Cuando Pablo Stefanoni publicó ¿La rebeldía se volvió de derecha?, toda una serie de malentendidos obtuvo su fórmula mágica: había que recuperar la rebeldía para la izquierda. Pero la rebeldía es una actitud, no un proyecto de sociedad. Por eso puede servir a cualquier fin, como lo ilustran muy didácticamente las películas Pollitos en fuga (2000) y su continuación El origen de los nuggets (2023): rebelión contra el encierro explotador y rebelión contra los cuidados de papá y mamá. Esta confusión entre actitud adolescente y programa político es la que motivó, por ejemplo, que Myriam Bregman le dijera «Te falta rock» a Martín Tetaz, como si importaran más los gustos musicales que los intereses de clase.
De hecho, el libro de Stefanoni no sólo carece de una crítica radical al capitalismo en tanto sociedad basada en la explotación de una clase por otra (apenas critica al «neoliberalismo» y, mediante una cita de Nancy Fraser, precisa que la crítica se dirige a «esta forma de capitalismo», no al capitalismo en sí), sino que además carece de toda perspectiva de clase:
Las dificultades actuales de la izquierda son evidentes: ¿cómo defender la laicicidad, y no perder esa bandera, sin caer, por ejemplo, en la islamofobia? ¿Cómo defender el derecho a migrar desarmando los argumentos xenófobos con datos convincentes y sin caer en posiciones ingenuas fácilmente refutables? ¿Cómo comprender a los de «algún lugar» sin terminar en posiciones conservadoras y, peor aún, filoxenófobas? ¿Cómo recuperar una idea comunitaria de la política sin renunciar al cosmopolitismo y sin caer en una cultura de terruño que, a la postre, será reaccionaria?1
Dificultades ideológicas (laicicidad) y de desplazamiento (migraciones) que omiten las condiciones materiales que hacen necesaria una religión u obligan al desarraigo. Dificultades ¿psicológicas?, ¿epistemológicas?, ¿idiomáticas? para «comprender» a gente de otras latitudes del planeta, como si no tuviéramos nada en común. O para «recuperar» ¿de dónde?, ¿de cuál tradición?, ¿de qué momento histórico?, «una idea comunitaria», como si las ideas movieran al cuerpo y no existiera el hecho material, corporal, fundamental, de ser nosotros mismos los productores de la riqueza social planetaria: la clase trabajadora. Dificultades, en fin, suscitadas en el fondo por el supuesto progresista de que es posible una forma vivible de capitalismo, ¿un capitalismo progre?, capaz de beneficiar al conjunto de la población mundial.
Pero no. El capitalismo es un tipo de sociedad que se mueve hacia la extinción de la humanidad o, al menos, de buena parte de ella. Y Argentina es un ejemplo ilustrativo de esa inviabilidad. Un ejemplo mucho más didáctico que Pollitos en fuga, principalmente gracias al peronismo.
La posverdad justicialista
Dos movimientos significativos emparentan al gobierno peronista eyectado de la Casa Rosada hace 90 días con los anteriores gobiernos: un decrecimiento importante del poder adquisitivo de cada plan social y un aumento significativo de la cantidad de personas que requieren esta cobertura.
El Programa Ingreso Social con Trabajo, por ejemplo, ya contaba con 200 mil titulares cuando Cristina cerró su mandato en 2015. Macri elevó la cifra a medio millón para el programa equivalente. Y, ya en 2021, Alberto y Cristina incrementaron el número hasta el millón doscientos mil beneficiarios.
¿Y el decrecimiento del poder adquisitivo? Se ve en el aumento incesante del porcentaje de pobres e indigentes.
A este conglomerado de seres humanos, cada vez más numeroso y cada vez más pobre a medida que avanzaba el mandato de Alberto y Cristina, la retórica peronista lo considera un logro de la presencia del Estado, una epopeya de los cuidados que el Estado prodiga a los más desfavorecidos, una de las razones importantes para apoyar al peronismo: ya que el gobierno nacional y popular no erradica los comedores, que proliferen los comedores; ya que no erradica las villas miseria, que se declare el Día del Orgullo Villero2. Esto es el peronismo: ser feliz viviendo para la mierda.
Para los millones de trabajadores ya desocupados, precarizados y negreados antes de que comenzara el gobierno de los Fernández, éste representó un hachazo sin precedentes en el nivel de vida. No se trata de interpretaciones, sino de la capacidad declinante para reproducir la propia vida, que se vio diezmada por la inflación. Para otra cantidad muy importante de trabajadores, que dejaron de estar asalariados, el gobierno de los Fernández representó la caída en un pozo con menores ingresos y menor calidad de servicios (vivienda, salud, educación, seguridad…). Un pozo regenteado por la arbitrariedad de los punteros y los intermediadores del dinero estatal.
En la segunda mitad de 2020, la pobreza subió al 42% y la indigencia se mantuvo en los mismos niveles que en el primer semestre (10,5%). Estos porcentajes representaron una fuerte suba frente al segundo semestre de 2019, últimos valores de la Presidencia de Macri y previos a la pandemia, cuando estas cifras eran del 35,5% y 8%, respectivamente. […]
Aún no existen datos oficiales del INDEC para el segundo semestre de 2023 -el informe se publicará el 27 de marzo próximo-. No obstante, Martín González Rozada, director de la Maestría de Econometría de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), estimó que la tasa de pobreza para el período comprendido entre julio y diciembre de 2023 fue del 42,4%: 2,3 puntos porcentuales más que en el primer semestre del año.
