Ni «chetos» ni «pueblo»: por una alianza obrera viable y necesaria

En la segunda mitad del siglo XX era lugar común del progresismo y la izquierda tener expectativas en alguna fracción de explotadores. Estas expectativas se reunían bajo el nombre de «liberación nacional». A la clara desazón por una alianza imposible le ha seguido, como efecto de la frustración ante el resultado de una apuesta sin futuro, la desazón por la improbable unidad de la clase obrera. Esta nueva decepción se expresa en el abandono de ciertas categorías y conceptos de la crítica para su reemplazo por términos que explican poco y enturbian mucho: «precariado», «cognitariado», «clase media»… cuando no se echa mano de oscuridades como «pueblo», «ricos», «chetos»… Vemos la reticencia ante y la desconfianza en las potencialidades de una alianza de las distintas fracciones del conjunto de la clase trabajadora. En esta nota sostenemos que existen razones objetivas que hacen viable y necesaria una nueva alianza: quienes no vivimos del trabajo ajeno tenemos un presente y un destino comunes. Ni «chetos» ni «pueblo»: clase obrera.

De la fe en una alianza imposible a la desconfianza en la propia clase

La insostenible expectativa en una alianza progresiva con la burguesía (o con algunas de sus fracciones, que para el caso es lo mismo) ha conducido a desconfiar de la unidad obrera y a esperar algo de los particularismos (por ejemplo, al apoyar a la burguesía catalana con la bandera del nacionalismo separatista) y sectarismos (por ejemplo, la delirante y peligrosa avanzada queer). En esta nota vamos a señalar cuál es la base material y objetiva que justifica una expectativa y una confianza en dirigir esfuerzos hacia una gran alianza de todos los sectores y fracciones de la clase trabajadora. Para eso expondremos que los problemas de los sectores más capacitados de la clase (los que se encuentran entre los mejor considerados por el capital, con trabajos a menudo registrados y salarios más acomodados que los del resto de la población obrera) no escapan a la gran cuestión que interpela al conjunto de nuestra clase: la dificultad para garantizar la reproducción de la propia vida en las condiciones habituales.

Esto ha sido denunciado por trabajadores del Conicet, de las universidades y otros sectores. Pero lo que nos proponemos demostrar es que la causa radica en las leyes de funcionamiento del sistema capitalista. Y que, si bien en Argentina esto salta a la vista (pues se trata de un capitalismo en estado de disgregación), aun en los países que encabezan el desarrollo tecnológico y las industrias culturales no hay salida, dentro del sistema, para este sector relativamente acomodado. Salvo mediante una alianza estratégica con sus compañeras y compañeros de clase que viven en situaciones más precarias.

Veamos entonces qué sucede con estos trabajadores en los Estados Unidos.

Citizen, Spotify, CBS, The Post

Lo primero que hay que decir es que no todos los trabajadores de las empresas de plataformas, aplicaciones y «alta tecnología» localizadas en EE.UU. desempeñan sus tareas en el mismo territorio nacional. Trabajan desde sus empobrecidos países de origen. De manera que sufren los problemas de los residentes en EE.UU., pero multiplicados:

La aplicación Citizen: Safety & Awareness, que informa sobre delitos y redes sociales, ha roto su relación con una empresa de subcontratación que utilizaba trabajadores de países como Kenia y Nepal a los que se les pagaba menos de U$S 2 (dos dólares) por hora… A esos trabajadores se les pagó para que escucharan la radio de la Policía y resumieran los eventos para los usuarios de CitizenLa noticia… destaca la continua incertidumbre sobre el futuro de Citizen, ya que la aplicación ha explorado cómo monetizar o involucrar aún más a su base de usuarios, a veces con resultados desastrosos y potencialmente mortales…

La «magia» de las empresas tecnológicas proviene, en realidad, de la competencia de trabajadores mal pagados en el extranjero, como se observó recientemente gracias al sistema de Inteligencia Artificial ChatGPT. Y una investigación de la revista Time, publicada este mes, encontró que OpenAI, la compañía detrás de ChatGPT, también estaba usando trabajadores residentes en Kenia, a los que se les pagaba menos de U$S 2 por hora para filtrar líneas de texto [«datos tóxicos» como abuso sexual infantil, bestialidad, asesinato, suicidio, tortura, autolesiones e incesto] y hacer que el chatbot fuera más seguro de usar.

