El helicóptero no llegó. Y quienes creyeron que el voto a Milei era solamente un mal paso de las costureritas que volverían raudas al peronismo (y que el libertario era un otario), recalculan desprolijamente.
En un país con 120% de inflación interanual donde, a la vez e increíblemente, eso constituye un éxito porque el gobierno anterior venía con más del doble y en ascenso. En un país en el que la desocupación no es formalmente muy alta sólo porque la precarización construida durante décadas la disimula. En un país en el que la inseguridad sigue siendo un grave problema, aunque ahora al que la padece no lo culpan por quejarse. En un país en el que la degradación educativa, la droga, la ludopatía avanzan implacables. En un país en el que ya ningún trabajador puede soñar con tener su propia casa. En un país donde el salario de las mujeres sigue siendo 27% menor que el de los varones y en el que las conducciones sindicales son –desde hace décadas– detentadas por varones, despreciando la más elemental representatividad. En un país donde crece el sistema prostituyente (en las calles y las plataformas tipo OnlyFans) y se comete un femicidio cada 20 horas. En este país donde las preocupaciones de la población, según todas las encuestas, giran en torno a los temas mencionados. En un país en el que la «calidad democrática» puede, en algún caso, aparecer como problema generalizado, pero nunca «el fascismo» y mucho menos «las disidencias» o la postergación de los travestis. En este país en el que el presidente amenaza con revocar la ley de IVE y anular la figura del «femicidio», además de desmantelar derechos laborales (como ha comenzado a hacerlo).
En este mismo país, que es el de todos nosotros, se convoca sin embargo a una marcha opositora a favor de «las disidencias». ¿Cuál sería la razón para oponerse al gobierno justo con aquello que no conmueve, con lo que no tiene a la mayoría de la población molesta, enojada, con bronca? Pensamos que la respuesta no es muy intrincada: si no se convoca por cuestiones económicas y sociales es para hacerle lugar al peronismo.
Mejor dicho: el peronismo se encuentra tan comprometido con los malestares de la población que sólo puede participar en este tipo de marchas. Propone, busca, impulsa y aparatea esta marcha por una de las pocas cosas en las que se diferencia sustancialmente de Milei: el cupo trans. ¿Podría hacerlo por la IVE? Milei les patearía el trasero recordándoles su reticencia siquiera a tratarla durante décadas, además de impedirles el aborto a niñas violadas por los padres en las provincias gobernadas por el peronismo. ¿Marchar por la «calidad democrática» de la mano de Insfrán? ¿Contra la inflación codo a codo con Massa? ¿Contra el machismo con los compañeros del violador Alperovich, del abusador Espinoza, del golpeador Alberto Fernández, del cómplice de atrocidades Capitanich? ¿Por aumentos salariales junto a Kicillof? ¿Por los derechos de las mujeres con Ayelén Mazzina, que desoyó el pedido de auxilio de Fabiola (cagada a palos mientras estaba embarazada); o con Gómez Alcorta, que compartió gabinete sin chistar con el proveedor de tormentos Juan Manzur? ¿Marchar contra la precarización con los gordos de la CGT? ¿Por vivienda digna con los que incendiaron los ranchos de mujeres con chicos en brazos en Guernica? ¿Contra el sistema prostituyente junto a la portavoz del lobby proxeneta Georgina Orellano? ¿A favor de la enseñanza científica guiados por quienes abandonan la biología en favor del mito personal?
No. El gobierno pone la música, la oposición baila y la izquierda hace morisquetas. Ayer un obrero de Rappi fue asesinado en Moreno, hoy sus amigos y compañeros hicieron una marcha en protesta para pedir seguridad; la policía de Kicillof actuó de civil, infiltrándose en la marcha, los cagó a balazos de goma y hasta roció gas pimienta en la cara de la novia del asesinado. Mañana la intendenta Mariel Fernández y el gobernador Axel Kicillof marcharán contra el «fascismo». Qué mejor para el gobierno de Milei que la puesta en escena de una oposición a la que le importa un bledo la gente común. Mientras Milei baja la inflación con recesión, a la oposición no la convocan el empleo y el salario sino «las disidencias». Mientras la inseguridad azota a la clase trabajadora diariamente, la CGT aprovecha la volada de la marcha arcoiris y se prende, pues esta marcha le permite recordar que existe como aparato sin romper los acuerdos con el gobierno y las patronales ni poner en peligro la guita de las obras sociales.

