Ejemplos de vida
No fue fácil.
Estábamos tres meses en una casa, cuatro meses en otra, éramos nómades. Se terminaba la plata para el alquiler, entonces mi viejo hablaba con algún conocido y le pedía que lo aguantara un tiempo hasta que consiguiera trabajo. Mi viejo era albañil y viste cómo son esos trabajos, ¿no? Una semana tenés, otra no. Una vez le dieron una obra grande en un barrio, y ahí vivimos en una buena casa, pero en cuanto terminó la obra, afuera.
En una época vivimos en un garage, con los colchones, la mesa, la garrafa para cocinar. Para bañarnos le teníamos que pedir el baño a la gente que vivía en la casa. Lo tengo todo muy grabado en la cabeza. Quizá mis hermanos al ser más chicos no se daban cuenta tanto.
Yo vi cuando mi viejo fue a vender la alianza de casamiento para comprar comida o recuerdo haber ido a buscar a mi vieja a su habitación para que viniera a comer con nosotros, y que me contestara que no tenía hambre, o cualquier otra excusa, para no sacarnos comida a nosotros. Por ahí pasaban los cumpleaños y no los podíamos festejar. Cerca de casa había una panadería: íbamos sin vergüenza a pedir que nos dieran lo que sobraba para tener algo más sobre la mesa.1
Este reportaje a Enzo Pérez, jugador de fútbol, ídolo en River y Estudiantes, ha vuelto a circular en redes en los últimos días. Al igual que en la publicación original, acompañado de comentarios elogiosos. Es una narración repetida en el ámbito del fútbol, pero no sólo allí: la del individuo encumbrado y triunfador que surgió del barro y la pobreza, y logró superarse y «llegar». Cuando Lali Espósito polemizó con Milei, no dudó en destacar sus orígenes humildes (e incluso los padecimientos del trabajo infantil) para intentar ampliar la validez de sus argumentos.
No nos cabe ninguna duda acerca de la falacidad de esa estrategia. No se trata de linajes, alcurnias o abolengos. Lo determinante no es la «sangre», sino la clase social. Aunque alguna «sangre» tenga procedencia plebeya, no implica gran cosa en el presente de los individuos. La posesión, o no, de capital: eso sí es determinante.
Por eso, a diferencia de Enzo Pérez, Di María recibió muchas críticas cuando intentó destacar los sacrificios de los futbolistas cuando ya son futbolistas consagrados. Cuando realizó esta publicación en Instagram:
¿Qué hiciste el Lunes? Fui a entrenar. ¿Qué hiciste el Martes? Fui a entrenar. ¿Qué hiciste el Miércoles? Fui a entrenar. ¿Qué hiciste el Jueves? Fui a entrenar. ¿Qué hiciste el Viernes? Fui a entrenar. ¿Hacemos algo el finde? No puedo, juego. […] Los domingos me gusta dormir te dicen todos… Es mejor el fútbol 5 te dicen tus amigos… No estamos nunca juntos te dice tu novia… Pensá en estudiar y trabajar te dicen tus parientes… Pensás por dentro y sonreís… ¿Qué saben ellos cómo es cagarse de calor en febrero haciendo la pretemporada mientras que tus amigos están de vacaciones y viven de joda? Mucha gente dice que el fútbol no tiene nada que ver con la vida, no sé cuánto saben de la vida, PERO DE FÚTBOL, NO SABEN NADA!!2
Un maratón sin ganadores
Quejarse de que para vivir muy por arriba de casi todos los seres humanos hay que entregar algún esfuerzo es totalmente opuesto a señalar que el esfuerzo VA a ser recompensado, y va a serlo ampliamente. En un caso fue recibido como una tomadura de pelo (y en verdad lo es). En el otro, como una luz de esperanza, como una inyección de fe. Y como sucede generalmente con la fe, es infundada y suele ser una estafa. Veamos lo que encontró una investigación cuantitativa (hay demasiado pocas) sobre la carrera de los futbolistas profesionales argentinos:
Como queda reflejado en la presente investigación, hay un aproximado de 611.520 futbolistas que integran la franja etaria de 13-20 años y cada año se incorporan más de 100.000 jóvenes a las diferentes instituciones. Si consideramos que, según el censo de 2010 en la República Argentina, hay 2.851.171 varones entre 13 y 20 años, podemos establecer que el 21,44% de los jóvenes argentinos, en ese rango de edades, se encuentra en formación para intentar ser jugadores de fútbol.
Este porcentaje refleja no sólo una gran cantidad de jóvenes aspirantes, sino también la dimensión social que implica el fútbol para los varones que habitan el suelo argentino. Frente a estos datos nos surgen algunos interrogantes, entre ellos qué pasa con esta gran cantidad de jóvenes que ve truncado su sueño.3
Y más adelante:
Sobre la base extendida de 2.912 instituciones, se puede calcular un total de 101.920 jugadores que se agregan año a año en la etapa inicial de formación. Y tomando en cuenta que en el año 2007 se firmaron un total de 330 nuevos contratos, podemos estimar que sólo el 0,003% cumple con el sueño de llegar a firmar un primer contrato como futbolista profesional. Es decir que por cada 1.000 jóvenes que finalizan el proceso de formación deportiva, sólo 3 llegan a firmar su primer contrato. A este dato hay que sumarle el hecho de que solo una proporción de ellos firmará el segundo contrato profesional.