Lo segundo que hay que decir es que estos empleos, por supuesto, no se consideran de alta calificación. Pero tampoco se trata de trabajadores descalificados, pues deben contar con una formación compleja y cosmopolita. Lo que está descalificado es su salario. Pero en las Mecas de la industria tecnológica también hay zozobra. El mes pasado Reuters anunciaba que:

Spotify anunció que planea recortar el 6% de su fuerza laboral… lo que se suma a los despidos masivos que el sector tecnológico prepara ante una posible recesión. La industria de la tecnología se enfrenta a una caída de la demanda tras dos años de crecimiento impulsado por la pandemia, durante los cuales contrató [obreras y obreros] agresivamente… Los gastos operativos de Spotify crecieron al doble de la velocidad de sus ingresos el año pasado, pues la empresa de transmisión de audio había invertido dinero ferozmente en su negocio de podcasts, que es más atractivo para los anunciantes debido a los mayores niveles de compromiso [de las audiencias, en comparación con la radio y la televisión].

La empresa se infla de fuerza de trabajo para obtener más ganancias y los escupe cuando ese margen de beneficios ya no se puede expandir. Sístole y diástole del sistema capitalista. Otro tanto sucede con las «fusiones» de empresas. (Una situación que hemos visto cientos de veces en series y películas: toda fusión promete despidos). No hace falta ser un genio para anticipar qué clase social paga las expansiones empresariales. Por ejemplo, en la industria de los medios, el año pasado se supo que:

Apenas tres años después de haber irrumpido en Hollywood con gigantescas transmisiones de video en los millones de teléfonos celulares de sus clientes, AT&T está haciendo planes para escindir Warner Media y fusionarlo con Discovery. El exitoso acuerdo… creará la segunda compañía de medios más grande del país, de acuerdo a sus ingresos, con un negocio en expansión que incluye entretenimiento, películas, deportes y noticias por cable. La empresa fusionada, que podría alcanzar un valor superior a los 100.000 millones de dólares, rivalizará con gigantes como Disney, la mayor empresa de medios, así como con Netflix, líder en streaming… Las empresas dijeron que esperaban que el acuerdo, que debe ser aprobado por los accionistas y los reguladores, se complete a mediados de 2023. Anticipan que los costos anuales podrían reducirse en 3.000 millones de dólares, un movimiento [de recorte] que generalmente implica despidos.

Crecer implica (en condiciones capitalistas) despidos. También para la competencia, como sucedió tres años atrás:

CBS Corporation, la compañía detrás de la cadena de transmisión CBS y la editorial Simon & Schuster, se fusionó con Viacom, el propietario de Paramount Pictures y los medios de cable MTV, Nickelodeon y Comedy Central. La combinación reúne a estas empresas que alguna vez dominaron la industria de los medios y el entretenimiento, pero que ahora luchan por mantenerse a flote en un mundo cada vez más digital… El cierre del acuerdo seguramente desencadenará varias rondas de recortes de empleos en los próximos años.

No están a salvo de esta lógica los trabajadores de prensa de algunos de los diarios más prestigiosos del mundo. En este caso, recibieron el último diciembre noticias desalentadoras sobre su futuro. Noticias aun peores que las recibidas hace 15 años, cuando The Post negoció «retiros voluntarios»:

Gracias a su rico fondo de pensiones, la compañía presentó una serie de ofertas en la primera década del año 2000 (paquetes generosos repletos de beneficios en efectivo y coberturas de salud) que los Posties envejecidos no pudieron resistir. Pero al menos no eran despidos. O eso creían. Lo que el editor Fred Ryan anunció… el miércoles fue: son despidos. «En el próximo año eliminaremos varios puestos», dijo Ryan, quien explicó que era importante alinear las ofertas editoriales de The Post con los intereses de los lectores. Los recortes, enfatizó más tarde en un correo electrónico dirigido al personal, no superarían «un porcentaje de un solo dígito de nuestra fuerza laboral». Pero un despido del 9% dejaría sin empleo, en la sala de redacción de The Post, a unos 100 empleados… «No podemos darnos el lujo de seguir gastando en iniciativas que ya no se alinean con los intereses de los lectores»… La administración del Post cree que su fuerza laboral actual no está lista para competir por los lectores y por los dólares publicitarios.

