MUNDIAL DE ARABIA: ¿Identidad y tradición? ¿O competencia mercantil?

La FIFA forzó ciertamente la llegada del segundo mundial, en una docena de años, a la península arábiga. La asociación de Arabia Saudita, fundada en 1956 y afiliada a la FIFA en 1959 será la segunda en la región en organizar un mundial luego de que lo hiciera Qatar en 2022, fundada en 1960 y afiliada a la FIFA en 1970. En poco tiempo organizarán dos mundiales. (Sudamérica, con algo más de historia, ha organizado 5, con uno solo en los últimos 45 años). Pueden parecer recién llegados pero la historia de los mundiales lo desmiente. Los únicos países que tenían más de 60 años de afiliación a la FIFA cuando se les encomendó la organización de un primer mundial (entre los 18 debutantes) fueron Inglaterra, Argentina, EE.UU. y Rusia. El resto tenía menos tiempo de afiliación a la FIFA que Arabia Saudita. Así son las cosas cuando la historia y la tradición son más recientes que el pasaporte de mi abuelo.

Esta decisión provocó rechazos pero las causas pueden ser muy contrastantes. En el negocio del deporte y el entretenimiento mundial, la aparición protagónica de los capitales árabes produce el rechazo de otros capitales que se ven desplazados por la política de aquéllos. No se les puede llamar «tradicionales» porque algunos, como los capitales deportivos yanquis, no han desembarcado en el mundo del fútbol con anterioridad a los del petróleo de medio oriente. Y porque la propia historia del fútbol, como señalamos, no constituye una tradición sino forzando mucho el concepto.

El destino de la renta petrolera

Los países árabes descubrieron su riqueza petrolera, y sus ingresos rentísticos, poco después de la mitad del siglo XX. Han usufructuado el hecho de que el mundo demandaba petróleo y ellos lo tenían, y que no era posible producirlo a voluntad por las limitaciones naturales que existen: hay territorios que poseen reservas y otros que no (o que poseían pero no eran factibles de ser explotadas). Los fondos que acumulaban les permitieron una cómoda hegemonía interior, que se expresa en monarquías antidemocráticas herederas de las viejas formaciones tribales, sostenidas en la ideología del Islam. Esto es fundamental para entender que el apoyo a los palestinos no es tanto una decisión humanitaria como política: el islamismo es la coartada ideológica de su cerrada estructura antidemocrática. Pero esos excedentes se han ido acumulando en fondos soberanos que han realizado una tarea de «ayuda» financiera hasta hace pocos años, y luego se han enfocado más en las inversiones y la diversificación económica.

Alguna vez se va a acabar el petróleo pero, ya mismo, la reconversión energética, la disminución pactada para las emisiones de carbono e incluso el autoabastecimiento logrado por EE.UU., abren interrogantes. De manera que a los ricos del petróleo ya no se los percibe como unos dispendiosos de billetera llena, sino como a unos ambiciosos compradores de activos. El espectáculo y el turismo son dos sectores de gran atractivo para estas burguesías. Y no casualmente, ya que ambos se potencian. En un mundo de 7.800 millones de personas, ese 1% tan mencionado que detenta más de la mitad de la riqueza mundial, supera a la suma de todos los habitantes de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Un público inmenso dispuesto a viajar para espectáculos súper exclusivos, de altísimo nivel, en condiciones lujosas. La versión outlet de este negocio son los estadios boutique para el resto del mundo, con sus palcos muy confortables y una gran provisión de servicios.

Al mismo tiempo, los burgueses del Golfo, como el resto de su clase, se lanzan a competir entre sí –cada burguesía tiene intereses propios– en la arena de los deportes rentables del mundo. Ya se han llevado a la península el golf profesional, con una liga paralela a la PGA tour de EEUUi. También a grandes estrellas del fútbol mundial, mientras siguen terciando entre los clubes poderosos de Europa. A punto estuvo el qatarí Al Thani de comprar el Manchester United un mes atrás, lo que hubiera dejado a la Premier League como un espejo de la política del Golfo, con el City en manos de los Emiratos Árabes Unidos, el Newcastle en manos de Arabia Saudita y el United para Qatar. Y estamos hablando de la principal liga de fútbol del mundo. Esta dinámica, dentro de las relaciones capitalistas imperantes, es indetenible. Por eso hay preocupación en otros deportes. O porque son fácilmente comprables (los golfistas requieren menos dinero y sinergia común que los deportes de equipo), o porque van perdiendo en la competencia por el interés del público, como es el caso del béisbol, cuyo atractivo está en una fase declinante.ii

La competencia en el mundo de los espectáculos

La trayectoria de los deportes (que se remonta a menos de un siglo) es un factor menor frente a la dinámica real de las inversiones y las ganancias. La Fórmula 1 señaló con mucha anticipación cómo funciona el mundo del espectáculo. Se corrieron 18 ediciones del Gran Premio de F1 de Argentina, entre 1953-60 y 1970-81; luego 3 más entre 1995 y 98, pero ya sin ningún piloto argentino. En el primer período Fangio ganó 4 de las 7 carreras, en el segundo participó en todas Carlos Reutemann y, después, ni siquiera fue posible que un piloto argentino compitiera en la categoría. Igual de lejos quedan los mundiales.

