Algunos artículos como el titulado «El surgimiento de la disparidad racial en la mortalidad por cáncer de mama en los EE. UU.» del New England Journal of Medicine (18/6/22), ofrecen interesantes recorridos que, desatendiendo al título, dan una perspectiva más profunda sobre las disparidades e inequidades que afectan a distintas poblaciones en relación a problemas de salud. En este caso, el artículo afirma que hay, en la actualidad, una profunda disparidad en la mortalidad por cáncer de mama entre mujeres blancas y negras en EE.UU. Pero que esta disparidad es de origen reciente, ya que hasta 1980 no existía.
Es un dato muy relevante ya que el racismo no es un fenómeno reciente en ese país y, por lo tanto, su incidencia debería haberse hecho notar desde mucho tiempo antes. Una herramienta estadística es un resumen, una forma de acceder a datos complejos en grandes cantidades reduciéndolos a información accesible, en lo posible intuitivamente accesible. Pero esta capacidad debe mantenerse en relación con el origen de los datos, su complejidad, diferenciación y sus distintas determinaciones. Es lo que en el artículo podemos observar cuando al preguntarse qué desencadenó la divergencia a partir del año 1980 comienzan a discriminar los datos utilizados.
¿Qué desencadenó la divergencia en la mortalidad por cáncer de mama según la raza en la década de 1980? Los modelos edad-período-cohorte (APC) brindan pistas importantes, ya que pueden usarse para distinguir entre cambios en la mortalidad que se basan en la edad al momento de la muerte, el año de la muerte (período calendario) o el año de nacimiento (cohorte de nacimiento).
Por ejemplo
Las tendencias basadas en el período del calendario reflejan cambios en las exposiciones que afectan a toda la población durante una época en particular, como el acceso a nuevas intervenciones médicas, mientras que las tendencias basadas en la cohorte de nacimiento reflejan la variación en los factores de riesgo entre las personas nacidas durante diferentes épocas.
Y en este caso, al poder determinar el comienzo de la disparidad en una fecha precisa se la puede asociar con algún cambio o innovación que haya hecho su aparición en el mismo momento.
La aparición de la disparidad racial en la mortalidad por cáncer de mama puede atribuirse a un efecto de período de calendario más que a un efecto de cohorte de nacimiento, lo que significa que la introducción de nuevas intervenciones médicas fue probablemente el factor precipitante. En la década de 1980, dos intervenciones médicas se implementaron ampliamente en los Estados Unidos para el tratamiento del cáncer de mama: la mamografía y la terapia endocrina adyuvante, y las disparidades raciales en el acceso a estas intervenciones, así como en sus efectos, probablemente precipitaron la divergencia en la mortalidad. […] Tanto la mamografía de detección como la terapia endocrina benefician principalmente a las pacientes con cáncer de mama positivo para receptores hormonales (HR), el subtipo más común entre las mujeres negras y blancas.
Las dos nuevas intervenciones médicas que aparecen en el mismo momento que comienza la disparidad no eran accesibles en la misma medida para mujeres negras y blancas. Pero las células tumorales no son todas iguales, algunas de sus diferencias se definen por sus interacciones con hormonas o proteínas, que a la vez influyen en sus desarrollos (más o menos “agresivos”) como en los posibles tratamientos. Por lo tanto, si de lo que se trata es un tipo de enfermedad característica de ciertas poblaciones podría ser válida la correlación de raza y morbimortalidad. Algo que es necesario pensar porque el tipo de cáncer HR negativo es común en la zona de origen de las mujeres afroamericanas. Inmediatamente se aclara que si fuera una diferencia genética arrastrada desde el lejano origen de sus familias en África, los efectos de esta herencia ancestral no se verían afectados por intervenciones terapéuticas. Sin embargo, a la vez que se mantiene y aumenta la disparidad racial, la incidencia del cáncer de mamá HR negativo disminuyen todas las razas. Y las mujeres blancas pobres acompañan en la lentitud de este decrecimiento a las mujeres negras. En resumen, lo propio de África se ve modificado positivamente, pero lo propio de la pobreza se profundiza negativamente, acompañado en el mismo sentido en el grupo de mujeres blancas pobres, obviamente.