El problema, siempre, son las ganancias. Ésa es la constante: hacer dinero. En cambio, las trabajadoras y trabajadores, sin importar qué calificación tengan, no son más que la variable a modificar de acuerdo con la finalidad constante de obtener ganancias. Los despidos de la empresa Snap Inc. nos ofrecen otro ejemplo del mismo mecanismo:

Snap Inc. planea despedir aproximadamente al 20% de sus más de 6400 empleados… Al igual que sus otros pares tecnológicos, Snap contrató agresivamente durante la pandemia. Inició marzo de 2020 con aproximadamente 3427 empleados a tiempo completo y finalizó el último trimestre [el tercero de 2022] con 6446, es decir, con un aumento del 38% con respecto al mismo período del año pasado [2021]. En mayo de 2021, la empresa realizó la mayor adquisición de su historia al comprar WaveOptics, el proveedor de las Pantallas AR [pantallas de «realidad aumentada», que permiten combinar imágenes reales con imágenes virtuales] utilizadas en sus últimas gafas, por más de 500 millones de dólares. El problema es que al negocio de Snap no le fue bien al salir de la pandemia, debido tanto a los temores por una posible recesión como a los problemas que tuvo al navegar para eludir las enérgicas medidas Apple contra el seguimiento de anuncios publicitarios en las aplicaciones de iOS [el sistema operativo propio de los productos Apple]. La base de usuarios de Snap siguió creciendo con fuerza (tiene 347 millones de usuarios diarios, más que Twitter), pero obtuvo ganancias una sola vez desde 2017.

Como vemos, las obreras y obreros de las plataformas, TIC’s y empresas de alta tecnología en general, también viven bajo amenaza de ajustes, recortes, despidos, retiros voluntarios y «arreglate como puedas». Vulgarmente, acá diríamos que viven igual que cualquier integrante de la clase obrera: «con el culo en las manos».

Farmacéuticas, Google, Amazon, Vimeo…

Otro sector de alta capacitación es el de las empresas farmacéuticas, con una de las tasas más altas de inversión en I+D (investigación más desarrollo) de todas las industrias. Al igual que las plataformas tecnológicas, se supone que este sector se ha fortalecido durante la pandemia. Sin embargo las noticias de este mes repiten lo que venimos viendo:

Más de 130 empleados despedidos de los equipos de I+D de Merck KGaA, en Massachusetts… La mayoría de los empleados afectados proviene de las operaciones de tecnologías de descubrimiento y desarrollo de la ubicación, mientras que un «pequeño número» corresponde a equipos de investigación, según un portavoz de la compañía.

Merck no está sola en la aplicación de ajustes contra sus trabajadores. Otras corporaciones de punta, como Atomwise, ejercitan esa política:

Atomwise, un jugador bien conectado en el floreciente espacio del descubrimiento de fármacos, impulsado por inteligencia artificial, redujo su plantilla en un 30% en diciembre… Y confirmó los despidos, lo que provocó que unas 30 personas abandonaran la empresa.

También anunciaron despidos este mes las empresas Cyteir y Akili Interactive:

Cyteir está dejando ir al 70% de su equipo, de 50 personas, después de que los decepcionantes datos de monoterapia impulsaran el giro hacia una combinación de su fármaco principal y la quimioterapia. Akili Interactive, la empresa fabricante de una terapia digital aprobada por la FDA [Administración de Alimentos y Medicamentos], también está eliminando a un tercio de su fuerza laboral en un empeño por ser «extremadamente delgada».

Los hijos farmacéuticos de Google no se quedan atrás:

Verily, escindida de la matriz de Google, Alphabet, está despidiendo a alrededor del 15% de sus empleados.