El deporte y la música no se distinguen a la hora de vender entretenimiento. Un indicador de este negocio común se encuentra en los gestores de estadios. El mayor de ellos surgió en 2019:

…de la alianza por el control de las instalaciones deportivas a nivel mundial. AEG, SMG y Onex han cerrado un acuerdo para fusionar las tres empresas en un grupo que controlará más de 310 estadios y pabellones repartidos por los cinco continentes.iii

Esta disposición de los estadios para múltiples eventos y para públicos más sofisticados y de mayor poder adquisitivo explica el rechazo de San Lorenzo a permanecer en el predio del Bajo Flores, el mismo que en la década del 60 gestionó trabajosamente con las autoridades políticas para poder abandonar el viejo Gasómetro. No se esperaba, en ese momento, que el amplio predio asignado quedara atrapado en medio de la degradación social del país. Tampoco se esperaba que los juicios por los desmanejos financieros de sus dirigentes le arrebataran el predio de Avenida La Plata.

Esta renovación del mundo de los espectáculos se apoya en una revolución sostenida de cambios tecnológicos. Por ejemplo:

…la última innovación que cambió la industria del sonido en vivo llegó a principios de los años 1990. Hasta ese momento, los sistemas de megafonía eran comúnmente sistemas de fuente puntual apilados en el suelo que producían altos niveles de presión sonora cerca del frente del escenario, pero perdían volumen en distancias considerables.

En 1993 se presentó el sistema de altavoces«line array» que:

…funcionan según el principio de controladores de altavoces adyacentes estrechamente alineados, que se refuerzan entre sí y potencian el sonido. Los beneficios de los sistemas line array incluyen niveles de volumen más consistentes a lo largo de la distancia, una dispersión horizontal más amplia y una menor transmisión vertical, lo que resulta en un mejor equilibrio de respuesta de frecuencia y sonoridad en todo el lugar.iv

El Premio Nobel de economía Paul Krugman reflexiona sobre esto:

Los músicos siempre han ganado dinero principalmente haciendo giras. Esto era cierto incluso durante la era del CD, cuando las compañías discográficas ganaban dinero a manos llenas, pero transmitían muy poco a los artistas. Es aún más cierto ahora, en esta era del streaming. Pero hay presentaciones en vivo, y luego están las presentaciones en vivo; se espera que las ventas de entradas para cada uno de los conciertos de [Taylor] Swift alcancen entre 11 y 12 millones de dólares. ¿Qué tecnología explica eso? La respuesta, si lo piensas bien, es esa tecnología de punta conocida como «micrófono», que hace posible que un artista toque en vivo ante decenas de miles de personas. Para ser más precisos, la tecnología habilitadora son los micrófonos y los sistemas de sonido contemporáneos más avanzados que hacen posible que los fanáticos en los conciertos en estadios y arenas escuchen realmente a los músicos (y que los músicos se escuchen a sí mismos). Estos sistemas aún no se habían desarrollado cuando los Beatles dieron su famoso concierto en el Shea Stadium, que fue en gran parte inaudible debido a los gritos. […] Como dije, podría decirse que la verdadera pregunta es por qué Swift no está ganando aún más dinero. […] Otra respuesta, y sospecho que mejor, es que los conciertos en vivo desempeñan un papel más limitado ahora que hace 170 años. En aquel entonces eran la única forma de escuchar música, o al menos música interpretada profesionalmente. Hoy en día, la música, incluidos los vídeos de actuaciones en directo, está disponible universalmente. Los conciertos en vivo siguen siendo una experiencia especial. Como saben los lectores habituales, son uno de mis principales placeres en la vida. Pero atienden a un nicho de demanda más pequeño que antes.v

En otras palabras, las tecnologías amplían los públicos potenciales para los distintos espectáculos, pero todos estos espectáculos, a partir de cierto nivel de desarrollo económico, disponen de esas tecnologías. Por lo tanto, se amplía el mercado potencial en la misma medida en que se hace feroz la competencia. Los mercados pequeños sucumben ante entretenimientos de calidad producidos a menor costo unitario en virtud de la amplitud del público al que puede llegar con nuevas tecnologías: nos referimos, sobre todo, a las plataformas. Esta es la lógica de Spotify y Netflix. Y también de la Champions League.