Algunos investigadores han sugerido que los factores hereditarios explican las tasas desproporcionadamente altas de cáncer de mama HR negativo y triple negativo entre las mujeres negras, ya que la mayoría de las mujeres negras de EE. UU. rastrean su ascendencia en el África subsahariana occidental, donde los cánceres de mama HR negativo son comunes. Sin embargo, si los factores hereditarios fueran el único determinante de la biología del receptor de hormonas, la incidencia de cáncer de mama HR negativo entre varios grupos raciales de EE. UU. debería haberse mantenido relativamente estable en los últimos años. Sin embargo, de 1992 a 2016, la incidencia de cáncer de mama HR negativo disminuyó entre mujeres de todas las razas en los Estados Unidos, y hubo una variación considerable en la tasa de disminución entre grupos raciales y entre mujeres de la misma raza de diferentes regiones geográficas. Las disminuciones fueron más lentas entre las mujeres negras, y las reducciones fueron menores entre las mujeres blancas de regiones menos prósperas que entre las mujeres blancas de regiones más prósperas, lo que sugiere que los determinantes sociales de la salud (es decir, el racismo estructural y los entornos construidos) influyen no solo en el acceso y la calidad de la atención de la salud, sino también el desarrollo de cánceres de mama HR negativos.
Lo que nos obliga a desechar la hipótesis de que se debe algún tipo de particularidad genética propia de la población africana y retomar la hipótesis más sólida y comprobada de que las mujeres negras tienen peores condiciones sanitarias porque son más pobres y tienen menor acceso al sistema de salud.
La brecha de mortalidad para ambos subtipos de tumores indica que las mujeres negras pueden enfrentar barreras sustanciales para obtener atención médica oportuna y de alta calidad, aunque las diferencias en los factores biológicos entre pacientes con subtipos de tumores particulares, como variaciones en el grado y el estado de HER2, así como diferencias en respuesta y adherencia a tratamientos dentro de grupos de pacientes. La diferencia en la mortalidad por cáncer de mama entre mujeres negras y mujeres blancas varía sustancialmente dentro de los Estados Unidos, lo que refleja en parte la variación en la medida en que los estados facilitan el acceso universal a la atención médica de alta calidad. La falta de cobertura de seguro de salud o cobertura inadecuada limita el acceso a tratamientos oportunos y efectivos; según datos de Kaiser Family Foundation, más del 11 % de las personas negras que no son mayores no tienen seguro, en comparación con aproximadamente el 8 % de las personas blancas que no son mayores. La cobertura universal de atención médica podría reducir las disparidades en el tratamiento de todos los subtipos de cáncer, incluido el cáncer de mama triple negativo. Por lo tanto, eliminar las barreras al acceso a la atención médica podría mitigar la brecha racial en la mortalidad por cáncer de mama.
Como puede apreciarse el artículo comienza con un problema, el cáncer de mama, cuya incidencia se asocia al racismo. Pero a poco que la investigación avanza honestamente se ve obligada a aceptar que no hay nada en la raza que incida definidamente en la prevalencia de la enfermedad y la muerte por esta causa. Contrariamente la raza y el racismo son solo un mediador, un catalizador de la causa real, eficiente y comprobable, de las diferencias en la mortalidad y la morbilidad en las poblaciones. Por eso la conclusión elude los términos raciales para centrarse en el verdadero problema que es social, citamos nuevamente: «La cobertura universal de atención médica podría reducir las disparidades en el tratamiento de todos los subtipos de cáncer, incluido el cáncer de mama triple negativo. Por lo tanto, eliminar las barreras al acceso a la atención médica podría mitigar la brecha racial en la mortalidad por cáncer de mama».
Esta conclusión categórica y bien fundada ganaría en potencia si se colocara en el encabezamiento de todos los artículos, multiplicando su efecto en la conciencia de los trabajadores. Y abonando una lucha de fondo contra el racismo que lo golpee en sus cimientos.