sus aspiraciones en pos de una estabilidad que tal vez no sirva para nada? ¿O apretar al gobierno con sus exigencias y contribuir a la desestabilización? Ese filo de la navaja sobre el que transita el gobierno estimula que cada actor pueda ser también espectador de una película diferente porque hay señales para todos los gustos: por momentos parece que nos esperan varios mandatos de neoliberalismo; al instante siguiente, que el helicóptero ya mueve los rotores.
17. Pretender luchar contra Milei con el peronismo es luchar de hecho por una nueva alternancia burguesa, con el centro un poco más a la derecha.
18. ¿Hay disconformidad, enojo, malestar, hasta desesperación? Sí. Pero ese sentimiento se asocia a interpretaciones diferentes y casi opuestas. Mientras que una parte de la clase trabajadora está dispuesta a hacer ahora lo que antes evitó hacer (luchar contra la miseria y el autoritarismo), otra parte de la misma clase no quiere hacer ahora lo que le impidieron hacer antes (luchar contra la miseria y el autoritarismo). Los cacerolazos, las marchas, el paro y movilización de la CGT (con menos paro que movilización), etc., están atrapados en esta disyuntiva.
19. Hay un punto en el que la clase trabajadora podría reunificarse. Un punto que cuenta con el repudio unánime de la burguesía (porque en esto no hay intereses sectoriales). Se trata de la recomposición salarial. La CGT, expresión política del peronismo, reclama la caducidad del plan de Gobierno de Milei («Abajo el DNU y la ley ómnibus», «La patria no se vende»), sin entrarle por el punto inmediato más directo y sentido: aumento salarial y basta de despidos. Se puede argumentar que un aumento salarial durante un proceso inflacionario de estas características difícilmente lo detenga. Pero ese argumento olvida que la alternativa actual al proyecto de Milei, dentro del capitalismo, es el ajuste de Massa. No el ajuste que habría realizado de haber ganado el ballotage (como reconoció Gabriel Rubinstein que tenían planeado realizar1), sino el ajuste efectivo, concreto, que hemos sufrido durante todo el año 2023 sin que Massa recompusiera el salario ni contuviera la inflación. Dicho de otra manera: a falta de soluciones estratégicas, el reclamo por aumento salarial, al menos, serviría a la unidad de la clase trabajadora como consigna de agitación para una sentida demanda inmediata.
20. La marcha del 20 de diciembre, 6 horas antes de la cadena nacional y 10 horas antes de los cacerolazos, expone un problema estratégico e intelectual. Pocas horas de diferencia separaron una marcha desarraigada (la del FITU) de una expresión espontánea y ajena (los cacerolazos). Y es que para la izquierda, la vanguardia es la que hace sola y la que hace antes, no la que permaneciendo unida se adelanta un poco. Un poco: lo que permite estar adelante sin quedar afuera. Si no se puede esperar a que las cosas sucedan en la cabeza de los trabajadores, entonces ¿qué significa la palabra conciencia, tan mentada como despreciada? La izquierda socialista tiene que concentrar todos sus esfuerzos en luchar por construirse como una vanguardia que no es lo otro del conjunto de la clase trabajadora, sino lo que promueve la unidad de ese conjunto. Dicho por la negativa: una política que excluya a la burguesía de todo pelaje como punto de encuentro de los trabajadores como clase.
21. La construcción de esa vanguardia implica la aceptación de que no hay teleología ni finalidad predestinada. Que no hay verdades incontrovertibles, que no hay fascismo que nos obligue a una organización militarizada, que los aparatos son necesarios pero también pueden ser peligrosos. Y que la confianza es un bien indispensable entre sujetos que presumen de poder enfrentar al capitalismo, en tanto el capitalismo es un sistema esencialmente promotor de la desconfianza especulativa e individualista, por su propia estructura competitiva.