Por muy grandes que puedan llegar a ser, los estadios tienen una capacidad pequeña frente a ese gigantesco público potencial. Entonces se fractura la asistencia entre un público presencial de alto poder adquisitivo y un público masivo «virtual» que asiste a distancia mediante la televisión o las plataformas. Aquel público de estadio paga el precio de ser espectador pero, también y no menos importante, paga el precio por cierta dosis de protagonismo, colectivo (como si fueran herederos del coro griego, los espectadores presenciales interactúan con los solistas del escenario) o individual (van preparados para la eventualidad pactada de que la cámara los tome y sean vistos por todo el estadio, y también por millones de espectadores a distancia).

Existe una feroz disputa en el mundo del espectáculo, en general, por atraer público presencial, espectadores conectados y avisadores publicitarios. Feroz porque hace años que las tecnologías de sonido, de retransmisiones, de construcción y de transporte han dado por resultado el espectáculo global. Hay una cruenta disputa entre distintos segmentos del entretenimiento y entre distintos deportes dentro del entretenimiento deportivo. Disputa y, a la vez, como sucede constantemente entre los capitales, alianzas.

La esencia del fútbol, la tradición, la identidad: el campeón moral

El capitalismo es esto y esta es su dinámica. Pero a esta descripción muy somera del funcionamiento sistémico se le opone otra visión. La que es subsidiaria de las tradiciones, las esencias, las identidades. En la página web JotDown se expresa muy bien ese pensamiento «tradicionalista»:

El fútbol, tal y como siempre lo hemos conocido, terminó en 1994. En concreto en el verano de aquel año, cuando se disputó el Mundial de Estados Unidos. Ocurrió en el acontecimiento cuatrienal algo insólito: Nike hizo un anuncio sobre balompié protagonizado por la selección de Brasil. Después vendrían muchos más, pero aquel fue el primero y recuerdo que mi todavía esponjoso cerebro preadolescente pensó: «¿Nike? ¿Un anuncio de fútbol? Pero ¿estos no son de baloncesto?». Y lo eran. A la multinacional no le importaba aquel deporte de la vieja Europa en el que los clubes no eran franquicias, las ligas no eran negocios privados y las televisiones retransmitían un partido a la semana sin anuncios que interrumpieran el juego y con espectadores separados en gradas para evitar una vistosa batalla campal. Aquel juego que se multiplicaba por las calles de niños con rodillas ensangrentadas no daba pasta.

Pero cuando el soccer cruzó el Atlántico, Nike abrió los ojos: miles, millones de personas salidas de Dios sabe dónde estaban deteniendo sus vidas por ver aquel deporte lento y en el que era posible terminar con un empate. Y dijeron: «¡Un momento!». Y ahí terminó todo. Se formó paulatino un tsunami de anuncios en los que Eric Cantona se levantaba el cuello de la camiseta y decía au revoir. El merchandising, lento pero firme, lo inundaría todo: el fútbol se empezó a comercializar como nunca antes y arrancó una lenta mutación que destrozó su esencia. De deporte a producto sin que nos diéramos cuenta.

No sólo Nike, claro. Decenas de empresas se unieron a la orgía y comenzaron a «abrir mercado», sobre todo en China y Oriente Medio. Sin duda un puñado de tipos se hicieron millonarios —y se siguen haciendo— descubriendo este filón, pero lo que es al hincha de a pie la metamorfosis lo noqueó. Y en ese estado de shock seguimos, desesperados por reconocer el que un día fue un deporte sin deformar. Locos por recuperar su esencia sepultada bajo montañas de dólares y euros. […]

Yo quiero el fútbol en esencia. Sin señores prostituyéndolo. Sí, en el fútbol soy retrógrado. Y totalitarista, añado. Porque opino que el fútbol no es la vida. Que no se pueden trasplantar los ideales que aplicamos en nuestra realidad al fútbol profesional. Yo en la vida, por ejemplo, creo en la libertad por encima de todas las cosas, en los derechos individuales y humanos y en la solidaridad. En el fútbol, en cambio, apoyo un intervencionismo y prohibicionismo salvajes. Prohibiría casi todo lo que implique lucro, en pos de una competición pura, esencial, basada en el talento y capacidad de cada club para sacar lo mejor de sus chavales. Y doctrina comunista para el dinero que surja: se reparte. […]

Volveríamos al fútbol con identidad. La identidad o, mejor dicho, la ausencia de ella, es otra de las claves que definen el fútbol moderno: en este caso el asunto se fue al garete un año después del Mundial de Estados Unidos, en 1995. La ley Bosman remató la faena.vi

Podríamos preguntarnos por qué la debacle se fecha en 1994 y no en 1926, cuando comenzó el fútbol profesional en España (1931 en Argentina, pero el nostálgico autor se refiere a España). O 2011, cuando se regularon las apuestas on line en su país.vii O 1973, cuando Jagermeister utilizó por primera vez una camiseta de fútbol para hacer publicidad.viii O cuando se cambió la regla del offside, de tres a dos jugadores, en 1925. ¿Qué es lo que indica la desnaturalización? Volvamos a pensar cómo funciona el mundo.