Los mega gigantes del mundo tecnológico tampoco se libran de esta tendencia del capital:

Los despidos en curso de Amazon afectarán a alrededor de 18.000 trabajadores… La «mayoría» de los roles que se eliminarán corresponde a los sectores Tiendas, Personal, Experiencia y Tecnología de Amazon… En los últimos meses, Amazon admitió que estaba consolidando «algunos equipos y programas» en su división de hardware y servicios… En octubre, Amazon anunció que había recuperado el crecimiento de las ventas en dos dígitos, gracias a su «mayor evento Prime Day» de julio. También prometió a los inversores que estaba haciendo un «progreso constante» hacia la reducción de costos. El 3 de enero, informó a la SEC [Comisión de Bolsa y Valores] que obtuvo un préstamo de U$S 8.000.000.000 (ocho mil millones de dólares) para «fines corporativos generales». Un portavoz anónimo le dijo a TechCrunch que la compañía ha estado utilizando «diferentes opciones de financiamiento para respaldar los gastos de capital, el pago de la deuda, las adquisiciones y las necesidades de capital de trabajo», mientras navega por un «entorno macroeconómico incierto»… Esto hace que el ajuste en Amazon sea uno de los mayores hasta el momento, realizado por un gigante tecnológico. En los últimos meses, Meta anunció el despido de alrededor de 11.000 empleados, mientras que empresas como Intel han anunciado que planean realizar importantes recortes a lo largo del año. [Por su parte] Salesforce anunció que recortará alrededor del 10% de su fuerza laboral, lo que se traduce en alrededor de 8.000 empleados despedidos, mientras Vimeo informó que despediría al 11% de su personal.

Como puede verse, las empresas dedicadas a producir los mayores avances sanitarios para la humanidad (que pueda pagarlos), también organizan el comercio más tecnológico del mundo.

Músicos, biobliotecarios, editores y profesores universitarios

También los artistas están expuestos a la crisis de su reproducción vital, aunque de otras maneras:

Muchos músicos… ahora deben hacer giras y dar conciertos en vivo la mayor parte del año para poder mantenerse económicamente. Por lo tanto, enfrentan constantemente la perspectiva potencial a largo plazo de jugar hasta que se enfermen terriblemente con un virus mortal, o enfrenten la ruina financiera, o ambas cosas.

Y si no sufren la incertidumbre, padecen recortes salariales, como lo exponen los músicos de una filarmónica en huelga este mes:

Los músicos de la Filarmónica de Fort Wayne (Indiana) han continuado su huelga en el Año Nuevo ante la creciente beligerancia por parte de la dirección… Los miembros de la orquesta volvieron a protestar frente a las oficinas del bufete de abogados Barrett McNagny, el lugar de las negociaciones. Barrett McNagny comercializa consejos para empleadores sobre tácticas antilaborales. Muchos automovilistas que pasaban tocaron la bocina en apoyo a los piquetes durante la protesta del mediodía. Los 44 miembros a tiempo completo y 19 a tiempo parcial de la Filarmónica de Fort Wayne lanzaron la primera huelga en la historia de la organización el 8 de diciembre.

Los artistas, altamente exitosos, están pidiendo un aumento en sus salarios, actualmente en el área de U$S22.000 – 26.000 anuales, y se resisten a los planes para la eliminación de puestos de tiempo completo. Una carta de Christopher Guerin, presidente de la Filarmónica de 1985 a 2005, señaló que la Filarmónica de Fort Wayne está llena de efectivo, con U$S25 millones en el banco y con un déficit de efectivo anual operativo de menos de U$S500.000. Según el Instituto Tecnológico de Massachusetts, una persona en el condado de Allen, Indiana, donde se encuentra Fort Wayne, sin hijos «necesita U$S31.600 para tener un “salario digno”». El aumento del 45% solicitado por los músicos solo traería salarios a U$S31.900, de una base de U$S22.000. La oferta original de la gerencia proponía mucho menos. La postura adoptada por los músicos en defensa de la música de alta calidad ha ganado una amplia respuesta en la comunidad…

