¿Qué mundo recibe al coronavirus?
Cuando observamos el mundo que recibe al coronavirus es de suponer que estará contento. De alguna manera el mundo lo recibe con los brazos abiertos. En los últimos años las reformas sociales han apuntado a fragilizar a los grupos más expuestos a los problemas de salud. En nuestro país el gobierno ha recortado el mes pasado parte (40%) de las deudas por aportes de las pymes desfinanciando la seguridad social, en línea con las sucesivas reformas previsionales que gobierno y oposición (cambiando de rol sucesivamente) vienen aprobando. Sumada a la inmensa masa de guita apropiada por patronales negreras que no pagan aportes y se los meten en sus bolsillos. En resumen “bajo el gobierno de Néstor Kirchner, la burguesía negrera se ahorró 101 mil millones de pesos; en los dos mandatos que duró Cristina, el ahorro fue de 897 mil millones de pesos; y, durante el macrismo, fueron 2 billones de pesos.”
Este saqueo se mantiene ya que “la tasa de empleo no registrado no bajó del 34%, cifra que, estimativamente, supone casi 5 millones de obreros” y que se suma a que el “recorte de haberes previsionales a los jubilados y pensionados que realiza el gobierno Fernández-Fernández es de unos 5,2 mil millones de pesos.”[i]
Una inmensa transferencia que nos señala sin duda a quienes el capital ha colocado en la primera línea de fuego para cualquier enfermedad: a los trabajadores, sobre todo precarizados y pasivos. Y esto sucede no sólo en nuestro país, porque la economía de los últimos 50 años se ha desplegado de tal manera que
la propagación del coronavirus expone un abismo cada vez mayor en la economía de los Estados Unidos entre trabajadores con educación universitaria, cuyos trabajos se pueden realizar desde cualquier lugar en una computadora, y trabajadores con menos educación que se encuentran cada vez más en trabajos que requieren contacto humano. (…) el mercado laboral se ha polarizado, con un crecimiento del empleo en empleos de altos salarios que requieren mucha educación y en empleos de bajos salarios que no .Muchos de los trabajos de bajos salarios disponibles son el tipo de trabajo de servicio no rutinario que no puede ser automatizado o subcontratado, cosas como limpiar una oficina, cambiar un pañal, entregar un paquete, cocinar una tortilla. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, alrededor del 86% de los trabajadores estadounidenses están empleados en trabajos de la industria de servicios.(…) Las personas en estos trabajos no rutinarios presenciales ya enfrentan bajos salarios, pocos beneficios y horarios inciertos. Ahora, estos trabajadores se enfrentan a otro desafío. Debido a que los trabajadores en estos puestos a menudo tienen un contacto sustancial con el cliente cara a cara, se enfrentan a un riesgo elevado de exposición al coronavirus si el virus se propaga.” [ii]
Si esto sucede en Argentina y EEUU, no es distinto en China donde
los trabajadores migrantes perderán cerca de 103 mil millones de euros en sus ingresos, a causa de la crisis epidémica (…) Al menos 300 millones de chinos que viven en las zonas rurales son empleados en áreas urbanas e industriales. A fines de febrero, apenas el 30% de ellos había regresado a las fábricas. Los analistas sostienen que, tras reactivarse las actividades, aún cuando se trabajen más horas, será imposible recuperar las pérdidas.[iii]
Sin embargo el problema no se piensa ni se soluciona de la misma manera para distintas clases sociales, mientras que a los trabajadores nos preocupa cómo resolver la merma de ingresos por las restricciones sanitarias, los burgueses se preparan para que
si el coronavirus continúa propagándose, las compañías pueden intentar acelerar la automatización de algunos trabajos para que no tengan que depender de los trabajadores (…) Los empleadores en campos como la agricultura y la preparación de alimentos, y en los almacenes, ya están luchando por encontrar suficientes trabajadores en una economía apretada (…) el coronavirus podría persuadirlos de que dejen de buscar humanos y abracen las máquinas. (…) Si hay suficientes personas en cuarentena, eso impulsará la demanda de robots que puedan hacer ciertos trabajos.»[iv]
Porque en el capitalismo las máquinas no alivianan el trabajo, que fue el sueño de la humanidad desde sus albores, sino que echan personas a la miseria.