Todos los consumos, todas las mercancías en el mundo, en el mundo capitalista, se modifican constantemente. La búsqueda de renovación tecnológica para imponerse en la competencia modifica las mercancías en el mismo proceso en que incorpora nuevos consumidores que no las consumían, o que las consumían con otras características. Esto sucede desde que el capitalismo existe, de manera sostenida, pero con alguna novedad en las últimas décadas: la velocidad. Las mercancías se transforman a una velocidad que permite percibir los cambios durante la biografía de un mismo individuo, muchos cambios suceden en el transcurso de una misma vida individual.

La resistencia a esa modificación, que es percibida como impuesta desde el exterior por los consumidores habituales, genera el floreciente mercado de la tradición, la identidad y todas las variopintas formaciones del retorno romántico al pasado (que tiene su reflejo en la izquierda con su aceptación implícita de que todo tiempo pasado fue mejor: el indigenismo, los particularismos, etc.). Esto es lo que motoriza las interpretaciones paranoides en lugar de las sistémicas: no se trataría de movimientos estructurales de la producción y el consumo, sino de arteros, traidores y tramposos que bastardean eso que conocemos en su única versión digna y esencial.

El capital ofrece un intercambio abierto: abaratamiento de mercancías masivas, menor acceso a mercancías de mayor calidad. No hace trampa. Procede así desde su aparición histórica. El mismo fútbol, el espectáculo deportivo de masas, es uno de los productos de esta forma de producir y gestionar la vida social.

La percepción tradicionalista plantea una forma de voto calificado: un espectador de España, Italia o Argentina (una porción tradicional y menor del mercado deportivo) vale más que uno de Bangladesh, Indonesia o China. Ese planteo no ve que la preeminencia del espectador no presencial y del espectador lujoso, en detrimento del espectador típico, tradicional, esencial, sin deformaciones, es el resultado de la dinámica misma del sistema. En el capitalismo, ese espectador «tradicional» no puede pagar el producto que dice merecer. Y el capitalismo es serio, no cambia sus reglas de juego por capricho: las aplica. Produjo el deporte profesional, produjo el espectáculo y lo desarrolló en función de la competencia, la concentración y la ganancia. Nada fuera de su histórico reglamento.

Capitalismo, dinámica y destino

La fracción argentina de este negocio cuenta con dos ventajas comparativas muy importantes: un sistema de captación de talento capilar, entrenado y extendido; y una sinergia competitiva de alto nivel. Ambas ventajas se consolidaron a lo largo de casi un siglo y medio. Su peor enemigo es el sistema de clubes autónomos y con formato de asociación civil, que deforma los intereses de los actores en tanto se utiliza para la construcción de poder territorial mafioso y burgués. Este poder descarga en el Estado los problemas, mientras aprovecha de manera privada los beneficios. El ejemplo más obvio es la AFA del Chiqui Tapia, con su torneo de 28 equipos, sus sospechados arbitrajes y sus cambios reglamentarios a mitad de los torneos.

No es posible resolver los problemas del fútbol volviendo al pasado (porque no es físicamente posible) ni recuperando alguna esencia (porque nunca la tuvo). Los deportes y el espectáculo vienen mutando constante y cada vez más rápidamente desde que fueron subsumidos por la dinámica del mercado.

Todo lo que no funciona o funciona mal no puede repararse en el marco que ha producido el deporte profesional rentado y el espectáculo de masas (de él estamos hablando, exclusivamente). Esto es lo que ha definido su dinámica. Esto es lo que ha definido su destino.

NOTAS:

i https://www.infobae.com/america/agencias/2022/06/07/la-nueva-liga-saudita-sacude-al-mundo-del-golf/

ii https://www.nytimes.com/2022/02/07/sports/baseball/mlb-lockout.html

iii https://www.palco23.com/entorno/aeg-y-smg-se-fusionan-por-el-control-mundial-de-los-estadios

iv https://pro.harman.com/insights/av/the-history-of-live-sound-part-2/

v https://www.nytimes.com/2023/06/20/opinion/taylor-swift-economics.html

vi https://www.jotdown.es/2016/10/odio-eterno-al-futbol-moderno/

vii https://elcorreoweb.es/informaciones/la-historia-y-legalidad-de-las-apuestas-deportivas-en-espana-FB4524430

viii https://thesefootballtimes.co/2020/05/27/how-jagermeister-changed-the-world-of-corporate-shirt-sponsorships/

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