Los miembros de la orquesta son músicos de gran talento. La mayoría ha dedicado su vida a su arte. La concertino de la Filarmónica de Fort Wayne, Violetta Todorova, comenzó a tocar el violín a los 5 años e hizo «su debut público a los 7 años». Después de obtener su licenciatura (summa cum laude) en la Escuela de Música de la Universidad DePaul, donde estudió con los mejores maestros, «Todorova también se desempeñó como concertino asistente de la Orquesta Cívica de Chicago, y después de un año inspirador de asesoramiento artístico de Yo-Yo Ma, ella cofundó una orquesta» (…) Otros miembros de la orquesta no son menos dotados. El violonchelista principal Andre Gaskins estuvo una vez nominado a un premio Grammy. El violista principal Derek Reeves comenzó sus estudios a los dos años y medio y ha «ocupado los cargos de concertino asociado de la Orquesta Sinfónica de Charleston, concertino de la Filarmónica de Columbus Indiana y concertino asociado de la Filarmónica de Evansville». También ha actuado con la Orquesta Sinfónica de Detroit, la Orquesta Sinfónica de Indianápolis y la Orquesta de Cámara de Indianápolis.

Sucede con otros trabajos de alta calificación y larga formación, como los bibliotecarios de Seattle, en lucha contra los bajos salarios y las sobreexigencias:

«Con miles de millones de dólares en financiamiento, la Universidad del estado de Washington rutinariamente promociona su posición entre las principales instituciones de investigación del mundo y su biblioteca como el “corazón” de la universidad. Sin embargo, más allá de la retórica, está claro que estamos sufriendo un paro cardíaco». Si bien la Universidad de Washington puede estar entre los 10 primeros en investigación, a los bibliotecarios y profesionales de bibliotecas que mantienen el corazón latiendo no les va tan bien… «(No sólo) tenemos poco personal en comparación con la mayoría de nuestros pares, sino que nuestra carga de trabajo es inusualmente pesada», dijo Fuget. «Publicamos muchos libros premiados, pero se debe en gran parte a las horas extras no pagadas de [nuestro] personal, y eso no es justo ni sostenible»… La mayoría de los bibliotecarios profesionales deben obtener una maestría, y la deuda estudiantil promedio actual para aquellos que tienen una maestría es de U$S80.000. Sin aumentos a lo largo de tres años, los empleados de la biblioteca no están de humor para hacer concesiones.

Y lo mismo hacen los profesores universitarios más al sur:

En noviembre [de 2022], 48.000 trabajadores del sistema de la Universidad de California (UC) iniciaron la huelga más grande de trabajadores de la educación superior en la historia de los Estados Unidos. Durante seis semanas, los trabajadores académicos mal pagados, que son la columna vertebral de la gigantesca institución, libraron una poderosa lucha por aumentos salariales sustanciales, protección del costo de vida y otras demandas. Al igual que sus contrapartes de bajos salarios en las universidades de los EE. UU., una gran cantidad de trabajadores de la UC viven por debajo del umbral de la pobreza y dependen de la asistencia estatal.

La educación superior del país con la mayor cantidad de premios Nobel en ciencia de todo el mundo y la producción artística de la mayor industria cultural del planeta no escapan a las amenazas y padecimientos que prodiga el sistema capitalista necesariamente.

Videojuegos, Sillicon Valley, Metaverso…

Aunque algunos ensayistas insistan con la «auto explotación», el cansancio autoinfligido y otras estupideces, resulta notorio que, aun habiendo comenzando muy tempranamente a desarrollarse y manteniéndose en la cima de las calidades y capacitaciones, dentro de las actividades más complejas e incluso de los sectores económicos más exitosos, esas trabajadoras y trabajadores viven bajo amenaza constante del capital. El capital, con su insaciables apetito de ganancias (y las reestructuraciones necesarias para conseguirlas), clava tarde o temprano una cuña entre el auge económico y la estabilidad laboral. Ni siquiera el sector de los e-games, sector que probablemente posea la mayor tasa de crecimiento entre las industrias del entreteniiento, escapa a esta regularidad de las relaciones capitalistas de producción:

Los videojuegos están cada vez más involucrados en el ciclo comercial de las Big Tech. Tras el pico de ganancias conquistado durante la pandemia, se acumulan ahora preocupaciones acerca del mantenimiento de esa tasa de beneficios: desde Ubisoft Entertainment SA, el desarrollador de Assassin’s Creed, hasta Frontier Developments Plc. Y los despidos en la industria aumentan…

