La pesadilla carcelaria redobla su apuesta
Uno de los principales problemas para la vida de las mujeres –fundamentalmente las de la clase obrera– que genera la avanzada del queerismo es el ataque a conquistas históricas que conseguimos tras largos años de lucha: los derechos basados en nuestro sexo.
Hoy traemos, como ejemplo ilustrativo, tan sólo una esfera en la que las leyes de «identidad de género» aprobadas en distintos países, o la reciente «ley trans» sancionada en España, nos afectan: permiten la presencia de varones en los espacios que deben ser segregados por sexo para nuestra protección. Esto ocurre en deportes, vestuarios, baños… y también en las cárceles de mujeres, donde se está registrando el ingreso de hombres, algunos condenados por crímenes sexuales y de violencia de género. Tal como afirman en la página ALDIAFEM:
En febrero de 2023, la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon debió renunciar por el amplio rechazo a su polémica ley transgénero. Pero el caso detonador fue el preso trans Isla Bryson, acusado de doble violación, que llegó a estar en aislamiento en una cárcel de mujeres.
Por su parte, en California, 300 presos que se identifican como mujeres solicitan su traslado a cárceles de mujeres. Así lo informa el sitio de la Alianza Internacional Contra el Borrado de las Mujeres:
Los casi 300 traslados pendientes son sólo el comienzo de la invasión de las cárceles de mujeres por parte de presos varones violentos, incluidos asesinos y violadores convictos.
Los presos sólo deben presentar la solicitud de traslado, que debe aceptarse por las autoridades ya que no se exige ningún requisito más que la simple declaración de autopercepción. Asimismo, en Canadá, una mujer trabajadora del sistema penitenciario fue diagnosticada con trastorno de estrés postraumático tras ser obligada a vigilar a un hombre transidentificado en una cárcel de mujeres [Leer la nota al respecto]. En Argentina, contamos con un caso que adquirió visibilidad mediática por su efecto ineludible: «un hombre que estaba detenido por violencia de género y aseguró autopercibirse mujer, solicitó que lo cambiaran de penal. Una vez instalado en una penitenciaría femenina mantuvo relaciones sexuales con una de las internas y la dejó embarazada» [Ir a la noticia]. Los casos no se agotan en los ejemplos aislados. Se multiplican alrededor del globo:
En Reino Unido, casi el 60 % de los reclusos varones identificados como mujer son delincuentes sexuales. En los Estados Unidos, los datos de 2021 revelaron una tasa de delitos sexuales del 48,71 % para la población penitenciaria «trans identificada de hombre a mujer» en comparación con el 11,2 % de la población penitenciaria general. En Canadá, un estudio del departamento de prisiones ha revelado que casi la mitad de los reclusos trans de hombre a mujer tienen antecedentes de delitos sexuales. [Ir a la fuente]
Somos feministas y socialistas. Esta perspectiva nos permite tomar distancia del espejito de colores que nos vende la Constitución Nacional: basta con repasar los artículos 14 y 14bis en contraste con los números del propio INDEC relativos a pobreza, desocupación, indigencia, trabajo «informal», niños y niñas que no terminan la escuela, etc., para corroborar que en ningún período histórico, desde la creación de los Estados Nación, existió un cumplimiento efectivo de los derechos constitucionales para la totalidad de los habitantes del territorio argentino.
Esto no es un problema local. El origen de la falacia constitucional tampoco se explica moralmente, por las malas intenciones de la burguesía gobernante de turno; aún menos por un problema redistributivo. El cumplimiento del goce de todos los derechos detallados en la Constitución, para la totalidad de la población, es una imposibilidad estructural en el sistema capitalista. Pues la misma se basa, por definición, en la perpetuación de esas mismas desigualdades que intenta borrar con el codo, mientras las reescribe (una y otra vez) con la mano.
En este sentido, cuando sostenemos que es urgente para el movimiento feminista recuperar nuestra agenda histórica en defensa de los derechos conseguidos en base a nuestro sexo, no estamos pisando el palito delirante y falaz de los Albertos de la vida: que tras la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo son capaces de afirmar, públicamente, que le pusieron fin al patriarcado. No. Somos conscientes de que la legalidad burguesa no nos dará nunca la emancipación que buscamos, pues el capitalismo se nutre día a día de la opresión patriarcal que vivimos las mujeres.
Aún así, estuvimos, estamos y estaremos en las calles luchando por cada reivindicación feminista, porque si bien esos derechos conseguidos son apenas elementos defensivos contra los embates cotidianos del patriarcado y del capitalismo, nos resultan imprescindibles para avanzar en nuestra consciencia de clase y feminista en busca de mejoras parciales, por el camino del socialismo y la abolición de la subordinación genérica de todas las mujeres obreras.
Imagen principal: Obra sin título, conocida como Criatura nocturna (1980), de Zdzislaw Beksinski.