La sociedad es una, la epidemia es una, la respuesta no puede ser individual
Lo que nos pone en situación de elegir si renunciamos a ese sueño, o renunciamos a los explotadores porque no sólo por los recortes sino por la organización de la vida el capitalismo es parte de la epidemia y no de su solución. Mencionamos el artículo de Levins y Lewontin que relacionaban éxitos parciales (la derrota de la viruela) pero sin tomar en cuenta el conjunto de otras determinaciones que sustentaron que las infecciosas “retornaran”. Esa descripción refleja de manera precisa el funcionamiento del sistema capitalista. Una sociedad organizada alrededor del lucro de empresas privadas que son extremadamente racionales en su interior, pero que deciden la atribución de los recursos sociales a través de un mecanismo irracional como el mercado que se regula por las ganancias de los competidores, Un sistema regido por intereses particulares demuestra su ineficacia y anarquía en los momentos críticos. Y éste es uno.
En una epidemia el virus embiste como una fuerza unificada, coherente, sistemática. Su mayor poder reside en enfrentar a una sociedad que no hace lo mismo. La insidiosa presencia del contagio obligaría a responder de manera planificada y racional, el capitalismo no puede hacerlo, porque su razón de ser no es la vida humana sino la ganancia de los patrones, y cada uno defiende la suya. Una respuesta racional no es una cuarentena radical durante un tiempo medianamente prolongado, porque la reproducción de la vida no lo permite. Tampoco seguir como si nada nos amenazara. Una respuesta concertada y coherente requiere planificación social, mantener la provisión de los recursos necesarios y colocar al resto en suspenso. Liberar los transportes para los trabajadores de los servicios esenciales, para la alimentación y demás cuestiones necesarias, racionalizar su distribución (y no dejar que quien dispone de efectivo arrase con las góndolas) subsidiar el consumo de los trabajadores para que no se vean obligados a elegir entre dos formas de padecimiento, la enfermedad o el hambre.
Una epidemia es el ejemplo extremo de que el individuo es subsidiario de la vida social. Y ya vemos que la sola mención a medidas radicales en un sistema social de competencia, desata el sálvese quien pueda. ¿No es demasiado evidente cuál es la preocupación del gobierno y los burgueses al observar que restringe algunas actividades laterales, mientras mantiene otras igualmente riesgosas pero que podrían resentir las ganancias? ¿A quién se le escapa que faltaba y sigue faltando de todo en los centros de salud y ya van semanas de debate sobre el tema? ¿No es demasiado evidente que quienes más resisten a que nos cuidemos son los patrones?
Así, el sistema de salud sirve poco
Un siglo atrás la teoría sobre las infecciosas se hallaba en pleno desarrollo pero las herramientas prácticas todavía no (no se conocían los antibióticos) y por lo tanto el aislamiento de los pacientes era la intervención más importante. La salud era claramente clasista, los burgueses se recluían en sus casas, y los pobres y proletarios en hospitales públicos, o privados de origen mutual. Eran edificios de pabellones amplios, altos, aireados y separados entre sí. Los pacientes estaban allí durante largos períodos en que la enfermedad evolucionaba hacia algún desenlace.
En el Hospital Rivadavia vemos la arquitectura propia de ese período. La evolución de los recursos técnicos modificó la arquitectura. Hoy todos (de cualquier clase social) concurrimos a un centro de salud porque no es el aislamiento sino la intervención tecnológica la que resuelve los problemas, pero los períodos de internación se acortaron de manera sustantiva. Poco tiempo de permanencia, muchos estudios e intervenciones y posterior evolución domiciliaria. Hay una razón espuria en la rotación de camas para no tener recursos inmovilizados.