Lo que está sucediendo en los videojuegos expone que el lugar de trabajo virtual es mucho más distópico de lo que a menudo se imagina [desde afuera de ese ámbito]. Una amenaza de huelga, esta semana, en Ubisoft de Francia nos da una idea de las batallas por venir…

Los desarrolladores de videojuegos están en el negocio de generar éxitos. Eso significa que han estado expuestos durante mucho tiempo a la inestabilidad mental y laboral, a medida que los proyectos se detienen y reinician. A diferencia de las aplicacione, que dependen del contenido generado por el usuario, el personal pagado para el diseño de videojuegos crea mundos inmersivos y detallados en plazos cada vez más cortos, más exigentes, lo cual implica semanas laborales de 60 a 100 horas, conocidas como «crisis».

El cambio al trabajo remoto durante la pandemia mantuvo a las personas empleadas pero provocó retrasos en la producción. Y, en algunos casos, empeoró las tensiones del equilibrio entre el trabajo y la vida. Si bien el auge de los videojuegos condujo a incrementos salariales o bonificaciones para la mayoría de los encuestados por la Asociación Internacional de Desarrolladores de Juegos, un tercio informó que trabaja horas extras sin pago adicional…

Estratégicamente, la compañía ha estado persiguiendo todo tipo de tendencias dudosas, desde juegos Battle Royale, de los cuales, según se informa, tenía una docena en desarrollo en un momento dado, hasta tokens no fungibles, un mercado que desde entonces se ha hundido… A diferencia de una visión posfordista del futuro, tal vez la verdad sea que los videojuegos no pueden escapar de la sombra de la línea de montaje: como ha señalado Jason Schreier de Bloomberg , un trabajador de videojuegos tiene una larga cadena de trabajadores asociados que no puede trabajar fácilmente a diferentes velocidades.

El newsletter de Bloomberg, el portal de noticias económicas, calculó «1600 empleados de tecnología despedidos cada día». Y, en el otro extremo ideológico, Contragolpe expone los efectos de la ola de despidos en estos mismos sectores:

[En] la industria de la tecnología, que alguna vez se consideró el sector más lucrativo para el empleo seguro y bien remunerado, Microsoft planea eliminar 10.000 puestos de trabajo. Amazon despedirá a más de 18.000 trabajadores. Meta, la empresa matriz de Facebook, despidió a 11.000 trabajadores en noviembre pasado. Y Twitter despedirá incluso a más trabajadores que el número inicialmente despedido cuando Elon Musk se hizo cargo de la empresa por primera vez, en 2022. En respuesta, los valores de las acciones están aumentando. Wedbush Securities, una de las principales firmas de inversión, predice un aumento del 20% en los valores de las acciones tecnológicas, sólo para este año, como resultado directo de los recortes de empleo. Les Leopold, director ejecutivo del Instituto Laboral de Nueva York, escribió un artículo de opinión en Los Angeles Times acerca de la «devastación social a largo plazo» que surge de los despidos masivos, citando investigaciones sobre los impactos cada vez más nocivos en la salud, con traumas psicológicos e incluso un aumento de los suicidios. Durante décadas, a los estadounidenses se les ha vendido la mentira de que los valores de las acciones son un indicador del bienestar económico.

Los asiáticos, y los indios en particular, forman la porción más desproporcionada de la fuerza laboral tecnológica en el Silicon Valley de California. Según el Instituto de Estudios Regionales de Silicon Valley, un análisis de las últimas cifras del censo de EE.UU. revela que los ciudadanos indios comprenden más de una cuarta parte de todos los residentes con educación universitaria, en los condados de Santa Clara y San Mateo, que han sido empleados por empresas de tecnología… La Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. publicó un informe reciente en el que muestra cómo, a pesar de la fuerte actividad sindical en el último año y a pesar de un Presidente pro-laboral, los niveles de sindicalización cayeron a un mínimo histórico, en gran parte porque la mayoría de los nuevos trabajos que se incorporan a la producción no están sindicalizados. Mayores niveles de afiliación sindical significarían una mayor seguridad laboral y una mayor presión sobre la economía para garantizar los derechos de los trabajadores.