La izquierda, al participar en esto, olvida que son todos Daniel Scioli. Olvida la situación económica de un año atrás. Y olvida que el frente anti Macri desató el vendaval Alberto, que culminó en la motosierra de Milei. Olvida, en su sesgada contabilidad, que Milei es nuestro enemigo pero que, a los 14 meses de gobierno, tanto Néstor como Macri ya tenían un desaparecido (Julio López y Santiago Maldonado), mientras Alberto ya atesoraba dos (Astudillo Castro en Buenos Aires y Luis Espinoza en Tucumán, con gobernadores peronistas). Olvida la izquierda que durante catorce años del siglo XXI murieron miles de mujeres por la negativa del peronismo a aprobar una ley de IVE. Olvida la izquierda que en 2024, por primera vez, la CGT se sumó a una marcha del 24 de marzo. Olvida que esos burócratas se maquillan multiplicando los cargos en el Consejo Directivo para que haya dos representantes por gremio y cumplir con el cupo femenino sin tener que soltar la titularidad efectiva de los mismos. Olvida la izquierda que eso no impide que los gremios integrados mayoritariamente por mujeres sigan siendo dirigidos, desde hace décadas, por hombres: Baradel, Yasky (docentes); Daer, West Ocampo (sanidad); Cavalieri (comercio); Geneiro, Barrionuevo (gastronómicos), etc. La izquierda olvida todo eso. Pero lo más grave es su desconfianza en relación a los trabajadores, desconfianza que la lleva a confiar en los activistas filo peronistas. Un círculo vicioso y cerrado.
Este sábado el problema no será el número que alcance la multitud en la marcha: la suma aritmética de los aparatos convocantes ya da un número alto. La cuestión es si arrastra más gente que la marcha universitaria o le exponen a Milei una debilidad en aumento, ratificándole así el rumbo a seguir. De la mano del peronismo, esta trampa está garantizada. Es muy probable que esta marcha no golpee a Milei y que Milei redoble sus golpes gracias a la marcha. La tiene fácil, pues le basta con decir la verdad: mientras millones sufren el ajuste necesario para garantizar la acumulación, al peronismo y la izquierda sólo les preocupan sus amigos marginales, minoritarios.
Pero incluso suponiendo que la marcha golpeara a Milei, nos tendríamos que hacer otra pregunta, más esencial en términos políticos. En base a todo lo que vivimos y, también, a todo lo que leemos, discutimos, pensamos, escribimos… ¿Qué les decimos a los demás trabajadores? ¿Que nuestro objetivo es cambiar de gobierno? ¿O que consideramos necesario abolir el enriquecimiento de pocos y el olvido de muchos? ¿Nuestros enemigos jurados son la uniformidad y el aburrimiento? ¿O la miseria y la desigualdad? ¿Qué es lo que consideramos indispensable: una dirección revolucionaria o gente en la calle preparando la vuelta del peronismo?

Hace medio siglo, unos «estúpidos que gritan» intentaron cambiarle el contenido al peronismo. Eran muchos, estaban enfierrados, le llenaron media Plaza de Mayo a Perón y luego la vaciaron. Perón los exterminó puntillosamente. Que hoy grupos mucho (pero mucho) más pequeños se ilusionen con que van a ir este sábado, pero no a seguir al peronismo sino «con otras consignas o programa» es, a la luz de la trágica historia argentina, una farsa. Además, si creyeran realmente que este gobierno es fascista, entonces no irían desperdigados, desprovistos de coordinación, fuera de la disciplina de los convocantes, a convertirse en los judíos y gitanos de Milei.
Nosotros no creemos que Milei sea fascista. Pero estamos seguros de que puede reprimir igual que Macri, Cristina o Alberto. No es un secreto que los gobiernos burgueses reprimen en democracia.
Ojalá revisen, al menos, esa decisión. Y si van detrás del peronismo, ojalá le exijan que mínimamente les garantice el retorno, ya que el peronismo tiene el hábito de entregar a los zurdos para que sean cazados en la desconcentración (una especialidad del partido del General). Nuestras diferencias políticas no quitan que valoremos el entusiasmo, pero no coincidimos con la estrategia.
Tres cuartos de siglo confiando en «el momento peronista del camino al socialismo» y en «el cambio de contenido desde adentro» no han hecho más que conducirnos hasta Milei.
No seamos tan sonsos, otra vez.