Pero hay una razón sanitaria coincidente: la lucha contra los focos infecciosos en el interior de los centros de salud. Eliminados los focos infecciosos más comunes sucedió que agentes patógenos que no se desarrollaban por estar a la sombra de los más numerosos y evolutivamente más exitosos, encontraban en la desaparición de estos últimos una oportunidad de crecimiento. A partir de ese momento la infección intra hospitalaria es un problema importante y reiterado. De allí que le externación rápida es también una medida precautoria y la “hotelería” (habitaciones privadas, por ejemplo, que facilitan el aislamiento) deja de ser un “lujo” para constituir una necesidad de salud generalizada porque luchamos contra patógenos muy resistentes.
Hoy el Ministerio de Salud reconoce en el país la existencia de 941 establecimientos de salud de alto riesgo con terapia intensiva o terapia intensiva especializada. El 70% son privados, También hay 3984 establecimientos de bajo riesgo con internación simple, el 70% son privados. Sin embargo al relevar la cantidad de camas entre privados y públicos nos encontramos con una paridad casi exacta. La conclusión, en este momento de lucha contra los contagios, los establecimientos privados (en promedio más pequeños y más aptos para el aislamiento) son recursos ineludiblemente necesarios. Lo racional sería elegir el destino de las internaciones de acuerdo a las necesidades globales y no de la cobertura de cada paciente. Además de las casi 200 mil camas hospitalarias del país, hay, en CABA solamente, 549 establecimientos hoteleros de todo tipo con más de 30 mil habitaciones y más de 65 mil camas. La sociedad ha acumulado una inmensa riqueza que podría ser utilizada para evitar el desborde de los recursos específicamente sanitarios.
Los burgueses pueden esconderse en sus barrios privados de amplias casas, que aunque no totalmente seguros ante un virus, lo son muchos más que nuestras más reducidas viviendas. Si se recluyen y permanecen allí nada cambiaría, porque nada producen. ¿Pero cómo funcionaría un mundo con la clase trabajadora en cuarentena? No funcionaría. La respuesta más saludable sería asignar a cada trabajo su valor social y limitarlos de acuerdo a su necesidad inmediata. Pero la respuesta burguesa hasta ahora es resguardar los trabajos que mayor plusvalía producen sacrificando, si es necesario, parte de la vida social al dios valor. La economía mundial navegaba en un mar de problemas y éste, al golpear al motor de la vida social, la clase trabajadora, producirá peores oleajes en ese mar.
La independencia con que los trabajadores disputemos los recursos para la crisis sanitaria marcará también la fortaleza con la que podremos enfrentar la crisis posterior. Como queda dicho, al afectar la vida de los trabajadores se afecta a la propia reproducción de la vida. De los trabajos imprescindibles en esta situación es determinante el de la salud. Debería ser protegido por la simple razón de que si se resiente no habrá quien se ubique en la trinchera. El problema es que es un sector cuyas condiciones de trabajo vienen empeorando históricamente. En el ámbito privado precarizándolo, encubriendo la relación de dependencia con la figura del monotributo, en el ámbito público con la diversidad de contratos basuras y otras formas de contratación cuyo objetivo primordial es pagar menos, pero cuyo objetivo asociado es dividirnos entre nosotros.