El sistema capitalista nos provee infinidad de paradojas como esta: las obreras y obreros que que producen esparcimiento y diseñan fantásticos mundos virtuales inmersivos, no consiguen relajarse, trabajan en condiciones de inestabilidad económica y psíquica, ven cómo se deteriora su salud metanl y viven bajo amenaza constante de despido.

Cirujanas, enfermeros, industria hospitalaria…

Los despidos presionan para que trabajadoras y trabajadores calificados ingresen en una competencia feroz, que se resume en mayor carga horaria, más responsabilidades a cargo y mayores sacrificios personales. Quienes salgan triufantes de una ronda de contiendas con sus compañeras y compañeros, podrá encontrar en la siguiente ronda una nueva reestructuración empresarial con su nueva tanda de despidos. Para entonces ya se habrá pagado un costo gigantesco en salud, que los medios de la burguesía no pueden negar:

Trabajar muchas horas ha provocado más enfermedades que cualquier otro factor de riesgo ocupacional, incluida la exposición a carcinógenos y la falta de uso de cinturones de seguridad en el trabajo. El costo de salud por exceso de trabajo empeoró con el tiempo: del año 2000 al año 2016, la cantidad de muertes por enfermedades cardíacas debido a largas horas de trabajo aumentó un 42%, mientras que por accidente cerebrovascular aumentó un 19%. La Dra. Maria Neira, directora de la Organización Mundial de la Salud, expresó sin rodeos la conclusión: «Es hora de que todos, gobiernos, empleadores y empleados, nos demos cuenta del hecho de que las largas horas de trabajo pueden conducir a una muerte prematura».

Los costos de la competencia entre obreras y obreros para mantenerse dentro del mercado laboral como ocupado son altísimos en los puestos calificados y de alta demanda intelectual, cuya formación es muy prolongada. El artículo crudamente titulado «Una carrera médica a un costo: Infertilidad» nos ilustra este problema:

Los médicos están creando conciencia sobre el costo reproductivo que pueden causar el estrés laboral, las largas horas, la falta de sueño y los años de entrenamiento… A menudo, los médicos deben recorrer 10 años de estudio y formación entre la escuela de medicina, las residencias y las becas. La edad promedio para que las mujeres completen su formación médica es de 31 años. La mayoría de las médicas dan a luz por primera vez a los 32 años, en promedio, según un estudio de 2021. La edad promedio para que los no médicos den a luz es de 27 años.

No se trata de casos aislados, sino de un relato consistente con artículos científicos sobre el tema, en los cuales se observa que: «De 692 cirujanas encuestadas, 290 (el 42%) tuvieron una pérdida de embarazo. Más del doble de la tasa en la población general».

El personal de salud es otro de los sectores calificados que carga en sus espaldas el peso creciente de las imposiciones del capital, de cualquier capital, para obtener ganancias en desmedro de cualquier beneficio social para las necesidades comunes. Como en los hospitales de la cadena Ascensión:

Uno de los sistemas de salud más grandes del país, Ascensión, pasó años reduciendo sus niveles de personal en un esfuerzo por mejorar la rentabilidad, a pesar de que la cadena es una organización sin fines de lucro con casi U$S18.000 millones de reservas en efectivo. Desde el comienzo de la pandemia, las enfermeras han dejado los hospitales en masa. El éxodo se debe a muchos factores pero la industria hospitalaria culpa al Covid del agotamiento del personal…

Pero una investigación del New York Times descubrió que los hospitales ayudaron a sentar las bases para la crisis laboral mucho antes de la llegada del coronavirus. Para mejorar sus ganancias, los hospitales buscaron exprimir más trabajo de menos empleados. Cuando la pandemia inundó los hospitales con pacientes en estado crítico, la escasa dotación de personal pasó de ser una fortaleza financiera a una debilidad sanitaria evidente. Más de la mitad de los aproximadamente 5000 hospitales en los Estados Unidos son organizaciones sin fines de lucro. A cambio de evadir impuestos, el Servicio de Impuestos Internos les exige que ofrezcan servicios, como atención médica gratuita para pacientes de bajos ingresos y que ayuden a sus comunidades. Pero The Times este año ha documentado cómo las grandes cadenas de hospitales sin fines de lucro se han alejado de sus misiones caritativas. Algunos han escatimado en atención gratuita para los pobres, cargando ilegalmente a decenas de miles de pacientes con deudas. Otros han invertido recursos en suburbios acomodados mediante el desvío de fondos de las áreas más pobres.