Por otro lado, para poder establecer el coeficiente de base acotada, se tuvo en cuenta a las 378 instituciones que se encuentran afiliadas directa o indirectamente a la AFA. Por cada institución se contabilizó un aproximado de 35 jóvenes por división y un total de 6 divisiones por club, lo cual da un total de 79.380 futbolistas en formación. Considerando sólo la divisional cuarta, con un total de 13.230, el porcentaje de firmas llega a un 2,5% por sobre los jóvenes que completan el ciclo de formación.
En pocas palabras, de los que comienzan a intentar ser futbolistas. completan el ciclo (llegar a cuarta división) el 13%. De ellos, el 2,5% firma un primer contrato, que son el 0,003% de los que comenzaron. Ese primer contrato no significa que conseguirán vivir del fútbol; mucho menos, que lograrán mediante el fútbol vivir mejor que el promedio de la sociedad que vive de otros trabajos. En suma, hay una altísma tasa de fracaso, que va acompañada de gran entrega.
En esto no dudamos de la veracidad del esfuerzo realizado y testimoniado por los pocos que han tenido éxito, pero no son los únicos que lo han hecho. Un gran esfuerzo, con una alta tasa de fracaso, simultáneo en el tiempo con el período de formación profesional de los jóvenes (el colegio secundario), no es la causa sino la consecuencia de una sociedad que no ofrece salidas laborales, profesionales, a través de la formación educativa.
El caso, el testimonio, la experiencia
Los cuerpos cuyo peso específico es mayor que el agua, se hunden. Porque todo cuerpo sumergido en un líquido recibe un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del volumen del líquido desalojado. Se llama «principio de Arquímedes». Sin embargo, algunas agujas, algunos insectos, se sostienen en la superficie a pesar del principio de Arquímedes, contrarrestado por la tensión superficial. Si nos dejáramos llevar por esta particular situación de que algunos cuerpos pueden flotar a pesar de, y contrariando al, principio de Arquímedes, toda la industria del transporte naval –valga la paradoja– se hundiría. Pero esto no sucede porque se toma en cuenta esta situación particular (el efecto de la tensión superficial) en el marco de la aplicación mucho más general y extendida de que los cuerpos más pesados se hunden.
En el contexto de la vida social también hay funcionamientos, regularidades sistemáticas, que se pueden tomar en cuenta para saber cuál es la mejor manera de actuar en referencia a un objetivo. Frente a esto, el caso particular constituye un evento que debe ser explicado, pero que no niega ni hace innecesaria la apelación, por ejemplo, a una regularidad estadística más extendida. Esto funciona así en todas las publicaciones con aspiraciones científicas, racionales y universales. Pero no en el periodismo, que organiza la elección de sus publicaciones en base a la venta esperable y buscada.
Como lo exponen las distintas respuestas al comentario de Di María y a la nota sobre la infancia de Enzo Pérez, hay una expectativa que la industria periodística contempla y reproduce: se trata de la idea (supuestamente sostenida por estos casos ejemplares) de que se puede progresar en este sistema si se hacen los sacrificios necesarios. Idea que tiene como corolario esta otra: quien no obtuvo el éxito es porque no se sacrificó lo suficiente. Cada patrón estimula esta idea. Y, probablemente, piense así porque le resulta muy satisfactorio: cuando nos habituamos a mezclar la verdad con el placer, una explicación nos puede parecer válida si cumple el requisito de hacernos sentir satisfechos con ella. A cada patrón le debe gustar pensar que vive mejor porque trabajó más que el resto, o porque es más inteligente y, por lo tanto, se merece lo que posee. Y no le agrada pensar ni saber que el sistema está organizado de tal modo que su calidad de vida se sostiene en la falta de la calidad de vida de otros.
Por eso, como socialistas, le damos relativa importancia al caso, a la experiencia, al testimonio individual. Porque desconfiamos de lo que nos dice si no podemos relacionarlo con el conjunto, con lo sistemático, con lo que afecta a las mayorías.
Cada historia de un triunfador surgido del barro que se narra es, para nosotros, una contribución a la confusión y al sostenimiento de este sistema, si no está acompañada de un marco explicativo. Esto es, de una prolija medición de la tasa de éxitos y fracasos del conjunto de los que abordan esa actividad, que desaliente la expectativa en la salida individual que esas historias de vida y superación se proponen (y en general logran) difundir.
Sabemos que la información, la racionalidad y la verdad no producen felicidad de manera automática. Generalmente ofrecen, de manera inmediata, desazón y tristeza. Pero sabemos, porque se ha visto corroborado en innúmeras situaciones, que si se aceptan los rodeos necesarios que la realidad dispone, se pueden lograr resultados efectivos. Quizás menos fantásticos que los que ofrece, justamente, la fantasía. Pero posibles de existir materialmente, en un mundo real.
El éxito individual en una sociedad de explotadores y explotados tiene una tasa estadística casi nula. Siempre se lo podrá resaltar para recrear y estimular la esperanza y la fe en su posibilidad. Pero es necesario lo opuesto: la comprensión del amplio marco social que lo hace terriblemente improbable, casi imposible. Necesario para, una vez recibido el golpe de la pérdida de las expectativas infundadas, comenzar al trabajo colectivo de buscar crear las condiciones para vidas mejores. Eso que llamamos socialismo.
NOTAS:
1 «La historia de Enzo Pérez, de pedir comida a meterse en la historia de River», nota publicada en el sitio TyCSports el 21 de noviembre de 2021.
2 Publicación en su cuenta personal de Instagram, el 5 de agosto de 2019.
3 Darío Mendelsohn y Georgina Monteleone, El sueño de ser futbolista profesional, Buenos Aires, Fudación El Futbolista y Futbolistas Argentinos Agremiados, sin año de edición, pp. 39-40.