Por María Paz.
En 1869 se realizó el primer Censo de Población de la República Argentina tal como hoy lo conocemos. Antes de esa fecha, los censos abarcaban sectores específicos de la población o se limitaban a ciudades o provincias. Un censo se caracteriza por involucrar el relevamiento de todos los hogares y personas, a diferencia de una encuesta donde se toma una muestra de la población y se realizan estimaciones para la población general. El problema con las encuestas para relevar datos de suma importancia para un Estado es la forma en que se construye la muestra. Se deben tomar muchos recaudos para que la muestra no tenga sesgos y los resultados obtenidos puedan ser extrapolables a la población. Una encuesta es mucho más económica que un censo, por ello, por acuerdos internacionales y nacionales se realizan cada 10 años y la población esta obligada a responder los cuestionarios para no caer en infracción.
Pero una foto borrosa cada diez años no es suficiente para contar con la información que debe tener un país para la toma decisiones y no es de sorprender que la mayoría de las decisiones en nuestro país se tomen a ciegas o sobre la base de información poco precisa y desactualizada. La transformación tecnológica de los últimos años vuelve a este método anticuado, caro e ineficaz. La mayoría de los países europeos utilizan registros administrativos públicos y privados para obtener información de la población, algunos de ellos combinando el método tradicional con información proveniente de otros registros (mucho de ellos provenientes del sector privado). Empresas de comunicación, de servicios públicos y redes sociales tiene mejor información y mas sensible que la que puede recabar el Estado, y por supuesto que la utilizan para su beneficio. Los datos sobre la población que resguardan las empresas fueron aportados voluntariamente por las personas, y es que en todos los casos el cliente obtiene un beneficio directo al dar su información. Las empresas tienen un interés transparente en vender y la transacción es clara para ambas partes.
Sin embargo el último censo despertó en la población desconfianza y resistencia a completar los formularios digitales o a recibir al censista. En el censo 2023 se quiso innovar relevando el DNI de cada censado para avanzar en la conformación de registros administrativos individualizados, pero un sector de la sociedad expresó su malestar al respecto y con denuncias de por medio se retrocedió con esa medida. También se destacaron campañas en redes sociales y opiniones diversas de no dar información verdadera al Estado, sobre todo la relacionada a ingresos. Y esta reacción en parte es lógica ya que la población no recibe nada a cambio de la entrega de sus datos personales al Estado, gobierno tras gobierno se encargaron de prometer mejoras en la calidad de vida de las personas que nunca llegan, o al revés, aumenta su deterioro.
La Big Data llegó y con ella los algoritmos, las técnicas estadísticas y computacionales que permiten procesarlos. A partir de IA es posible contabilizar por imágenes satelitales hogares y personas de un área geográfica con una mayor presión que lo que lo puede hacer un censo, y cubriendo áreas de difícil acceso a internet o de un censista . La tendencia internacional es hacia instrumentos de captación de datos de forma continua, más baratos y que utilicen información de registros de muy diversos orígenes, tanto privados como estatales. Los censos y las reglamentaciones deben experimentar un cambio como han hecho los países que quieren obtener y utilizar información fehaciente. Manejar un Estado de forma científica y con el objetivo de mejorar la vida de las personas requiere de una película y no de una foto borrosa cada diez años.
Esa información es necesaria para que la población pueda contrastar lo que se hace con lo que se debería y podría hacer. Esa información no solamente ha de ser precisa, sino que ha de encontrarse disponible y accesible. Calcular mal y medir pésimamente es propio de una burguesía que, consciente de que no tiene futuro, desprecia la verdad y los proyectos que se pueden llevar adelante a partir de la verdad.
Imagen principal: De las Seis Materias Necesarias para los Niños: Caligrafía y Ábaco (1843), por Utagawa Toyokuni III.