La amenaza constante no perjudica únicamente a quienes sufren despidos. Sino también a quienes conservan algún puesto de trabajo.

Esta situación no se revertirá con estas relaciones sociales

Las novedades sobre la ciencia auguran más de lo mismo:

Hay una caída constante desde 1945 hasta 2010 en hallazgos disruptivos [saltos cualitativos en las investigaciones]… lo cual sugiere que los científicos de hoy en día tienen más probabilidades de progresos del tipo incremental [avances cuantitativos]… Esto sugiere que las inversiones en ciencia están atrapadas en una espiral de rendimientos decrecientes y que, en no pocos aspectos, la cantidad supera a la calidad…

Los analistas consideran que dos de los hallazgos más célebres de este siglo representan triunfos de la ciencia ordinaria, en lugar de saltos vanguardistas: [por un lado], las vacunas de ARNm, que luchan con éxito contra el coronavirus, se basaron en décadas de trabajo duro sin glamour… [Por otro lado], la observación de ondas gravitacionales en 2015, ondas sutiles en el tejido del espacio-tiempo, no fue un avance inesperado sino más bien la confirmación de una teoría centenaria, que requirió décadas de arduo trabajo, pruebas y desarrollo de sensores… «Tenemos una ciencia extremadamente ordenada», dijo el Dr. Evans. «Apostamos con confianza dónde invertir nuestro dinero. Pero no estamos apostando por cosas fundamentalmente nuevas que tengan el potencial de ser disruptivas».

Las inversiones se dirigen a los resultados. Y los resultados exigen minimizar los riesgos. El avance de la ciencia, bajo el mando del capital, es cada vez más dominantemete incremental: se trata del avance de un trabajo colectivo, en el marco de una colectivización de todas las tareas que no se corresponde con la adecuación a las necesidades de la vida social, sino con una expropiación cada vez más profunda y más extensa del conjunto de la población. Por esa razón las maravillosas potencias del intelecto humano que se despliegan e insinúan en las actividades que hemos viste en esta nota, no están conduciendo a un desarrollo expansivo de las capacidades de cada individuo a nivel masivo, no están conduciendo a una sofisticación de las destrezas y de los disfrutes, sino que están conduciendo a una montaña de amenazas y padecimientos que ya pesa sobre el conjunto de la vida social, colectiva e individualmente.

Todas estas situaciones nos muestras que, por un lado, el sector con más alta calificación del mercado laboral sufre, en escala cada vez más ampliada, las mismas amenazas que quienes conformamos los sectores más sumergidos. No pueden permitirse vivir sin trabajar: el rendimiento de sus inversiones, de sus rentas, se evaporaría en poco tiempo. ¿Y después qué?

Es cierto que esos trabajos altamente calificados tienen remuneraciones muy por arriba de los menos calificados (que a menudo no alcanzan a cubrir ni siquiera el valor de la canasta familiar). También es cierto que en no pocas ocasiones esos trabajos altamente calificados gozan de un prestigio y de un reconocimiento social que muchas otras labores, que también lo merecen, no tienen.

Pero lo central es que estas trabajadoras y trabajadores no dejan de estar amenazados por la miseria, por el decrecimiento de su poder adquisitivo, por la desocupación, por las reestructuraciones permanentes, por la competencia con sus compañeras y compañeros, por la enfermedad mental, por los costos del sobreesfuerzo para no ser desplazados… Las distintas fracciones de la clase trabajadora pueden unirse a partir de estos problemas comunes en contra del capital. Esta alianza es mucho más viable y necesaria que la absurda pretensión de una liberación nacional conquistable junto a nuestros explotadores como aliados.

Imagen principal: Obreras y obreros del Reino Mágico de Disney en su horario de almuerzo (1961).

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