¿Cuánto tiempo debemos trabajar (o sea, hacernos explotar) antes de recibir una jubilación?
La burguesía, el conjunto de los patrones, explota a la clase obrera. Aunque cada patrón intenta sacar una tajada personal mayor que los demás patrones, todos ellos en conjunto nos explotan a las obreras y obreros en conjunto. Conforman una clase social que explota a la clase social que conformamos. Por eso nuestra subsistencia obrera, necesaria para que la burguesía pueda seguir acumulando, no sólo depende de lo que éste o aquél patrón particular nos paguen, sino que también depende de otros suplementos de carácter social. Cuando el problema es demasiado grande para ser afrontado por cada patrón individual, su Estado, el Estado burgués, tiene que ofrecerles una solución para que los negocios sigan funcionando y la acumulación no se detenga.
Un ejemplo de hace un siglo: la escuela. Ante la llegada de una populosa inmigración europea, proveniente de las zonas más pobres y más embrutecidas del viejo continente, resultaba muy costoso que cada patrón tuviera que enseñar a sus obreros particulares, que hablaban «cocoliche», a hablar castellano y a dominar los rudimentos de la aritmética para poder desempeñarse en la producción (entender las órdenes y ejecutarlas). El Estado en manos de la burguesía conservadora (Roca, Pellegrini y otras calles del centro porteño), la burguesía que había integrado el país a sangre y fuego pocos años antes, dictó la Ley 1.420 de enseñanza laica, gratuita y obligatoria. No se proponía darnos el derecho aprender, sino obligar a las obreras y obreros a adquirir destrezas productivas (aprender a obedecer y aprender a trabajar por un salario). Lo que no podía hacer cada burgués por su cuenta, lo hizo el Estado en representación de toda la clase burguesa.
Otro ejemplo, más actual: los subsidios al transporte. Si la incapacitada burguesía argentina no está en condiciones de pagarnos un salario que nos permita a viajar de casa al trabajo y regresar, el Estado acude. No acude en ayuda de la clase obrera, sino de la acumulación de esos patrones miserables. Y les subsidia el transporte.
El mismo mecanismo funciona con la jubilación: si los salarios son tan miserables que jamás nos permitirían un retiro confortable ni mucho menos sostener a nuestros familiares de la generación anterior, el Estado debe acudir hoy para que la sociedad no estalle y para que la explotación y la acumulación no se detengan. Acude organizando un descuento compulsivo de nuestros salarios y administrando luego esos cuantiosos fondos para mantener, apenas en el nivel de la subsistencia, a las obreras y obreros retirados.
El monto y las condiciones de la jubilación expresan cuánto tiene que producir un trabajador antes de poder jubilarse. Es una ecuación similar a la que se hace para saber cuántas horas por jornada tenemos que trabajar antes de regresar a nuestras casas, sólo que extendida a lo largo de la vida. Y así como, al aumentar la tasa de explotación, tenemos que incorporar más horas de trabajo para poder vivir (o sobrevivir), así también extender la edad jubilatoria significa un aumento de la tasa de explotación pero extendida a toda la vida. Las discusiones alrededor de la jubilación son un tira y afloje alrededor de un dinero que, hasta ahora, nos corresponde pero la burguesía se quiere llevar.
Podemos reconocer que en la situación actual es casi imposible mantener el sistema jubilatorio funcionando. Justamente, esta es la razón por la que a la situación actual –a la que llamamos por su nombre: sistema capitalista– sostenemos que hay que derribarla. E imponer otra nueva situación, en la que la acumulación privada y los intereses particulares de los capitalistas dejen de estar considerados. Un nueva situación en la que lo único que la sociedad tenga que considerar sea la producción de riqueza en función de la vida social, del bienestar de la mayoría. Esa nueva situación también tiene un nombre: socialismo.
Imagen principal: Foto de las protestas en Francia por la reforma previsional en marcha. La inscripción en el carte dice «El trabajo daña la salud a partir de los 60 años».