Por su parte, el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina -que, como se explica en esta nota, utiliza una metodología diferente a la del INDEC- realizó una simulación en base a los datos disponibles al tercer trimestre de 2023 y la evolución de la canasta básica y los ingresos laborales -ambos datos publicados por el INDEC- y estimó que en diciembre de 2023 la pobreza alcanzó al 49,5% de la población, mientras que la indigencia trepó al 14,2%.2
Es decir que, por razones profundamente concretas, materiales, reales, cotidianas, para la mitad del país el Estado no era alguien que cuidaba, sino el principal responsable de haber llevado al país a un retroceso histórico. La presencia del Estado no se vivió como un «cuidado», sino como una acción de gobierno que le quita ingresos a unos trabajadores mientras empuja a otros trabajadores hacia capas cada vez más sumergidas.
La media verdad mileísta
Mientras este retroceso atravesaba la carne y los huesos de los trabajadores, impedía la diversión y complicaba la alimentación, hacía retroceder la salud y desaparecer la esperanza de tener vivienda, mientras todo esto sucedía, la retórica peronista insistía en que, lejos de ser un infame retroceso, esa realidad era algo digno de ser agradecido. Sobre todo, digno de ser agradecido mediante un voto a Sergio Massa que le permitiera al peronismo continuar por la misma senda de los últimos 4 años.
Javier Milei se limitó a señalar que, si el gobierno había causado esto y lo reivindicaba, si la presencia del Estado era más cantidad de pobres padeciendo mayor pobreza, entonces había que terminar con ese Estado cuya presencia, cuya función, se hacía presente como producción de pobres cada vez más pobres. No inventó un discurso nuevo: señaló una conexión entre la retórica peronista y un hecho real, la miseria creciente. De los 40 años de democracia, el peronismo gobernó 28. (Ni hablar si tomamos sólo la provincia de Buenos Aires: una gigantesca villa miseria con archipiélagos de countries y Nordelta, casi exclisivamente bajo dominio peronista).
Si para millones de personas la retórica peronista es una mentira que encubre su envilecimiento vital y la degradación de la sociedad en su conjunto, no se trata de liberotarios ni de zombis, suicidas o masoquistas, sino de un inmenso número de trabajadores capaz de realizar un razonamiento materialista elemental: más pobreza y mayor número de pobres no es algo para reivindicar y apoyar con un voto.
Fue un candidato burgués quien más directa y tajantemente denunció la dinámica de los gobiernos y del Estado burgués en las últimas décadas. Lo hizo invirtiendo una secuencia que le permitió aparecer como un salvador: el único que dice esta verdad, el único que puentea los aparatos políticos (y aquí, en nuestro país, decir «aparato» es decir peronismo). Esa media verdad le alcanzó para mucho. Pero no es la historia completa. En lo que se haga con la otra mitad del asunto se juega nuestro futuro.
Como exhibe la tendencia de los últimos cincuenta años, el capitalismo argentino únicamente puede producir pobreza. Una pobreza creciente y cada vez más honda a la que el Estado burgués y sus distintos gobiernos intentan maquillar, infructuosamente. Milei machacó una y otra vez que el Estado y los distintos gobiernos ocultan la pobreza sin poder evitar incrementarla, y que hace falta un nuevo gobierno capaz de revolucionar al Estado para destrabar el funcionamiento del capitalismo. Esa verdad, verdad a medias pero verdad, es un paso que necesitamos dar para poder ir más allá. Es necesario para disputar un lugar en las ideas que los trabajadores estamos pensado hoy. Necesitamos reconocer esa verdad parcial, que el resultado electoral expresó, si queremos superar la sociedad actual en beneficio del conjunto de la población.
Porque una izquierda que no tiene como enemigo al capitalismo sino a «la derecha», que no construye un programa socialista sino una actitud de «rebeldía» y que además no deja de expresar su amor por el Estado burgués, gestor del fracaso y la miseria, no estará en condiciones de disputar ni siquiera un voto a Milei. Y, lo que es peor, contribuirá a su afianzamiento.
NOTAS:
1 Pablo Stefanoni, ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), Buenos Aires, Siglo XXI, 2021,pp. 193-4. La referencia a Nancy Fraser está en la p. 185.
2 Ojalá fuera una broma de mal gusto. En diciembre de 2014, impulsado por La Cámpora y aprobado por el Congreso, se declaró el 7 de octubre como Día del Orgullo Villero. La fecha elegida pretende rendir tributo al cura Carlos Mugica, quien militaba por el fin de la miseria, no por el orgullo de ser pobre.
3 Martín Slipczuk y Matías Di Santi, «¿Cómo evolucionó la pobreza en la Argentina con cada presidente?», nota publicada en Chequeado el 19 de febrero de 2024. El segundo cuadro es de la nota de Julián Zicari, «Cuál fue la verdadera fábrica de pobres en los últimos 50 años», pubilcada en Ámbito el 7 de octubre de 2020.