22. Debemos construir de a poco una vanguardia que se encuentre ligada a la clase en el combate a las ilusiones burguesas, sin considerar unas mejores que otras, con paciencia para explicar y paciencia para entender. Democrática, porque no hay construcción de un programa y una estrategia sin debate. Y confianza, porque no se enfrenta al capitalismo de a uno. Las masas trabajadoras decidirán si el plan de Milei es derrotado, pospuesto o sigue adelante. Nosotros estaremos con ellas –somos parte de ellas– promoviendo la desconfianza en las direcciones burguesas por igual. Y promoviendo la confianza en la independencia de clase, por lo tanto, en los compañeros que nos rodean.
23. Políticamente, consideramos que se trata de un debate entre dos hipótesis. Llamamos a una «La hipótesis progresista»: Milei llega para asestar un golpe aún mayor a la clase trabajadora mediante un ajuste brutal y el reforzamiento de las medidas represivas. Frente a esto se encuentra el peronismo, que es un tope al ajuste y la represión. Aunque su gobierno no haya sido de lo mejor, claramente es otra cosa. Sin embargo, la mayoría de la clase trabajadora está conformada por idiotas, afectados por el síndrome de Estocolmo y sadomasoquistas consumados, que eligen una vida miserable. Y rechazan la defensa de las conquistas obtenidas en décadas. A pesar de esto, rápidamente, lo mejor del peronismo, y lo mejor del campo nacional y popular, se alza desde sus cenizas y sale a combatir por la soberanía y la justicia social.
24. A la otra hipótesis, la que pretendemos difundir, la llamamos socialista. Considera que la mayoría de la clase trabajadora aborrece al peronismo porque la ha sumido en la miseria y la degradación, porque ha transformado las conquistas de décadas en una mímica vacía y porque sus «cuadros» campean por el Estado depredándolo y haciendo negocios. Y como el peronismo está sostenido en su dominio financiero y represivo de los aparatos de masas, estos aparatos se van vaciando. Estos enojados votan a Milei, más que nada, porque mantuvo el discurso más claramente opositor a ese establishment estatal.
25. Ante el feroz ataque de la devaluación, el DNU, la ley ómnibus y la escalada en las amenazas represivas, hubo una incipiente reacción popular con los cacerolazos del 20/12, la marcha de la CGT del 27/12 y la jornada de «movilización y paro» del 24/01. Pero en la misma medida en que oponerse a Milei pareció llevar agua para el molino del peronismo, la clase trabajadora parece desentenderse del tema y dejar solitario al progresismo, en número decreciente y confinado a los centros urbanos cultos de las fracciones de la clase trabajadora registrada y ligadas al Estado. Los artistas e intelectuales ligados a la cultura marchando por separado, como si fueran sectores excepcionales, expresan tanto la alianza con sectores burgueses (como el encarnado por Adrián Suar) como la reticencia a la unidad con el resto de la clase trabajadora.
26. Las reservas y suspicacias de la CGT, cabalmente expresadas en el intríngulis de un paro general con transporte público, pueden leerse bajo las dos hipótesis que presentamos. La hipótesis progresista dice que la traición es una condición congénita que obliga a la burocracia a ir en contra de los intereses de la clase trabajadora. La hipótesis socialista, en cambio, dice que la burocracia defiende (en principio) sus intereses, sin abandonar por completo los de la clase trabajadora para no debilitar su propia base de sustentación: si en este momento, en que el DNU afecta sus intereses como fracción social, ha decidido proceder principalmente en el plano de los amparos y lo jurídico, no es porque está frenando la lucha sino porque siente al subsuelo vacilar bajo sus pies: descree de que la sigan.
27. En pocas palabras: o bien Milei es un dictador que avanza sin sostén popular ni estructura institucional, con la sola fuerza del entusiasmo y la locura; o bien Milei todavía cuenta con un importante respaldo popular, a pesar del ajuste en marcha y en la medida exacta en que se ubica oponiéndose al peronismo hambreador y corrupto. (Algo que lee muy bien CFK y por eso ordena quedarse en el molde).