La primera medida sanitaria coherente hubiera sido resolver el tema salarial a satisfacción de los trabajadores. La segunda proveer a todos los centros de salud de elementos necesarios en abundancia, desde alcohol a barbijos, desde brigadas de limpieza extras a respiradores y elementos para realizar los tests. Suspendiendo otros gastos si es necesario, asumiendo el control de la producción de insumos si no satisface las necesidades. Imponiendo los precios para que los patrones no se beneficien de una catástrofe social. Pero el sistema de salud ha venido transitando en toda su historia el camino opuesto, fortaleciendo al sector privado, descentralizando las decisiones, funcionando en base a la ganancia, y sin ningún plan que no sea incrementarla. Un sistema que es, desde su inicio, fragmentado e ineficiente. Estructurado sobre la base de un sector lucrativo compensado por un sector público que se ocupara pobremente de los que no logran acceder al privado. La profunda irracionalidad y burocracia de un sistema así se ha profundizando, impidiendo con sus lobbystas cada intento de imponerle al menos una tibia centralización y coherencia.[v]
Una de las consecuencias que ejemplifica los problemas de salud en una sociedad burguesa es que no hay historia clínica única. Contrariando el hecho de que tenemos un solo y mismo cuerpo, tenemos historiales diversos porque la atención médica calca el sistema de competencia y secreto comercial empresarial. A un virus que compromete la unidad corporal y biológica del sujeto humano, lo enfrenta un grupo descoordinado de empresas privadas que luchan entre sí por las ganancias y un estado que se esmera en dividir a los trabajadores con contrataciones diversas.
Mientras los trabajadores, sobre todo los más precarios, ven atemorizados la posibilidad en ciernes de pagar con sus ahorros si los tienen y con un descenso en su nivel de vida, si es posible eso, el costo de la epidemia, a los burgueses no se les toca nada. Si hay una crisis deberían soportarla quienes sí podrían hacerlo, toda la industria farmacéutica debe ponerse al servicio de las necesidades, todo el sistema de clínicas privadas (dónde se encuentra el 80% de los recursos tecnológicos del país) también. Toda la disponibilidad hotelera ofreciendo camas, y el sistema de transporte, multiplicando las unidades en circulación, evitando que viajemos hacinados. Si hay pena de multa y prisión para quien viola la cuarentena, no puede respetarse como sagrada la propiedad de quienes podría alivianar la crisis.
Es necesario preguntarnos qué clase será la que orientará esta batalla, la burguesía con su temor al decrecimiento de las ganancias, o los trabajadores con su potencia para crear este mundo y volverlo a crear si la burguesía o las enfermedades lo dañan. Los socialistas no decimos esto ahora, sólo por la emergencia. Al contrario, es lo que proponemos siempre, una sociedad organizada racionalmente en beneficio de la vida humana, se hace más visible en su perentoriedad en una ocasión así.
Pero mientras tanto estaremos codo a codo con nuestros compañeros, luchando para que todos los efectores de salud, y aquellos lugares que se destinen a luchar contra el coronavirus, tengan los elementos necesarios que mencionamos y los que surjan al calor de la batalla, en abundancia, luchando por un amplio aumento de salarios acorde con el riesgo y la importancia, luchando para que la igualdad de la tarea y los riesgos se refleje en igualdad mediante el pase a planta de todos los que estén comprometidos en la tarea directa e indirectamente. Si somos necesarios ahora, somos necesarios siempre: Como toda la clase trabajadora. Sin nosotros, nada funciona en la sociedad, sin ellos, los burgueses, todo funcionaría mejor. Las acciones y reacciones ante la epidemia nos muestran que es así.
NOTAS
Publicado en El Aromo 110 marzo 2020
[i] https://razonyrevolucion.org/hood-robin-ladron-de-pobres-al-servicio-de-los-ricos-un-nuevo-ajuste-brutal-contra-los-jubilados/
[ii] https://time.com/5795651/coronavirus-workers-economy-inequality/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=time-health&utm_content=20200306
[iii] http://www.asianews.it/noticias-es/Fracasa-el-sue%C3%B1o-de-Xi-Jinping:-los-trabajadores-migrantes,-m%C3%A1s-pobres-a-causa-del-coronavirus-49481.html
[iv] https://time.com/5795651/coronavirus-workers-economy-inequality/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=time-health&utm_content=20200306
[v] En los últimos 50 años el peronismo ha bloqueado los proyectos del propio Liotta en el 70, los sindicatos la propuesta de Neri y Canitrot en los 80, y finalmente en los 90 descentralizaron la actividad definitivamente. Como corolario, en este siglo y por primera vez en la historia, una empresa de salud, OSDE, ingresó al panel de los 50 grupos nacionales más grandes.