28. Si la hipótesis progresista es correcta, entonces bastará con marchar codo a codo junto a peronistas y progres hasta que caiga Milei, ya que la ecuación se simplifica y las propias medidas del actual gobierno colmarán las plazas y las calles de súbitos descontentos que aceptarán marchar tras el peronismo. Pero si nuestra hipótesis es la correcta, entonces hacer eso cerrará todas las puertas al crecimiento socialista y, además, asegurará la victoria del peluca liberal. La gran pregunta es cómo una devaluación brutal, amenazas terribles al nivel de vida y al trabajo, más los devaneos autoritarios, sumado al peronismo en la oposición y necesitado de recomponerse…. movilizan tan poco. ¿La CGT está frenando la ira de las masas? ¿O no hace más porque no puede, en la certeza de que millones de trabajadores no están dispuestos a acompañarla mientras sea la que encabeza la lucha? ¿El poder institucional peronista está retardando el combate? ¿O está evitando entregarle a Milei el prestigio que éste recibiría enfrentando a los gordos de la CGT?
29. Y lo más importante: la izquierda, al fingir demencia con respecto al gobierno de Alberto y Cristina, al hacer borrón y cuenta nueva, ¿está favoreciendo un camino para la lucha o está empedrando el camino hacia el infierno? La mención compulsiva que el progresismo ejercitaba con respecto a «la pesada herencia» de Macri ha mutado en una completa amnesia con respecto al gobierno de Alberto. No olvidemos que, en los primeros años 70, la mayoría de los militantes de izquierda consideró válida y estratégicamente coherente una propuesta similar. Y el resultado fue la mayor derrota que hemos sufrido en la historia.
30. Si nuestro análisis es el correcto, la unidad del campo popular nos conducirá a un desastre. Y la inmovilidad ante las medidas nos conducirá al mismo desastre. Lo cual supone un futuro inmediato de gran complejidad y aislamiento, pero el único posible para la causa socialista. Las facilidades que ofrece la sumisión a los dos campos burgueses no otorgan mejores perspectivas a la causa socialista, sino que ofrecen facilidades a los militantes socialistas en el interior del campo burgués. Y no queremos sumar nuestra voluntad a ese destino.
28 de enero de 2024
NOTAS:
1 «El ajuste fiscal es inevitable, la devaluación es necesaria, el programa macro es correcto» dijo acerca del plan de Milei en esta entrevista con Maxi Montenegro y Claudio Zlotnik. Y en esta otra entrevista se puede ver la perplejidad de Alejandro Bercovich y Gabriela Vulcano ante las coincidencias manifestada por Rubinstein en relación al plan de Milei.
Comparto muchos de los análisis que exponen en estas 30 ideas. Especialmente el concepto de independencia política de los diversos campos burgueses en pugna. Comparto, desde luego, la perspectiva socialista que proponen. Entiendo que dicha perspectiva requiere, para ser viable, una superación del problema fundamental que tenemos los socialistas revolucionarios e internacionalistas para progresar: para la clase trabajadora, a escala mundial, el capitalismo como sistema está naturalizado como la estación terminal de la evolución de la especie humana. ¿No lo ven así? ¿Y no consideran que para combatir esta “falsa conciencia” (burguesa) de la clase trabajadora no alcanza con la prédica socialista? ¿No es necesario también ser organizadores de la unidad de los explotados por reclamos tan elementales como salarios, trabajo, vivienda, salud, educación? Y en ese “frente único de lucha” ¿no nos encontramos cotidianamente con obreros (en el sentido más amplio de la palabra) NO SOCIALISTAS, y en su mayoría PERONISTAS?
Te agradecemos, compañero, la atenta lectura, el comentario agudo y las estimulantes preguntas. Estamos totalmente de acuerdo con vos y te invitamos a sumarte. La última de tus preguntas tiene nuestra respuesta, un poco general pero también nítida, en esta charla sobre la diferencia entre el gremialismo y la política: https://www.youtube.com/watch?v=0YL8ovCwzGE
Quedamos a disposición, tanto desde nuestro número de Whatsapp 11 5757 6601, como desde nuestro correo electrónico vidaysocialismo@gmail.com
Un abrazo fraternal.